sábado, 28 de enero de 2012

Oxímoron Embriagado.

Sueño sugestionado.
Allí estábamos todos en clase o al menos eso parecía porque las caras eran confusas. Acababa de dejar el aula el profesor y se formó un gran bullicio en aquel rincón del instituto. De repente, llega una profesora, la conozco pero no debería estar en ese lugar. Es de una ciudad distinta pero su actitud hizo que no me preocupara por ello en ese momento.Entró histérica y dando voces. Hacía referencia a algún suceso que aconteció en un baile. No lo recuerdo con claridad y en aquel momento no me sonaba nada de ningún baile. Bajando la tarima avanzaba gritando hacia la puerta, amenazando con las repercusiones que traería todo aquello. En los pasillos una compañera intentaba entrar en clase y la profesora lo pagó con ella. Se la llevaba para incurrir en algún tipo de castigo disciplinario. Curiosamente era una de las niñas que de pequeño no me dejaban estar solo. Ante ese sinsentido me levanté y corrí a por la profesora. Un gran grupo de profesores permanecían estáticos observando la escena. Enfadado me enfrenté a ella dialécticamente. Intentaba hacerle entrar en razón mientras volvía al aula. Ella empezó a dar vueltas entre las mesas que llevaban encima, colocadas patas arriba, las sillas en lasque nos sentábamos. Con cuidado de no tirar ninguna de ellas la seguía, pidiendo explicaciones. Sin tiempo para reaccionar volvía a abandonar la habitación en el mismo momento en el que otro profesor entraba en escena. En medio de aquel disparate, el profesor no era otro que MacGyver. Defendió a la profesora que visiblemente sufría alguna especie de crisis. Intercambié algunas palabras con él que se perdieron en el olvido y él también se contagió de la histeria.
Si quieres explicaciones, entonces explica esto - me dijo, borrando la pizarra. La pizarra estaba completamente llena de anotaciones. Para mi sorpresa, borró el hueco justo en el que aparecía un mensaje de tiza que no era posible borrar. El mensaje no estaba en un idioma concreto y a pesar de que en mi cabeza era borroso, lo entendí. Denunciaba unas desapariciones. Quería saber más pero MacGyver estaba confuso. Parecía saber algo pero era incapaz de recordarlo. Salimos una vez más del aula. Hablábamos, intentaba hacerle recordar. En el fondo del pasillo aparecieron dos figuras vestidas de blanco. Dos hombres calvos con gafas de sol. Cuando llegaron hasta nosotros, increparon al héroe de los 80. Querían saber lo que recordaba y uno de ellos se lo llevó ante su negativa, creyendo que escondía algo. El otro me miró y me hizo la misma pregunta. Respondí que no tenía nada que ver, también quería saber qué estaba ocurriendo exactamente. Aquel personaje me agarró para llevarme con él, tampoco me creía. Sin pensarlo,empecé a golpearle. Comenzamos a pelear y aquel hombre sacó una cerbatana blanca. Agarré su brazo para impedir que hiciera uso de ella mientras seguía golpeándole. En un descuido, consiguió clavarme un dardo. Caí inconsciente, me derrotó y procedía a llevarme con él. Y en ese preciso momento desperté.
Montañas rocosas.
Aquel viejo gringo sabía disfrutar de la vida. Vivía en su pequeño rango del desierto americano. Le asolaba el peor de los calores posibles cuando el Sol le pegaba directamente a la cara entre peñascos rojizos. Movía su mecedora de forma acompasada, lentamente, para poder así relajarse. Tenía siempre a su lado un viejo rifle con el único propósito de asustar a los forasteros. Siempre lo llevaba descargado pero se divertía al verla cara de miedo que se le ponían a los encañonados. Aplacaba el calor con un vaso helado de su mejor whisky añejo. Lo colocaba en una pequeña mesa que se encontraba al lado de su mecedora. Su vieja casa de madera retumbaba en el sonido de su inseparable banjo. Como buen yankee sureño, acariciaba aquellas cuerdas para que sonara la música celestial. Con una voz ronca pero clara, cantaba con fuerza. Le cantaba a las conquistas gloriosas del pasado, a las batallas victoriosas. Le cantaba a los amores perdidos y a las lágrimas arrancadas. Le cantaba al duro labor de su trabajo campestre. Mientras hacía todo eso, sonreía a la venida de su inminente muerte sin miedo alguno. Con tranquilidad la esperaba para dedicarle una última canción.
Cause I give you all the white blank pages.
La intranquilidad de no encontrar la respuesta se alojaba en la sangre que corría por sus venas. Se preguntaba desdichado dónde se encontraba su error. ¿Acaso el amor estaba carente de recompensa? Así parecía ser. Como si de una razón matemática se tratase, amar era una condición necesaria pero no suficiente. ¿Por qué? La pregunta delmillón y así seguiría siendo. Le costó comprender que no había reglas fijas. Eso le tranquilizó para poder continuar con su vida. Aquella razón fulminante se difuminaba en el infinito. Una vez más, regaló un pedazo de su vida y pudo aceptarlo. Se enfrió el desconcierto iracundo de aquella intranquilidad. La trivialidad del atronador tormento terminó haciéndose palpable. Porque la verdad no se decanta de parte de nadie y de todos. Porque no existen la victoria o derrota absolutas. Porque las palabras vuelan sin peso y las acciones cayendo por la misma razón, son igualmente insignificantes. La realidad idealista puede mantenerse sin ingenuidad de la misma manera que el romanticismo. Y es por eso que siguen habiendo páginas en blanco. Aunque, lamentablemente, otras se borren sin remedio y ya no tengan opción de ser reescritas. La esperanza sigue estando en las páginas en blanco.


