miércoles, 3 de diciembre de 2014

Expresionismo Metamórfico.

Cóseme la locura.
Córtame las alas
para no volar
y tírame
por un barranco.
Invertir en bolsa
un cáncer de páncreas
y salir de urgencias
con un cheque en blanco.
Córtame la lengua
para no hablar
habiéndome dejado
con la palabra en la boca.
Hacer un comentario
del todo falaz,
incluso deliberado
y que parezca desafortunado.
Córtame el ingenio
para no pensar
y plantarme en el sofá
completamente enajenado.
Inventar un anuncio
de putas y cocaína
sin que sea un reflejo
de una sociedad podrida.
Córtame las manos
para no escribir
usando mi sangre de tinta
rellenando unas pocas líneas.
Señalar con el dedo
poniendo en evidencia
ser un quiero y no puedo
en mi lírica desavenencia.

Psicotecnia.
 - ¿Qué te llevarías a una isla desierta?
- Estamos en una isla desierta.
- La pregunta no podría ser más pertinente.
- Quizás podrías haber preguntado por qué me hubiera llevado.
- Y tú podrías responder.
- Agua de coco.
- ¿Agua de coco?
- Sí, agua de coco.
- Pero si aquí ya hay muchos cocos.
- Creo que mi respuesta es la apropiada, teniendo en cuenta que estoy hablando con un tótem cocotero.
- Ah, ¿y qué echas de menos?
- ¿Pasando por alto el hecho de que he sugerido que quiero abrirte la cabeza?
- ¿Cómo?
- Ahora mismo fuego.
- ¿Por qué?
- Porque el combustible ya lo tengo.
- Agua y fuego.
- Tremendamente contradictorio.
- ¿Quién eres?
- ¿Quieres saber mi nombre?
- No, quiero saber quién eres.
- Mi personalidad.
- No, quién eres.
- Quieres ir a lo esencial.
- Exacto, quién eres.
- Soy un coco.
- A ver si lo entiendo, un ser humano le dice a un cocotero en forma de tótem que es un coco.
- Sí.
- Interesante.
- ¿Te vale mi respuesta?
- Realmente estaba satisfecho con tu primera respuesta, pero insistí para comprobar el nivel de psicopatía al que me enfrentaba durante la terapia.
- Si te volvieras paranoico, ¿qué harías?
- Atiborrarme a pastillas.
- Estamos en una isla desierta.
- Ya, pero, ¿pero tú te imaginas lo que supone tener que mantener una conversación conmigo mismo día tras día?
- No, no me lo imagino…

Lágrima transparente.
Lágrimas de despedida
y una relación desnuda,
saber qué es dejar atrás
pudrirse recuerdos en el pasado.
Lágrimas de soledad
rodeada de gente
y un cuenco vacío
de mañanas despreciadas
y noches de cuencas encharcadas.
Andar sin rumbo,
torcer trazando
un camino recto.
Cantar muy bajo
casi silbando
o quizás tarareando
una cita vacante.
Lágrimas de sangre
y de rojo corazón
que se vierte derramando
todo lo que no existió.
Lágrimas del alma
y llantos que desgarran la vida
ahogando a su paso
cada una de nuestras despedidas.
Andar sin rumbo,
pasear posando
los pies en el piso.
Cantar muy bajo
casi susurrando
en suspiros suaves
al saberte superado.
Lágrimas de fantasía
y recuerdos inolvidables.
Figuras de poesía
y castillos en el aire.
Lágrimas de mentira
del que se sabe un fraude,
del perdedor que merecía
todo aquello que culpaba.
Andar inquieto
tropezar triunfando
al acabar en el barro.
Cantar flojito
casi sin aliento
en aleteos ligeros
y sin saber si te entiendo.



P.S. Hace un mes y un día parece que fue ayer y al día siguiente parece que hace un año. El polimorfismo distrófico este tan raro.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Curvas Magmáticas.

Accidental y desafortunado.
Lo público, lo de todos. Aquello que debería preservarse, enriquecerse y fortalecerse, vive la profunda contradicción entre los trabajadores que luchan mediante el desempeño de sus responsabilidades laborales para percibir su salario y ciertos cargos institucionales, que a medida que nos acercamos a un ámbito más politizado, se favorece el contagio de unas pautas de conducta un tanto controvertidas. Excluyendo de estas conductas lo que podríamos considerar como prácticas delictivas. Me refiero a la corrupción, que es algo denunciado, poco perseguido y nada condenado. Por lo que no se sabe si la continuidad de una protesta es suficiente ante la ausencia de una justicia que en el momento menos pensado pueda tomar cada uno por su mano. Retomando la exposición inicial, entre esas pautas de conducta se generan ciertas modas y una de ellas es la de calificar como declaración desafortunada o poco afortunada a una aseveración que se realiza en público ante medios de comunicación por el responsable institucional de turno de forma totalmente deliberada y absolutamente reprochable. Declaración desafortunada es el salvoconducto que utilizan los diferentes cargos de responsabilidad para hacer comentarios propios de las más taciturnas tabernas sin poder exigir que se depure esa misma responsabilidad que ostenta el individuo en cuestión, yéndose a su puta casa a opinar de lo se le antoje, pero en una privacidad forzosa. Por mucho que alguien en esta posición tenga una opinión más o menos respetable sobre un tema determinado, al ocupar una situación de privilegio, esto le exige la máxima pulcritud a la hora de tomar la palabra. Porque no importa que pueda pensar con el culo, pero es completamente innecesario que eche mierda por la boca cuando hable. Y no es cuestión de ser políticamente correcto, es tener la suficiente empatía como para ponerte en el pellejo de aquellos a los que representas.

Vivir del verso, si acaso.
Destilas miradas vacías
que guardas en el cargador
de calibre desconocido.
Recuerdas el hedor
de los días antihigiénicos
y el azahar y el enebro.
Que una palabra se asoma
y huya despavorida
perdiéndose el contexto.
Y es para ponerse de los nervios
al confundir la segunda persona
con el singular soliloquio
del primer verso
que te quitó el sueño
y participó estando despierto.
Despídete del blues
que con inusitado estupor
fingió no conocerte.
¿Por qué me cuentas esto?
Por favor, no hay crueldad mayor
que una declaración inconsciente.
Y de amor que se ahoga
en el desierto de las arenas
del tiempo perdido.
De esperar la respuesta
o ignorarla por miedo
a creer saber lo intuido,
sabiendo que creer en supuestos
cambia la percepción del concepto
y su condición se aferra a la idea
del penúltimo momento de consciencia
en el que la luz
se escapa en mil soles
y los ojos se apagan
entre colores muy similares al negro.

