miércoles, 21 de diciembre de 2011

Fénix Desplumado.

La mente en blanco.
La incertidumbre del papel en blanco. Sólo unas líneas desgastadas y emborronadas que no dejan leer lo escrito. Quizás por miedo, aunque seguramente sea por desidia. Finalmente, los pensamientos también se diluyen en el papel. Porque pierden importancia y caen en el olvido. No sirve la espera para la escucha de tus propias peticiones, ya no hablo de realización que suena aún más improbable. Mientras tanto, el corazón dicta el deber de escuchar la pena ajena, ayudando en la medida de lo posible. Dar sin pedir factura se convierte en una difícil tarea en los tiempos que corren, sin que parezca que perseguimos obtener beneficio de ello. ¿No es suficiente beneficio o realización personal el propio hecho de dar? La subjetividad nos impide en todo momento anteponer o considerar algunos aspectos ignorados. Es difícil mantener una postura sobria y objetiva en la que no caigamos en equívocos, a veces, insalvables. Y no conseguimos darnos cuenta del error por egoísmo, soberbia, despiste o torpeza. Los despistes surgen de la despreocupación o de una especie de evasión momentánea de la realidad. Al final, no queda otra opción que aguantar la condena con resignación y la esperanza de conseguir rectificar, sabiendo que es imposible solventar un hecho pasado. La búsqueda de nuevas oportunidades te devuelve al papel en blanco y unas líneas desgastadas que miradas de reojo provocan terror. Aunque es posible encontrar regocijo al comprender que forman parte del pasado.

Calienta mis manos.
En la calle, unas manos desnudas
se hielan con el frío del invierno.
Unas maneras un poco rudas
labran un paraje yermo.

Una botella de alcohol suaviza
el corazón que se vuelve tierno.
Y atenazado en el soplo de la brisa,
esas manos se vuelven de hielo.

Ay, que esa cabeza se nubla
y a tenor de perder el conocimiento,
se encuentra una impactante rubia.

 Ay, que el corazón se pierde
y se deja llevar por un cuerpo
y ahora sus manos están calientes.

¿Qué está pasando?
El retrato de su silueta desdibujada en una fotografía. El éxtasis surgía al contemplar las instantáneas perdidas. Una catarsis aliviaba a algunos prisioneros hasta entonces encerrados. Los sentimientos tóxicos se evaporaban esperando ser repuestos por otros. De nada servía un lamento o un ruego a destiempo, que de igual manera y a tiempo, puede que tampoco tuviera efecto. Una caricia al viento y la mirada perdida. Echar la vista atrás levantaba piedras gigantes de igual tamaño que los huecos del alma. ¿Podría ser que alguna vez las palabras se tornaran más amables? El sabor de la amargura aún era reciente y envenenaba cada letra a su alcance. No importa que su interior estuviera a punto de explotar mientras que todo a su alrededor permaneciese estable. Levantó la mano y preguntó al sol la razón de aquel destello. Todo se proyectaba en blanco y no sabe si estaba muerto o sólo ciego. Y apretó los ojos con la esperanza puesta en esa fuerza para poder cambiar la realidad. Luego llegó la insatisfacción del fracaso, nunca fue buen compañero. El recuerdo nunca fue un gran aliado. Aunque algunos pasos le hundieron, cada nuevo paso firme le devolvía confianza y fuerzas para el camino que queda por delante.


PD: Vamos allá, ¿no?

martes, 20 de diciembre de 2011

Biblioteca Ilusoria.