PD: Ha sido un gran descubrimiento esto de Mumford & Sons. Gracias a Anita...

domingo, 22 de enero de 2012

Tablas Dodecaédricas.

Triple A.
Comprador 1: Maldita sea, esto es un despropósito.
Vendedor 1: No se altere, por favor. Ya verá como aquí le confirmarán mis apreciaciones.
Comprador 1: Espero que por lo menos aquí haya algo de cordura. Caballero, atiéndanos que es una cuestión importantemente urgente.
Calificador: Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?
Vendedor 1: Haga el favor de aclararle a este señor la excelencia de la calidad de mi producto.
Calificador: ¿Pueden decirme qué se traen entre manos?
Comprador 1: Por supuesto, es fácil de explicar. Me levanté esta temprana mañana, plácidamente, cuando de pronto, un hambre vorazmente intempestiva me asaltó. Cuando procedía a aplacar esa mala costumbre estomacal, tuve un gran contratiempo. No había qué echarle al pan. Contrariado después de buscar bastante, decidí ir por algo que no me dejara con aquella comida de tonto. Cuál fue mi infortunio al encontrarme con este vendedor abusivo que quiere colarme estos tomates podridos como productos de calidad suprema. Vengo aquí con el propósito de que me ayude a denunciar esta situación.
Calificador: ¿Podría ver los tomates de la discordia?
Vendedor 1: Aquí los tiene. Como podrá comprobar, en perfectísimo estado.
Calificador: Estoy totalmente de acuerdo con el vendedor, lo siento. Estos tomates son AAA.
Comprador 1: Pero, ¿qué dice, insensato? ¿Cómo van a ser estos tomates un producto perfecto?, tengo riesgo de intoxicarme comiéndome esto. Mire ese color putrefacto y el olor nauseabundo que desprenden. ¿En qué se basa usted para emitir esa calificación?
Calificador: No se altere, por favor. Tenemos un riguroso proceso de calificación que se somete en el estudio de una serie de parámetros muy ajustados. Usted puede comprobarlos si quiere, son consideraciones abiertas a todo el mundo. Lo que está claro es que según esos dictámenes, los tomates deben tener la calificación más alta.
Comprador 1: Voy a echarle un vistazo. Veamos, “el producto se analizara conforme a su ser estructural, teniendo en cuenta el origen conceptual de la forma que construye la imagen concebida desde el comienzo de los tiempos”. Vamos, que ustedes se aseguran de que lo tomates sean redondos y punto.
Calificador: No exactamente. Son un compendio de medidas que nos ayudan a determinar si pudiera existir riesgo en el producto que usted quiere adquirir. Evidentemente, hay que ser conciso a la hora de adquirir aquellos datos que tengan suficiente relevancia para establecer un proceso de selección más sencillo. Y no es algo fácil de llevar a cabo, tenemos un gran grupo de analistas que se encargan de evaluar cada uno estos aspectos para optimizar cada una de nuestras decisiones.
Comprador 1: Pero no se da cuenta de que a eso ya no se le puede llamar tomate, por el amor del hambriento ayuno que padezco.
Calificador: Bueno, nosotros sólo emitimos opiniones acerca del producto. En última instancia es usted quien decide. No le vamos a obligar a tomar una decisión.
Vendedor 1: Me está haciendo perder demasiado tiempo, señor. Hágame saber su decisión, si es tan amable.
Comprador 1: Hombre, teniendo en cuenta la hora que es, me tomaré un café y punto.
Vendedor 1: Pues nada, otra vez será.
Comprador 2: Perdonen, ¿qué calificación tienen esos tomates?
Calificador: AAA.
Vendedor 1: Eso es, AAA.
Comprador 2: Me los quedo.
Vendedor 1: Y yo que me alegro.
