viernes, 31 de diciembre de 2010

Vuelven a casa por Navidad.

Siempre era Navidad. Esa noche mágica en la que los deseos circulaban por el ambiente. Una atmósfera de buenos propósitos estaba iluminada por centenares de bombillas de colores y paneles luminosos con mensajes reparadores. Los copos de nieve permanecían estáticos en el aire mientras la ciudad mantenía un manto blanco permanente. Yendo por una de las calles de esa ciudad, paseaba nuestro protagonista. Caminaba levitando por la acera mientras en la calle no paraban de sonar villancicos entonados por voces infantiles. Rebosante de felicidad extrema se quitaba el sombrero en reverencia al pasar al lado de las doncellas de largos cabellos de fuego. Todos iban a la fiesta aquella noche. Todos en peregrinación se dirigían al castillo para acogerse en su protección, disfrutar de sus riquezas y deleitarse con sus manjares. Con su bastón, la levita y un gran monóculo en el ojo derecho, hizo entrada por el inmenso portalón de la fortaleza. Se adentró en un pasillo inmenso y siguió una alfombra roja custodiada por innumerables armaduras vacías y lienzos borrosos colgados de la pared. El pasillo se abría en un enorme salón de bailes. La música sonaba en la armonía de violines y trompetas. La sala estaba impregnada de olores florales que en última instancia dejaban como anécdota el aroma de la comida aún caliente. En el preciso momento en el que nuestro protagonista puso un pie en el salón, todo el mundo se le quedó mirando en silencio. Se sentía incómodo, era una situación violenta. El rey, que era una enorme marioneta de teatrillo, se giró ya que estaba dándole la espalda y al verle se sorprendió y exclamó al instante.
-¡Guardas, a por él! – mientras le señalaba con sus manos articuladas.
Dos soldados de plomo salieron disparados a por él. En su levitación constante, dio media vuelta, de nuevo hacia el pasillo, y corrió a toda prisa. No entendía lo acontecido en la sala, era la primera vez que le ocurría una desgracia desde que vivía en aquella ciudad. No tenía sentido, no había hecho nada más que continuar siendo partícipe de la felicidad eterna de la Navidad. Corría cada vez más rápido, alejándose de sus perseguidores, pero para su asombro, el gran portalón del palacio estaba siendo cerrado. Aún así parecía que podría escapar de no ser por las palabras de uno de los soldados.
-¿Dónde pretende ir señor Bentley? – dijo con solemnidad.
Como si de una especie de conjuro se tratase, su realidad empezó a transformarse. El tiempo se iba frenando poco a poco, haciéndose más denso hasta llegar a ser una losa demasiado pesada como para poder cumplir con su huida. La gravedad aumentaba su intensidad progresivamente, obligando con su demoledora fuerza a que por primera vez pusiese los pies en el suelo. Pero no quedó ahí, esa fuerza que se agrandaba, hacía cada paso más difícil que el anterior. La enorme presión generada lo puso de rodillas y aún así siguió gateando. Llegó un momento en el que se encontró aplastado contra el suelo, parecía que iba a atravesarlo. Y eso justamente fue lo que sucedió, como si de una barrera invisible se tratara, cruzó su realidad. El tiempo volvió a la normalidad y con él un fuerte dolor de cabeza. La opresión que le estuvo atormentando desapareció, dejando una sensación de aturdimiento. La voz del soldado volvió a sonar, ahora en el cuerpo de un médico.
-¿Se encuentra bien, señor Bentley? – dijo preocupado.
Nuestro protagonista le miró asustado, respondiendo.
-¿No era real? – musitó.
-Veo que por fin lo entiende – replicó el médico.
-¿No soy el espíritu de la Navidad? – dijo lleno de tristeza.
-No, señor Bentley – dijo condescendientemente – es una persona de carne y hueso – sentenció.
-No sé cómo demonios lo han hecho. O qué truco barato de magia han utilizado. Pero exijo que me lleven de vuelta. ¡Llévenme de vuelta! – gritó furioso mientras cargaba violentamente contra sus captores.
-Cinco miligramos de Diazepam, por favor – dijo el doctor – maldita sea, hemos estado muy cerca – finalizó después de administrarle la dosis y dejarle sedado.
Era el día de Nochebuena, el doctor acababa su jornada, frustrado y entristecido, pero volvía a casa con su familia para cenar.
Así acaba la historia de nuestro protagonista y su vuelta a casa por Navidad.



miércoles, 29 de diciembre de 2010

Verborrea vacua y volátil.

Ceguera.
Vivía en una tiniebla de ideas que no podía comprender. Al alejarse con cada paso se adentraba más en la oscuridad. La cabeza le daba vueltas y tanta sombra danzante empezaba a agobiarle. Aturdido y desorientado, intentó buscar una salida. Miró en todas direcciones para darse cuenta de que estaba en un punto muerto. Sin salida. Pero es en los momentos de máxima desesperación cuando la verdad sale de dentro y con un fogonazo de luz blanca, disipa cualquier signo de la tormenta. Fue en ese momento cuando comprendió el motivo de su salvación. Como un espejismo brillante, ella se materializó ante él. Entonces supo, que lo único cierto de su vida era ese sentimiento. Aunque nunca se lo confesara y lo guardara celoso como un tesoro. Necesitaba el amanecer para contemplarla sin descanso y ahora vivía en una noche continua. Necesitaba una proximidad distante y ahora se encontraba a una distancia interminable. Le gustaba refugiarse en el arco iris que formaba su boca al sonreír y ahora el único color que conoce es el gris. Se moría de ganas de darle el beso que nunca llegó, porque se paralizaba de sólo pensarlo. Pasó de una pletórica apoteosis diaria a la caída eterna en el abismo sin fondo. Se perdía en su ser, en aquella realidad pasada, y ahora tenía que conformarse con el producto residual del recuerdo y la imaginación. Ahí se encontraba, delante de la estatua de luz con su forma. Cuando se disponía a tocarla, se desvaneció entre sus manos. Cayó al suelo abrazando la bruma luminosa que se difuminaba. Su alrededor seguía aún iluminado y completamente blanco. Se oía el salpicar de unas gotas sobre el suelo. Pensaba que serían las lágrimas que derramaba y empapaban su rostro. Pero vio horrorizado como el suelo se punteaba de rojo. Se desplomó de costado con agujero en el pecho.

Morfina.
Las duras líneas que iban dando forma a un papel vacío, se sucedían tras palabras de tinta líquida con las que iba derramando su sangre. Cada frase era un flechazo desgarrado directamente desde el alma. Cada materialización de su pensamiento suponía la muerte de millones de conexiones sinápticas en las que residía la ilusión de su esperanza. Con el único pretexto de proferirse un daño letal, continuaba con su delirio infundado pero con precursores de túnicas invisibles. Cada paso llevaba implícito una vuelta de tuerca de la válvula que cerraba la erupción del volcán. Su mirada era un foco de sombras. Su retrato un lienzo en blanco, espejo del vacío existencial de mas palabras ignoradas. Símbolo decadente del temor a sus emociones y del amor a sus miedos. Retorcía los estandartes de las batallas perdidas. Deambulaba por los charcos secos de sus antiguas lágrimas. Angustiado exclamó un grito mudo en blanco y negro. Sus quejas se oían a color y en estéreo. Mil lamentos goteantes por esa herida punzante que reside en la pluma y el papel. Corren torrentes de tinta de pantallas iluminadas por la proyección de una película que se repite hasta la saciedad. Los estómagos hambrientos esperan por la venida de tiempos de bonanza. Mientras tanto se alimentan de los desechos de pretextos caducados. Aún así, la insatisfacción virtual sigue siendo una barrera en contra de la estabilidad terrenal. Excusas que alivian la culpabilidad de un sueño reparador. Huellas de identidad de miles de culpables que siguen en la cárcel sin rejas global controlada por criminales sin escrúpulos. ¿A quién atañe desterrar las lágrimas de tristeza que manchan las almas de los indefensos? Esperando el tiempo en el que tender la mano no fuera una obligación y se convirtiera en un acto cotidiano.

Traspié.
Flotaba por el cielo en una nube de algodón.
Flotaba, dejando abajo la causa de su preocupación.
Dispararon a la nube que estalló como pompa de jabón.
Dispararon a aquello que traía tranquilidad a su corazón.

Caía y decidió pintar un paracaídas en el cielo.
Caía, el paracaídas se rompió, precipitándose contra en suelo (de nuevo).
Y después de un golpe seco, sintió que despertaba de un sueño.
Y después de algunas magulladuras, controlaba un cuerpo sin dueño.

Se levantó y se marchó como si nada.
Se levantó, no sin esfuerzo y falto de ganas.
Se levantó para esperar al día de mañana.

Volvió a la nube de su vida.
Volvió al refugio de la risa.
Volvió al absurdo de su rima.




PD: Piloto automático. Controlador errático. Pudor tácito. Poder estático. Locura pasajera.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Barrotes Cuneiformes.

El miedo innecesario.
El miedo se clasifica en dos ramas.
Un miedo real y otro imaginario.
Un miedo objetivo y otro subjetivo.
Un miedo inherente y otro impuesto.
Un miedo aprendido y otro creado.
Un miedo concreto y otro abstracto.
Un miedo interno y otro externo.
Un miedo sincero y otro hipócrita.
Un miedo sencillo y otro complejo.
Un miedo claro y otro borroso.
Un miedo exclamativo y otro interrogativo.
Un miedo de alarma y otro alarmante.
Un miedo constante y otro instantáneo.
Un miedo individual y otro social.

El miedo al rechazo social: Prólogo.
Parásito de la consciencia humana que inocula un veneno supresor de la personalidad propia. Entonces la esencia del individuo se vuelve difusa y su comportamiento viene determinado por un patrón constante. Un chip alojado en la masa encefálica que responde de forma distinta dependiendo de la situación. Y todo esto por miedo. Miedo a no ser aceptados tal como somos o a la creencia de no ser aceptados. Entonces llega el momento de inventarse el personaje, de ponerse una careta para jugar al juego de la vida. Algunos llevarán el disfraz completo, mientras que otros se mimetizan con un promedio dando un efecto camaleónico. Y los que van sin careta quedan marginados, por miedo a que esto ocurra, todos a comprar caretas.

El miedo al rechazo social: Las redes sociales.
La degeneración o "desvirtualización" del concepto de red social en Internet sigue el mismo patrón de otros tantos inventos. Estos hábitos en el uso inadecuado se aceleran de forma vertiginosa, dando como fruto un abuso empresarial y publicitario. Escudándonos en la necesidad de encontrar un método de distracción, fomentamos esta mala utilización y cedemos al abuso a regañadientes. Pasamos de una distracción que debería tomar forma de divertimento, a la distracción como desvío de atención de cosas que realmente importan y caen al vacío. El problema del que se aprovechan las denominadas “redes sociales”, está en la necesidad de establecer lazos sociales a cualquier precio, ya que es más importante el cuánto que el cómo. Y descuidamos la caracterización fundamental de la unidad social, el individuo. Por tanto, sería lógico pensar que antes de formar lazos sociales insustanciales, habría que formarse como individuo, individualmente. En definitiva, formar tu personalidad y no ser un ente camaleónico de recipiente vacío. Para no dejarse arrastrar por una corriente en la que tienes una sensación ficticia de formar parte de algo o vagar hipnotizado por las voces de la uniformidad. Hay que conseguir establecer unas prioridades fuertes y unas convicciones firmes. Para poder aportar lo personal y diferente, arrimar el hombro, en vez de ser mecido por el día a día intrascendente.