La risa irónica.
Se le iba cayendo un pedazo de carcajada mientras bajaba por las escaleras. Siempre dejaba entrever una sonrisa al pensar en una de sus tonterías absurdas pero, ¿qué le iba a hacer si le encantaba hacerlo? Se sentía optimista por un día y decidió pensar en las cosas que tenía, en vez de pensar en las que había perdido. La risotada se revolcaba por el suelo, dejándole sin respiración. Siempre había sido paciente aunque ahora había algo que le decía que era el momento de triunfar. Parecía que la vida le susurraba la siguiente jugada. Por fin volver a probar el sabor de una victoria ya olvidada. Podía ver con total nitidez los acontecimientos futuros en clarividentes ensoñaciones. La risa se volvía histérica e incontrolable, a veces le ocurría, era tan fuerte la necesidad que incluso lágrimas salían de sus ojos. Escribió en un trozo de papel una predicción aunque realmente se tratase de un deseo. Y lo dejó volar esperando que a la vuelta volviera convertido en su delirio. Esperaba mirando por la ventana mientras las nubes pasaban regalando formas extrañas, en una de ellas le pareció ver su cara. Fue entonces cuando preguntó: “¿te he visto antes por aquí?” Evidentemente no hubo contestación. Se levantó de la silla y comenzó a reírse sin parar. Bajó las escaleras con las manos en la cabeza de incredulidad. Esa risa le devolvió una mirada irónica que le dejó sin aliento. Tirado en el corredor, encima de la alfombra, esperaba a tener fuerzas para incorporarse. Entonces fue cuando pensó por un momento: “vamos a ser positivos”. Y se quedó tirado en el suelo, riendo.

Don't
Perdió la cabeza y sólo quedó un viejo reloj de cuco. Iba saltando sin dar ningún paso y siempre bocabajo. El día le saludaba y él cortésmente contestaba con la mirada fija puesta en el fuego deslumbrante. Recorría las calles con la destreza de ir dando tumbos, haciendo parecer que se dirigía hacia ninguna parte. Era cierto que no tenía destino porque lo perdió en una partida de póker, ¿o lo que perdió fue el norte? Decidió mirar fijamente a la gente, haciendo que se sintieran incómodas, hasta el punto de recibir algún golpe de suerte. “Ni muerdo, ni tengo lepra, ni una cuenta corriente en el corazón”. Lo que tenía era pájaros en la cabeza. Quizás, por aquel aspecto estrafalario causaba reparo interactuar con él. O por las clases de natación que practicaba en una fuente. Sentía el mareo de la peonza al mirar hacia abajo y el vértigo le elevaba al infinito. La cabeza le daba vueltas, sería por la peonza. “Maldita sea”, encontraba un signo de exclamación en cada cajón desordenado. Mirándolo detenidamente no consiguió encontrar ni orden ni caos, sólo un sinsentido más. “¡Maldita sea”, sonaba una canción estruendosa de fondo. Realmente le reconfortaba, pero a ratos se hacía insoportable. La espiral engullía poco a poco su calavera y por poco se cagó en su puta… en ella, en aquella maldita calavera. Sonaba un jazz apasionante, desgarbado y rápido. Ese sonido le embelesaba tanto que su incredulidad le hacía golpear el cráneo contra la pared. De su cabeza, como si de una piñata se tratara, salió una nueva exclamación. La pared parecía sólida pero más dura era la cabezonería. “¡Maldita sea!”, ¿cómo sería la situación, que con la tontería, había perdido el final del texto? Que entró por la puerta y la cabeza salió despavorida. (Y una punzada en el corazón le hizo recobrar el sentido).

Súmate al cambio, ¡cojones ya! (Va por ti, Mariano)
Somos peones de un tablero roto. Estamos en medio de nada. Asumimos y digerimos sin crítica ni oposición. Hay que aguantar por la comodidad expectativa de los acontecimientos. Hechos de los que no somos partícipes, de los que no tenemos poder de decisión y parece no importarnos el planteamiento de tales negaciones. Escuchamos como el que oye llover y vemos con los ojos tapados. Quedamos hipnotizados entre noticias, cuanto menos, inquietantes. Preferimos darlo todo por perdido, sin contemplar la idea de intentar sumirnos en la pelea. Nos muestran las diferencias abiertamente y somos capaces de omitir la evidencia con tal de conservar lo que aún es seguro. Y la seguridad, mientras, se desvanece. Al menos aquí el llanto aún no es constante. Tan sólo nos alcanza la sombra del hambre que atenaza la vida de quien lo padece. Nos alejamos de los huérfanos de techo sin saber que la probabilidad de esa situación también nos alcanza. Se comprueba que no es suficiente predicar con el ejemplo, porque los pocos que lo hacen son más susceptibles de acabar contagiados por la actual dinámica que ser antídoto de esta mecánica decadente. ¿Sería posible abrir los ojos? ¿Querríamos hacerlo? La realidad aparte de cruel y traicionera guarda en nuestra predisposición la opción del cambio. ¿Por qué no aprovecharlo?