Comprador 1: No entiendo nada…
...
Comprador 1: Maldita sea, esto ya es de chiste.
Calificador: Buenos dí… Pero bueno, ¿qué hace usted aquí de nuevo? ¿No le quedaron suficientemente claras las calificaciones emitidas ayer?
Comprador 1: Verá, resulta que me he levantado esta temprana mañana, plácidamente, cuando de pronto, un hambre…
Calificador: Sí, me acuerdo de su historia. ¿Dónde están los tomates?
Vendedor 2 (antes conocido como Comprador 2): Aquí los tiene. Son los mismos que compré ayer.
Calificador: Lo siento mucho, estos tomates son basura.
Vendedor 2: ¿Cómo? Pero si ayer eran AAA.
Calificador: Es lo que hay.
Comprador 1: Manda cojones, lo que hay que ver. Menos mal que me he pasado al pan sólo con aceite para el desayuno. Se preguntaran porqué mi lenguaje ha ido vulgarizándose a lo largo de la conversación. Es que ante este panorama es imposible guardar la compostura. Ustedes disculpen…

¿De dónde vienes y adónde vas?
Desde niño tuvo suerte porque siempre estaba acompañado. Entonces seguía siendo igual de despistado, pero más cándido y crédulo. Se rodeaba de sus amigos y se ponía a jugar a todo tipo de juegos absurdos. Pero, ya fuera por enfado o por la necesidad de estar un rato a solas, se marchaba en aquel inmenso patio sin más compañía que su propia sombra. Era en ese preciso momento en el que tres inseparables compañeras de clase se acercaban a él para que las acompañara. “No estés solo”, le decían. La idea no solía atraerle demasiado pero después de que insistieran un par de veces aceptaba sin más remedio. Más tarde comprendería que ellas le salvaron de sí mismo en todas aquellas ocasiones. Y así de fácil, reían y por un momento eran amigos, gracias a la volatilidad que tiene la amistad en la infancia. Él siempre reía y quería hacer reír con sus pamplinas a los demás. Con ellas lo conseguía en ese rato que debía haber sido de soledad. Los años pasaron y estuvo solo demasiado tiempo. Solo y rodeado de gente, era terrible. Añoraba esa sensación de su niñez. Pero era complicado porque con la madurez llegan los prejuicios que hacen imposible conseguir esa compañía con tal facilidad. La sinceridad pasa a ser un arma de doble filo con el que podía salir mal parado. En principio su testarudez le hacía ser incapaz de ir en contra de lo que pensaba, por estúpido que fuese. Aún así, el tiempo una vez más suaviza las posturas y con él se aprenden técnicas de hipocresía y cinismo. Con ellas tenía la posibilidad de estar en compañía de personas que no le interesaban pero que en momentos puntuales le hacían pasar el rato. Esta relación simbiótica parecía ser mutua en esos casos. Pero, poco a poco iba forjando su personalidad en los demás. Se abría a cualquiera, hablaba con todo el mundo, como había hecho siempre. No se escondía, daba la cara. Sabía que la gente de su alrededor necesitaba conocerle para poder derrumbar aquellos prejuicios de la apariencia. De esa forma, el azar conseguía con frecuencia que no estuviera solo. En aquella parada de autobús tan conocida está esperando mientras piensa todo esto. Las circunstancias, una vez más, le dejaron solo. Pero ahora la fortuna le sonreía y pese a no haber nadie más en aquella parada de autobús, un compañero apareció de improvisto. Se alegró de verle, porque por diversos devenires no tenían oportunidad de disfrutar de una conversación. Llegaron ambos a casa, casi sin darse cuenta. Y además disfrutó de su compañía y de una estimulante conversación. Las cosas de estar acompañado...