Mi arte, ¿es, o lo olvidé en alguna parte?
¿De qué sirve el ingenio si se vierte regando el asfalto? Mi arte no lo es en tanto en cuanto no es arte. Mi arte no precisa de fanatismos, ni vínculos irracionales. Se expresa de forma natural, sin necesidad de veneración. Se expone a juicio y disfrute de manera que su aceptación no conlleve subjetividad. Mi arte es pulcro y cuidado, minucioso y detallista. Mi arte es jeroglífico y laberíntico. Mi arte es espeso y áspero. Es lúgubre y taciturno. Incluso podría decirse que es dramático y tragicómico. Estaría a ras de suelo aunque le gustaría ser profundo o de altos vuelos. Le incordia la incomprensión y no soporta la indiferencia. Se mueve en círculos o estalla allá por donde pasa. Es mágico, magnético, casi pirotécnico. Es misántropo y a la vez empático. Implacable y clemente. Es burdo, simple y falto de talento. ¿De qué sirve el talento si se esconde cuando llega su momento? Un silbido sordo que oigo de tus labios. El sonido de las pisadas al caminar que es casi imperceptible. Oír el pensamiento que está en silencio. Mi arte está roto y no sé como recomponerlo. Mi arte está roto sin la esencia del intelecto. ¿De qué sirve el arte si estando roto ya no es capaz de distinguirse? ¿De qué sirve el arte si estando roto ya no es arte?



P.S. Que haber, hay. Otra cosa es subirlo aquí. Como convertidor analógico/digital soy pésimo, lo reconozco.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Volver Viniendo.

Antananarivo.
Es curioso cómo pararse a escribir se transforma en un reto. Y alojado en la nocturnidad encuentro el sueño de estar escribiendo. Con cada cabezada se hace imposible. La exigencia a veces se vuelve tenue al no concretar el concepto. A lo mejor un pretexto o una posible secuela. Hasta el estilo se difumina dentro de la misma premisa. Y hay desencuentros y textos incompletos. Síndrome de Estocolmo al estar atrapado conmigo mismo. Adentrarse en los confines de la mente y encontrar un paradigma paranoico. Por favor, que el próximo día sea más fácil. La revolución permanente en la aplicación del género literario. Las metáforas cuidadas con riegos cada ocho horas. Para qué engañar siendo dueño de un terreno baldío. Tirar por la borda un esfuerzo por ser incapaz en la ejecución. Mirar alrededor y no poder sacarle partido. Aunque siempre quedan palabras amables que te felicitan al concluir con un trabajo mediocre. Ni siquiera atisbo la forma que dé sentido al contenido y al final no queda nada. Sólo la autodestrucción que llega a ser realmente satisfactoria. Sin frustración, sin miedo, sin tristeza. Sólo resignación al darle cuerda al reloj roto. No es la vida real, son patatas fritas de una bolsa del supermercado.

Voces en la cabeza.
No, no, no puedo acercarme. Si, si, si tuviera algo que decirle le escribiría una carta o le enviaría un telegrama. Es posible que sea un poco anticuado, que no anticuario, pero con encanto. No el anticuario, que por supuesto hay algunos excepcionales pero me refería al telegrama. Es, es, es una sensación algo hipócrita, no de cripta, ya que de ninguna manera esto concierne a la muerte, o eso espero. Más bien apuntaba al elemento químico Kriptón, un gas noble y lo que ocurre es que me pongo muy nervioso al hablar de la nobleza. Creo, creo, creo que esta aproximación sea contraproducente, puede que no a una escala global, ya que puede que para el mundo esto sea imperceptible pero produciría un cataclismo personal e irreversible. El que dijo que había que enfrentarse a los eventos circunstanciales o era un insensato o en su vida le aconteció alguno. Ni siquiera tengo una frase ingeniosa, pero, qué digo, ojalá tuviera por lo menos una frase y no palabras náufragas e ininteligibles. Definitivamente, no es una buena idea y créeme, sé de lo que hablo, llevo teniendo ideas funestas desde que tengo uso de razón y soy capaz de reconocer una cuando la veo. Oh, maldita sea, ya no hay vuelta atrás. Y le daba yo vueltas a la cabeza. Aunque la que daría vueltas sería la cabeza, coronando la cesta. El publico observando paciente, pareciendo no hacer sangre. Y allí estaba exultante, brillando con su perfecta figura. Y es que por ella cualquiera perdería la cabeza.

Figurantes.
Me levanté para ir a trabajar irónicamente pero era Domingo. Fue uno de esos días que sabes que terminará peor porque ya había empezado mal. Un vagabundo seguidor de la cienciología se autodesignó mi mayordomo. Me traía placentas de bebé para desayunar. La idea no me parecía seductora por lo que le ordené incinerar mi libro de autoayuda que descansaba junto al cabecero de la cama, encima de la mesita de noche. Cogí las gafas de la mesita de día. Me tomé tres tazas de café sin cafeína y una tila me puso nervioso. Mi mayordomo se había transformado en una voluptuosa ninfómana que me acosaba sin descanso. No podía olvidar que antes había sido mayordomo, por lo que salí del lugar. Al bajar las escaleras caí sincronizadamente hasta la calle. Crucé la calle en canoa, al otro lado había un quince de rugby decididos a placarme porque llevaba en mis manos un balón. Conseguí despistarlos con un “moonwalk”. Entrando en un supermercado me esperaba mi voluptuosa ninfómana mayordomo vagabundo que se había transformado en cobrador del frac. Le regalé un traje de torero, le di dos pases y le clavé el estoque. Compré una caja de cereales cultivados en la zona septentrional de Groenlandia. No estaban en buen estado así que se los regalé a los del quince que se transformaron en animadoras no celíacas. Bueno una lo era pero no murió por eso. La enfermera era mi mayordomo que se había transformado en Júpiter. Llegué a casa y apagué el Sol de mi mesita de gafas. Pasaron diez años en tres días y nadie se quejó. Fui a reclamar y me dijeron que me lo devolverían en cómodos plazos. Entregué el ticket del aparcamiento y me devolvieron la mitad. Información privilegiada era lo próximo que me quedaba por vender y un par de alfombras usadas.