Extra: De miedo, minimalista.
- Mamá, mamá. Que voy a tirarme de un puente con mis amigos.
- Pero, ¿tú qué pasa, que si tus amigos se tiran...
... me apunto, hijo.

Viendo cómo andaba la situación en el sistema nervioso central, el hígado de aquel individuo abandonó permanentemente su puesto de trabajo.

¿Dónde va Vicente?
Donde va la gente.
Gracias por servirme de ejemplo, Vicente.




PD: Sin que sirva de precedente, he de decir que estoy contento con la entrada. Puede ser la primera vez que consiga unir la temática de tres textos que no van juntos y que tenga sentido la concatenación de cada parte. Que estoy satisfecho, vaya. Y qué a gusto me he quedado.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Arquetipos de acero.

Ni sombra del fantasma.
Una vez fue feliz, pero ya no podía serlo. Una vez fue el más fuerte, sin temores ni reparos. Una vez fue valiente y sólo daba pasos hacia delante. Una vez fue, pero ya no podía serlo. Se convirtió en su propia sombra y una vez estuvo así, pudo al fin, volver a ser feliz. Algunas veces más grande, otras más pequeño, aunque la mayor parte del tiempo permanecía inexistente o confuso. Con el paso del tiempo pudo discernir que en la oscuridad no encontraría su antigua felicidad. De sombra pasó a ser fantasma, nada notaba su presencia si no lo deseaba y aún haciéndolo no conseguía materializarse. Vagaba sin rumbo ni destino, dando tumbos imprecisos. Pudo ser feliz hasta que sus viejos recuerdos destrozaban esa pasajera felicidad de efecto inocuo. El tiempo seguía jugando en su contra, en una batalla que no podía ganar. Así ocurrió y una vez llegado el momento, ni siquiera era la sombra del fantasma que una vez fue.

O anel.
Instintivamente tocaba su dedo anular con el pulgar, frotando la base de éste con la palma, haciendo semicírculos. No era algo a lo que estuviese acostumbrado y en un principio ni se percató de ello. Pero cuando se dio cuenta, intentó buscar la razón. Al parecer no había explicación posible, pero sentía que algo faltaba. Intuía que parte de la información que pudo conocer en algún momento fue robada, sin saber cómo. De esa forma encontró la explicación, un anillo. Ese gesto le recordó que anteriormente llevaba anillo, sin que fuera un recuerdo preciso, su mente de alguna manera lo sabía. Se puso a buscar el anillo como loco, sin éxito. Pero la pregunta crucial le surgió poco después. ¿Por qué un anillo?, o mejor dicho ¿por quién?

This crime is a shame.
El escenario era desalentador, sin referirse al lugar del crimen sino a la situación presente. Un pequeño estudio con un típico escritorio, sobre éste el cuerpo sin vida de la víctima. La causa de la muerte era evidente debido a los orificios de entrada y salida en cada una de las respectivas sienes. Un charco de sangre sobre la mesa y una carta empapada de ésta. El detective la abrió y la leyó en su momento. La víctima escribió su propia sentencia de muerte y la firmó. Decidió deliberadamente que alguien le asesinara. Era extraño, podía haberse suicidado. Miles de ideas y teorías surcaban la mente del detective. Dejando a un lado sus pensamientos, habló con el inspector. La situación se complicaba. Tenían un sospechoso, un amigo de la víctima. Se confesó autor del asesinato, pero no iba a ser tan fácil. Encontraron el arma del delito, una pistola. Las huellas del arma coincidían con las del sospechoso, parecía caso resuelto. Pero había algunos cabos sueltos. Había huellas sin identificar en el arma y además el ADN encontrado en ésta no coincidía con la víctima ni con el sospechoso. Iba a ser una noche en blanco para nuestro detective.





PD: Dentro de poco sólo habrá título. Que disfruten.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Desastre natural.

La seguridad desvanecida.
Se alojaba en la fortaleza de sus convicciones. En cada pilar se asentaba cada una de ellas, firmes e inamovibles. Sostenían gruesos muros de ideales, que reforzaban la estructura. Como base una rigurosa forma de actuar, intentando que no escapara a su control ningún detalle relevante. En la fortaleza reinaba la soledad del orden. Sólo se dejaba escuchar el silencio. La entrada se confundía con la salida. La seguridad era armonía por todas partes. Un día decidió salir y al poner un solo pie fuera, la fortaleza se derrumbó. Losa a losa, caía cada uno de sus pensamientos. La seguridad se fragmentó en incertidumbres. No había entradas ni salidas. El ruido no le dejaba escuchar el silencio al que estaba acostumbrado. Se instauró el reinado del caos. El control se desvanecía, los ideales se disipaban, las convicciones eran confusas. Se sentía completamente vulnerable pero cambiaba de parecer con rapidez. Ya no sabía en qué creer, no sabía siquiera si tenía que creer en algo. Las dudas le paralizaban, no tenía miedo, pero sí desesperación por haber recalado en aquella dimensión. De repente, metió la mano en el bolsillo del pantalón. Sacó “su” símbolo y todo volvió a ser como antes. Seguridad, equilibrio, estabilidad, términos familiares y permanentes para él desde entonces. Sin más fortalezas, sin más escondites, sólo con “su” símbolo.

El autobús que no llega.
En la parada del autobús esperaba un anciano. Descansando los huesos en el bastón y guardando su pelo canoso bajo un sombrero. Miraba insistente el reloj, con impaciencia. A veces, se sentaba en los bancos de la improvisada marquesina. Otras, daba vueltas alrededor de la parada. Uno tras otro pasaban los autobuses, pero no llegaba. Le asaltó el crepúsculo en el que la gente iba y venía, algunas se quedaban a esperar su transporte y otras se marchaban al llegar a su destino. Después llegó la noche con sus madrugadas de completa soledad y en ésta llegó por fin la razón de su espera. El autobús abrió sus puertas. No había conductor. No se cobraba billete. Durante el viaje pudo disfrutar de las risas de toda una vida. Llorar con los errores y los fracasos del pasado. Extrañar los momentos de felicidad. Ver a las personas que más había querido. Resignarse y pedir perdón. Mejor tarde que nunca. No habría viaje de vuelta.

Historias andantes.
Andando por las calles te encuentras con multitud de rostros que ocultan una historia. En un principio te puedes perder en un mar de miradas. La mayoría perdidas en sus pensamientos, pero hay múltiples efectos en el cruce. Desde indiferencia brutal, una posible curiosidad, muecas de desprecio, algo de ingenuidad, una tremenda picaresca, majestuosidad, insulsa superioridad, bondad o malicia y otras tantas infinidades. Estudias las maneras de andar en la consecución de cada paso. Los posibles ademanes, esos movimientos imprevistos y espontáneos. Las sonrisas, los sentimientos encerrados al final de los ojos, el pelo, que si largo que si corto, la complexión, las posibles curvas, el sonido de una voz, un nombre que vuela por el aire, la ropa, los complementos, las extravagancias, el mal gusto, los puntos de vista, la vista de miles de puntos, puntos que se transforman en caras que van pasando sin cesar a tu alrededor, mientras paseas por la calle, sin hacer la más mínima reflexión.

Esquejes y perales.
Recogiendo “esques” del suelo para hacer una fogata y “peros” del árbol para que no quede hambre. Que lo único que hacemos es quejarnos y no mirar a la parte de nuestra culpa. Que nuestra culpa la justificamos con un “es que” o un “pero”, en vez de dar la cara y ser consecuente. No podemos dejarnos influir por la manera de actuar de la gente. Para poder quejarse hay actuar en consecuencia, que no sea por nosotros, que en ese sentido si podamos justificarnos. No caer en los mismos errores, que no puedan achacarnos la misma pauta. No dejar “esques” ni “peros”, que no nos asuste la responsabilidad, que no nos dé miedo equivocarnos, que aprendamos de esos errores, que intentemos no volver a caer en los mismos, que evolucionemos mentalmente, que no nos quedemos atrapados en el jardín de infancia, pero que no asimilemos lo más aburrido de hacerse mayor. Que tengamos una chispa infantil que se contraponga a esa necesidad de ser responsable.




PD: No he dicho nada, pero...
... jajaja.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Partituras laterales.

Sonido de fondo.
Hay un cúmulo de voces sonando de fondo, a un volumen considerable. Un murmullo en segundo plano, intentando saltar al primero. Un ruido permanente en su cabeza que no le permitía oír sus pensamientos. Éstos se ahogaban en la inmensidad del universo perdiéndose para siempre. En cambio, el rumor continuaba, trayendo palabras intranscendentes que pasaban sin despedirse y alguna que otra propinando un leve empujón. En aquella confusión, acertó a cerrar la puerta. El disturbio cesó. Ya no volverían a interrumpirle esas voces de su cabeza. Hasta el silencio salió por la puerta.

Bitter Numbers.
Calidad y cantidad han quedado subordinadas a una cuestión numérica. Desvirtuando su significado con la aparición de una simbología que dista de darnos la misma información que las palabras. Aún estando las propias palabras alejadas de la perfección para definir, preferimos ser esclavos de los números. Los números pasan a determinar quiénes somos, una extensa serie de datos pretende representar nuestro ser. Y caemos en dicho absurdo, alienados socialmente, tendiendo a esa odiosa uniformidad. Nos sentimos amenazados cuando no nos encontramos dentro de la escala de valores deseada, sufriendo una profunda insatisfacción personal. Pero es difícil que podamos darnos cuenta de que estamos ante otra manifestación fraudulenta que quiere conseguir una preocupación general por cuestiones de menos importancia y apartarnos de lo que verdaderamente la tiene.

Lápiz y papel.
Comenzaba a sonar la serenata, el lápiz y el papel inauguraban el baile. Deslizándose uno sobre otro daban forma a la composición más bella del momento. Las continuas trazas en el papel sugerían la pérdida de su inmaculado vestido que se iba rasgando con sutil delicadeza. La melodía se intuía eterna y sin descanso, papel y lápiz seguirían danzando. Pero el desenlace no quería hacerse esperar, al dejar desnuda el lápiz al papel, se produjo el silencio, la fiesta se desvaneció, dando paso al siguiente evento. Aún así no estaba destinado que llegaran a su encuentro, lápiz y papel fueron separados antes de aquel momento.




PD: Y ahora a convencerme de que están bien. Bah, para qué perder tiempo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Trufas de cicuta.

Palabras punzantes.
Era una concatenación de palabras que debidamente alineadas conseguían que el mundo se le viniera abajo. Una vez pronunciadas esas palabras una pequeña aguja se clavaba en su corazón, en un principio sin mayor transcendencia. Sin dolor y sin consciencia de éste. Poco a poco las agujas se acumulaban con la enunciación de las mismas. La punzada se dejaba ya sentir. Y lo que empezó como un dolor agudo, pero leve, acabo por convertirse en algo insoportable. Cada vez que oía esas palabras era consciente que un pedacito de su vida se iba con ellas. Y no iba a poder recuperarlos. Pedazos que al desprenderse vagaban por el aire y se desintegraban al momento, desapareciendo para siempre. Aunque en cada instante estaba atento, nunca conseguía no ser pillado por sorpresa. Esas palabras eran su perdición, una maldición que le perseguía sin descanso. Aún con una herida fatal, continuaba resistiendo. No iba a dar la batalla por perdida.

