lunes, 31 de mayo de 2010

Culpables.

Capítulo 2: ¿Adiós?

Robert: Sector B, a las duchas.
Ray: Menos mal, porque este mastodonte empezaba a rezumar como un cerdo.
Willy: Cuidado con tus palabras, novato. Aunque parezca tranquilo no dudaría si tuviera que estrujar tu cráneo contra la pared y te advierto que la pared es más gruesa, aunque tengas ese enorme cabezón sobre tus hombros.
Ray: En cuanto tenga la oportunidad te rajaré, gigante de los…
Julius: No te conviene seguir ganando enemigos Ray.
Ray: Tú que sabrás, Jules. Estás todo el día hablando con el vejestorio, prefiero enemigos a tus patéticas amistades.
Julius: Eres un caso perdido, Ray.
Willy: Bueno, creo que es hora de tirar la ropa sucia al conducto de lavanderías.
Ray: Pero, ¿qué haces enorme estúpido? ¡Aaaaaaaaaah!
Julius: Creo que es la primera buena dirección que toma Ray desde que está aquí, jajaja.
Willy: Sólo había que darle un empujoncito.

Lawrence: ¿Cómo está mi furcia favorita?
Psiquiatra Lauren: Estás aquí para contestar a mis preguntas, todo lo que no sea eso ahórratelo.
Lawrence: No, estoy aquí para que me des las recetas de mis pastillas y presentarla en enfermería. Con tus demás gilipolleces haz lo que quieras.
Seymour: Respeto a la doctora, Larry.
Lawrence: Cállate, guarda incompetente.
Psiquiatra Lauren: Bien Larry, podrás irte si me dices que ha ocupado tu pensamiento en estos días.
Lawrence: Fácil, he estado pensando en lo excitante que sería sacarle los ojos mientras la sodomizo.
Seymour: Acabas de ganarte una semana en aislamiento.
Lawrence: Recuerde doctora, está en mis pensamientos, espero que yo aparezca también en los suyos regalándole noches en blanco. Le deseo mucho miedo hasta que nos volvamos a encontrar, pero la próxima vez…
Psiquiatra Lauren: Jodido psicópata.

Julius: El único momento de relajación del día.
Willy: Novato, ¿no escuchas algo?
Julius: No, nada.
Willy: Silencio, escucha.
Julius: ¿Están dando golpes en la pared?
Willy: Eso me parecía oír.
Julius: ¿Qué hay tras la pared?
Willy: En teoría, nada.
Julius: Dale un golpe.
Willy: De acuerdo.
Steven: Coño, llevo atascado en esa puñetera pared semanas.
Willy: Joder, vaya susto, gilipollas. Sabía que no podías andar muy lejos, no duras mucho lejos de estos barrotes.
Julius: Steven, me alegro de volver a verte.
Steven: Dadas las circunstancias, yo también me alegro de veros. Pero es hora de escapar.
Julius: ¿Por qué no lo dejas?
Steven: Es nuestro deber, novato. Venga no esperéis, vámonos.
Willy: Vamos, novato. Será divertido.
Julius: Yo me quedo, así distraeré a los guardas por un tiempo. Intentaré daros tiempo para escapar.
Steven: Tú te lo pierdes. Hasta nunca, al menos aquí.
Julius: Adiós, compañeros.

PD: Cumplo la promesa al completo, a ver si se revitalizan las series.

Una vez más fui guionista de House...

House vs esuoH.
-¡Qué bien nos lo pasábamos!
- Lo echo de menos.
- Lo sé, eran buenos tiempos, House.
- Rodeado de amigos, sin preocupaciones, haciendo lo que me gustaba, centrado por completo.
- Y sin dolor, que es lo más importante.
- No podría haber sido así sin vosotros.
- Y ahora mírate, estás hecho polvo. Y además estás solo, no durarás mucho tiempo en estas condiciones.
- No tengo otra opción.
- La tienes y lo sabes.
- Prometí no hacerlo, no puedo.
- Pero quieres, vamos.
- ¿Qué hago hablando con un tarro de Vicodina?