P.S. No estoy.

jueves, 28 de agosto de 2014

Lupanar Eclesiástico.

Preconsciencia.
El estado donde las palabras se evocan sin tener consciencia alguna de ser pronunciadas. Son palabras preconscientes, palabras que conocías antes de tu existencia sin saberlo, que salen de tu boca para sorprenderte tras unos segundos. Es una especie de sortilegio. Y caminar es más sencillo, cada paso es más ligero que el anterior. Caminas golpeando al aire sin miedo a lo que pase, sin miedo a que ese mismo aire te agujeree el pecho, sin miedo a que se produzcan abolladuras en el chasis. Pisas con fuerza y parece que el suelo de deshace. Cada palabra produce el silencio del que escucha. Se establece en tu núcleo un campo magnético que no para de atraerlo todo. Una personalidad imantada que todo lo polariza. Estallidos de sentimientos que se confunden con tu piel tu la visceralidad es tremenda. Una lucha contra un poder desatado. Tomas control del caos sabiendo que no hay remedio. Ver con los ojos cerrados y oírte en el silencio. Quemarte en la ventisca. Con el tiempo las palabras se ahuecan y se pudren. Se acaba el tiempo de las palabras y tú decidiste seguir llamándome…

Magia o Superpoderes.
 - Si pudieras elegir un superpoder, ¿cuál no elegirías?
- Poder ver aneurismas de colores, ¿y tú?
- No sabría que no escoger, a mí me gustaría ser capaz de enviar cubos de mierda telescópicamente.
- ¿Alguna vez te han hecho una pregunta de la que no supieses la respuesta?
- Casi nunca me pasa.
- Me pregunto cuál es el sentido de la vida para hacerlo volar por los aires.
- ¿En avión?
- No, con explosivos.
- A mí me gustaría saber cuándo vamos a decidir si tratamos a Martín como un nombre o como un apellido. Y no quiero oír que hay otros casos, a mí me interesa ése.
- Si pudieses pedir un deseo, ¿qué pedirías?
- Que no me concediesen nunca más un deseo.
-¿Qué es el bien?
- Académicamente lo que se encuentra entre el suficiente y el notable.
- Será por eso que el bien no puede ser perfecto. ¿Y qué es lo justo?
- Una franja de tiempo comprendida entre los cinco minutos y la media hora.
- ¿Qué es la belleza?
- La completa ausencia de Esperanza Aguirre.
- ¿Puedes tomarte algo en serio?
- Un ron con una de esas bebidas carbonatadas y azucaradas que nos acompañan desde nuestra más tierna infancia.
- Después de dar el nombre de una política, ¿a qué viene no decir Poca Cola?
- Nos estamos encasillando con los chistes de esa marca.
- ¿Retomamos el hilo de nuestra conversación?
- Si no hay más remedio…
-¿Qué es la belleza?
- ¿Por qué insistes con esa pregunta?
- ¿Qué es la belleza?
- Tú eres la belleza.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero tomármelo en serio.
- La belleza es algo metafísico.
- Eso no significa que no se pueda materializar en algo tan complejo como el ser humano y a la vez tan frágil.
- Entonces, crees que la belleza se encuentra en el ser humano.
- Menuda desfachatez de conclusión. Por supuesto que no, he dicho claramente que tú eres la belleza.
-¿Por qué?
- Esto nada tiene que ver con la razón.
- Entonces pretendes que lo tome como banal argumento carente de razonamiento.
- De ninguna manera. De hecho, dudo que haya algo más contundente y rotundo.
- Eso no son más que incoherencias insolentes.
- Puede que así sea, pero no dejaría de ser cierto.
- No estamos llegando a nada.
- ¿Dónde quieres llegar?
- ¿Cómo piensas que esto va a ser diferente?
- No lo pienso.
- ¿Y no es ése el fin?
- Y un nuevo fracaso.
- Eso te lo has asegurado.
- Suena a despedida.
- Me lo vas a poner fácil.
- Por lo menos una salida digna.
- Por supuesto.
- O un beso.
- La dignidad ante todo.
- ¿Puedo volver a escoger superpoder?

Toque de queda.
Si no son las tres de la madrugada no sigas leyendo. La cuestión reside en establecer una premisa estúpida para generar falsas expectativas. Expectativas totalmente infundadas. Aún así siempre queda un atisbo de esperanza. En nuestra condición se concibe la idea en la que insistir en que un acto nos traerá algo de provecho. Menuda majadería. Intentar aprovecharse de algo no provisto. Buscar una moraleja como si existiese una justificación. O intentar encontrarle el sentido. Quizás, la mayor irracionalidad jamás perseguida. Y al comprender que no es más que un despropósito, consigues alzarte victorioso. Nada más lejos de la realidad. Si son más de las tres de la noche.


P.S. La última vez que vine estaba todo en su sitio.

lunes, 23 de junio de 2014

Obsolescencia Monárquica.