Francine.
Si al decirme con quién andas, te digo quien eres, puedes hacer oídos sordos al creer que a buen árbol te arrimas pero avisándote no soy traidor y otorgarás callando. Más vale prevenir que curar y tarde que nunca, ya que no es bueno dejar para mañana lo que puedes hacer hoy y no te acostarás sin saber una cosa más. No hay mal que por bien no venga pero el mal de muchos es consuelo de tontos, porque no es oro todo lo que reluce. Aunque por mucho madrugar no amanezca más temprano y el que riese último ría mejor, por la boca muere el pez y vendo consejos que para mí no tengo. Aún valiendo más lo malo conocido que lo bueno por conocer, es mejor estar solo que mal acompañado, porque cuánto más tienes, más necesitas. Y como a buen entendedor pocas palabras bastan, bien está lo que bien acaba.

¿Truth?
- ¿Buenos días o un simple, hola?
- Hola.
- ¿Mañanas, tardes o noches?
- Mañanas.
- ¿Orden o caos?
- Caos.
- ¿Ética o moral?
- Ninguna.
- ¿Actuación o reflexión?
- Actuación.
- ¿Un color?
- Rojo.
- ¿Un animal?
- El caracol.
- ¿Sentimientos o razón?
- Razón.
- ¿Universo o átomo?
- Átomo.
- ¿Antiguo o nuevo?
- Nuevo.
- ¿Belleza o inteligencia?
- Belleza.
- ¿Tiempo o distancia?
- Distancia.
- ¿Unión o dispersión?
- Dispersión.
- ¿Dependencia o autonomía?
- Sin depender de la autonomía.
- ¿Verdad o mentira?
- Medias verdades, mitad de mentiras.
- ¿Hola o adiós?
- Siempre adiós.
- ¿Vida o muerte?
- …




PD: Y una menos.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Pluviosidad craneal.

Inmunidad.
Estando a su lado se volvía invencible.
Las balas rebotaban al impactar en su cuerpo.
Era el antídoto de cualquier mal posible
y el camino más corto entre los puntos del trayecto.

Era la solución de sus preguntas sin respuesta,
el oasis que se esconde en el desierto.
Era la llave que abría su cadena perpetua,
y el manantial que abastece al sediento.

Y se volvía fuego artificial en la fiesta.
Y se volvía segundo que detiene el tiempo.
Y se volvía victoria en la contienda.

O susurro que calma el viento.
O tesoro entre monedas.
O la mejor virtud en medio de tanto defecto.

Waiting for sunset.
Encarcelamiento indefinido a la espera de la pena muerte. Encerrado entre seis paredes, escapatoria improbable y además nada ventajosa. Las facultades tanto físicas como mentales permanecen inalterables. El tiempo pasa. Los pensamientos rebotan en las paredes de la prisión que toma forma en su cabeza. Aún mantiene la consciencia de la realidad que afronta. El tiempo se transforma en adversario de un combate. Sus golpes te alejan de la verdadera percepción. Reconoces cada centímetro de la habitación y puede sentir su malestar. Empieza la pelea real con sí mismo. Entonces es cuando entiende que no se soporta. Se cuestiona su existencia y su razón de ser. Pero el miedo es quien ciertamente le encadena. Su vida aún es la cuestión fundamental. Mientras tanto no deja de hablar con personajes imaginarios. Seres que le confunden y le dan respuestas imprecisas. La felicidad ya no era posible. A medida que transcurría el tiempo sentía como llegaba el final, era una situación frenética en la que el final de túnel seguía estando oscuro. El alivio no llegaba, no se presentaba la razón que levantara su carga. Sumido en la desesperación que desgarraba su alma incierta. Compulsivamente miraba hacia todos lados y éstos le devolvían una mirada fulminante. Necesitaba encontrar la solución antes del desenlace. Para poder estar tranquilo el día de su ejecución.

La Bestia sin Bella, dos veces Bestia.
La bestia estaba en el castillo mientras la rosa se consumía. Al caer el último pétalo la maldición permanecería. Todos tenían miedo, todos se asustaban, cuando la bestia se acercaba. No era lo que él pretendía, sólo quería poner fin a su agonía. Aún así era imposible, nadie era capaz de ver a través de su aspecto. Nadie podría conocer sus verdaderos sentimientos. Sentimientos atrapados en una cárcel maldita, de apariencia infernal, congelada en el tiempo. Sentimientos puros de inmensa bondad y deseos de amar. Eso existía pero jamás saldría. La rosa un día finalmente se consumiría, la princesa perdida y la locura de la bestia hace que realmente en una se convierta.






PD: Hala, que ya era hora.

martes, 2 de noviembre de 2010

O camiño dos debuxos.

Sueños colegiales: Primera Parte
Viajaban en autobús él y su grupo de amigos, camino del colegio. El autobús paró y sus portezuelas se abrieron. No habían llegado al destino, aún así todo el mundo se bajó del vehículo. Al bajar las escaleras se encontró a uno de sus amigos peleándose con otro compañero. Se puso en medio y de un empujón separó al adversario de su amigo. Se giró hacia su colega y lo abrazó para calmarle. Sentía los brazos pesados y sin fuerza y notaba como su amigo se deshacía de él sin problemas y la mitad del grupo salía corriendo. El resto de amigos, entre los que estaba él, empezó a correr sin pensarlo dos veces. Llegaron a un parking lleno de coches que continuaba al descubierto por debajo de un bloque de pisos. Antes de adentrarse en el bloque, se paró. Ganó algo de ventaja a los que tenía detrás, pero los que iban delante seguían desbocados. No veía a los rezagados y continuo el camino. Al seguir corriendo, volvió a tomar contacto visual con los de delante. El parking se transformó en un pasillo y éste se abrió en un descansillo que terminaba en un ascensor. Sus amigos entraron en el ascensor, todos menos uno, que cuando llegó, vio como se cerraban las puertas de éste en sus narices. Entonces, entró en una puerta, inmediatamente a la derecha del ascensor. Hizo lo mismo y al cruzar la puerta se encontró en medio de una tienda de chucherías abandonada. Tuvo una pequeña conversación con su amigo, pero no estuvo demasiado atento. Estaba nervioso, las clases ya habían empezado, llegaba tarde. Cogió un par de chupa-chups de fresa, le encantaban. Escuchó el sonido de las puertas del ascensor abriéndose y sin dudarlo entró en él. El ascensor bajó, dejándole de nuevo en la calle. Corrió hasta el colegio y entró. Zigzagueaba por los pasillos, esperando no encontrarse con ningún profesor. Llegó a clase, el profesor estaba de espaldas, así que abrió la puerta suavemente sin hacer ruido y con un rápido movimiento alcanzó su pupitre y se sentó en él. “Misión cumplida”, pensaba.

Sueños colegiales: Segunda parte
En un momento completamente distinto, iba andando camino al colegio. No recordaba nada de lo que había pasado durante el tiempo intermedio. Llevaba un traje negro, sentía que iba bien arreglado y esto le proporcionaba gran confianza en sí mismo. El timbre de entrada sonó y comenzó a subir las escaleras en dirección a la primera planta. Antes de cruzar la puerta que daba al pasillo de esa planta, se encontró a dos profesores. Uno vestía igual que siempre, nunca se desharía de aquel jersey viejo. El otro estaba raro, trajeado también y con el pelo engominado. El primero hizo referencia a su vestimenta con un comentario amistoso, tenía bastante aprecio a ese profesor, se llevaron bien desde el principio. El comentario provocó su sonrisa y alzó el pulgar en señal de aprobación. El otro respondió a su gesto con incertidumbre por el mismo. Llegó a clase, le resultaba familiar, pero sin saber de qué. Esa sería su futura clase en la universidad, pero esto él aún no lo sabía. Se sentó en pupitre y comprobó que la mesa estaba coja, lo detestaba. Probó la estabilidad de las mesas de alrededor y cogió una en buen estado, cambiándola por la suya. Empezó la clase, el profesor que le hizo el comentario gracioso, entró por la puerta. Parecía ser clase de historia, pero era extraño, ese profesor nunca le había impartido esa asignatura. Tampoco se centró demasiado en esa idea. Empezó a hablar de cómo Shakespeare fue docente y de que no había que fiarse del pasado porque se encontraban cosas del futuro. Puso el ejemplo de que durante los inicios de la Edad Media se encontraron decretos del tiempo de Isabel la Católica. Se quedó ensimismado escuchando las locas historias de su profesor y el tiempo parecía haberse detenido.

Esperando el autobús.
Esperaba en aquel banco que llegara el autobús. Una muchacha se aproximaba lentamente con la cabeza gacha. Se miraron y se saludaron mutuamente por cortesía. No ocurrió nada más. Sus miradas no se conectaron sin poder despegarse. Sus seres no se cortocircuitaron sin poder responder. No sintieron ninguna explosión interior que les hiciese renacer. No olvidaron sus problemas viendo que resultaban insignificantes. No volaron entre las nubes, despegando los pies de la maldita tierra. No provocaron ningún terremoto, ni una erupción volcánica, ni siquiera que empezase a soplar el viento. Ni una chispa, ni reacción química, ni apoteosis. No por falta de ganas. No porque Cupido se quedara sin balas. Allí estaban los dos en aquella parada, esperando que el autobús llegara. Llegó y cortésmente, el muchacho le cedió el paso a la joven. No cruzaron miradas en el trayecto. El autobús seguía su camino recto en un viaje en el que faltarían los besos.

Huecos en blanco.
Entre los huecos que dejaban las palabras veía una rosa, una espada, una multitud de bestias que se confundían. Aparecía un escarabajo, un búho y un murciélago, debajo de un paraguas en un día de lluvia. Entre los huecos en blanco se escondían cofres del tesoro llenos de monedas y las olas que se las intentan llevar. Entre la nada más absoluta irrumpen millones de cosas. En los espacios en blanco entre cada palabra.





PD: Vaya, me he dado cuenta de que se pueden unir los tres textos. El último no cuenta, es una tontería. No parece que haya quedado muy mal. Bueno, a ver que tal.

jueves, 28 de octubre de 2010

Insomnio.

Silencio en la sala.
Estaba impecable con su nueva levita. Su vida había cambiado rápidamente en poco tiempo. Subía las escaleras de la sala principal de un gran teatro. Todos estaban sentados en el interior del auditorio, esperándole impacientes. Entró como uno más por la puerta de entrada del público a la sala de actuaciones. El foco se dirigió a él y le persiguió en su camino hasta el centro del escenario. Se quedó quieto frente al público, mientras éste se ponía de pie y le aplaudía con fuerza. Como acostumbraba diariamente se sentó frente al piano. Empezó a tocar pero algo raro ocurría. El piano no sonaba, a pesar de pulsar las teclas, aunque estaba en perfecto estado. El pianista siguió tocando sin darse cuenta de lo que ocurría, la música estaba en su cabeza. Después de unos minutos de desconcierto entre murmullos, el público decidió que su imaginación no daba para tanto y comenzó a abandonar el recinto. Siempre dicen que los estrenos están llenos de imprevistos.

Metrópolis Cutánea.
Vivía en el quinto piso de un filamento capilar. Cada mañana cruzaba varias epiteliales para entrar en los núcleos y poder llegar a tiempo a trabajar. Salía después de un par de regeneraciones. Si el tiempo estaba seco, bajaba la dermis y se colaba en las glándulas a beber de balde. En vacaciones, siempre compraba un billete para pasar sus vacaciones en unas escamas de reptil. Aún así, adoraba su ciudad. Podía inundarse sin previo aviso, dejando las calles anegadas. También era posible que el suelo se agrietase produciendo una erupción volcánica. El terreno se elevaba o descendía con el paso del tiempo sin seguir un patrón determinado. Se producían demoliciones constantemente y en el lugar menos pensado, así como cambios de temperatura extremos. El suelo desgastado se cambiaba después de cada ciclo y cada cubo de basura sacado. La red de comunicación era rápida, casi instantánea. La infraestructura era sólida y bien formada. Lo único que no entendía era el carácter dictatorial del individuo que todo lo manejaba.

