sábado, 13 de abril de 2013

Isla Decadente.

Cuento XLII, de la colección "enajenaciones clásicas".
Había una vez una famosa plaza de pueblo con forma triangular. En cada uno de sus vértices había una salida que desembocaba en larguísimas calles angostas. Al lado de una de estas salidas había un puesto de información turística. El recepcionista era algo peculiar, no por haber pasado por multitud de centros psiquiátricos, sino porque tenía la costumbre de dar conversación a las personas que atendían su puesto hasta la extenuación. Esta es la historia de un yankee que requirió sus servicios sin saber lo que le esperaba. - Buenos días, amigou. ¿Podría ayudarme?
- Atiendo.
- Necesitou uno mapa.
- Eh, que sí, claro que sí. Tome, uno mapa, instrucciones para saber cómo utilizar el uno mapa e instrucciones para saber cómo utilizar las instrucciones. Conociendo su país de procedencia, en el que se cobran indemnizaciones milenarias por no advertir del exceso en la temperatura del café en su correspondiente vaso por parte de una conocida franquicia de comida rápida, de la cual no daré nombre, Sr. MacDonald’s. Usted podrá comprender, que no pienso jugármela.
- Yo no entender mucho, pero gracias por lo mapa.
- Espere, ¿se acuerda de lo de Wikileaks?
- ¿Wikileaks?, yep.
- Que por culpa de unas filtraciones, toda esa mierda. Que tú dices, pero, ¿qué mierda es esto?
- Sí, mucho mierda.
- ¿Se acuerda…
- No enteramos de mitad de cosas que pasan.
- Conoce usted, un programa de televisión que se llama “¡Ahora caigo…”.
 - Noup, amigou.
- Pues verá, tuve una idea para completar el título del programa. Lo hubiese llamado, “¡Ahora caigo a un tanque de tiburones!”…
- Auh, ahora caigou teburones.
- … pero ahora que hay tanto programa de famosos que se tiran de un trampolín, estoy replanteándome el concepto.
- Yo me gusta teburones, cuento con mi apoyo.
- Por cierto, lleva aquí un rato. ¿Quiere algo más?
- Yo estoy mucho sed. ¿tiene para beber?
- Por supuesto. Tome, Juvita.
- ¿Nou, agua?
- No, no. Tome, Juvita.
- Uhm, okey.
- Okey, no. Juvita.
- Mm, not mal.
- Ahora, repíta conmigo. ¡Viva el vino!
- ¡Viva el vinou!
- Pero así no, hombre. Esto hay que beberlo con la retransmisión, escuche.
- Ouh, golassou. Un gol de puta madre.
- Amigo, gringo. ¿Qué piensa usted de Twitter?
- Twitter es good.
- ¿Piensa usted, que es microblogging…
- Ouh, microblogging, yeah.
- … cuando en realidad es microhostias en vinegar?
- YEAP, VINEGAR.
- Ahora tengo que interpretar que está usted gritándome, máster.
- What, master?
- Es una ofensa que no puedo tolerar y menos aún dejarla pasar. Así que tome aquí, este folletito, de cohetes de viaje sin retorno.
- Ouh, mucho gracias.
- El placer ha sido mío.
Y así acabó la historia del guiri y el politoxicómano en los servicios de la estación de metro de una famosa ciudad de cuyo nombre no cuesta olvidarse.

Busca el drama.
Ninfómano: Podría parecer trivial, pero cuento con argumentos para continuar con la búsqueda.
Misántropo: Cuando hablas de argumentos, ¿te refieres al pensamiento racional?
Ninfómano: ¿A qué si no?
Misántropo: Yo una vez tuve uno y lo perdí.
Ninfómano: ¿Un argumento?
Misántropo: Sería casualidad. No queda voluntad para elucubraciones cuando se cotiza en dados de casino.
Ninfómano: Es una necesidad promulgar el pensamiento a uno mismo para poder reafirmarte cayendo en el error o vislumbrar la deficiencia de la pseudo-consciencia.
Misántropo: Aún así, el pesimismo es legítimo.
Ninfómano: Pero tú, además de contigo mismo. ¿Con quién hablas?
Misántropo: Con el espejo.
Ninfómano: Entonces, ¿qué opción queda de cambio?
Misántropo: El tiempo hará mella en el reflejo.
Ninfómano: ¿Qué ocurrirá mientras?
Misántropo: Sería necesario robar bolígrafos de los bancos.
Ninfómano: Ése es tu argumento
Misántropo: ¿Dónde?
Ninfómano: En los bolígrafos.
Misántropo: No, eso es lo que estás buscando.
Ninfómano: ¿Lo qué?
Misántropo: Un bolígrafo, la necesidad en la promulga de tu argumentario.
Ninfómano: Hay una catástrofe en el instrumento de la distribución de mi ideario.
Misántropo: Lo que a ti te pasa es que tienes muy pocas ganas de efectuar la ejecución de tu escritura.
Ninfómano: Lo que a mí me pasa es que estoy falto de tinta.
Misántropo: Ahí está mi argumento.
Ninfómano: ¿En la tinta?
Misántropo: No, en el pretexto.

Des-Mitología para visitantes.
Imagina que cuando escribo un diálogo con personajes estrafalarios capaces de representar cualquier despropósito, en realidad no existen y estoy yo detrás de ellos. Imagina que para mí sí existen y que a veces me confundo con cada uno, sin saber quien soy entre todos, sabiendo que no puedo serlos a la vez. Imagina que ninguno de ellos volverá nunca a darme las gracias por haberlos parido. Imagina que a la mayoría los detesto no menos de lo que me corresponde recíprocamente. Piensa que cuando escribo que “llegados al punto en el que no hay lágrimas que arrancar, porque ya no quedan. Tiempo en el que tapamos la tristeza con sonrisas. Intentamos mirar para otro lado inútilmente, porque nuestra mirada queda vacía en el pensamiento.” no está representada más que una ínfima parte del sentimiento que intenta ser descrito. Piensa que seguramente sea una exageración y me reía angustiosamente con cada palabra. Piensa que realmente soy un hipócrita y la gran mayoría de mis comas están sobrevaloradas. Sabes que el protagonista de frases y acciones, fracasará en su propósito al final de la película del negro sobre blanco, en el negativo de esa escena. Sabes que no hay predilección por los finales de cuento. Sabes que cuando escribo, el cliché siempre gana la partida. Pero quiero hacerte ver que la torpeza que desembocará en el fracaso no es fingida. Que no hay motivos ocultos que descubran una mente brillante detrás de estas palabras. Que no hay razones desconocidas que otorguen una controvertida victoria. Que no hay afán por dejarse ganar, que no hay nada que leer entre líneas. Que por decadente que pueda parecer, ese personaje, al final simplemente, pierde.


PS. Me enorgullece comentar que por mi cumpleaños recibí el mejor regalo hasta la fecha y es tener "Lágrimas de Caramelo" en forma material y para la posteridad. Las imágenes de tal fechoría hecha realidad las colgaré en nuevas entradas. No pierdo ocasión para felicitar al blog que cumplió años el mes pasado y que pese a los achaques, sigue adelante. No osaré llamar innovación a los cuentos interactivos. Ni tampoco quitaré hierro a la tensión sexual del diálogo. Ni dejaré de desmontarme siempre que haga falta. Vivan los mocos verdes.