Sin noticias de abdicación.
Las redes sociales son un problema. Ayer le eché una hojeada a mi perfil de la cuenta de Twitter que nunca tendré. Hay quien dice visitar pero eso lo reservo para familiares y amigos, no para una interfaz cibernética. Estuve observando y caí en la cuenta que tengo dos seguidores, aunque no recordaba haber fundado ninguna secta. Hay una pauta de aceptación social en este servicio en el cual “te siguen”, y yo me pregunto, ¿a dónde? No está pensando para paranoicos que al salir a la calle no dejen de mirar a su alrededor para comprobar que nadie les sigue. Y gracias que sólo me siguen dos personas que es una cantidad manejable para salir a la calle con garantías de privacidad. Cuando no cumples las expectativas o no mantienes el nivel te dedicarán un “unfollow” o “no hay dios quien te siga” usando el traductor de Google. Ayer mismo, el rey me hizo un “retweet” y luego matizaba “siempre coca”. Al rato me volvió a escribir “Cola, xD”. Más tarde nos “retweeteo” el príncipe que escribió “siempre coca”. Pensé esto es un déjà vu pero no volvió a escribir. Mentira, sí volvió a escribir, dejando lo siguiente “lo tengo todo, papi. Lo tengo todo, papi. Tengo fly, tengo party, tengo una sabrosura”. Contrataron los servicios de algunas meretrices. No, espera, eran prostitutas. Querían documentarme audiovisualmente en tiempo real. Fui a un sitio a pedir una pegatina para la web-cam. Podría ser algo más preciso, pero a qué clase de sitio irías a pedir una pegatina para la web-cam. Y no es por pensamientos obseso-compulsivos de sentirme observado al estar frente al ordenador. Era para ahorrarme el lavado de estómago gratuito con el que pretendía deleitarme la realeza patria. Entré al reciento y le traslado mi petición al dependiente que me contesta “no tenemos esa puta mierda que andas pidiendo, maldito lunático”. No entendí muy bien si se refería a mí o al toxicómano imaginario que veo en cualquier entrada de los templos del consumismo, así que insistí. Entonces, el dependiente para seguirme la corriente me pregunta, “¿para qué?” y le contesto “me persigue la 5ª división subacuática de la luftwaffe”. Ahí fue cuando se dio cuenta de que no era contemporáneo. Inmediatamente llamó a un amigo moscovita que por una botella de vodka rellena de alcohol isopropílico y el número de contacto del proxeneta local me vendió la dichosa pegatina. Me llegó un e-mail alentándome a formalizar mi inscripción en Facebook. Claro, después de lo que me costó salvaguardar mi rostro de la encriptación digital en código binario, lo más lógico era entregarle esa información a la inteligencia retroamericana. En Instagram conocí a una pareja que practicaba cibersexo a través de sus cuentas de LinkedIn y luego colgaban sus fotos sin filtros, asqueroso. Me clausuraron la cuenta de YouTube porque les regalé un cubo lleno de mierda fresca a cada uno de los desarrolladores de Google+. La cosa no fue a mayores y me readmitieron al entender que mi manera de actuar estaba totalmente justificada. De hecho, cuando los directivos de Google comprobaron que necesitaban un doctorado para utilizar su propia red social condenaron a los desarrolladores a ver “Eureka” en bucle con ese aparato tan maravilloso que no te permite cerrar los párpados con el que nos ilustran en La naranja mecánica. Bueno, hablaría de WhatsApp, pero no lo voy a hacer. Miento, sí voy a hablar porque hace unos días me dirigía a una cabina de teletransporte cuántico cuando al cruzar un paso de peatones, vi parado a un motorista que estaba usando el teléfono móvil mientras esperaba para poder seguir circulando. No digo llamando porque ahora eso es lo último para lo que sirve la telefonía móvil. Y giro la cabeza y la gente cruzando pendiente del móvil. ¿Pero qué puta locura es ésta, joder? ¿A qué niveles de degradación se está llegando? Los llaman teléfonos inteligentes y ya con eso parece que está todo solucionado. Como los teléfonos son inteligentes, ahora puedo concentrarme en ser subnormal. Aliño mis ensaladas con cicuta del valle, pero, eh, tengo un teléfono inteligente. De hecho, hace poco les hicieron un test de CI a una persona y su teléfono. Sacó mayor puntuación el teléfono. A esta persona la despidieron y contrataron a su teléfono. Viva la tecnología.




P.S. Si lo llego a saber no lo escribo...

lunes, 2 de junio de 2014

Autobús Misántropo.

Tiempo muerto.
Como la mayoría de los días laborables esperaba el autobús sentado en la marquesina de la parada de Cortadura hasta que llegase mi transporte a las 18:20 aproximadamente. Eran las 18:05, un hombre calvo rapado con perilla de vello claro se situaba al lado de la marquesina dejando su maleta. Se dirige hacia mí y empieza a hablar.
- ¿Sigarrito?, compi.
- Que va – contesté como un autómata.
Al entender mi negativa se acercó a un chaval con pinta de universitario pasota que estaba junto a mí. El chaval estaba escuchando música por su reproductor audio. Repitió la misma pregunta.
- ¿Sigarrito?
El chaval no contestaba, así que aquel hombre pensó “try again”.
- ¿Sigarrito? – repitió.
- ¿Qué? – contestaba el chaval sorprendido.
- ¿Sigarrito? ¡Sigarrito! ¡¡Sigarrito!! ¡¡¡Sigarrito!!! ¡¡¡SIGARRITO!!! – reiteró aumentando el tono progresivamente hasta acabar gritando en la oreja del chaval.
- No – respondió el chaval acojonado.
- No, es que te he visto que te has quedado ahí un poco pillao y…
Parecía que iba a volver con su maleta pero se paró a mi lado.
- ¿Qué pasa chavales? No tengo pelo, eso le digo a mi mujer, que no tengo pelo porque estoy calvo, ¿me entiendes? – a partir de este momento empezó a moverse espasmódicamente en un estado de euforia incontrolado provocado probablemente por la ingesta de elixires espirituosos que detectaba por el olor avinagrado de su aliento y quién sabe si alguna otra sustancia. Todo esto mientras lanzaba esputos a cada minuto.
De repente, se paró en medio de la marquesina.
- ¿Tenéis hora? – preguntó.
Saqué mi móvil lentamente.
- Son las seis y on…
- ¿Vosotros esperáis el autobús de las 18:10 para Córdoba? – volvió a preguntar.
- Pues no, la verd… – le contesté ya que el chaval estaba “out” para el resto del día.
- Llega tarde el autobús, ¿no?
Generalmente, me cuesta entablar una conversación con un desconocido y en este caso no sabía cómo salir del paso. Y como si de un milagro se tratara, vislumbré el autobús de Córdoba parado en el semáforo del cambio de sentido.
- Ahí está tu autobús – le dije cortando lo que estaba diciendo.
- ¿Qué?
- Ahí tienes tu autobús.
- ¿Ése es?
- Sí ahora da la vuelta y lo puedes coger.
- Va a llegar tarde si tiene que dar toda la vuelta – se creía que tenía que llegar al final de Cádiz y volver.
- No, hombre. Mira, está parado en ese semáforo, ahora da la vuelta por medio y para aquí mismo – le expliqué.
- ¿Sí? – me respondió esperanzado.
- Claro.
- No sabes… Me acabas de dar la ilusión… - me decía con la mayor cara de felicidad que he visto en mi vida y me da un fuerte apretón de manos.
- Que barba más guapa tienes – me dice – si te dejaras perilla tendrías cara de malote.
Me descojono en su cara ante el surrealismo de la escena que estaba coprotagonizando.
- ¿Te crees que es broma? No soy homosexual ni nada, pero tú te dejas desde el bigote, así como lo tienes y para abajo – esto lo iba diciendo mientas me lo marcaba en la cara con los dedos – y se te queda cara de malote calentorro. Y te hartas de follar.
Estaba totalmente superado por esta persona.
- Hartarse de follar o estar con la familia, eso me decía un colega. Porque cada uno tiene su cosa. Hoy me dice un tío, “yo lo que quiero es follar”.
- Olé sus cojones – le digo.
- Olé sus huevos – dijo de pasada al escucharme – el caso es que el tío es de Cádiz y ella es de Córdoba. Y le digo, ¿por qué no te quedas aquí? Y yo soy de Córdoba, ¿sabes? – me contaba muy flipao como si lo que decía tuviese un sentido transcendental fruto de la casualidad que vivió.
– Pero yo estoy muy feliz de estar aquí y de ver el cielo – me decía mientras extendía los brazos. Su autobús estacionó en la parada.
- ¿Este es? – preguntó.
Asentí. Entregó el billete, dejó su maleta. Hice un ademán de despedida con la mano y vino para mí de nuevo. Me dio otro apretón de manos.
- Que te vaya bien – le dije.
- Igualmente.
Cuando creía que ya se iba, volvió a ponerse en frente mío.
- ¿Sabes qué pasa? – me decía – que acabo de salir de la cárcel. Porque he sido un atracador. Que yo he atracao bancos, pues sí. Que he atracao Unicaja, que he atracao Cajasol, que he atracao joyerías, que he atracao supermercados, pues sí. Que he pagao por ello, pues sí. Igual no tendría que haber dicho na, pero bueno – ya no me sorprendía por nada - Que tenía una condena de 24 años, pues sí. Pero he pagao por ello. Me quedaban 7 años y he salido, pues sí. Soy un atracador. Ahí están los asesinos etarras que salen en dos días. Para que luego digan tonterías en los debates, con esto lo sabes. Bueno, hasta luego.
Así se despidió. Tengo la teoría en la que cuando esa marquesina se junta conmigo es un imán para los personajes más estrambóticos.

