domingo, 30 de marzo de 2014

Calambres Gramáticos.

La lluvia eterna.
La lluvia le perseguía. Había perdido la noción del tiempo en la que se prolongaba dicha situación. Esto hacía que le rechazaran a los pocos días de llegar a un pueblo, condenándole a vagar eternamente. Siempre le identificaban como el problema y la conclusión conllevaba su culpabilidad. Caminaba por senderos embarrados y solitarios. Se sentaba al pie de un árbol para escuchar el estruendo del viento al chocar con la montaña. Conocía a la perfección la melodía de las gotas al golpear contra el suelo. Vivía en un mundo gris tenebroso. Cerrar los ojos para dormir era un privilegio que pocas veces lograba, apenas si daba unas pocas cabezadas. Su mente se corrompía y la realidad se desmoronaba en una irremediable locura. Quien le diría que al borde del final llegaría la calma. Un imponente sol le deslumbraba, convirtiéndole en estatua de arena. Una fina brisa le dispersaba por el aire para siempre. En el recuerdo vivía en el más absoluto de los silencios.

¿Cómo te llamas?, amor.
¿Qué me dices, amor?
Que apenas te oigo,
sólo leo en tus ojos
una mirada de odio.
¿Qué me callas, amor?
Que apenas te entiendo
cuando me niegas la palabra
y juego a comprender tus gestos
¿Qué me quieres, amor?
Que apenas doy crédito
cuando me arrancas un beso
y compruebo que es un sueño.
¡Que me matas, amor!
Que apenas lo arreglas
con un te quiero incierto
y un adiós eterno.

Calamidad.
En las profundidades, donde la luz no se conoce yace un monstruo durmiente. Inmenso a la par que poderoso duerme plácidamente. Vive en un sueño ligero a la espera de un despertar inminente. Un rugido se mezcla con el estruendo de mil cadenas al romperse. Se libera el caos, todo ira y todo rabia. Una espiral de destrucción que arrasa con lo que toca. Estalla la tierra a su paso, el mar la golpea y el aire se convierte en tornado. Sólo se oyen palabras inconexas, ideas imprecisas y caóticas. Estas quedan silenciadas por gritos de dolor desgarradores. Los gritos del monstruo que se desangra en heridas lacerantes. Sangre de heridas de otra época que sólo sanan en la purga. Los ojos lloran en rojo para volver a cerrarse y dejar que la bestia descanse. Quién sabe qué consecuencias traerá el desastre.



P.S. Viva la era digital.