La terapia inútil.
- Saludos queridos espectadores, soy Gregory House. Os preguntaréis por qué me dirijo a ustedes. Como muchos sabrán llevo sometiéndome a terapia varios meses para arreglar, uhm, mis problemillas. Bueno, pues aquí nuestro amigo, el simpático negro rellenito amigo de Dennis Quaid en “Frenquency”, cree oportuno que forméis parte de una de mis sesiones.
- Gracias por los detalles, House.
- De nada, a lo mejor hubiera sido más conveniente hablar de tu madre. Pero sé que es un tema que te excita demasiado y tampoco es necesario que te vengas arriba, hay varias personas viéndonos, en concreto dos, pero tranquilo, ninguna de ellas es tu madre.
- Veo que te diviertes con esto.
- Sinceramente, estar aquí es la idea más alejada de diversión que puedo tener.
- Creo que no hemos conseguido avanzar a pesar de los meses de trabajo.
- No te preocupes, no eres el único que ha notado tu incompetencia.
- Tus intentos de llamar la atención siguen sin dar resultado, sabes que todo esto desemboca a la autodestrucción.
- En este tiempo de cambio no ha habido un resultado beneficioso, usted no tiene las respuestas que busco, doctor.
- Tenemos que buscarlas juntos, no puedo hacerlo sin su ayuda.
- No puede hacerlo aunque lo intentase con todas mis fuerzas.
- Espera, House.
- Ya es demasiado tarde. Bien, queridos espectadores, aquí está el resumen del penúltimo capítulo de la sexta temporada. Por cierto, el negro está despedido por incompetente. Muchas gracias a nuestro fiel guionista y nos vemos en la séptima.

De consultas.
- Bien, acabemos con esto cuanto antes. ¿Qué le ocurre?
- ¿No tendría que decírmelo usted?
- Creo que no sabe muy bien donde se encuentra.
- Estoy en la consultad del Dr. House.
- Correcto, la consulta del adivino está en la tercera planta. Si no tiene ninguna otra cuestión que tratar, puede salir y avisar al siguiente.
- Pero aún no me ha dicho lo que tengo.
- Creo que lo suyo no tiene solución.
- Pero me dijeron que me curaría.
- No se preocupe, quien se lo haya dicho me cae peor que usted.
- ¿Y ahora qué hago?
- Para empezar podría salir de mi jodida consulta.
- No puedo irme de aquí sin una respuesta.
- Segunda planta, psiquiatría.
- Necesito esperanza.
- En esta misma planta al fondo, la capilla.
-Me ha hecho perder un tiempo muy valioso.
- Casualmente es algo mutuo.
- El tiempo es oro y quiero mi dinero.
- Haber empezado por ahí. Salga fuera y en el mostrador le expedirán un cheque.
- Por fin nos entendemos.
- Lo suficiente como para intentar no volver a verle.
- ¿Decía algo?
- Que estoy tan disgustado que seguramente no vuelva a pasar consulta.
- Me alegro de que asuma su responsabilidad.
- También es algo mutuo.





PD: Lo prometido es deuda, tarde pero presente.

domingo, 23 de mayo de 2010

El viaje de las postales

Sueños:Tercera Parte

-Cuando yo era joven, poco antes de conocer a tu abuela, me fui de aquí por culpa de la guerra. Fue algo tan horrible, que yo no lo podía aguantar, aparte de que mi padre estaba en medio de todo, y no lo soportaba. No podía ver como personas de una misma patria batallaban entre ellos, rompiendo familias y dejando miles de muertos. Busqué algo de dinero para poder irme a Francia. Siempre fue mi sueño poder viajar por el mundo y conocer a personas y de diferentes sitios.

Estaba tan impresionado de que tuviera el mismo sueño que yo, que no paraba de mirarle con los ojos brillantes y sin perder ni una de las palabras que mi abuelo me decía.

-Estuve viajando con un hombre llamado Jacques que me recogió por la carretera cerca de Toulouse. Fuimos hasta París, donde el nació y me enseño Notre Dame, la Torre Eiffel que es donde me regaló esta postal. Después de pasar varios días con el, viajando por toda Francia, en la que aprendí algo de su idioma, me llevó hasta la frontera con Italia. Estuve a Turín y desde allí fui de autobús en autobús hasta Venecia, donde conocí a mi primer verdadero amor.