PD: And since we've no place to go. Let it snow.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Consecuencias Premeditadas.

La idea material.
Necesitamos un soporte material donde almacenar nuestras ideas porque son efímeras. Las ideas salen disparatadas de nuestra cabeza sin previo aviso, repentina y espontáneamente. En el momento de la eclosión, las ideas tienen un gran impacto en nuestra realidad pero a medida que transcurren los segundos, se van diluyendo sin remedio. Las ideas viven en un mundo de infinitas posibilidades y de repente una de ellas impacta sobre nuestra cabeza o conseguimos extraerla o volverá a su mundo para perderse para siempre o, si hay suerte, un poco de esfuerzo mental será suficiente para recuperarla. Jugamos con fuego, de ahí surge la necesidad de otorgar la inmortalidad a las ideas. Para preservar las ideas en el infinito, se deben desgarrar del plano abstracto del que se originan a uno material y perenne. Quedando así grabadas estáticamente para siempre, preservando el conocimiento que en ellas pueda haber. Aún así, es curioso como alguna de éstas va precipitando e impregna nuestro ser, formando una aleación especial. Sin darnos cuenta, esas ideas etéreas e inmateriales, incluso espectrales, van formando parte de nosotros. Se van apilando y de esa manera nos edificamos. Cada idea nos hace crecer y al mismo tiempo nos limita. No podemos abarcarlas todas y surge una especie de discriminación. Las ideas contradictorias, o que a nuestro parecer lo sean, se repelen de la misma forma que partículas de igual carga. El fondo es distinto pero la forma de la que hablan es la misma. Llega un momento en el que la fortaleza interior que conformamos se colapsa y queda falta de ideas que la enriquezcan. De repente llega una idea especial, la tolerancia. No es de fácil obtención pero una vez que consigues hacerte con ella, serás capaz de tomar ideas que no compartes y usarlas en tu construcción. No de forma hipócrita, que pudre los ladrillos, sino con la humildad que te proporciona el respeto del pensamiento ajeno. No todas las ideas formarán parte de nuestro castillo en las nubes, pero no caer en el dogma nos otorga un mayor rango de crecimiento. De cada uno depende el uso que demos de las ideas.

Regreso al presente.
Era un tipo de vicios nocturnos y vida solitaria. Entraba en los bares, borracho, para empolvarse la nariz en los aseos. A veces, salía con ganas de bronca. Siempre que pasaba esto, acababa ganándose una paliza. Su gabardina lo atestiguaba con las marcas de antiguas manchas de sangre. Bueno, no todas estaban ahí por eso. Se tambaleaba como podía hasta el casino más cercano. Si le dejaban entrar, jugaba un poco al veintiuno. En un día de suerte, era posible que acabase la noche acostado al lado de una de las fulanas de “alto standing” que frecuentaban esos lugares en busca de tipos con fortuna. Aunque hacía tiempo que la suerte le había dado la espalda. Su vida consistía en evadirse de su vida. En un punto de inflexión, todo carecía de sentido y ahí quedó atrapado. Estaba harto, decidió volver al pasado. Sentía la obligación de ahorrarse el sufrimiento. En cuanto se vio por la calle, sacó su revólver y se pegó un disparo en la sien. No le tembló el pulso. Al cabo de unos segundos se sintió relajado pero un reflejo de su mundo le devolvió la mirada y sin pensarlo echó un trago. Creía al alcohol aliado contra el dolor de su corazón, sin pensar que estaba siendo cruel enemigo de su vida. Viajó al futuro sin esperanza. Fue a hacerse una visita a la cárcel. Se encontró extraño o mejor dicho, extrañamente ilusionado. Habló consigo mismo de cómo había conseguido recuperar la fe en su vida. Se rehabilitó pasando un dolor sobrehumano que le mostró algo de esperanza. Una vez que abandonó las drogas, entró reticente a las terapias. Cada día que pasaba su carácter se iba suavizando, siendo así capaz de volver a tomar las riendas de su vida y de su propia consciencia. Todo mejoraba, volvía a cobrar el sentido perdido, tenía ganas de vivir. Todo eran ánimo y elogios por parte de quienes le rodeaban. Sentía que había ganado a pulso una nueva oportunidad. Al ver todos estos logros, no le quedó otro remedio que pegarse un tiro de nuevo. Finalmente, volvió al presente que nunca debió haber abandonado.