PD: ¿Dejará Enero frescura a mis neuronas para algo más? Ya veremos...

miércoles, 18 de enero de 2012

Agencia Descalificativa.

Fiebre.
Le gustaba la sinestesia de los pálpitos de su corazón. De aquella forma tan estúpida, sabía que se había enamorado. Intentaba esconder su mirada de aquellos ojos con escaso éxito. La esculpía en el aire cuando dejaba de verla. Todo olía a ella, esperando poder probarla para comprobar si de esa forma todo sabría a ella. Se movía con la armonía que su cuerpo le permitía en un danza carente de sentido. Se reía sin motivo aparente, rodeado por el silencio. Su lengua se congelaba antes de poder decir “te quiero”. Abrazaba el aire, sumido en un sueño. Los días eran de colores y en el fondo, respiraba felicidad. Se puso de manifiesto que los sentimientos están carentes de cualquier atisbo de sentido. Además de ser imprevisibles y totalmente contradictorios. Le transportaron a otras realidades, a otras dimensiones. Y que, tristemente, el final fuera sólo un espejismo.

Indiferencia negligente.
Me pregunto dónde se encuentra la gota que haga colmar el vaso que, por otra parte, lleva rebosado bastante tiempo. Llevamos demasiado lejos la construcción de un sistema cimentado en la mentira. Los temas de vital relevancia se manejan a nuestras espaldas y lo peor es que no mostramos el menor interés. También es cierto que trabajan (con mayor o menor astucia) para ocultarlo y nos dejamos engañar. Creemos ingenuamente que con el mero hecho de ir a votar somos capaces de cambiar las cosas. La realidades bien distinta. La democracia debería ser algo participativo (día a día), algo que implique el interés de todos y cada uno de nosotros. El interés fundamental debería ser el progreso de todos en conjunto. Pero inevitablemente, para ello, otros tienen que perder. Es complicado porque esos de los que hablo, nunca pierden. En todo caso, para empezar habría que hacer que ganaran menos, cosa que de partida se antoja complicado. Pero juegan a ponernos un velo sobre los ojos. Nos alimentan con el circo de la televisión que se ha vuelto insultante para la inteligencia. Nos anestesian con un miedo ficticio que es capaz de hacernos ceder. Y por ceder, somos capaces de ceder cualquier cosa cuanto más profundo es ese miedo. Tiene la capacidad de hacernos renunciar a nuestro techo, nuestra sanidad, nuestra pensión y si hiciera falta hasta daríamos el pan de buena gana. ¿Hasta cuándo durará la anestesia del miedo? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el bienestar es posible? ¿Cuándo lo volveremos a reclamar con fuerza? ¿En el momento que lo hayamos perdido todo? Por desgracia esto requiere del ejercicio crítico de todos. La corriente ya nos ha arrastrado suficiente. Debemos pasar de ser masa social a individuos independientes. Tener inquietudes y opiniones propias. Básicamente para que no puedan mentirnos con tanto descaro. Hay que abandonar el analfabetismo funcional. No dejemos que jueguen con nosotros.