-¿Cómo se llamaba?

-Bianca. Era una chica de pelo largo y negro, con un cuerpo delgado y esbelto y unos ojos azules que hacían que me derritiera. Pasé una semana allí con ella. Cada noche navegábamos por los canales de Venecia cogidos de la mano. La segunda noche me besó por primera vez, realmente estaba enamorado de ella, pero tenía que irme.



lunes, 17 de mayo de 2010

Sumisión.

Tu sonrisa.
Ésa fue la sonrisa. Esa sonrisa que alegraba su existencia. Por la que merecía la pena levantarse por la mañana. Por la que quería ser mejor persona. La que borraba su amargura, tristeza o rabia. La que le servía de combustible para seguir adelante. El fin de su búsqueda. El punto y final de su cordura. La puerta del Edén. La que agrieta su caparazón de gran dureza. El impacto que confunde su orientación. El perdón a sus pecados. Su lucha por el futuro. Su mayor temor y tesoro. Un fracaso eterno. Una pérdida irreparable. Un momento para morir siendo sincero. Una ilusión venida a menos. Cientos de lágrimas que ni solucionan, ni alivian. Cientos de ruegos por una nueva oportunidad y caer en la cuenta de que el pasado no volverá. El error de entonces siendo cruda fatalidad, lo perseguiría sin cesar, apestando a fracaso y esperando por su ocaso.

C de Casa.
Catarsis estructural en el interior de sus pensamientos. Catálisis de elementos que desembocan en dudosos productos. Culpabilidad en el hecho de no conocer la respuesta de sus más evidentes preguntas. Culminación de su inoperancia a la hora de tomar una decisión y llevarla a la práctica. Cansancio de tropezar en los mismos obstáculos que no le dejan avanzar de la casilla de salida. Causa de su torpeza en el devenir de su condena. Celeridad en el descenso al foso de las cuentas pendientes y tener que arrastrarlas, tirando de las cadenas que a éstas le atan. Cuento de triste final y nunca consigue empezar. Cese mental y huelga neuronal. Canciones envueltas en verdad que descubren su necedad. Cuatro rimas sin maestría por su parte, tres serían si esta no contase. Calmando su verso intenta emprender el desenlace. Con tanta C no es raro que extrañe a su fiel compañera la H.





PD: Estancado en mi decadente verso detestable. Puedo prometer y prometo que lo próximo es "House" y "Culpables". Lo que no sé es para cuándo.

domingo, 16 de mayo de 2010

Costumbrismo acostado.

Noche pálida, noche iluminada.
Encuentro mi refugio entre cortinas de oscuridad y escleróticas ensangrentadas. Dándome cobijo el manto de la nocturnidad y pidiendo a cambio algunas páginas gastadas de mi maltrecha mente. El desconocimiento se apodera de mi ser y caigo en el anonimato. En ese momento soy el instrumento de cada una de mis pesadillas que desarrollo para mi agravio. El delito, un error en el tribunal de la melancolía y condenado a la soledad. Pero todo es mentira, ya que su brisa es mi mejor compañía. Cuando todo está perdido siempre se vuelve para mirar y me regala una sonrisa. Un espejismo que viene y va, una canción duradera, el final de una tarde que nunca llega y miradas de complicidad. Un contraste continuo y volátil, letal y figurado. Un instante de parálisis provocado por la ceguera con la que me atenaza. Mirar sin ver nada y poder vislumbrar la expresión de su cara, traspasando la barrera de la lógica y dejando que la locura te consuma. Caos, sin razón, frases sin ton ni son. Palabras empaquetadas, compactas, pero sin cohesión. La falta de coherencia de un ente sin valor. Insignificante, inepto, sin intuición. Intento de ventrílocuo que es manejado como un títere. Inventor del vaso donde ahogarse. Se agrieta el techo dejándome al descubierto ante la luz de esta noche. Y saber que durmiendo no he escrito, pero sí en sueños. En esa luz que me aclama y me lleva al triunfo de una obra terminada.

