Ana, mi hermana.
Aún tengo flashbacks de mi vida sin ti. Como son recuerdos de infancia, la mayor parte son felices. Era el único niño en casa y campaba a mis anchas. Toda la atención era para mí, pero por alguna extraña razón eso no era suficiente. No me acuerdo de cuáles serían las razones, pero por aquellos extraños motivos les dije a papá y mamá que quería tener una hermanita. ¿Qué raro, no? La mayoría de los niños piden un hermano para poder jugar con ellos, pero yo no. Quería una hermanita y no me acuerdo del motivo, pero recuerdo que lo tenía claro. Misteriosamente, cada vez que he tenido las cosas así de claras he acabado teniendo suerte. Será verdad eso de que al desear algo fuertemente al final se cumple. Y sucedió. No recuerdo con quien me dejaron, lo que recuerdo perfectamente es cuando papá vino por mí y me llevo al hospital. Me encontré a mamá en una camilla y a ti en una de esas incubadoras de hospital. Tan pequeñita como una muñeca de trapo. Tenía siete años y me quedé tan impactado que el recuerdo de verte por primera vez permanecerá en mi memoria para siempre. Me debí quedar paralizado unos segundos mirando. Seguramente no entendía muy bien lo que estaba ocurriendo, pero estaba contento. Después vino el síndrome del rey destronado. Toda la atención que recaía en mí, pasaron a ser cuidados para ti. Es difícil aceptar esos cambios después de estar acostumbrado a lo contrario y menos para un niño. Pero eso a ratos se compensaba con la curiosidad y todos te mirábamos a todas horas para ver que hacías. Empezaste a andar y luego a hablar. Más tarde estabas siempre bailando y corriendo, pegada a tu sabanita y a Minnie, mientras pasabas todos los días por un Arcoiris. De ahí a las Barbies y a los primeros cuadernos para escribir. Me acuerdo de cuando te dejaba en la puerta de tu clase de infantil y dabas la manita, te dejaba con la profesora y subía las escaleras hasta mi clase, a veces me quedaba mirando un rato a ver qué hacías, y a veces me pillabas haciéndolo. Luego nos marchamos a aprender un idioma nuevo y unas costumbres nuevas. A vivir cosas diferentes. A que te cambiarán cada dos por tres de colegio hasta dejarte de nuevo conmigo. Y yo estaba ahí un poco más perdido, pero al final pasábamos en resto del tiempo los dos juntos en casa. Veíamos la tele juntos, nos reíamos juntos, pero estaba en una edad en la que te crees el centro del Universo y apenas eres el centro de ti mismo. Me levantaba más temprano y volvía más tarde, sólo nos veíamos en casa. Pero por las tardes al salir siempre me buscabas. Entonces sabía que no estaba perdido. Nunca estaré perdido si vienes a buscarme. La aventura acabó a tiempo, al menos para que tuvieras el suficiente para formar lazos nuevos que fueran resistentes. Y otra vez el lío de los colegios, pero siempre acabas donde tienes que estar porque tienes una madre muy cabezota. Y ahora aquí estás, dieciséis años. ¿Qué de cosas, verdad? Casi ni me he dado cuenta de cómo crecías en los últimos años. Ya no te doy la mano para llevarte a clase, ni buscas a la salida de las mías, ¿qué más da? Siempre te voy a cuidar, siempre te voy a proteger, siempre te voy a querer. Da igual cuantas cosas pasen, da igual cuantos años pasen. Eso nunca va a cambiar. ¿Por qué? Porque soy tu hermano mayor y tu mi hermana pequeña. No hay ni habrá nadie que te quiera de la misma manera que yo, nadie, porque te quiero más que a mi vida. Felicidades, Ana.
El espejo de reojo.
Mírate en mi espejo para tomar las pocas virtudes que pueda tener. Pero no lo hagas para cometer mis mismos errores. Puedo ser buen ejemplo hasta cierto punto, bastante delimitado. No pongo ninguna marca, ni barrera a batir. No necesitas ser mejor que yo, ni hacer las cosas mejor de las que yo las hice. Tú las harás de forma diferente, ni mejor, ni peor, a tu manera. Para mí cualquier cosa que hagas siempre será mejor que cualquier cosa que yo haya podido hacer. No tienes que conformarte, tienes que aspirar siempre a más, porque puedes. Tu límite está en ti misma, no tiene nada que ver conmigo. Y tienes cualidades de sobra para hacer las cosas bien. Hay cosas que debes pulir, otras que deben continuar igual y otras que debes adquirir. Pero poco a poco irán llegando. Que mi ejemplo sea tu trampolín hacia delante y no un obstáculo. De todas formas no te hace falta compararte conmigo, tú lo harás todo siempre mejor. Ánimo, Anita.
Feliz cumpleaños.
Acaba el mes y empieza un nuevo año.
Comienza la primavera y dejamos el frío atrás.
Perdemos una hora marcada en el calendario.
Y el Sol se tarda en acostar.
Acaba el mes mágico de los cumpleaños.
Pero aún queda el más especial.
Empaquetados están todos los regalos.
Para que por la mañana te los puedan dar.
Abrirás los ojos y nada habrá cambiado.
Comenzará un nuevo día escolar.
La mochila, el uniforme, y a desayunar.
Te felicitarán tus compañeros de la clase de cuarto.
Mientras a casa iremos llegando.
Para decirte: “Feliz cumpleaños”.
2030 en accción - Capítulo II
Hace 5 años