miércoles, 18 de febrero de 2015

Anticuentos II

La pareja perfecta.
La cordura es un bien escaso. Estaban juntos innecesariamente. Juntos para hacerse daño. Los gritos y peleas daban paso a períodos de silencios incómodos que desembocaban en más riñas. El amor era una palabra que carecía completamente de significado. Se detestaban hasta tal punto que no podían estar sin el otro. ¿Cómo iban a separarse de la única persona a la que sentían así? ¿Dónde iban a encontrar alguien igual? Esa manera de despreciarse, de resaltar los defectos del otro, las miradas de odio, los comentarios mordaces, las bromas pesadas, los golpes bajos, la indiferencia premeditada. Era tan perfecto, tan mágico. Tan claro y diáfano que no podían dejar que pasase desapercibido. Se detestaban como nadie más en el mundo y eso para ellos era suficientemente importante como para seguir juntos. Lo que buscaban era algo que nadie más les pudiera dar. Algo inequívoco en un mar de incertidumbre.

El cuentatiempos.
El cuentacuentos viajaba de un lugar a otro con sus historias a cuestas que intercambiaba por alojamiento y comida allí donde pasaba. Eran historias alegres de personajes humildes y finales felices. Al poco tiempo el cuentacuentos aprendió a utilizar como protagonistas a los oyentes de sus historias y veía perplejo como sus relatos se hacían realidad, llenando de júbilo y gozo a todos aquellos con los que interactuaba. Al ver cómo esto sucedía, pensó que podía ser él, protagonista de una historia y de esta manera poder beneficiarse de lo ocurrido en el transcurso de uno de sus cuentos. Así lo hizo y para su desgracia la recompensa fue una amnesia absoluta. Olvidó todos y cada uno de sus cuentos, su profesión, incluso su identidad. Olvidó su nombre, su origen y sabía reconocerse ante un espejo. Nadie volvería a disfrutar de sus relatos y las buenas consecuencias que éstos traían.

Ver, viendo, visto. Visionario.
O blanco o negro. Habiendo una variedad de tonos entre ellos en una escala de grises prácticamente infinita. Para qué quedarnos ahí pudiendo hacer uso de colores en la amplia gama que nos proporciona la combinación del arcoíris. Eso es lo establecido, pero lo realmente transgresor sería romper la escala cromática que es una ínfima fracción del espectro. Y aunque surquemos el infrarrojo en longitudes de onda mayores en busca de calor o viajemos del ultravioleta al X o al gamma en frecuencias extremas, abarcando por completo este espacio, aún es insuficiente. Porque lo realmente transgresor sería buscar lo desconocido para que al verlo, podamos llamarnos visionarios.

Insert coin.
Aquella mañana no despertó. Echa una moneda. Sirvió el desayuno con leche en mal estado. Echa una moneda. Salió a la calle y le atropelló el autobús. Echa una moneda. Llegó tarde al trabajo, le despidieron y se tiró del último piso. Echa una moneda. A la hora del almuerzo se ahogó con una aceituna. Echa una moneda. Eran las cinco de la tarde y se murió de aburrimiento. Echa una moneda. Metió un tenedor en un enchufe. Echa una moneda. Se cayó por las escaleras. Echa una moneda. Le quemaron en una hoguera. Echa una moneda. Se bebió un vaso de hipocloroso. Echa una moneda. ¡Que le corten la cabeza! Echa una moneda. Cumplió cadena perpetua. Echa una moneda. Volvió y la casa se le echó encima. Echa una moneda. No comía hacía año y medio. Echa una moneda. Se pegó un tiro al ver a su mujer acostándose con otro hombre. Echa una moneda. Se durmió para siempre. Game Over.

domingo, 15 de febrero de 2015

Marquetería Silvestre.