Suerte sin azar.
Hubiese apostado que nunca perdería. Tenía un don innato. El azar comía de su mano. Su firma era la victoria. Destructor de casinos. Jugador sin rival. Su táctica es ganar. Envidia para la humanidad. La definición de suerte. Fortuna en su totalidad. Sin necesidad de superstición. Seriedad en cada jugada. Pasos correctos en la conquista de cada partida. Da igual cartas o máquinas, fichas o dados. Certero y confiado. Respetado y despertando expectación con cada aparición. Nunca un fallo, siempre encontraba el mejor caballo. Ésa era su vida, la partida perfecta, sin manchas, inmaculada. Un día todo cambió y en esto suele irrumpir el amor. El apostaba que volverían después de la ruptura y en eso se equivocaba. Al final ella lo dejó solo y se llevó con ella toda su fortuna, quedando él en la más completa de las ruinas y gafe de por vida.





PD: Buscando lo que sea que quiero encontrar para poder seguir escribiendo...
... ya llegarán noticias de la búsqueda.

jueves, 6 de mayo de 2010

Dous no Deus e un na man.

El paracaidista.
Todo se convirtió en un juego para aquel paracaidista. Se había reído de su destino en varias ocasiones con anterioridad, pero era algo a lo que no daba importancia porque nunca creyó tenerlo. Necesitaba esa dosis de adrenalina que le proporcionaba el sumergirse súbitamente en la atmósfera. Cada mañana añoraba volver a caer desde el avión para sentir la libertad. Se sentía poderoso al cortar el viento con su cuerpo, ganando velocidad. Esa fracción de tiempo en la que duraba la caída era mágica. Podía contemplar la creación al mismo tiempo que se acercaba para darle un abrazo. Pero su ilusión se apago, era el momento de tirar de la anilla que lo devolvería a la realidad. Tiró con fuerza, nada ocurrió. La anilla era una manera suave de volver a la realidad. Exclamó una maldición, aunque al instante supo que permanecería para siempre en su placentera ilusión. ¡Qué ingenuo! La realidad le golpeó con toda su fuerza.

Mentiras y heridas.
Ahora sí que estaba realmente loco. Su mundo se desmoronaba a sus pies y veía como cada gota de lo que antes llamaba realidad se desfragmentaba de ese todo y se consumía fugazmente. No pudo controlar ese mundo de ilusiones que una vez creó y éste acabó siendo lo suficientemente grande y poderoso como para engullirle. Su mentira lo controlaba, su mentira vivía por él. Su ser estaba sedado y preso en una burbuja mental, mientras su parásito le gobernaba. Era inútil luchar porque no había posibilidad de victoria. Lloraba porque no creía que pudiera llegar a pasarle esto, porque pudo ponerle remedio, no lo hizo y estaba pagando las consecuencias, porque era preso de sí mismo. Su lamento cesó al ver que ya no había una solución posible, excepto la de aceptar su situación, sus errores y su castigo. En caso de conseguirlo, sería por fin libre.

Firmes.
En aquel poblado todos andaban doblados. El tronco de cada miembro del mismo, se curvaba hacia un lado. No había ninguna otra peculiaridad como conjunto, ya que individualmente cada uno es un mundo. Tenía una clara ventaja al recoger cualquier cosa del suelo, pero en aquel poblado no se llegaron a construir rascacielos. Se dice que en los comienzos de la tribu, uno de ellos al ver el arco iris intentó imitar su posición, olvidando todo lo demás así se quedó y en el pueblo hizo furor y se mantuvo como tradición. Con el paso del tiempo, las generaciones desarrollaron esa arqueada curiosidad anatómica. Siguió pasando el tiempo y el pueblo se expandió, en territorios vecinos no eran especialmente bienvenidos. El pueblo se veía frecuentemente envuelto en pequeñas batallas. A partir de aquel momento se apreció que los jóvenes iban perdiendo la curvatura vertebral. Había comenzado en el pueblo el servicio militar.


martes, 4 de mayo de 2010

La mañana de ayer en el ocaso de mañana.