PD: Había pensado escribir algo divertido, pero definitivamente no es el momento. Supongo que ya habrá otra ocasión...

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Puño Aletargado.

El chafardémico.
Muchas veces he pensado en la analogía existente entre el cuerpo humano y la ingeniería. Mis conclusiones acerca del tema derivan en dos: que el ser humano sea una obra de ingeniería y que la ingeniería derive del estudio del ser humano, aparte del estudio de las demás especies que también contribuyen al desarrollo de la misma. El cuerpo humano es un conjunto de sistemas interconectados con una armonía inquietante. Empezando por el sistema digestivo que empieza en la boca, un triturador de alimentos. Después podemos encontrar conducciones como la faringe o el esófago. También hay válvulas como pueden ser la glotis o el cardias y el píloro que controlan la entrada y salida de materia al estómago. El propio estómago podría considerarse como un digestor anaerobio o cuasi-anaerobio que, básicamente, sería un reactor donde se transforman las sustancias que entran en productos con mayor facilidad para ser asimilados. El hígado y el páncreas que son tanques de almacenamiento que segregan sustancias cuando es preciso, además el hígado es un separador de sustancias tóxicas provenientes de la sangre. Los intestinos podrían ser considerados como reactores tubulares, siendo más clara esta visión en el intestino delgado que además tendría la función de un separador de membrana que pasa los nutrientes que necesitamos a la sangre. El resto serían desechos que se acumulan en intestino grueso donde pierden agua y finalmente son purgados en el ano. Todo esto existe artificialmente, en algunos casos el nivel de sofisticación es menor y en otro es mayor. Sigamos con el sistema respiratorio en el que nuestro captador es la nariz. En la nariz hay pelos que podrían asimilarse a separadores por impacto que retienen las partículas sólidas que son susceptibles de causar daños. Conducciones, de nuevo, como la faringe y laringe. Luego encontramos los pulmones que se ramifican en centenares de conductos, bronquios y bronquiolos y que acaban en los alvéolos que son absorbedores/desorbedores minúsculos que dejan pasar oxígeno a la sangre que lo absorbe y a su vez libera dióxido de carbono que se desorbe (ambos procesos están concretados porque entran en juego otros gases). El sistema circulatorio, corazón del cuerpo humano, nunca mejor dicho. El corazón es una bomba peristáltica, bastante sofisticada, que irriga de sangre arterias y venas. Estas arterias y venas, además de ser las conducciones para la sangre que irrigan los órganos de todos los demás aparatos, constituyen un intercambiador de calor corporal, haciendo que nos mantengamos calientes y así regular nuestra temperatura corporal cuando el exterior está frío. La sangre es el fluido que aporta calor y además es portador de un sinfín de sustancias que va intercambiando al pasar por los distintos órganos y células de nuestro cuerpo. La sangre toma nutrientes que lleva hasta las células y retira de ellas las sustancias de desecho que producen, obtiene oxígeno que proporciona a las células para su metabolismo y retira el dióxido de carbono que se produce en dichas reacciones. Esa especie de armonía con la que todo se conecta es impresionante. El sistema excretor consta de dos grandes filtros, los riñones, donde las sustancias de desecho que producen las células y pasan a la sangre, se separan en las nefronas que son pequeños filtros. La vejiga sería una especie de decantador donde se almacena el desecho y luego se purga por la uretra. Además este sistema consta de las glándulas sudoríparas que, además de cumplir la función excretora, al segregar el sudor nos aportan un fluido que retira calor de nuestro cuerpo, regulando de esa manera nuestra temperatura para evitar un exceso en la temperatura corporal. Nuestras células, especializadas o no, son pilas. Almacenan energía que luego liberarán para la consecución de diferentes procesos, ya sea de mantenimiento, producción o funciones motoras. Y para finalizar está el gran sistema de control del cuerpo humano, el sistema nervioso. Se divide en dos, central y periférico. El cerebro sigue siendo una caja negra, pero podría considerarse como símil un ordenador, junto con el cerebelo y el bulbo raquídeo forman el sistema central, básicamente son controladores de las funciones de los demás aparatos, además el cerebro es el generador de una de las herramientas, a mi juicio, más importante y devastadora que existe, el pensamiento. El sistema nervioso periférico lo conforma, los nervios que sería una especie de cableado inconexo que transmite la información que recibe de los distintos sensores corporales y la médula espinal que es cuarto controlador que tenemos alojado. Todo este entramado es el culpable de que nuestra vida siga su curso. Faltan cosas por citar, como la piel, huesos, músculos y glándulas que segragan distintos tipos de sustancias y hormonas. Tampoco he hablado del aparato reproductor que se encarga de perpetuar la especie y lo que no es perpetuar. Pero, ¿qué queréis?, lo mío no es la anatomía, sino la ingeniería…