Octubre
Las llaves de Octubre están en el cajón.
Ya es hora de cerrar sus viejas puertas,
antes de perder el amparo del Sol.
Y no poder recoger las hojas secas.

Nos perdemos en una montaña de papel,
dentro del bosque de las ideas de cartón.
No queremos nadar en ríos de café,
donde se enturbia nuestra percepción.

La risa del otoño nos despierta,
desde el comedor hasta el sofá del salón,
fastidiando el momento de la siesta.

Nos engulle por completo el atardecer,
empieza a sonar una leve canción.
¿Cuándo decías que acababa el mes?





PD: Ni idea.

lunes, 25 de octubre de 2010

Un día en secretaría.

Ocho y media de la mañana, legañas que cubren los párpados y se esconden entre las pestañas. Medio somnoliento acierta a coger un número para entrar en secretaría. Tenía que presentar unos documentos por culpa de un error administrativo. Ni él supo descifrar lo que quería decir aquella carta, pero allí estaba. El tiempo pasaba mientras los números del panel electrónico permanecían inmutables. Llegaba gente sin descanso, ordenadamente y sin prisa, pero aún así el espacio se reducía. De repente, el número cambio, pero no al siguiente como parecía lógico, sino a otro totalmente aleatorio. La gente empezó a aplaudir entusiasmada, no sabía si por el cambio de número o a la persona afortunada. Cuando la persona entró en el habitáculo contiguo, recobraron la compostura. Al cabo de un rato el panel volvió a cambiar, aunque esta vez en lugar de aparecer un número lo hizo una letra. La gente se puso a hacer la ola mientras su confusión e incredulidad crecían a pasos agigantados. Después se sucedieron todo tipo de signos, caracteres, emblemas y escudos. La sala de espera se convirtió en un circo improvisado. Se agolpaban en ella, trapecistas, escupe-fuegos, funambulistas, escapistas, domadores, traga-sables, malabaristas, tiradores, payasos que se pegaban con mimos y una señora con barba que iba a hacer tiempo en el baño durante su afeitado. Sumergido en ese ambiente circense, llegó su turno. Empezó a prenderse y explotar todo tipo de material pirotécnico, dejando un impresionante espectáculo de fuegos artificiales a su entrada. Cruzó la puerta, entrando en la nueva habitación. Había cable telefónico enrollado por todas partes. Los papeles volaban de una impresora a otra, creando cortinas intermitentes alrededor de las mesas. Se acercó a un pequeño mostrador tras el que se escondía una pequeña secretaria. Estaba dormida, así que golpeó el cristal delicadamente para despertarla. La secretaria se levantó como un resorte.
- ¡Lene, qué susto!- gritó frenética.
- Tampoco soy tan feo.- respondió irónico.
- Muy gracioso, no le esperábamos tan pronto.- dijo seriamente.
- ¿Cómo?
- Ya sabíamos que tenía que venir, pero esa es una larga historia.
- Bueno, aquí tiene mi número.- contestó.
- ¿Número? ¿Usted no sabe que no puede coger número sin una solicitud formal de entrada? ¿Dónde está su solicitud?- dijo malhumorada.
- ¿Solicitud de qué?- replicó sorprendido.
- ¿Pero en qué mundo vive usted?- gritó a voces.
- Me parece que en uno totalmente distinto al suyo.- seguía con su ironía.
- No hace falta que lo jure. Ya que está aquí, le atenderemos. Pero que no se repita.
- Bueno, necesito resolver un error administrativo.- explicó resignado.
- ¿Porta los documentos necesarios?- le preguntó.
- Afirmativo.- entendió que podía ser útil tratarlos como a androides.
- Bien, vaya a la mesa trece, por favor, le esperan allí. Hasta pronto.
- Hasta nunca.- contestó entre dientes.
Se desplazó a la entrada donde se encontraban las mesas. Localizó la mesa trece y se dirigió a ésta. Se sentó en la silla, la persona que tenía en frente lo miró con mala cara.
- ¿Qué hace? Estoy esperando a alguien.- escupió furioso.
- Claro, a mí. Usted tiene que ayudarme con mi problema administrativo.
- ¿Problema administrativo?
- Claro, usted es miembro del personal de secretaría, ¿no?
- ¿Personal de secretaría?
- Sí, joder. Y deje de repetir todo lo que digo.- gritó enojado.
- Usted está en un error, vaya a la mesa que está justo a su espalda. Allí podrán ayudarle con su problema.
Se levantó y dando media vuelta llegó a la nueva mesa. Sentado frente al ordenador había un hombre hiperactivo, con multitud de tics nerviosos y el más insoportable era que no podía dejar de castañear los dientes.
- Hola, amigo. Rellene este formulario.- dijo deprisa.
- Vale.
- ¿Aún no ha terminado?- replicó al instante.
- Ni he empezado.
- No importa, tampoco era tan importante.- arrancó el papel de sus manos y lo tiró a una incineradora.- Tome esta encuesta, no deje ninguna pregunta en blanco.
- Son cincuenta páginas, ¿es realmente necesario?
- No, pero puedo darle dos impresos de inscripción a la revista “amigos de la ofimática”.- castañeteaba entusiasmado.
- Creo que paso.- se levantó dejando al hombre con la palabra, que seguía hablando mientras él se alejaba.
Miró por todos lados, para encontrar a alguien medio normal. En su dirección había una mesa que ocupaba una mujer muy atractiva. Llevaba el pelo recogido y usaba gafas. Tenía puesta una camiseta muy ajustada y no abusaba de maquillaje.
- Hola.- le saludó con una sonrisa.
- Heia.- no acertaba a articular palabras.
- ¿Cómo te llamas?
- Como tú quieras.- acertó a decir anonadado.
- ¿Qué edad tienes?
- Veinticinco.
- ¿Signo del zodiaco?
- Piscis.- contestó aunque no entendió el porqué de esa pregunta, pero tampoco le importó demasiado.
- ¿Cuántas relaciones sentimentales has tenido?
- ¿Qué?- soltó desprevenido.
- ¿E íntimas este último mes?
- Me está empezando a molestar este interrogatorio.
- Sé que es brusco pero el tiempo tampoco da para mucho.
- Creo que hay algo que no entiendo.
Justo al acabar la frase sonó una campanilla.
- ¿Ves? Lo siento, mucho. Pero no te preocupes. Me has parecido un chico muy simpático, aquí tienes mi número para llamarme en otro momento.
Desconcertado, se levantó y se fue. Aunque esta vez parecía no haber tenido mala suerte. Se acercó a otra mesa. Quien estaba allí le miraba fijamente.
- Buenos días.
- BEEEE.
- Joder, como putas cabras.
Se volvió a levantar una vez más. Y de nuevo a probar suerte.
- ¿Qué hay?
- ¿Viene a por un cambio de sexo?
- Ni de coña.
- Usted se lo pierde.
- Vaya que sí.
La broma estaba empezando a cansarle. Llegó a un mostrador algo familiar.
- Perdón.
- ¿Otra vez usted?
- Mierda, ¿cómo he podido perderme aquí dentro?
- Mesa trece, mentecato. Mesa trece. Le están esperando.
Volvió a mirar como al principio y se dirigió a la mesa trece. En ella estaba sentada una mujer trajeada e impecable. Se saludaron y le preguntó a qué se debía su presencia allí. Él le explicó lo del error administrativo. Un par de minutos y algún que otro impreso rellenado más tarde, acabaron con el problema. Agradeció la atención que le había prestado y se despidió con un apretón de manos. Se levantó contento, después de todo lo que le ocurrió anteriormente. Habiendo finalizado su tarea, se dispuso a salir. Al acercarse a la puerta una voz femenina sonó a su lado asustándole.
- Perdone.
- Otra vez.
- ¿Cómo?
- Ya he terminado lo que vine a hacer, no me moleste de nuevo.
- No sé de qué habla.
- Usted es la secretaría del mostrador que no para de incordiarme.
- ¿Mostrador?
- Vaya…
- Ah, debe de estar hablando de mi hermana gemela.
- Me voy a volver loco. Bueno, ¿qué quiere?
- Necesita una solicitud de salida para poder marcharse.
- No jodas…
- Es necesario.
- ¿Y las solicitudes de asesinato dónde se piden?
- No existe tal cosa.
- ¿Y las de suicidio?
- Mesa trece.
Esas dos palabras eran solamente el principio de su mala suerte.




PD: Por fin acabado. Espero que guste. No he exagerado para nada los detalles.

sábado, 16 de octubre de 2010

El funeral de los Planetas.