Cuidado con la cabeza.
Mientras caía de aquella silla, sentía acámara lenta el dolor del impacto inminente. Después del golpe se levantó mientras la barbarie se desencadenaba en su cerebro. Había dejado esparcidos por el suelo varios de sus recuerdos que se volatizaban ante su indiferencia. A partir de entonces sería recurrente la sensación irritante de saber que algo faltaba. Con el tiempo, aprendió a olvidarse de aquello a base de golpes. Cada nuevo golpe le proporcionaba alivio que se diluía al comprender que perdía una nueva pieza de su memoria. Las canciones ya no le decían nada, ni las cartas, ni los mensajes, incluso los besos habían perdido su eficacia. Llego al punto en el que todo carecía de sentido. Todo era nuevo, todo era extraño. Y entre tanta incertidumbre sólo acertó a decir unas palabras. “No me acuerdo de olvidarte”.


PD: Me hace relativa gracia quien se manifiesta apolítico. Porque en su nombre también se toman decisiones.


lunes, 9 de enero de 2012

El viaje de las postales

Sueños: Última Parte


La recordaba con nostalgia, o por lo menos eso era lo que reflejaba su rostro. Aún así, tenia muchas preguntas de las que necesitaba una respuesta.


- Pero habrá algún sitio al que no hayas ido abuelo, estoy seguro.

- A decir verdad, nunca fui a Grecia, y siempre quise conocer Atenas, pero ya estoy muy mayor, y no lo se sinceramente.

- Abuelo, sería genial poder ir contigo. Mi sueño es poder viajar como tú, y si el primer viaje fuera contigo, sería perfecto.

- ¿Y cómo se lo digo a tu padre?

- No tienes porqué decírselo

Y así es como acabó la conversación, con una pícara sonrisa en mi boca. Mi abuelo se fue rápidamente de la casa sin decir nada.
Una hora mas tarde llegó con dos billetes para Atenas para mañana. Yo hice mi maleta a escondidas de mis padres y el día siguiente muy temprano el abuelo le dijo a mi padre rápidamente que en dos horas nos íbamos a Atenas y que no nos lo impediría.
Cuando llegamos, unas horas después, cogimos un taxi para poder ir a la ciudad.
En cuanto llegamos a una de las plazas, me puse muy nervioso, era la primera vez que estaba en un sitio así, y más, fuera de España. Compramos una postal en la primera tienda de souvenirs que encontramos y la mandamos lo antes posible a su casa.
Pasamos varios días allí. Conocí muchísimos sitios y mucha de la antigua cultura griega. Pronto volvimos a casa. Mi padre estaba muy enfadado, porque nos fuimos mucho tiempo, pero se alegro mucho de verme.
Mi abuelo me dio la postal y fuimos a casa. Hice prometer a mi padre que me llevaría de viaje pronto, porque quería tener una habitación como la del abuelo.
___

Una semana después cumplió su promesa y fuimos a Londres. Compré una postal que mandé a casa del abuelo Gabriel. Fuimos al Big Ben, subimos a la noria, fuimos hasta “Abbey Road”, y conocimos sitios preciosos.
Unos días después volvimos a casa, y mi madrastra vino con una cara que parecía triste, pero yo veía felicidad en sus ojos en realidad.

- Tu padre ha muerto.

No podía creerlo. El abuelo... había muerto en menos de una semana. Fui corriendo a mi habitación y lloré sin parar hasta que fue de noche. Entonces miré por la ventana y v por fin vi las estrellas, vi la esperanza, de poder ser como él.
Al día siguiente, mi padre y yo fuimos al cementerio, hasta la lápida de mi abuelo. Después de la “despedida” de mi padre, dejé la postal que compramos en Atenas en la lápida. Estaba escrita y ponía:

“Nunca te olvidaré”


domingo, 8 de enero de 2012

Bocanada Neumática.