Turn around.
Y otro día espero el autobús y pasa un hombre bastante andrajoso que parecía salir del Flying Circus. Iba andando y tras un número de pasos determinado daba un giro de 360º para seguir en la misma dirección. Y por lo menos 4 o 5 giros antes de perderlo de vista. Y la gente imitándole por la calle. Que probablemente fue trending topic en esa acera. Creadores de tendencia anónimos y la marquesina como escaparate privilegiado.

Comentario sospechoso.
Otro día situado temporalmente entre los dos anteriores, cruza un hombre la parada del autobús. Yo estaba de pie en el lateral más alejado de su trayectoria. Cuando llega donde me encontraba, al verme dice, refiriéndose a mí, “qué grande y que voluminoso”. Entendí que el instinto de conservación hizo que no me llamara gordo por las terribles consecuencias que aquello pudiese haber acarreado. Sin más se marchaba dando tumbos, lo que me hizo sospechar que o bien le habían dado el día libre en el frenopático o bien le había dado al alpiste sin mucho tiento. Al rato me senté en la célebre marquesina. Y ahora por el otro lateral veo como vuelve a aparecer su cara. Antes de que me echara las manos a la cabeza soltó “perdona si te ha molestado lo que te he dicho antes, es que estoy bebido”. Al confirmar mis sospechas le dije que no pasaba nada. Algo me pasa en la cara.



P.S. Imagínate que hay gente que no va a ir a la cárcel por robar los ahorros fruto del trabajo de toda tu vida.

jueves, 22 de mayo de 2014

Whisky Amargo.

Trigonometría de fuego.
Es una noche sin cuentos
y sin nadie para atenderlos.
Un pequeño espacio
casi intangible
se considera una conquista.
Un escaparate
alojado en el cristalino
protegiendo una esclerótica,
ardiendo en color rojizo.
Y mil llamadas al desamor
se guardan
como correo no deseado.
Podría ser media hipérbole,
la que me devolviera mi vida.
Y despiertas
con la mano
agarrando un seno,
dejando huérfano
al coseno.
Y la curva
varía en relación
al tiempo
de cóncava
a convexa.
Todo apunta
a senoidal
como la función
 de tu sonrisa.

Teorema del absurdo.
Ayer me enseñaban que los heterótrofos no se alimentan de homosexuales. Es útil ya que el canibalismo representa una aleatoriedad estadística trivial. La fuerza se mide en campos y éstos en hectáreas. Mi abuelo conservaba unas tierras de algunos kilopondios. Los imanes son magnéticos y tienen polos de fresa y de limón. Morir electrocutado bajo corriente alterna por si llegas a tocar el cable. El calor ni se crea ni se destruye, se disipa por aletas de posición ventral. La viscoelasticidad es una propiedad que aumenta la temperatura del lugar en el que se produce el fenómeno. Un ábaco respira álgebra. La alquimia produce cambios de estado y transiciones de fase como cualquier otro psicotrópico. Un monocristal de potasio se alimentaba de multitud de plátanos. Se mide el tamaño de grano de un material metálico para saber si ha pasado la adolescencia. Si la entropía tiende a aumentar, perseveremos en el caos, el orden es ilógico. Una reacción exotérmica es la que se da fuera del recipiente. Se está perfeccionando la raza humana fotosintética. Si te hablo en binario y me contestas en hexadecimal, nunca llegaremos a entendernos. Hay geólogos especializados en cólicos nefríticos. La Luna brilla al aprovechar la energía mareomotriz que genera con las mareas. Si no se aplica ninguna fuerza todo cuerpo tiende al reposo absoluto. La neurosis es el alimento principal a lo largo del día. Eritrocitos lipotímicos y leucocitos autistas. Los estados de ánimo se dividen en protones, neutrones y electrones. La psicosis se produce cuando las neuronas hacen turismo sexual. Un texto acaba cuando el límite de su función que esperamos que no tienda a infinito sea punto y final.




P.S. Ya me estoy poniendo pesao...

jueves, 15 de mayo de 2014

Alcance Vítreo.