Vía Láctea: ¡Ding, dong, ding! El servicio de información de la Vía Láctea les comunica que el funeral de la Tierra dará comienzo dentro de 675 años terrestres y tendrá lugar en el Sistema Solar. Les rogamos tengan precaución y procuren no surcar las inmediaciones del agujero negro, el tráfico espacial es denso y el tiempo para este fin de milenio se presenta bastante adverso debido a las numerosas precipitaciones de meteoritos, por lo que les aconsejamos que tengan sus atmósferas a máxima potencia. Gracias. ¡Ding, dong, ding!
(En el velatorio)
Marte: Si es que no somos nada…
Júpiter: No serás nada tú, yo soy bien grandote y hermoso.
Marte: No empieces con tonterías inmunda bola de gases.
Júpiter: Cállate anda, que yo al menos tengo satélites decentes.
Martes: Que cruz más grande, copón.
Venus: Dejadlo ya hombre, estamos aquí por la muerte de nuestro compañero.
Júpiter: Mira quién habla, si tú solo lo querías para mantener interacciones gravitatorias y electrostáticas.
Venus: Eso es mentira, que yo le quería mucho.
Marte: Sí, claro que lo querías, para las interacciones…
Venus: Iros a por polvo estelar los dos, si es que sois iguales.
Marte: Perdona, pero a mi no me compares con una pelota de gas.
Mercurio y Saturno: ¿No tenéis ningún respeto por nuestro compañero? Con la de buenos momentos que hemos pasado juntos, la de momentos inolvidables que jamás se repetirán.
Júpiter: Mira quiénes están aquí, el de los termómetros y el “fashion”, vacilando con su anillo.
Saturno: No responderé a tus patéticos intentos para hacerme partícipe de tu juego, así que vamos a ponernos serios y a darle nuestra última despedida a nuestro amigo.
Marte: Estoy de acuerdo con el “anillao”, vamos a comportarnos como planetas que somos.
Venus: Mirad, ahí están los dos que faltaban.
Urano: Buenas, siento el retraso, vengo aquí con el “señor de los mares”, ja ja ja.
Neptuno: Siempre con el mismo chistecito, pues yo paso de hacer rimas fáciles.
Saturno: En mala hora se me ocurrió echar a mi la solicitud para la plaza en el Sistema Solar, me han tocado todo los perturbados.
Venus: No te sulfures, ja ja ja. Sus discusiones de pareja siempre son iguales.
Urano: Es que no tienen sentido del humor.
Neptuno: Claro, no será que tú eres demasiado graciosilla.
Luna: Ains…
Marte: Hey Luna, ¿cómo lo llevas?
Luna: Pues muy mal, era mi mejor amigo.
Venus: Anímate hombre.
Luna: Aún recuerdo cuando orbitaba a su alrededor y me daba conversación.
Júpiter: Pero, ¿cómo ha sido?, tú que siempre estás a su lado.
Luna: Pues la verdad no tengo ni idea, el doctor le hizo la autopsia pero no fui capaz de ir a verla.
Júpiter: Pues yo tengo curiosidad.
Urano: Seguro que no se ha cuidado la atmósfera, que se pegaba unos chutes de CO2 que ni yo en mi juventud.
Neptuno: Tú que vas a saber, le habrá dado una subida del nivel del mar. Porque hace tiempo que me comentó que le daban bajadas muy fuertes de los casquetes polares.
Urano: No hables de casquetes no vaya a ser que sea lo único que hagas en un tiempo.
Neptuno: Pero churri…
Júpiter: Estoy cansado de sus peleas, Mercurio, ve a hablar con el doctor ya que lo tienes cerca y tráete el informe de la autopsia.
Mercurio: Siempre el más pequeño a hacer los recados.
Júpiter: Calla y ve ya, hostia.
Saturno: Tampoco te pongas tan agresivo con el chaval. Aunque yo creo que todo va a ser un infarto de núcleo.
Venus: Pero si tenía un núcleo muy calentito.
Marte: Mira como lo sabe y parecía tontita.
Venus: Tú lo que tienes es envidia…
(Mientras, Mercurio…)
Mercurio: Buenas doctor.
Sol: El chico de los termómetros, ¿qué te trae por aquí?
Mercurio: Qué broma más original…
Sol: ¿A que sí?, si es que soy muy chisposo, estoy que ardo.
Mercurio: Antes de que se desencadene por completo el festival del humor del Dr. Sol le tengo que decir que estoy aquí por el informe de la autopsia de la Tierra.
Sol: Un planeta muy desagradecido, nunca aceptó mis rayos UVA. Un bronceado no le hubiese venido mal. Aquí tienes muchacho, tu informe.
Mercurio: Gracias, ya nos veremos. (Que tipo más patético)
(De nuevo en el velatorio)
Venus: … porque eres lo más triste del sistema y nadie quiere estar contigo.
Marte: No te voy a insultar porque me lo tiene prohibido el autor pero en cuanto se acabe esto tendrás que ir buscándote un buen psicólogo.
Mercurio: Aquí traigo el informe.
Júpiter: Ya era hora, estaba cansado de escuchar a estos dos cansinos.
Saturno: Bueno grandullón, que dice el informe.
Júpiter: Pues el informe dice que te equivocas, ja ja ja.
Saturno: Ya veo para que querías el informe…
Júpiter: La parejita ha acertado, pero por lo visto es más complicado.
Marte: Que mas da, el caso es que la diño, no hay más misterio.
Júpiter: Sí, pero tenía curiosidad.
Venus: Estoy rodeada de idiotas.
Marte: Maldito autor y sus favoritismos, será mamón. Uff, que alivio, gracias majete.
Luna: Dejemos la fiesta en paz unos minutos y estemos un momento en silencio para honrar la memoria de nuestro amigo.
Plutón: Perdón por el retraso.
Marte: Tuvo que venir el cafre de turno a romper el momento en el que recordamos a nuestro compañero y le dedicamos un momento de silencio. No ves que nos queremos ir ya todos a nuestras órbitas y dejar esta pantomima cuanto antes, pero tienes que llegar y fastidiarlo todo. Anda y vuélvete para tu órbita y no te muevas nunca más, que eres la vergüenza de la profesión, no vales ni para planeta, cacho piedra. Maldito impostor, viviendo del cuento todos estos siglos y encima tienes la poca decencia de aparecer por aquí. Cada vez que te veo me dan ganas de mudarme de galaxia.
Venus: Sería de agradecer eso último.
Júpiter: Yo paso de seguir aquí, tengo partida de dominó con Ganímedes, Europa y Ío dentro de unos años y no quiero llegar tarde. Ahí os quedáis.
Urano: Nosotros también nos vamos, que con esto de acercarnos al Sol me ha entrado un calentón.
Neptuno: Yuju, hasta otra amigos.
Saturno: Acabo de acordarme que tengo que ir a probarme un anillo nuevo que me he comprado, adiós.
Venus: Yo me quedo con Luna aquí un ratito más.
Luna: Gracias, pero deberíamos irnos antes de que se haga más tarde. Ya volveremos en otro momento.
Venus: De acuerdo.
Mercurio: Me voy a la consulta del Dr. Sol que me ha entrado un dolor de cabeza de repente, horrible.
Marte: Yo me voy, pero no voy a poner ninguna excusa barata. Nos vemos.
Plutón: Bueno…
… y tú, Tierra, ¿qué te cuentas?





PD: Me parece que éste aún no lo había colgado. Pues eso, espero que guste. Ya ni me acuerdo de cómo es.

martes, 5 de octubre de 2010

Cero Kelvin.

Carta de la Serotonina a los Sistemas Nerviosos Centrales.
Queridos hermanos,
Os escribo para proclamar la gran noticia de nuestro dios, Jaco. Éste, en su infinita bondad y amor nos obsequia con el remedio para acabar con el sufrimiento y el dolor que estamos condenados a padecer. Podremos desterrar todo el daño físico y emocional, tele-transportándonos al reino de la inhibición sensorial. Podemos dejarlo todo atrás y llegar a la máxima condición espiritual. Hagamos que nuestra vida transcurra en cámara lenta para poder disfrutar cada instante. Consigamos que nuestros sentidos se confundan, pierdan o mezclen. Exterminemos el estrés que infecta a nuestra sociedad. Salven a sus neuronas del cruel yugo del trabajo diario. Al fin podemos comprobar que ha descendido de los cielos y con tan sólo una dosis tras las comidas pondremos fin a todos nuestros problemas. Alabado sea Jaco, hermanos.

Abracadabra.
La monotonía regía su vida. No tenía descanso, si no era una cosa era otra. El caso era estar todo el día trabajando. El primer día se dedicaba a separar y ordenar, ya que todo se lo traían mezclado y de cualquier manera, pero cumplía el trabajo con destreza y rapidez. Al día siguiente, solía a cortar piezas de una determinada manera. Nunca se equivocaba en su realización. Luego, tenía que realizar costosos trabajos de soldadura, aún así no sufría contratiempos. Más tarde, pintaba cada objeto según le especificaban, soñaba con poder hacer diseños propios aunque sabía que le iba a resultar imposible conseguirlo. Siempre era tranquilo y tenaz en su continua labor, pero de repente sonó una voz solemne. “Un, dos, tres, despierta.” Aquel voluntario del público padecía las ilusiones de aquel hipnotizador de procesos.

El verbo.
Escribir en el ordenador con bolígrafo. Ver imágenes en la radio. Fumar asfalto. Vestirse con la incertidumbre del futuro. Mirar sin ver. Oír sin escuchar. Machacar pensamientos. Golpear a la suerte. Vivir el tiempo. Matar la vida. Leer mentes. Predecir el pasado. Cantar una pintura. Dibujar algo ácido. Comprar limones. Vender el intelecto. Regalar el universo. Mandar un beso. Comer miradas. Beber conversaciones. Limpiar lo inmaculado. Arañar el miedo. Empujar la angustia. Abrazar la amistad. Apuñalar la confianza indiscriminada. Lamer maldiciones. Lanzar la correspondencia. Suprimir las alarmas. Jugar a la guerra. Vulnerar los ideales. Acabar con el final. Irse sin marcharse. Quedarse sin querer. Escribir con sangre. Levitar con alas. Volar sin ellas. Calmar en el agua. Andar en arenas movedizas. Sumar tonterías. Cambiar corazones. Mentir por la noche. Fugarse por la mañana. Vivir en la cama. Soñar con lo perdido. Amar lo no encontrado.

PD: No quiero ni leerlo.


domingo, 3 de octubre de 2010

Asterisco.

Sueño I
En un flash me encuentro en un coche que recorre lo que parece el muelle de un puerto desconocido. Un barco permanece inmóvil y pegado al filo de aquel precipicio improvisado. El coche se acerca a gran velocidad frente al barco y al llegar a éste se interna en la cubierta con un derrape temerario. Dando media vuelta, el coche sigue su camino por el muelle. Pero al cabo de pocos segundos, una certera maniobra hace que el vehículo vuelva por el camino antes recorrido. De nuevo en dirección al barco, esta vez por la popa. Cuando alcanzó el mismo lugar del derrape, repitió la hazaña. Esta vez algo fue mal, el coche se deslizó sin parar por la cubierta y pronto se quedó desprovisto de ella, cayendo así al mar. El tiempo se espesaba durante la caída y el silencio se apoderó de cada instante. El descenso dio a su fin y chocamos contra el mar. El impacto fue duro y la ansiedad por salir del interior del vehículo se apoderaba de cada uno de nosotros. En el momento que conseguí abrir la puerta, desperté del sueño, desconcertado salvé mi vida una vez más.

Sueño II
Las escenas se suceden pero me es imposible recordarlas. No sé si trabajo en un grupo de sicarios, o somos sólo una pandilla de matones de poca monta. Desconozco la misión y el procedimiento. Recuerdo estar en medio de una conversación, en una habitación bastante amplia con mis compañeros, y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy en un sueño. Sabía que estaba atrapado por las cadenas de mi subconsciente, hasta tal punto, que no sabía si esa sensación de engaño e irrealidad era una trampa o una certeza. Todo parecía real, pero de alguna manera pude romper la barrera del sueño. De todas formas sólo me quedaba la resignación, ya que no sabía cómo salir de allí de manera instantánea. Atrapado, mi única opción era esperar, por lo que el plan proseguía, me esforcé inimaginablemente para retener cada detalle en mi memoria. Aunque al final, lo único que permaneció grabado fue la consciencia de estar dentro de un sueño. Maldita sea mi suerte.

El libro de los Autótrofos.
Llegamos al día del advenimiento del ser extraño. Todas éramos iguales y nos comportábamos de la misma manera, así que este día trastornó nuestra percepción y concepción de lo que nos rodeaba. Éramos una comunidad pacífica y auto-productiva. Aunque cada ente era independiente de los demás, se estaban avanzando negociaciones para formar nuevas estructuras más complejas, con las que facilitar el trabajo. Respetábamos el código que regulaba nuestra comunidad, de esa manera evitábamos los problemas entre nosotras. Pero toda esa paz se rompió ese fatídico día. Su procedencia era desconocida, nunca se había odio hablar de ellas, ni rumores, ni siquiera mitos o leyendas, pero llegaron ese maldito día. Los llamados Heterótrofos hicieron acto de presencia. Se hacía llamar tribu de los Fagocitos, irrumpieron en la comunidad y arrasaron con todo. Su misión era la destrucción completa de nuestra humilde comunidad, para poder continuar su senda devastadora. Acabaron con la mayoría de nuestras semejantes, en una carnicería macabra y siniestra. Algunas pudimos escapar, dejando el testimonio de nuestra vivencia. Desde aquel momento la huida era continua. Escapar era nuestro modo de supervivencia. Aún esperamos la salvación del Creador. Alabado sea, hermanas.

PD: Que empiece el show. Perdón por el retraso.

sábado, 14 de agosto de 2010

Tragaluz.