Merecimiento.
Existe una pieza fundamental que consigue que la mayoría de los principios universales sigan su curso, al menos a lo concerniente a la conducta humana. Los actos de mayor generosidad están regidos, además de la subjetividad de quien los ejerce, por la variabilidad de los puntos de vista que pertenecen a cada individuo. De esta forma, algo que uno puede considerar trivial, a otro puede parecerle un gesto maravilloso. Esto es importante, ya que si para la persona que lo efectúa no es algo costoso sino que es fácil de llevar a cabo y para quien lo recibe es algo tremendamente ilusionante, ambas partes salen ganando. La primera consigue contagiarse de la felicidad provocada con algo que podría repetir tanto como quisiera y la segunda es beneficiaria de tal acción. Esto depende de encontrar unos ojos que sepan valorar los pequeños gestos, a veces hasta insignificantes. También depende de la generosidad con la que puedas ser capaz de realizar esos actos. Quien intenta ilusionar y no tiene éxito, acaba frustrado. Quien quiere ilusionarse y no encuentra con qué, anda por el mismo camino. ¿Y si se encontrasen? Ay, si se encontrasen… A lo mejor ni se verían.

Caso Suprimido.
Se hacía llamar “Nibor Dooh”, y tenía a nuestro detective al borde de la locura. Llevaba siguiéndole la pista durante tanto tiempo que había perdido noción del mismo. Era un vendedor de sueños que se convirtió en la pesadilla del país. De alguna manera consiguió construir una compleja red de la que podía beneficiarse económicamente de manera fraudulenta. Se dedicaba a comprar hipotecas con tasas insostenibles. Luego, las combinaba con otra serie de préstamos, creando un producto financiero que vendía como activos en el mercado. El negocio se encontraba en subir indiscriminadamente el valor de esos activos, vendiendo cada vez más caro un producto que no valía nada. La segunda parte del plan consistía en controlar parte suficiente de las acciones para hacer que su precio se redujera drásticamente al venderlas. El precio no podría mantenerse y el descalabro sería total, ya que el producto creado era defectuoso. No importaba que eso incurriese en el desplome de alguna de las compañías que efectuaban estos despropósitos, ya que ellos no pagarían por haberlas dejado en la ruina. Aquel hombre había creado una organización de personas que se hicieron asquerosamente ricas, a través del sufrimiento y el desconocimiento de la población. Nuestro detective no podía más, el despacho estaba a rebosar de papeles, de esquemas, de planos de situación… Pero era imposible, no conseguía dar con él. Interrogó en entidades financieras, sabiendo que allí encontraría únicamente personas afines a la organización. A pesar de ser así, no le mintieron al decir que allí no le encontraría. Después de aquello, pensó visitar lugares más neutrales en busca de alguna pista que pudiera acercarle hasta su hombre. Visitó multitud de pueblos preguntando en bares y gasolineras. Acumulaba montones de datos que eran esclarecedores de sus fechorías pero ninguno le hacía más próximo. En un intento desesperado dio un paseo por Wall Street, evidentemente, no obtuvo la respuesta deseada. Cansado volvió a casa, donde la soledad esperaba para hacerle compañía. Abrió la puerta del recibidor, dejó el sombrero y la gabardina en la percha, para dirigirse hacia el sofá. Encendió la televisión y se puso a escuchar las noticias del telediario. No prestaba demasiada atención hasta que empezaron a emitir la foto del gobierno. Mientras de fondo sonaba la narración de aquella noticia, el detective exclamó: “Maldición, ahí se encuentran mis hombres”.



PD: Partiendo la centena, lo poco que ha durado...

viernes, 6 de enero de 2012

Homenaje Centenario.

Como casi todo lo que pretende ser positivo, esto empezó como un juego. Llevaba algo menos de un año escribiendo en El Diccionario de los Poetas (no me considero poeta, probablemente no llegue ni a junta-letras, pero aquellos incautos me dieron la bienvenida). Poco antes de sumergirme en los dominios de Blogger, sólo escribía para mí y unos pocos. Uno de los pocos (concretamente, Antonio) me animó a empezar a escribir, después a hacerlo públicamente y finalmente a crear este blog (hasta que no lo consiguió, no paró). El blog vio la luz el 7 de Marzo de 2010, (dos días después de mi cumpleaños) estuve madurando la idea con mi hermana días atrás y lo abrimos. Seguramente en aquel momento, mi expectativa era encontrar una vía de escape en la que mantener el pensamiento alejado de todo lo demás. Unas veces lo consiguió y otras no.