La cuenta macarra.
- Una vez vi a un mendigo durmiendo en la entrada de una sucursal bancaria y por la mañana cuando fueron a abrir, le quisieron vender participaciones preferentes.
- Pero, ¿cómo puedes burlarte así de miles de personas que lo están pasando mal?
- Eso mismo es lo que dijo el mendigo.
- En cualquier caso, no sé cómo hemos acabado hablando de esto.
- Qué preferirías ser, ¿genocida o masoquista?
- Masoquista.
- ¿Por qué?
- Por empatía, supongo.
- Reformularé la pregunta. Qué preferirías, ¿tener que ver todo el repertorio de Lina Morgan en bucle o pulsar el botón que active un ataque nuclear que acabe con dos tercios de la población mundial?
- Le daría al botón aunque fuese sólo tener que verlo durante un par de minutos.
- Es ese tipo de reflexiones que no necesita consulta con la almohada.
- Además se arreglaría el problema del mendigo.
- Hombre, aquí quien más quien menos querría ser como el pequeño Nicolás.
- ¿Conseguidor?
- No, agente secreto y deportista de élite.
- Ya, a veces me planteo si en los libros de historia del futuro las guerras púnicas figuren como si hubiesen sucedido en Madrid.
- Sí, Aníbal Granados atacaría Madrid en elefantes bajo comisión.
- Corrupción en Miami.
- En Miami, por la mañana la corrupción está generalizada, por la tarde nadie prodrá, podrá probar que no son inocentes y por la noche todo es falso, salvo alguna cosa.
- It’s very difficult todo esto.
- ¿Y cuánto dinero? ¿Y cuándo la cárcel?
- La segunda ya tal y en cuanto a la primera pues es que la indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido y como fue una indemnización indifi, en diferido en forma, efectivamente, de simulación, de simulación, o de lo que hubiera sido en diferido en partes de una, de lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social.
- Realmente había venido buscando otra cosa. No es que tengamos mucho tiempo porque apenas nos estamos tomando un relaxing cup, ¿verdad? Pero tengo tantas cosas que decirte que no sabría por dónde empezar y…
- Fin de la cita.

Luciérnagas.
La memoria es tan necesaria,
tan honrosa y a la vez tan honrada
y a la que honrar
recordando el suceso
que siendo presa del olvido
hemos rescatado en nuestro recuerdo.
El orden, el caos, da igual,
lo importante es el sitio.
Sin la ubicación se pierde la esencia
y se cae en el ostracismo
y no hay nada tan devastador como eso.
Pese a llevar en mi interior
aquello que más quiero
sé que el final no es un misterio
y eso me hace presa del miedo.
En el tiempo todo es efímero,
en el tiempo todo es pasado,
en el tiempo habrá un futuro,
en el que nadie te haya recordado.

Entimema.
Cuenta tres palabras a la izquierda. Comienza a leer desordenado. Sin que el sentido importe. Sólo palabras sueltas. Inconexas. Paradójicamente se forma una historia. Y vuelan las suelas del este de Macedonia. Empujando la cumbre del trono en la charca. El sonido parte el espacio de un cuarto de siglo. Toman marcapasos que reptan en las cabezas de unos marcianos. Un limón besa la córnea viscosa que mece la fuente del deseo. Las siluetas manejan la ley del infortunio. Y vivir en la niebla del bucle electrónico. Más no sufres cuando atraviesas el fragor de la lujuria. Y cuentas las sillas en contra. Una fragancia se trenza en el escenario. Se rompe el absurdo. Realmente, ¿te estremeces al oír una canción? Entras como en una especie de posesión en la que te evades del mundo y el sonido te transporta a una realidad distinta en la que todo fluye y cobra un sentido inexplicable. Y, ¿por qué no?, mejor. Te hace sentir bien, te hace sentir vivo. Y eso cobra importancia cuando vivir pasa a ser un acto tan inconsciente como respirar. Cuenta tres palabras atrás. Y todo volverá a comenzar.




P.S. Que no quiere decir que esto esté bien. Ni con coreografía tampoco...