Con la invasión del amanecer, interrumpía el Sol aquel prolongado letargo del sencillo escritor. En ese momento las persianas alzaban su mirada, descubriendo la ventana que llenaba su cama con la luz de la mañana. Pegado entre sus sábanas y mantas, le ofrecían la luz inmaculada que regalaba el alba. Rechazando aquel preciado regalo, con un brusco ademán de su mano, deslizó las cortinas para volver a encontrarse en su oscuridad legítima. No conocía mejor medicina para las almas de profundas heridas, ya que así ocultaría los estigmas de su condición maligna, donde su procedencia quedaba sumergida en el enigma. Maldiciendo su indigna suerte, que lo empujaba a su ruina, dejando muerte en sus rimas y una incontrolable locura. ¿Qué podrían hacer con aquella mente? ¿Cómo apartarlo de su tortura? No encontraba manera alguna de poner fin a esa delirante retahíla de memeces sin que pareciese estar perdiendo la compostura o dejarse llevar por la ira. Era en el crepúsculo de las amarguras cuando sus lágrimas se derramaban al romper sus crisálidas que desataban las ánimas que lo teñían con negrura. Se perdió la espesura de las láminas de su autoestima que protegían la maquinaria arrogante que le mantenía con vida. Buscaba con tesón la fábrica de rupturas donde sus paradigmas encontrasen de una vez por todas, armonía para su memoria.

viernes, 13 de agosto de 2010

Ansiedad.

Se libra una lucha interna, bajo la ausencia de barreras preestablecidas. El final proclama una condena de grilletes y cadenas para la carne y el espíritu, destruyendo la voluntad de éstos, transformándose en marionetas. En las paredes de su mente aparecen pegadas notas contradictorias, a veces ininteligibles y otra ocurrentes que le distraían de cuanto pudiera pasar a su alrededor. El intelecto poco a poco se convertía en el súbdito de aquellos dichosos propósitos. Sólo podía ver el cruel reflejo de su macabra imaginación, sus sentidos se confundían y en ocasiones se mezclaban sin seguir un guión. El físico era etéreo y ausente de sensación. La psique confusa y sin conexión. Se arrastraba como esclavo de la necesidad, retorciéndose entre ruegos y juramentos que distaban de su propio convencimiento. Miraba y sólo encontraba espejismos donde podía escuchar los colores del mismo, en una sinfonía perfecta que degustaba plácidamente. Instalado en su inconsciencia el veneno se extiende haciendo que lento pero inexorable su fin se acerque.


jueves, 29 de julio de 2010

Culpables.

Capítulo 3: Máxima Seguridad.

Willy: Ya estoy aquí de nuevo, muy a mi pesar.
Sam: Buenas, amigo. ¿Qué tal por aislamiento?
Willy: Igual de oscuro que siempre, en ése lugar no pasa el tiempo. No me extraña que la gente salga tarada de ese sitio.
Julius: ¿Qué tal estás, Willy? ¿Qué os pasó?
Willy: Yo estoy bien, estos payasos necesitarían una eternidad para poder dejarme lelo. En lo referente a la fuga, pues la verdad, es que no hay quien siga el ritmo de ese tío. Le perdí de vista y me pillaron.
Sam: Pues no fuiste el único.
Steven: No vuelvo a fugarme contigo, te lo juro.
Willy: Joder, pero si estás aquí, Steve.
Steven: Pero, ¿cómo no voy a estar aquí, cacho animal? Si te me caíste encima y me noqueaste.
Willy: Mierda, así que eras tú. Creía que había sido un guarda.
Steven: Tres semanas en enfermería, cabrón. Me partiste mil huesos.
Willy: Vamos, hombre. Si estás perfectamente. ¿Para cuándo otra fuga?
Steven: Contigo nunca más. Pero la próxima tendrá que esperar, porque me volví a fugar estando en enfermería y me van a trasladar a máxima seguridad.
Willy: ¿Máxima seguridad? Joder, Stevie. No quiero otro compañero.
Steven: Van a ampliar momentáneamente la celda de Jules y Sam, te cambiarán allí.
Julius: Digamos que uno de los guardas era amigo mío y me debía un favorcillo.
Willy: Gracias, Jules. Pero no me moveré de aquí. Te voy a esperar, Steven.
Steven: Willy, voy a máxima seguridad. Me vigilan mientras voy a mear. Nadie se ha escapado de ahí, nunca.
Willy: Siempre hay una primera vez para todo.
Steven: Esta vez no soy tan optimista.
Robert: Fuera el preso número cero.
Steven: Dudo que nos volvamos a ver las caras, así que no seas tonto Willy. Hasta siempre, camaradas.
Willy: Volverás, Steven. Tienes que volver.
Sam: Pobre muchacho. Esperemos que le queden más ases bajo la manga.
Julius: Seguro que sí.
...
Lawrence: ¿Tienes lo que te pedí, jasp?
Robert: Sí, pero te lo aviso Larry. Espero que te queden claras las condiciones.
Lawrence: Sin problemas, haz que pueda entrar en máxima seguridad con el arma para poder vengarme del guaperas y después no habrá ningún otro inconveniente, jasp.
Robert: Si te vas de la lengua, la perderás. ¿Entiendes?
Lawrence: Afirmativo, pero te recuerdo que además de culminar mi venganza, os ayudo a poner fin a los problemas que os causa esa escoria, jasp.
Robert: No te confundas, aquí los favores nunca los hacen los presos. Ahora me tengo que ir, pero pronto volveremos a estar en contacto.
Lawrence: Hasta luego, don uniforme, jasp.
Ray: Así que vas a liquidar al escapista.
Lawrence: Métete en tus asuntos, jasp.
Ray: Sabes que me debes una.
Lawrence: No tientes a la suerte, muchacho, jasp.
Ray: Sólo déjame ese juguete para poder acabar yo, con mi venganza.
Lawrence: ¿El gigante, jasp?
Ray: Exacto.
Lawrence: Ése tiene más vidas que un gato, ¿no sabes cómo llegó aquí, jasp?
Ray: Nunca habla de eso.
Lawrence: Pues será mejor que te hagas amigo suyo. Es la única manera de logres tu objetivo, jasp.
Ray: Perfecto, pero aún me sigues debiendo una, pirado.
Lawrence: Cuando llegue el momento, te ayudaré, jasp.

PD: Puede que la inacabada historia de Sam, no sea la única interesante.
Willy también tiene sus secretos y la trama se complica, parece que algunas acciones a priori poco importantes hacen tomar decisiones desmesuradas. ¿Qué será de Steven y Willy?

miércoles, 28 de julio de 2010

Negro azabache.

Vítores por la última.
Vagabundeaba por las calles en busca de limosna. Se esforzaba por recordar las caras solidarias de aquellos que le ayudaban, ya que en caso de no obtener lo suficiente se veía obligado a atracar para conseguir el restante. Acto seguido entraba al bar, un antro con olor a madera bañada en alcohol y de profunda penumbra que solamente dejaba pasar tenues hilos de luz. El dueño nada más verlo le ponía lo de siempre, bebían entre conversaciones del glorioso tiempo pasado y éste siempre acababa reviviendo su dolorosa derrota que le encadenó a esa nefasta monotonía. Iba perdiendo palabras paulatinamente mientras transcurría la charla. Le llegó el momento de vomitar sus maldiciones, reproches y preguntas de letal respuesta. El camarero veía el espectáculo sin inmutarse, siempre y cuando no se descargase esa ira contra el mugriento mobiliario del bar. Al rato se calmaba y pasaba el último trámite. En ese momento el dueño ofrecía la última y éste siempre la rechazaba, marchándose en su aura de embriaguez. Pero ese día acepto, ya era suficiente, whisky corto, revólver y una bala. Por algo la llamaban la última, decían. Cerró los ojos y no los volvió a abrir, le dolían los oídos debido al fuerte sonido del disparo. Nunca supo decir una y no más.

Buenos días.
¿Qué le pasó a los buenos días?
¿Qué fue de su matutina melodía?
¿Qué ocurrió para que así les maldigan?
¿Quién les rescatará antes de la despedida?

Ha llegado a ser un problema,
que infecta a toda la gente.
Estableciendo un sistema,
en el que todos nos somos indiferentes.

Parasita en nosotros esa conducta infame,
de silencios irrespetuosos.
Y nos lleva a la perdición, por morosos,
de un insignificante detalle.

Construimos el mundo de los desconocidos,
en el que sólo tiene valor la victoria.
Donde echamos por tierra al vencido.
Por no dar los putos buenos días.

El desenlace.
Fuera seguían matando a los sentimientos. Sin clemencia ni piedad, todos ardían o eran asesinados. De esta forma él se encerraba cada vez más y más en su gran fortaleza de cristal. En el suelo sólo quedaban recipientes vacíos, inertes y sin sentido. Ya no caían las lágrimas, no se dejaban escuchar las risas, no podían ahogarse los gritos y se olvidaba la melancolía. Él, permanecía tranquilo en su castillo de frío cristal y paredes transparentes. Al tiempo se dio cuenta de que irían a por él. Debía correr a toda prisa y abandonar su refugio, ya no estaba a salvo. No sabía qué hacer sin el cobijo de aquel bastión. Lo primero supuso, sería comprar un nombre, luego encontrar una sonata y para finalizar esperar sentado en una silla al desenlace, tendría que haber bajado el telón antes.





PD: Pues eso...

miércoles, 21 de julio de 2010

Noches de Blasfemia.