Algo nuevo había comenzado. Ya no escribía únicamente en un blog con una temática fija que de alguna manera te encasilla, (y a la vez es una fórmula muy efectiva para escribir algo concreto) sino que decidí compartir todo lo que escribía y no quería que fuera público, por miedo y sensación de pertenencia. Desconociendo que traerían cada una de estas líneas, comencé un camino que no me era del todo extraño. Y empecé ilusionado el juego de escribir Lágrimas de Caramelo.

En los casi dos años que llevo con el blog, dos series dieron comienzo. Primero la historia de unos peculiares presos que a saber de qué eran Culpables. El último fue una Búsqueda que seguramente no era demasiado importante... De vez en cuando me da por escribir algunos guiones de House. Mi hermana, que sin su colaboración esto nunca habría existido (ni hubiera tenido sentido), también nos dejó sus Postales, todavía incompletas (gracias, Anita). He intentado crear poesía con mayor o menor éxito. Solía escribir siempre de noche en una liturgia sistemática (tabú que he superado). Le he escrito a las sonrisas más bonitas y a los sueños más desgarradores. La luz suele ser enemiga de lo que escribo (personalmente, es el texto que más me gusta). Por escribir, le he escrito hasta a la Universidad (para quejarme, por supuesto, pero a mi manera). He participado con cariño cuando he tenido oportunidad. Hasta he narrado un encuentro con alguien genial (por más que ella diga lo contrario). Hay verdaderos tochos y felicitaciones de cumpleaños que quedan para nosotros y para quien quiera recordarlas. También he colaborado en textos conjuntos, ay, el Meme (algún día leeremos el final, o no, jajaja). Incluso me he dado algún respiro (después de eso, mes y pico en blanco). Hay textos dedicados (porque ella se lo merece). He escrito verdaderas cursiladas (de todo se aprende). Lo único que espero es no tener que terminar así. Esto es un recorrido por las entradas del blog. Algunas mejores, otras no tanto y seguiré escribiendo para ver si de una vez por todas aprendo.

Es curioso, pero al ir buscando me he dado cuenta que mi forma de escribir no ha experimentado cambios significativos, no sé si será bueno o malo (me decanto por lo último, para variar). Estoy satisfecho de haber sido capaz de escribir de todo, desde poesía hasta relatos policíacos, pasando por conversaciones inverosímiles, algunos de mis sueños e incluso reflexiones profundas (al menos todo lo profundo que se pueda excavar con una uña). Dejo canciones que me gustan y dibujos estrambóticos. Y con total seguridad, lo más importante que me ha proporcionado este rinconcito ha sido la oportunidad de conocer a algunas personas entrañables (cada una de esas personas saben quiénes son porque me padecen continuamente en sus respectivos blogs). A ellos también van dedicadas estas líneas con todo mi cariño.

Y bueno, como todo necesita irremediablemente un final, pues a eso vamos. Espero seguir entreteniéndome por estos lares, sacando de mi cabeza nuevas historias que contar y si es posible, que os gusten.

Felices 100 entradas, blog. Y que cumplas muchas más...


PD: No te puedes quejar, vaya pedazo de regalo de Reyes. Sí, hablo con mi blog...

domingo, 1 de enero de 2012

Sótano Cáustico.

