lunes, 28 de octubre de 2013

Agua Terrosa.

Fin de la Cita.
Comienza el festival de las sonrisas furtivas. La melodía desfila por el recinto, llenando los vasos de júbilo y alegría a su paso. Explosiones de color tiñen los alrededores en tonos caóticos y desordenados. Los escombros de la felicidad saltan por los aires. El olvido guarda turno para ser recordado. Una señal catódica recuerda la decadencia del raciocinio. Entramos en una etapa sin mayor censura que a la crítica. Perder el control es la única opción. Estallar en mil pedazos, caer y hacerte añicos. Mientras, los trozos te miran con desprecio y te gritan pidiendo tu condena en el infierno. El estoicismo pasa a ser la prueba de fuego que purifica el purgatorio de una futura morgue. La aspiración por la supervivencia supera a la vida. La voluntad se desploma y con ella todo acaba. Un final para el festival que no volverá la próxima vez.

Telegrama sin telegrafista.
Eclipse de pupilas frente a la esfera nacarada. Al acecho, la bestia espera su momento. Hay mil maneras de corromper una ilusión. Adeptos de la secta de la devastación. Sembradores de caos se acercan en movimientos al borde del colapso. La necesidad del saber instantáneo empuja a la vileza. Respuestas, respuestas rápidas a preguntas inconclusas. Tranquilidad quebradiza. El paréntesis del tiempo es el que permite admirar la belleza durante el sufrimiento que supone el transcurso de cada segundo. La agonía se transforma en el placer de escuchar una canción en tu cabeza. Mantener una conversación que se repite sin cesar en bucle constante. La agarras con la mano, acercas tu cabeza a la suya y al juntar los labios quedan separados por el magnetismo. Luego dirán que no había química, pero tampoco había física. Ciento treinta palabras, quizás más, probablemente menos. ¿Qué queda? Nada. Ni una idea remota. Desorden y dispersión. ¿Dónde se perdió tu elocuencia? Implora por lo menos un rescate. O incluso, intenta tirarle los tejos. Pero, por favor, que vuelva para quedarse. Y que este mensaje se autodestruya en cinco, cuatro…

Tempus fugit.
Tiempo y espacio son hermanos bivitelinos. Quizás por eso el deseo de control de dichas magnitudes está regido por el sometimiento de ambas. Un día se alcanzará el concepto de paréntesis temporal. Así, se podría congelar una fracción del tiempo. Sería útil en aquellos momentos que disfrutamos y no queremos que acaben nunca. Esto puede variar de manera que corra deprisa durante un mal trance. Pero podríamos llegar más lejos y congelar o adelantar fracciones del espacio y no todo en su conjunto. De esa forma podrías dejar objetos inalterados. Incluso podría hacerse en una misma persona, preservando órganos vitales, recuerdos o habilidades. La posibilidad de jugar a los viajes en el tiempo y no sólo eso, sino tener la capacidad de poder desordenar su transcurso lógico. Vivir un día y saltar varios hacia delante dejando un periodo en espera y volver hacia atrás para repetir un suceso, para finalmente rellenar los huecos temporales. Combinar los viajes para convertirlos en espacio-temporales. Cambiar ubicación y momento simultáneamente. Cuándo y dónde dejarían de ser un interrogante. No obstante, ¿quién sabe qué depararían cambios tan fantasiosos y al mismo tiempo impracticables?



P.S. Utilizo el espacio que me queda para felicitar a Tú por su cumpleaños. Pensaba que era el día posterior a esta madrugada, gran error. Del 27 al 17 hay un salto como el que te tengo dado en la cabeza. Dicen que mejor tarde que nunca y que la intención es lo que cuenta. Lo que no dicen es que son todo escusas. Pues nada, que cumplas muchos más ;)