(Mark Benford llega al Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de New Jersey, allí espera en la consulta para que le ayuden con sus problemas con la bebida que se han visto acrecentados en los últimos meses.)
Mark Benford: Doctor, he estado esperando media hora para que se dignase a pasar consulta.
House: Considérese afortunado la media de espera en esta consulta es de una hora por paciente, dos si son afroamericanos que se llaman Eric Foreman.
Mark Benford: Necesito que me ayude con el alcoholismo.
House: Por supuesto, vayamos a tomar algo. No puedo ayudarlo con eso sobrio.
Mark Benford: Joder, ¿no me podía haber tocado el hospital de Anatomía de Grey?
House: Allí no pueden ayudarlo, digamos que están más interesados en las relaciones interprofesionales, en lo que se refiere a la medicina, claro. Además ese hospital es ficticio.
Mark Benford: Igual que éste.
House: Touché, pero mi jefa está más buena.
Mark Benford: Si no tiene ninguna otra cosa irrelevante que decir, le agradecería que acabase con la consulta.
House: Segunda planta, psiquiatría. Y no se enfade, sé que es jodido trabajar para un negro.
(Mark Benford sale de la consulta y se dirige hacia la consulta del psiquiatra. Al llegar a la sala de espera se sienta entre otros dos personajes.)
Mark Benford: Hola.
Sheldon Cooper: Déjeme informarle que sus intentos de establecer una conversación son completamente inútiles.
Mark Benford: (Con gesto muy serio, incluso llegando a ser agresivo.) Le voy a pedir por favor que no siga contribuyendo a que éste sea un día de mierda. Así que si no es mucha molestia dígame su nombre y qué se supone que hace aquí.
Sheldon Cooper: Como de costumbre las situaciones límite conducen a la barbarie humana. En cualquier caso, mi nombre es Sheldon Cooper y trabajo como físico teórico en California Institute of Technology. Estoy aquí porque mi madre me obliga a venir una vez al año para que me ayuden a relacionarme con otra gente, pero aún no les he hecho comprender que no me interesa y no está siendo un placer conocerle.
Mark Benford: Muy bien Sr. Cooper, buen trabajo.
Sheldon Cooper: Seguro que eso es lo mismo que le dice a su mujer después de practicar el coito, bazinga.
Mark Benford: Sr. Cooper, cállese.
Sheldon Cooper: Se lo advertí y sus intentos finalmente me dieron la razón, yo gano.
(Mark Benford mira hacia el otro personaje.)
Mark Benford: ¿Y usted, qué?
Michael Scott: Yo, nada. No me mire como si fuera un policía fracasado que ahoga sus penas en alcohol, me pone nervioso. No le conviene ponerme nervioso. Nadie debería estar nervioso. Así que tranquilicémonos.
Mark Benford: Joder, este día debe de ser una broma.
Michael Scott: Bien me ha pillado, así que tengo que confesárselo. Me han enviado aquí por petición de mis trabajadores, porque tengo presuntos problemas conducta, pero les he pillado. Sé que ha sido una broma para prepararme alguna sorpresa.
Mark Benford: Sr. Scott, desde el incidente sólo trabajan en los hospitales y la policía.
Michael Scott: En ningún momento le he dicho mi nombre. ¿Es usted un extorsionador, verdad? Enfermera, este señor está completamente fuera de control, exijo que llame a seguridad y que lo detengan.
Mark Benford: Sr. Scott, soy del FBI.
Michael Scott: ¿Del FBI? Mm, bien, esto es lo que vamos a hacer. Vamos a fingir que nada de esto ha pasado, tome mi tarjeta y llámeme al salir de aquí para que le invite a tomar unos tragos y todos tan amigos.
Mark Benford: No puedo beber Sr. Scott.
Michael Scott: Claro, los del FBI siguen siendo partidarios de la “ley seca”. No hay nada como los viejos tiempos, le entiendo perfectamente.
Mark Benford: Seguiría hablando con usted Sr. Scott, pero creo que es mi turno.
Michael Scott: (Rompiendo la cuarta pared.) Me da mala espina ese tipo, aunque debo reconocer que no soy un gran admirador del orden preestablecido. Soy fiel seguidor de la anarquía, para poder hacer lo que quiera mientras les digo a los demás lo que tienen que hacer.
(Mark Benford entra en la consulta donde el doctor le espera dándole la espalda, sentado en su sillón.)
Mark Benford: Con permiso.
House: No se arrugue a estas alturas, hombre. Pase y tome asiento, no le cobro extra por sentarse, lo juro.
Mark Benford: ¿Es que no hay más médicos en este jodido hospital?
House: Mire, a ver como se lo explico. Esto es lo que se llama un micro-diálogo, no hay presupuesto suficiente para derrocharlo en más médicos famosos. De hecho, iban a traer a George Clooney, pero no se daba por satisfecho con un par de frascos de calmantes.
Mark Benford: Bien, ya que he acabado en esta situación, dígame que es lo siguiente.
House: Bueno, ya que se auto-diagnostico no es un caso que despierta mi curiosidad, así que he preparado una terapia de choque.
Mark Benford: Maldita sea, está pasando justamente lo que vi en mi flash-forward.
House: ¿Qué ha dicho, flash-no sé qué?
Mark Benford: Flash-forward, todo el mundo ha tenido uno la semana pasada, es una especie de viaje al futuro.
House: Usted está peor de lo que imaginaba, bien la terapia de choque consistirá en que sufra una experiencia lo suficientemente traumática como para que al recordarla inhiba la necesidad de beber e inventar historias sin sentido. Enfermera, acompañe al Sr. Benford a la sala de exploración anal.
Mark Benford: Noooooooooooooo.
(Mark Benford sufre un dolorosísimo tacto rectal y vuelve a la consulta de House para acabar con el procedimiento, acompañado por la enfermera, Benford, aprovecha el despiste de ésta para correr hacia la consulta donde irrumpe con fuerza.)
Mark Benford: Dese usted por denunciado, junto con el hospital.
(En ese momento entran dos abogados en la consulta, el segundo de ellos sin pantalones)
Alan Shore: Hola a todos, somos Alan Shore y Denny Crane, que está aquí en contra de mi voluntad. Representamos al hospital y llevaremos el caso del Dr. House, no sé preocupe por las apariencias, Greg. Somos los mejores.
(Mark Benford mira atónito a Crane en calzoncillos.)
Denny Crane: Y defendiendo también somos los mejores.
Alan Shore: ¿De qué se acusa a nuestro defendido?
Shark: Pues, aparte de mala praxis, por supuesto. Posesión de drogas, trato irrespetuoso, escándalo público, continuas vejaciones y racismo. Me encargaré personalmente de que duermas entre barrotes una temporada.
Alan Shore: Pero si está aquí Sebastian Stark, ¿a qué debemos el placer?
Shark: Déjate de estupideces, Alan. ¿O acaso crees que no he visto cómo acosabas a mi cliente?
Denny Crane: No nos ha dado tiempo de hacerlo bien, ¿podrías darnos unos minutos?
Alan Shore: Nos veremos en juicio Stark. No tengas en cuenta lo de éste inconsciente. Por cierto, ¿no deberías estar en Los Ángeles?
Shark: Sí, pero no podía perderme este nuevo combate entre Boston y Los Ángeles. Volveréis a perder.
(Todos los abogados salen de escena ante la incredulidad de Mark Benford y la indiferencia de House.)
House: ¿Sigue con ganas de demandar?
Mark Benford: La verdad es que ahora tengo mis dudas.
Sheldon Cooper: ¡Oh Dios mío! Soy testigo de un crimen, ¿qué se supone que debería hacer?
Mark Benford: No voy a demandarle Sr. Cooper.
Sheldon Cooper: (Tembloroso.) No intente tranquilizarme, es como si lo estuviera viendo. Estaré tranquilamente repasando mis gloriosos avances científicos y cuando casi logré llegar a una conclusión que cambiará la humanidad, me entregarán una carta diciendo que tengo que declarar en su juicio. Pero no se preocupe, estoy a tiempo de crear una máquina del tiempo para que eso nunca suceda.
(Sheldon sale a paso rápido de la consulta. Mark y House se quedan mirando al Sr. Scott que está quieto en el quicio de la puerta de la consulta.)
Michael Scott: No he visto nada de lo ocurrido.
House: ¿Qué ha ocurrido?
Mark Benford: No ha pasado nada.
Michael Scott: Por supuesto, no ha pasado nada. ¿Cómo va a pasar algo? Éste no un sitio donde pasen cosas, ¿verdad? Ehm, es bonita la decoración de esta consulta, lo tendré en cuenta para mi oficina.
House: Sólo hay dos sillas una mesa Sr. Scott. ¿De verdad cree que este es un sitio donde no pasan cosas?
Michael Scott: (Desafiante al sentirse acorralado.) Vamos a centrarnos un poco más en la decoración, ¿quiere? Mire ahí, hay un detalle que se le ha escapado, yo diría que no ha citado esa papelera. Y estoy completamente seguro de que es una pieza muy importante de la consulta. No margine a las papeleras, sólo porque es lugar donde arroja su mierda.
House: ¿Se siente papel…?
(La conversación parecía no tener fin y Mark Benford decide salir de la consulta.)
Mark Benford: Tengo que escapar de este lugar.
Michael Scofield: ¿Quieres salir?
Mark Benford: Es lo que acabo de decir.
Michael Scofield: Yo sé cómo.
Mark Benford: Yo también, por la puerta principal.
Michael Scofield: Está loco, no saldrá de aquí vivo de esa manera. Le estarán esperando.
Mark Benford: ¿Qué propone?
Michael Scofield: Hay unos pasillos secretos en el sótano que dan a una salida situada a la espalda del edificio.
Mark Benford: Vamos.
(Ambos hacen el recorrido designado por Scofield, en el transcurso de este ven por una rejilla como House y Michael Scott se parten de risa viendo los Simpsons en una sala de descanso. Al llegar al final del camino esperan escondidos delante de la salida.)
Mark Benford: ¿No es esa la salida principal?
Michael Scofield: (Con un gesto de desesperación en la cara.) Oh no, debí mirar los planos al revés. El plan se fue a la mierda, no hay solución.
Mark Benford: Yo me abro. Estoy hasta las narices de estupideces.
(Mark Benford se dirige a la puerta principal, antes de llegar se tropieza con alguien.)
Mark Benford: Tenga más cuidado.
Earl Hickey: Hombre, estaba buscándole. Es usted el nº 283 de mi lista. “Compensar al agente del FBI que drogamos e hicimos creer que tenía visiones del futuro.”
Mark Benford: ¿Cómo?
Earl Hickey: Bien he traído una botellita de Jack Daniel’s. ¿Qué tal si brindamos por su recuperación?
(Benford saca su arma reglamentaria y dispara repetidamente a Earl, luego se va tranquilamente. Horas después en el escenario del crimen.)
Gil Grissom: Hum, parece que tenemos un muerto.
Horatio Caine: Así es, y además éste es de los que no respiran.
Chandler Bing: ¿Han probado a hacerle el boca a boca? ¿A lo mejor sólo está inconsciente?
Horatio Caine: No lo creo tiene varios balazos en el pecho. Eso me hace pensar que lo más probable es que esté muerto.
Chandler Bing: Claro, ¿cómo es posible que no se me ocurriese?
Gil Grissom: Quizás porque usted no es criminalista, deje trabajar a los profesionales y si pudiese marcharse mejor.
Chandler Bing: Por supuesto, seguro que resuelven el caso en cuanto me vaya.
(De repente aparece Sheldon en una extraña máquina, acompañado por el Dr. Emmett L. Brown.)
Sheldon Cooper: Oh mierda, ahora soy testigo de otro crimen. Las cosas empeoran, vuelve a fijar coordenadas Doc. Parece que nos hemos equivocado.
(Desaparecen sin más.)
Chandler Bing: Me parece que mi presencia es menos molesta después de lo que acabamos de ver.
Gil Grissom: Márchese.
Chandler Bing: Vale, vale.
(Chandler se va lanzando improperios contra los agentes del CSI.)
Horatio Caine: Mira Gil, parece que nuestro amigo tenía una lista de posibles enemigos.
Gil Grissom: Déjame ver Honorato.
(Horatio le entrega la lista a Grissom.)
Gil Grissom: Eso parece, sólo tenemos que buscar a los sujetos que no aparecen tachados, los demás podemos descartarlos.
Horatio Caine: Nuestro asesino ha dejado muchas pistas. Si lo que quiere es que vayamos tras él, eso es lo que haremos.
House: ¡¡¡YEAHHH!!!
(Suena: Won´t get fooled again – The Who.)

PD: Con esto saldo mis cuentas por los días sin publicar.

miércoles, 30 de junio de 2010

El viaje de las postales

Sueños:Cuarta Parte

-Pero, ¿porqué?, podías haberte quedado con ella, ¿no?

-Bueno no era tan fácil, tenía que volver a ver a mi familia ya que llevaba más de un mes fuera de casa, y también quería saber si mi padre seguía vivo.

-Y te fuiste simplemente.

-Si, y me dolió muchísimo después de todo lo que había pasado con ella. Pero volví. Mi madre me abrazó como nunca lo había hecho. Después de todo eso volví a irme, y pasé un tiempo entre Alemania e Inglaterra, y la verdad es que aprendí bastante rápido el inglés.

-Pero,las postales, ¿se las mandabas a tu madre?

-Claro, cada vez que mandaba una, le escribía que estaba bien y se las enviaba para poder dejarla tranquila. Como decía, pase mucho tiempo en Inglaterra y conocí a mucha gente allí también, como Peter y Alice, con los que aún hablo. Unos meses mas tarde volví otra vez a casa. Mi padre había muerto un par de semanas antes, y mi madre esperó a que yo llegara para poder celebrar el entierro. Entonces pasé un tiempo en casa, hasta que ella lo superó. En ese tiempo conocí a tu abuela, pero aún no estaba enamorado de ella, así que me fui a seguir conociendo el mundo. Me fui a América del Sur, viajé por Argentina, Chile, Brasil y varios países más. Después de eso viaje por países asiáticos. Más tarde conocí como era de verdad Adela, y me enamore perdidamente de ella.

-¿Qué es lo que hizo que te enamoraras de ella, abuelo?