Cómo parpadear.
Abres los ojos, te cansas de ver paredes y de vez en cuando algún trocito de cielo. Te sientas a mirar papeles repletos de caracteres y símbolos descifrables, altamente compresibles. Adelantas al asfalto sin despegarte de él a la espera de una nueva jornada. Cierras los ojos. Abres los ojos y te desplomas en un campo de amapolas. Recuerdas que alguien una vez te dijo que eran venenosas. Y caes encima de ese colchón natural. Aunque quisieras, no escapas porque te inunda una enorme sensación de paz individual. Cierras los ojos. Abres los ojos y caminas por el techo. Sin vacilaciones con paso firme y sin que la incoherencia forme una pisada. Y el tiempo se para o se dispara sin previo aviso. O vuelve para atrás sin consciencia plena. Y los atascos están vacíos y las multitudes son solitarias. Y abres los ojos. Y si cierras los ojos la oscuridad te engulle.

¿Quién es?
- Admiro la genialidad con la que esculpes cada escena y trazas cada imagen en una armonía compacta y completa.
- Maldigo la injusticia al ser admirado por el amor no correspondido.
- La brillantez de tu obra contrasta con el egoísmo de tus palabras.
- ¿Egoísmo?
- Así es.
- No pido correspondencia de igual forma que no pido admiración.
- Suena a reproche.
- ¿Y qué quieres? ¿Cómo debo sentirme cuando estás admirando mi trabajo mientras yo idolatro tu ser?
- Debes darlo por perdido.
- Eso sería una frivolidad en la que todo carecería de sentido. Si no me enamorase de cada trazo nada existiría de la misma forma que me consumiría sin quererte.
- ¿Y merece la pena sabiendo que yo no te quiero?
- Eso no tiene nada que ver.
- Tiene todo que ver.
- No puedo esperar algo que no depende de mí.
- ¿Y es eso suficiente?
- Nada es suficiente. No obstante, en este caso el conformismo es una postura más racional que la esperanza.
- Tú sólo me quieres porque no me puedes tener.
- Nunca podría tenerte, ¿de qué sirve la posesión?
- No uses juegos semánticos conmigo.
- Sólo pretendo tu bienestar.
- Por desgracia para ti, estás a años luz de eso.
- Lo sé. - ¿Y bien?
- Se me da bien aguantar el tipo.
- Menos humos.
- Es algo con lo que tendré que vivir.
- Maldita sea, ahora no seas trágico. Hay más gente en el mundo.
- Eso siempre es un consuelo.
- ¿Ocurre algo?
- ¿Cuánto tiempo llevas escuchando?
- Desde el principio.
- Entonces, ¿lo has oído todo?
- Sí.
- ¿Qué te ha parecido?
- Me dan ganas de llorar.
- La verdad es como para planteárselo.
- …
- ¿No vas a decir nada más?
- Voy a dejar que te calmes un poco.
- Va a ser difícil. Pero bueno, disculpamos tu interrupción.
- No me hagas eso.
- ¿Qué es lo que hago?
- No hay nadie más aquí. Estás hablando sólo conmigo.
- ¿Cómo?
- Que no hay nadie. No hay nadie ahí. No hablas con nadie más.
- No puede ser.
- Claro que no puede ser.
- Me está mirando.
- No le hagas caso.
- ¿Te ha dicho algo?
- No me dejes.
- Te quiero.
- …

Delírium trémens.
¿No es un despropósito
la coincidencia
del meñique de un pie
con el quicio de una puerta?
La misma que dejar a un mudo
con la palabra en la boca,
tenderle la mano a un manco,
zancadillear a un cojo
o dejar a un sordo
en completo silencio.
Volvámonos lipotímicos
para poder quitarle
hierro al asunto.
Porque algún día
formaremos parte del universo
dentro de una caja de madera.
Y reírnos con retrospectiva
al encontrar lobas
en lugar de musas
bailando en mi tumba
luciéndose impúdicas
y en pelotas.
Y no estar ahí
para presenciar la escena,
ni falta que hace
porque para entonces,
estaré pensando
en cosas más importantes.




P.S. Sin drogas, todo natural. Más o menos...

jueves, 8 de mayo de 2014

Tónico Venenoso.

La bestia.
En las profundidades, donde la luz no se conoce yace un monstruo durmiente. Inmenso a la par que poderoso duerme plácidamente. Vive en un sueño ligero a la espera de un despertar inminente. Un rugido se mezcla con el estruendo de mil cadenas al romperse. Se libera el caos, todo ira y todo rabia. Una espiral de destrucción que arrasa con lo que toca. Estalla la tierra a su paso, el mar la golpea y el aire se convierte en tornado. Sólo se oyen palabras inconexas, ideas imprecisas y caóticas. Éstas quedan silenciadas por gritos de dolor desgarradores. Los gritos del monstruo que se desangra en heridas lacerantes. Sangre de heridas de otra época que sólo sanan en la purga. Los ojos lloran en rojo para volver a cerrarse y dejar que la bestia descanse. Quién sabe qué consecuencias traerá el desastre.

En blanco.
Llegó un mensaje de un escritor que me ofrecía hospedaje mientras le intentaba ayudar a resolver un problema. Estando allí me llevó inmediatamente a su escritorio para que pudiera comprobar personalmente el suceso. Dejaba caer la pluma con suavidad sobre el tintero y de una manera ágil la deslizaba sobre el papel. La sorpresa aconteció cuando al acabar la demostración el escritor me enseñaba el papel blanco y sin atisbo de mácula. La situación era insostenible para el escritor que se estaba viendo obligado a empeñar su patrimonio hasta que le restaba sólo el escritorio. Ahí radicaba el problema, en las ataduras de su escritorio. En futuros viajes le auguraba recobrar sus palabras, sus líneas y sus historias marcadas en negro sobre el papel, sin miedo a que el escritorio pueda volver a borrarlas.

Musa del verso.
Me asombra la métrica
del deseo que encierra
tu mirada.
Una reacción exotérmica
que me convierte en la sinalefa
de tus labios.
El despropósito hierático
al estar atrapado
entre tus puntos singulares.
Y redactar una enmienda
con la que trazar una envolvente
sobre tus concavidades.
Sufrir multitud de espasmos
inducidos tras el contacto epidérmico
hasta llegar al borde del colapso.
Y cumplir penitencia divina
al tejer en el firmamento
mil estrellas sin vida,
una por cada día
que tu voz se hace silencio.
Tomo como recurso
remedios homeopáticos
y entre pócimas y ungüentos
me invento una historia
en la que eres el verso
que nunca encuentro.
Nunca te encuentro,
siempre me faltas
y dejas vacía
cada una de mis poesías.