Lágrimas de sangre.
Las manos le olían a limón, siempre había pensado que era de exprimir fuerte la vida. Por desgracia, eran consecuencia de frotarse las lágrimas que manaban de sus ojos. A su paso dejaban un surco ácido que le quemaba la piel, mientras tanto, el escozor de sus ojos provocaba la aparición de más lágrimas. Irónicamente era la vida quien le exprimía, privándole de ilusión o esperanza. Alcanzó un trapo con el que secar esas lágrimas para poder empezar a serenarse. Cogió una de esas pequeñas gotas cristalinas a medida que iba cayendo por su cara y la dejó colgando en su dedo. Se metió el dedo en la boca y la saboreó, comprobó el sabor de lo que sentía y no le gustó. No era desagradable, pero no le gustaba la idea de asociar el sabor al sentimiento. Se prometió que se volvería más fuerte. Cada mañana desayunaba el zumo de medio limón, sabía que si algún día era capaz de aceptar ese sabor, lo que desencadenó el sentimiento carecería de importancia. De esa manera pasaron los meses y el limón iba perdiendo sabor, transformándose en una sensación bien conocida por su paladar. Ya era algo común y sin darse cuenta consiguió su objetivo. Los surcos de su cara aún le recordaban el dolor padecido, pero ya era agua pasada. Ya no le dolía ni el recuerdo del dolor. Estaba satisfecho de que aquel sabor no significara nada. Matando el sabor, ya no podía ser ni malo, ni bueno. El limón no sabía a nada. Siempre llega el momento en el que la vida te exprime con fuerza y de nuevo cayeron lágrimas de sus ojos. Ahora sus manos olían a naranja. "¿Quién sabe si algún día la vida te exprima con tal fuerza, que tiña tus manos de rojo?"

El puzle maldito, el maldito puzle.
Recogía los pedacitos de lo que una vez fueron sus sueños y esperaba que encajasen en un nuevo puzle. Al principio nada tenía sentido, ninguna pieza encajaba. La situación seguía siendo triste pero no desesperó y siguió esperando. Para su sorpresa, a medida que transcurría el tiempo algunas piezas volvía a encajar. Eso le devolvió la ilusión. Empezó a reconstruir aquello que las piezas le permitían. Aún habían grandes vacíos, pero era reconfortante ver que, poco a poco, se iban llenando. Las piezas iban limando sus asperezas y mágicamente iban tomando la forma que permitían la unión entre unas y otras. El puzle iba tomando forma a cada paso que daba. Los huecos eran ahora minúsculos, en los que apenas cabía una pieza. Y por fin, llegó el ansiado momento de colocar la última pieza. Para su desgracia no la encontraba. Una gran angustia le recorría todo el cuerpo. No sólo le faltaba la pieza que completaría su puzle sino que mientras intentaba encontrarla tenía que tener cuidado de que el puzle no volviese a deshacerse. Desafortunadamente no era capaz de hacer ambas cosas a la vez. Tendría que escoger entre conformarse o arriesgarse. Pensando en el resultado de su elección, en ambas visiones se veía recogiendo pedacitos.




PD: Mi reino por la pieza que falta... mi reino por el sueño más certero... mi reino por la nube más alta... mi reino por el dolor más placentero...