-Pues sobretodo que era alegre, y muy inteligente con unas ideas muy personales y duras para una mujer y más de aquellos tiempos, aparte de que su sonrisa era algo que me hipnotizaba.

-¿Y era guapa de joven?

-Pues si que lo era, era preciosa.

La recordaba con nostalgia, o por lo menos eso era lo que reflejaba su rostro. Aún así, tenia muchas preguntas de las que necesitaba una respuesta.



viernes, 25 de junio de 2010

Soñar despierto.

Se forma un nudo en la garganta para que gritos y lamentos no salgan. Es el momento de la cara que está tapada por la sombra, la que muestra nuestra debilidad. Llegados al punto en el que no hay lágrimas que arrancar, porque ya no quedan. Tiempo en el que tapamos la tristeza con sonrisas. Intentamos mirar para otro lado inútilmente, porque nuestra mirada queda vacía en el pensamiento. Cuando hablamos en plural para que parezca que esto no va con nosotros. La realidad se convierte en película de terror, no por el miedo sino por la angustia. Porque bajas los brazos para dejar de pelear y te llevas la correspondiente hostia. Y seguir adelante significa quedar ensartado por una espada. Que raros son los momentos de color cuando se vive en blanco y negro. Y ya todo pierde la gracia pero reímos para disimular. Sin puta gracia, ni aliciente, esa batalla que ganaron los “contras” a los “pros” que juegan como Inglaterra. Cuando el movimiento de las manecillas del reloj no es más que una anécdota. Buscando un taller de reparación de almas y encontrar un desguace. Vomitar el corazón porque ya no aguanta más dentro y que nos diga textualmente: “ahí te quedas con tus muertos”. A fuerza de olvido enterramos el sufrimiento que siempre vuelve a surgir. Espantapájaros jubilados en nuestro propio huerto. La siembra del recuerdo que se la coman los cuervos. Desgastando la rima con metáforas inverosímiles. Dejando un legado de mediocridad en el testamento. Preparado el billete sólo ida, destino “el otro barrio”. Que no te hagan utilizarlo antes de tiempo.





PD: Espero no repetir la experiencia.

domingo, 20 de junio de 2010

La búsqueda de la Verdad.

La leyenda del Coloso.

Con la fuerza de mil montañas pretendía aquel Coloso la conquista del cielo. Aunque su intención en un principio era menos ambiciosa. Subía hasta cimas cada vez más altas para acercarse a su destino. Estaba sometido por el embrujo de aquella luz dorada que lo cegaba. Aún así, no importaba lo que se interponía en su camino, el objetivo estaba marcado y necesitaba conseguirlo a cualquier precio. Rendirse no era opción, aunque las condiciones le tentaban en todo momento a hacerlo. Con el paso del tiempo su avance iba siendo mayor, hasta el punto en el que llegaba a tocarla con los dedos, pero sólo podía rozarla. Estirando más el brazo lo consiguió, atrapó aquella estrella y la puso en su linterna para iluminar el camino que ésta no le dejaba ver. El coloso creyéndose victorioso en su misión, cuando en pocos segundos vio como se quedaba completamente a oscuras. Y entonces, fue cuando se dio cuenta de que lo que le pareció una estrella era una esfera que reflejaba la luz que proyectaba otra estrella que ahora sí, veía inalcanzable. Al no tener fuerzas para volver a colocar la esfera reflectante en su sitio, el Coloso se precipitó al vacío desde la cúspide de su ilusorio triunfo. Al desplomarse se quedó inmovilizado para siempre. Allí tumbado, esperaba por un golpe de suerte.

PD: Alejándonos de Dextra, aunque la historia no haya acabado, se me ha ocurrido comentar lo que será un nuevo personaje.

martes, 15 de junio de 2010

Persistencia nula.

"And now for something completely different", más quisieras.
Y ahora algo completamente diferente,
esperando que mañana nos hablen del gobierno.
Disfrutando con aquel que dijo un afamado Eugenio.
Friendo Encarnas en las empanadillas de una oyente.

El teléfono que suena y estamos todos pendientes,
entra Gila en escena y las risas están presentes.
Entonces llega Mr. Bean y sus estrambóticos modales,
en la víbora negra destripa las historias reales.

Reales de realeza eran estos cómicos dementes,
sin dejarme a Makinavaja en el papel de las revistas.
Y a Mortadelo y Filemón detrás de mil pistas.
Leído, visto u oído creo que es indiferente.

Cientos de vasos de agua fueron insuficientes,
Para acallar las carcajadas del público sonriente.
Inquisiciones, imitaciones y chistes hirientes,
el humor es algo que durará por siempre.


La noche venció la mañana de aquel día.
La claridad no me llama, no hay química, no hay interacción. En el día no es posible que encuentre lo que sea que haga falta para que escriba con elocuencia. Tampoco hay ganas, ya sea por falta de costumbre o por la propia desidia de la rutina, ¡qué ironía! No encuentro el espacio que me presta siempre la noche, en la que alquilo ya el refugio de locuras y pensamientos. Y es que más de los primeros acuden cuando uno está sereno, en la tranquilidad siempre hay tiempo de pensar en despropósitos y aún más protegido por la oscuridad de un cielo nocturno poco estrellado, al igual que lo escrito. En este momento de instinto productivo es cuando quedan más patentes las carencias del que escribe, al intentar desnudar su alma levemente, sin dejar que se derrame una gota. Es un estado de alerta constante, sin saber si está bien o es mejor parar e irse. Donde buscas arrancar un pellizco de genialidad de una gran masa mediocre. Lo que es cierto es que ayuda a acrecentar la locura día por día, y yo que creía que me curaría. Después de tanto párrafo, palabra o letra, te acabas dando cuenta que lo único que aumenta son los pájaros de mi cabeza. Persuadido por éstos acabo esta pieza, la penúltima del rompecabezas. Joder con las rimitas inesperadas.

Falta uno.
Falta uno. Esto no había pasado hasta ahora. En casos como éste es cuando me alegro de poder utilizar al profesorado para que acuda en mi ayuda, ya que durante el curso no lo hacen:

Luis G.: Me vais a hacerme en perspectiva axonométrica isométrica, una sección plana a mano alzada con escuadra y cartabón croquizadamente hablando.
Jesús M.: ¿Eso qué es lo que es? (acento cordobés, sustituyan las vocales por la vocal única del dialecto)
Rosario H.: Una reacción de reactivos para dar productos, ¿no es verdad?
Juan M.A.: Da igual si de todas formas van a suspender.
Juan R.: Me estás tocando…
Servidor: …los cojones. Y a mí también, sigamos, por favor.
Juan G.: Holaaahg.
Ana S.: Hoooooooooooooooola.
Servidor: El sector de droguería de la pUCA.
Luis G.: ¿Conforme?
Juan M.A.: ¿Están conformes?
Francisco B.: Pero si son una panda de incompetentes descerebrados. Vaya cortijo de inútiles.
Juan G.: Este comentario me deja una atmósfera de aromas en boca impresionante, estoy hablando y a la vez estoy aturdido por la cantidad ingente de olores que impregnan mi tocha.
Juan R.: Me estás tocando…
Servidor: Ya todos lo sabemos.
Juan M.A.: La energía, turbina de gas, turbina de vapor.
Rosario H.: Reactivos para dar productos, ¿no es verdad?
María M.: Esto está descuajaringao otra vez.
Antonio G.: Esperando que se pose la mariposa y…
… iiiiiiiiish. (Sonido de inspiración rápida, sin llegar a reír)
Idelfonso C.: Vamos a dejarnos de pajas.
Juan R.: Me estás tocando…
Juan G.: Persistencia, eterna.
Manuel C.: Que te calles ya, joder. No ves que los estás confundiendo.
Miguel A.R.: Nabla de v del fluido newtoniano.
María M.: ¿Se entiende?
Servidor: Con tanto nianoniano cómo se va a entender al guerra de las galaxias.
Luis I.: Tenemos treinta y cuatro mil ochocientas noventa y seis incógnitas y dos ecuaciones. Con lo cual hay alguna incógnita que no lo es.
Germán A.: Mm, ehm, ahm. Sí, bueno, pues prueba a ver qué pasa.
Juan R.: Estos rítmicos, si es que no hacen nada. Me están tocando…
Servidor: Fin.





PD: Madre mía, donde he dejado las pastillicas. Enfermera, más pastillas, más enfermeras y más teclas de teclado de ordenador para jugar al "Scrabble".

jueves, 10 de junio de 2010

Jalapeños y cortafuegos.

El buscar de los buscares. (También conocido como: "El respostar de los respostares.")
Un piano de fondo sonando con su melancólica melodía y al compás el fuego bailando con su dulce danza en el crepitar de sus movimientos. Una ventana que da al exterior y enmascara la música con el bullicio de un parque y el ruido de motor del tráfico que circula alrededor. Aprovechando el último destello de luz del ocaso, que da paso a la oscuridad, el silencio y la quietud de la noche. La noche del pensamiento debía estar cavilando, en principio blanco que torna en gris para acabar en negro. No tenía sentido llamar pesimismo a la realidad. Entonces, ¿para qué pensar? Pensar para subir los peldaños de la escalera de la tristeza, en la que un día soñó haber llegado al final, infructuoso ya que tampoco obtuvo respuesta. En ese momento supo que la noche sólo le aportaría más dudas, más preguntas sin respuesta y debía ser lejos de ésta donde encontrar la solución. Quizás en la etiqueta de algún champú que no nos dé por leer…

El jardín de las Hespérides.
Por la pasarela del silencio desfilan las más brillantes ninfas. Destellan en su devenir embriagando el ambiente con su magia. Impregnan con su fragancia y encandilan con su presencia aunque son el espejismo fosforescente de una desaparición premeditada. En la cúspide del mito desarraigamos su invisibilidad y las encontramos en numerosa multitud. Asustadas y avergonzadas no dicen una palabra, sólo miran estáticamente con una mirada huidiza pero descarada. Siluetas dibujadas en el marco de nuestras pupilas, deseando ser arrancadas, esperando la cura ante la ansiedad que proclaman con la llamada de nuestras almas. En un intento por recobrar la compostura una de ellas reclama tu atención y se dirige a ti diciendo: “¿te importaría dejar de mirarme las tetas?”
N. del A. Pueden comprobar fácilmente que la última frase es la única falsa del texto, el autor es demasiado discreto, por favor.

Antonio.
Vivía en una molécula de Praseodimio, situada dentro de una integral triple. Se levantaba de su silogismo para afeitarse el cénit. Desayunaba narcolepsias bañadas en nebulosas. Conducía su rascacielos hacia la burbuja inmobiliaria. Allí se sentaba para trabajar como pesadilla con las últimas páginas en blanco. Paraba para un flashback y seguía con su labor. Volvía a la molécula para comer, tocaba venganza con veredictos. Continuaba como reposición de película de serie B en la burbuja, mientras hablaba con un muñeco de ventrílocuo, un homúnculo y una caja de galletas marca Acme, vacía por supuesto. Al finalizar la jornada laboral, llegaba de nuevo a su modesta molécula. Era entonces cuando se dedicaba a sus aficiones. Componía sinfonías catódicas de alto espectro, alimentaba sudokus y pintaba páginas web. Para acabar el día se zampaba un par de valkirias ahumadas. Se metía en su silogismo y se tapaba con el retículo endoplasmático. Ponía la cabeza en el diesel y levitaba latidos turquesas desde el batracio.





PD: El primero no es autobiográfico, el segundo aparte de no ser autobiográfico es mentira y el tercero es el peor texto con el que homenajear a alguien o las dos primeras son mentira. Servido el tipo test.