Lustro de serenidad.
Elegancia, sobriedad y saber estar. Colocado en el tablero para dar comienzo a el enfrentamiento. En un principio sin saber la transcendencia de aquella afrenta. Con el tiempo se sellaban las marcas de su caminar. En el centro de la plaza se erigía una gran estatua, con detenimiento para captar cada uno de los detalles. De su árbol picoteaban pajarillos de vez en cuando. La partida se seguía jugando y aquel caballero hizo dos malas jugadas. Las marcas ardían y la carne se pegaba al metal fundiéndose de dolor. La estatua en un principio majestuosa, sufrió una aberrante transformación. El árbol pútrido y enfermo, dejó de dar frutos. Demasiados contratiempos y la partida en punto muerto. Las marcas ahora tapadas intentaban ser ignoradas. La estatua fragmentada iba desprendiendo trozos de su ser. El árbol seco y olvidado. Un viejo reloj acababa con la paciencia de aquel caballero. Apatía, soledad y desesperación. Lágrimas que ahogan una felicidad ficticia. Tocar fondo una vez más. Enfrentarse a unos fantasmas que no pierden batalla. Escalar una pared llana, desde la profundidad del abismo. Desorientado y sin rumbo. Sin decisión ni razón. Falto de motivos y convicción. Y aún así seguir peleando. ¿Mi suerte para cuándo?

¿Cuándo acabar con lo no empezado?
Con un cuchillo sin filo tallaba sus impresiones desgastadas por el tiempo. Ya no sabía si saber, dejar de seguir sabiendo o saber que no había sabido. Tropezar al ir dando tumbos y llegar a la conclusión de quedarse parado. Y al quedarse parado concluyó su respuesta. Empezar de nuevo a caminar y dejar atrás lo andado, alejarse del pasado con cada paso que pudiera dar. Volver después de un tiempo y ver que podría hallar. Se quedó en la eterna de las penúltimas oportunidades. Al dejar de abrir los ojos para ver y darse cuenta del error. Esa equivocación que creyendo haber escuchado, colocó en el cajón olvidado. Buscando el momento y lugar adecuados, olvidó el dónde y cuándo, dejándolos a un lado. La locura de la batalla en la derrota y la cobardía de la huída en la pelea. Determinación aleatoria, alentado por la casualidad de su descabellada esperanza. Y si no alcanza el propósito perseguido sin poder dar ese paso atrás, elegir entre fatalidad o precipicio.





Cállate Tom Jones y déjame pensar. Mejor no, sigue cantando, anda.

domingo, 2 de mayo de 2010

El viaje de las postales


Sueños. Segunda Parte

Siempre estuvo cerrada, por lo menos las veces que yo había estado allí. La curiosidad me inundó y despacio me acerqué a la puerta. Puse la mano en el pomo, un poco nervioso, ya que el abuelo nunca me dejó que entrara en esta habitación. Lo giré muy despacio, mirando por que quicio de la puerta, donde apenas se veía un escritorio. Entonces abrí la puerta, pero solo se veía un par de sombras. Después de palpar un poco la pared encontré en interruptor y encendí la luz. Entré y era el paraíso. La pared estaba empapelada de postales de todo el mundo. Mi sueño en una habitación. Iba mirando postal por postal: Milán, París, Buenos Aires, Berlín, Montevideo, Helsinki, etc.
Escuché unos pasos que venían a la habitación, pero no les hice caso porque seguía ensimismado con las postales. Nunca pensé que mi abuelo tuviera un tesoro así. Ver todas estas postales con las fotos de tantos sitios, me daban aún más ganas de poder salir de este país. Me imaginaba en cada uno de esos sitios enfrente de los monumentos pero de pronto, escuché mi nombre.

- ¿Pablo?
- ¡Abuelo!
-¿Qué estas haciendo en esta habitación?
-Lo siento abuelo, yo solo quería saber...
-No te preocupes, no estoy enfadado, era mi habitación secreta, pero ahora puede ser un secreto de los dos. ¿Te gustan las postales?
-Son impresionantes, ¿cómo las conseguiste abuelo? Cuéntame la historia.
-Bueno es un poco larga así que mejor que nos sentemos.

Miraba a mi abuelo muy entusiasmado. Ambos nos sentamos en dos sillas que había junto al escritorio. Entonces mi abuelo empezó con la historia.