No estás sola.
¿Qué quieres, alguien que te quiera o alguien a quien querer?, le preguntaba su subconsciente mientras paseaba por las calles nocturnas de aquella ciudad. ¿Acaso hay que elegir?, se contestaba contrariada. Agarró fuerte el bolso apretándolo contra su cuerpo, intentando encontrar unos brazos que la rodearan, protegiéndola. Pero más que la protección, lo que extrañaba era la compañía deesos brazos. Sentía un vacío frío y lacerante. Caminaba con unos tacones que iban dejando un delicioso sonido al chocar contra el suelo. Y por las calles sólo era capaz de ver parejas abrazadas o cogidas de la mano, dando muestra de su amor. Todavía entera, creía que se desmoronaba al sentir su amor pisoteado. Decidió aguantar las lágrimas porque ya había derramado demasiadas. El aire de tristeza que desprendía se transformaba en belleza al caminar. Ensimismada en sus pensamientos avanzaba hacia ninguna parte. Intentaba dejar atrás el dolor en cada paso, sin éxito. Cuando observó que el esfuerzo era inútil, decidió sentarse en uno de los escalones del parque. Allí donde no había nadie, para disfrutar del consuelo de la soledad. Abrazó sus rodillas, apoyó la frente en ellas y echa un ovillo, comenzó a llorar. Levantando un poco la mirada, la Luna brillaba en sus ojos mojados que dejaban brotar lágrimas de plata. Fue en esepreciso mismo momento en que todo carecía de sentido cuando una voz surgió asus espaldas. Con un tono fino, dulce y claro le dijo: “No estés sola”.
El honor del capitán pirata.
Hubo una época en la que la libertad era coartada por las balas de cañón. Los sueños pendían de las sogas del día del ahorcamiento en la plaza central de las ciudades. Dentro de una de las celdas de la prisión un pirata ardía como el fuego en su deseo de vivir. Encadenado, cantaba canciones de un tiempo en el que saboreaba la fresca brisa del mar. Añorabala sensación de bañar la boca en grog, todavía podía imaginarse degustándolo. La cárcel estaba empezando a desgastarle, se reía pensando que a aquello lo llamaban justicia. Para él la justicia se encontraba en darle una oportunidad a la esperanza por pequeña que fuese. Dejar un resquicio de salvación aunque pudiera ser improbable. Entre aquellos barrotes esa sensación era inexistente, en el mejor de los casos la soledad del pensamiento traía con ella la locura de la libertad. Mientras tanto la condena espera para caer con toda su fuerza sin rastro de clemencia. De repente, oyó una explosión muy fuerte que hizo retumbar las paredes. Unos segundo más tarde, vio como reventaba la pared de su costado.Algunos escombros le golpearon dejándole aturdido pero estaba suficientemente consciente como para salir de allí apresurado. El exterior olía a humo y pólvora. En el muelle un barco con la bandera pirata disparaba contra la prisión con el objetivo de liberar al mayor número de piratas posible. Pronto empezaría una sanguinaria guerra en los mares pero en aquellos momentos aquel gran capitán pirata corría por salvación. A su paso derribaba a la muchedumbre que por allí deambulaba. “Huir para luchar”, una vieja consigna pirata. Estaba a escasos metros del barco cuando algo le mordió la espalda y salió por su pecho. Maldita humillación, ser herido en la huida. Antes de caer fulminado por ese impacto mortal, tuvo fuerzas para dar media vuelta y riendo, extender los brazos en cruz. “Si voy a morir que sea viendo a mi verdugo”, pensó. El honor de aquel pirata prevaleció a lo largo del tiempo.
El último caso.
Cerraba la oficina, en el despacho apenas quedaban un par de cajas apiladas que recogería por la mañana. No consiguió resolver el último caso y la frustración acabó por desesperarle. O eso había creído hasta entonces porque antes de abrir la puerta una carta se coló por debajo de la puerta. La abrió de golpe y miró por el corredor, pero el mensajero ya estaba bajando las escaleras a toda prisa. Cuando se volvió a la ventana para verle ya había entrado en un coche que se marchaba sin darle oportunidad. La carta le citaba en un conocido restaurante esa misma noche. Salió de allí con su coche hacia el restaurante para encontrarse con su confidente. Atravesó las puertas acristaladas del mismo, ya le estaban esperando. Allí estaba ella, en la mesa central mirándole fijamente. Sin que le diera tiempo a moverse, ella se levanto copa en mano y se acercó a él para besarle con fuerza. Acto seguido, le derramó la copa en la cara y se marchó para siempre. Irónicamente resolvió su último caso.


PD: Feliz año nuevo. Por fin me quedo a una de las cien entradas, me tendré que poner serio y arreglar las cortinas del blog...