P.S. Y lo que me queda...

jueves, 3 de abril de 2014

Productividad Fatua.

Bosque fiduciario.
Con una maza
comienza en la sala
una guerra de cifras
de munición en divisa.
Venden en subasta
angustias de plata
a la tercera puja,
una caja de dudas
y un abrelatas.
Regatean dos asistentes
por ruidos estridentes
y levantan la mano,
fingiendo que no ha pasado.
Los nervios llegan
con la pieza estrella,
una lluvia de acuarelas
para acabar la escena.
La maza ya descansa,
la gente vuelve a casa
y se da por concluida
esta lírica estafa.

La casa psicótica.
Había recibido una carta sobre un extraño suceso. Se trataba de una casa que compartía un extraño vínculo con su dueño. Sin dudarlo me dirigí a aquella localización. Se encontraba a las afueras de un poblado bastante bullicioso. Me aproximaba extrañado al observar que nadie salía a recibirme, por lo que decidí adentrarme en el hogar sin permiso. Una vez dentro me encontré con el dueño que me hospedó amablemente en una de sus habitaciones durante el transcurso de mi investigación. Fue curioso cómo con el paso de los días la habitación cambiaba en relación al trato con mi hospedador. Comencé mi exploración por la casa. La planta baja cubría todas las necesidades básicas de aquel hombre, alimento, higiene y descanso. La tierra a su alrededor era su trabajo. Subí a la primera planta, era un espacio completamente abierto dedicado al arte y al divertimento. El ático tenía innumerables habitaciones que carecían de sentido. Pude entrar sólo en alguna de ellas. Una respiraba, otra latía, de una de ellas salía un ruido ensordecedor, en otra la presión era capaz de aplastarte e incluso en una de ellas podías flotar. Muchas de esas habitaciones estaban cerradas con llave. Después de esta exploración inicial bajé al sótano. Estaba lleno de cajones y estanterías con los recuerdos de aquel hombre en un colosal archivo. Me topé al fondo con una gran puerta con un enorme candado que dejaba bien claro hasta donde llegaba la invitación. Las escaleras bajaban más allá del sótano a una especie de cueva engullida por la oscuridad más profunda. Del interior salían unos gritos de dolor y llantos desgarradores. Por prudencia no creí conveniente seguir adelante. Concluí con mi exploración, no obstante, la investigación fue infructuosa. Aquel hombre nunca había salido de su casa. Ésta de una forma u otra se lo impedía y él hacía tiempo que había dejado esa idea. Sin más me marché. Al cabo del tiempo oí que el hombre se enamoró. Un día decidió salir de si casa para pedir la mano de su amada. Cuando lo consiguió la casa se derrumbó tras sus pasos y acto seguido fue el hombre quien cayó al suelo para no volver a levantarse. Cuentan que bajo el hombre encontraron las llaves de una nueva casa.



P.S. No todo va a ser genial siempre.

domingo, 30 de marzo de 2014

Calambres Gramáticos.

La lluvia eterna.
La lluvia le perseguía. Había perdido la noción del tiempo en la que se prolongaba dicha situación. Esto hacía que le rechazaran a los pocos días de llegar a un pueblo, condenándole a vagar eternamente. Siempre le identificaban como el problema y la conclusión conllevaba su culpabilidad. Caminaba por senderos embarrados y solitarios. Se sentaba al pie de un árbol para escuchar el estruendo del viento al chocar con la montaña. Conocía a la perfección la melodía de las gotas al golpear contra el suelo. Vivía en un mundo gris tenebroso. Cerrar los ojos para dormir era un privilegio que pocas veces lograba, apenas si daba unas pocas cabezadas. Su mente se corrompía y la realidad se desmoronaba en una irremediable locura. Quien le diría que al borde del final llegaría la calma. Un imponente sol le deslumbraba, convirtiéndole en estatua de arena. Una fina brisa le dispersaba por el aire para siempre. En el recuerdo vivía en el más absoluto de los silencios.

¿Cómo te llamas?, amor.
¿Qué me dices, amor?
Que apenas te oigo,
sólo leo en tus ojos
una mirada de odio.
¿Qué me callas, amor?
Que apenas te entiendo
cuando me niegas la palabra
y juego a comprender tus gestos
¿Qué me quieres, amor?
Que apenas doy crédito
cuando me arrancas un beso
y compruebo que es un sueño.
¡Que me matas, amor!
Que apenas lo arreglas
con un te quiero incierto
y un adiós eterno.

Calamidad.
En las profundidades, donde la luz no se conoce yace un monstruo durmiente. Inmenso a la par que poderoso duerme plácidamente. Vive en un sueño ligero a la espera de un despertar inminente. Un rugido se mezcla con el estruendo de mil cadenas al romperse. Se libera el caos, todo ira y todo rabia. Una espiral de destrucción que arrasa con lo que toca. Estalla la tierra a su paso, el mar la golpea y el aire se convierte en tornado. Sólo se oyen palabras inconexas, ideas imprecisas y caóticas. Estas quedan silenciadas por gritos de dolor desgarradores. Los gritos del monstruo que se desangra en heridas lacerantes. Sangre de heridas de otra época que sólo sanan en la purga. Los ojos lloran en rojo para volver a cerrarse y dejar que la bestia descanse. Quién sabe qué consecuencias traerá el desastre.



P.S. Viva la era digital.

jueves, 6 de febrero de 2014

Exorcismo Pernicioso.

