Fragilidad invulnerable.
No consentimos que lo que creemos como verdad sea cuestionado. Establecemos una postura defensiva ante las convicciones que nos parecen inamovibles. No aceptamos que se ponga en duda nuestros firmes pensamientos. Las posibilidades no dan opción a más respuestas igualmente válidas. No somos capaces de ser ecuánimes ante diferentes aspectos y es por eso que se forman bandos. Los que van en contra, los que van a favor y el resto del mundo que vive ajeno a cuestiones puntuales que nos pueden parecer transcendentales. Para ser justos deberíamos abarcar todo el campo de visión, utilizar todos los puntos de vista y situarnos en cualquiera de las posibilidades en un mismo momento. No significa tomar cada una de las visiones como propias, sino aceptar cualquier eventualidad y no cerrar el abanico de infinitas respuestas para una misma pregunta. La cura para la resignación, si es que existe, sería conseguir dicha aceptación. Si algo no sucede como esperamos pero somos capaces de aceptar esa posibilidad, entonces, no se producirá ese pinchazo a veces amargo y otras ácido de la resignación. A partir de este punto se derivan multitud de sentimientos negativos que concluyen en la búsqueda de un culpable. Algo externo donde verter nuestra ofuscación de forma egoísta. Luego buscamos consuelo en el que preferimos escucharnos a nosotros mismos. Y al final, se queda una puerta entreabierta, esperando una respuesta.
Vileza.
Se acerca lleno de aparentes buenos propósitos, posando en tus hombros las manos que mecen la cuna del diablo. Con actitud sibilina muestra siempre sus cartas a tus espaldas, dejando tu culo aire cuando menos te haría falta. Jugando con la paciencia de la gente sin que ninguna de éstas le hayan propinado aún algún golpe. Se eleva impulsado por una actitud déspota y altiva, ensalzando su ego por encima del reflejo del cielo en un triste charco del suelo. Capaz de ensordecer los oídos más finos con sus palabras soeces. Consumido por el veneno que agria los besos de crueles despedidas que tornan grises e inmunizan tu alma de posibles recaídas. Repartiendo mezquindad por las esquinas espera que sean bienvenidas cada una de sus decisiones. Y así aburre la repetición de las situaciones llenas de revuelo por la contraposición de opiniones en las que nunca se da un brazo a torcer. Mañana volverá a eclipsar los nombres de aquellos que considera enemigos, creyendo como castigo una frágil pataleta pueril. Estimula el veredicto de la indiferencia perpetua. Con los ojos cerrados a cada uno de sus defectos, sigue una sinuosa trayectoria que desembocará en un estrepitoso fracaso, mil veces avisado. Rodeado por un séquito de desconocidos emprende un camino de no retorno.
Bombardeo catódico.
Los rayos catódicos nos traen promesas de sueños cumplidos tapados por la mentira. Se premia la falta de cultura entre risas de complacencia. Quedamos absortos en el divertimento de situaciones donde abunda una falta total de escrúpulos. Escuchamos noticias terribles, suavizadas por caras bonitas que nos ayudan a digerirlas sin ninguna dificultad. Se prescinde del contenido en la forma de contar las cosas. Se pierde la elocuencia en el fluir de relatar un suceso. Dejan la vista como único juez decisor. Venden cada vez en una mayor franja que va copando la totalidad de la parilla. Intentan imponer conclusiones rotundas de verdad absoluta sobre cualquier tema diverso, con argumentos oxidados por el tiempo de una repetición continua. Tienden a una uniformidad peligrosa, que le hace a uno aflorar las ganas de apagar esa pantalla maliciosa.
PD: Dejando atrás por fin, un horrible resfriado.
2030 en accción - Capítulo II
Hace 5 años