Hijos de la crisis.
De alguna forma revives por tus recuerdos esos tiempos de niñez cuando le ves preparándose por las mañanas. Ves cómo organiza su pequeña mochila. Le ayudas a vestirse. Le das su merienda que espera con ilusión. Y te separas de él o ella para continuar con tu rutina, deseando que tenga un buen día. De alguna forma especial son pequeñamente mágicos. Ayer mientras volvíamos de lo que había sido un día agotador y después de haberme contado todas sus novedades, me dijo.
- Papá, hay una niña en mi clase que hoy no llevaba merienda – no me lo esperaba.
- Ah, ¿sí?
- Sí.
- Y, ¿cómo se llama esa niña?
- Marta.
- ¿Te dijo por qué no llevaba merienda? – pregunté interesado.
- Decía que su mamá le había dicho que le habían robado su merienda – tristemente, imagino que de una forma u otra sería verdad.
- Bueno, ¿y qué hiciste?
- Nada – contestó con inocencia.
- ¿Por qué no compartiste tu bocadillo? – incidí un poco.
- No me lo pidió – volvió a contestar con la misma inocencia.
- ¿No crees que tenía hambre pero que a lo mejor le daba vergüenza pedirte de tu merienda? – concluí con algo de retórica para niños.
- Ah, vale – respondió con esa candidez que sólo los niños poseen. Al día siguiente me dijo que había partido en dos su bocadillo. A esa niña le supo a gloria. Desde entonces, siempre preparo dos bocadillos. Hicimos un pacto secreto.
- Hoy te doy dos bocadillos. Uno para Marta y otro para ti. Pero me tienes que prometer una cosa.
- Sí.
- Cuando se lo des, le tienes que decir que te lo ha dado su mamá. Que se le había olvidado – ay, las mentiras piadosas.
- Pero eso es mentira – me decía con seriedad.
- No, porque yo se lo quito al ladrón que le roba a su mamá – ay, cómo duelen los niños.
- Ah.
El tiempo pasa. Así lo hizo mientras estuvieron juntos. Por desgracia, eso sólo fue una anécdota de lo que estaba ocurriendo. Inevitablemente, van creciendo. Poco a poco, van atando cabos. Hasta que llega el momento en el que les vuelve ese recuerdo de su infancia. Comprenden esos juegos de niños. Entienden el significado de esas promesas, el porqué de tanta parafernalia. Y mientras tú sigues con tu vida, un día llegan con un brillo especial en los ojos, te dan un abrazo y te dicen.
- Papá, te quiero.
No me lo esperaba.
(Supongo que será casualidad que días después de escribir esto en televisión hicieran alusión a los terribles datos de pobreza infantil. Aunque pensándolo mejor y siendo consciente de la situación, desgraciadamente no sea casualidad).

Catatonia.
Quizás sea cierto
que se encuentre en la tristeza
el aliento para escribir versos.
Porque es más fácil
hablar de lo que no tengo.
Y sea justo por eso
que cuento historias de amor.
Que le canto a los besos
con los que me arrancas los labios.
A tu boca que con agravio,
traga lo que no quiero oír.
Eso que me quema por dentro.
Y pinto el mundo de colores,
grises, blancos y negros.
Escribo mares de sangre
espesa, oscura y trágica.
Y murmuro apenas en silencio,
que vivo de tu recuerdo.
La noche siempre me regala una sonrisa
(irónica por el brillo de su esmalte,
se ríe, sin piedad de mis rimas asonantes)
para que le cuente lo mucho que te quise.
Y caigo presa de su embrujo
y juega conmigo a buscarte.
Pero ya nunca logro encontrarte.

Entrevista con Mr. Flowman.
- Buenas noches.
- Buenas noches.
- ¿Cómo vive la plena consciencia?
- Diría inconscientemente. No obstante, no es tan así. Sería más bien un intento por entender cuál es el momento adecuado para ponerlo en práctica.
- ¿Cuál sería ese momento?
- Imagine que me dice “se acabó”. Son palabras clave en un momento inesperado o incluso un gesto incoherente.
- Si tuviera la oportunidad de cambiar de piel, ¿lo haría?
- ¿Se refiere a implantar mi consciencia en otro cuerpo?
- Si así gusta.
- No haría falta. Con una pizca de empatía puedes imaginarlo en tu pellejo. Pero sí me gustaría ser a veces una canción, un susurro. La luz que atraviesa un prisma o una gota de agua. La superficie del mármol o de arena de playa. Intangible pero eterno, tan vacuo como imprescindible.
- Según su opinión, ¿sería posible matar por amor?
- Es contradictorio. Matar es la antítesis de amor. “Te mato porque no puedo vivir sin ti” es una frase que de ser amor sería “te quiero tanto que moriría por ti”.
- Entonces, ¿por qué se mata?
- Se mata por dinero, por celos, por envidia. Nunca por amor.
- ¿Es posible morir por alguien?
- Es una posibilidad en tanto en cuanto se muere por algo, por lo que también tendría sentido para proteger a alguien. Aunque sea una práctica poro recomendable. La contraindicación se debe a la irreversibilidad del proceso.
- ¿Cuál es el peor castigo?
- La indiferencia.
- ¿Mayor que la muerte?
- Sería el fin de la indiferencia. Bueno y el fin a secas.
- ¿Cree en la cábala?
- Creo en el armisticio.
- ¿Tan mal estamos?
- ¿Nosotros?
- En general.
- Digamos que cada uno se mueve por el interés personal y éste es el engranaje de nuestras acciones.
- El egoísmo está en la sangre…
- El egoísmo llama a la avaricia y culmina en despotismo.
- ¿Qué ocurre con quien fracasa en el intento?
- Acaba alienado y exento de poder.
- ¿Y el victorioso…
- Es corrupto y corruptor de mentes en masa.
- ¿Un colofón?
- Fuegos artificiales.
- ¿Se cambiaría para hacer las preguntas?
- En absoluto, porque podría temer alguna de mis respuestas.
- ¿Ha notado algo en falta?
- Un punto y final no estaría de más.
- Buenas noches.
- Buenas noches.



P.S. Podría pedir más a riesgo de quedarme sin nada.

jueves, 30 de enero de 2014

Candados Usados.

Fosforescencia.
La idea de la que se enamoró se acabó consumiendo. Cerraba los ojos y lo único que veía era negro. Ya no se acordaba de aquella razón absoluta. Una componente fuertemente subjetiva que le daba sentido al Universo. La perfección eterna. La belleza metafísica. Las ganas de vivir para contemplarla. La fuerza que te vuelve indestructible. Un problema de imprecisión. Esa idea no se podía tocar. No se podía abrazar. No se podía besar. Esa idea no existía. Tremenda contradicción entre todo y nada. Todo lo envuelve y a la vez lo paraliza. Nada en el interior, vacío en el hueco. Suelo, techo y cuatro paredes. Tierra, cielo y horizonte. Escapar sin moverse. Viajar con la mente. Imaginar la irrealidad. Mentir como remedio. Soledad lacerante. Conformarse con uno mismo. Una pieza que no encaja en ninguna parte. ¿Cómo se enamoró de esa idea? Probablemente, necesitaba un placebo. Medicación sin receta de manera transitoria. Y ansiaba un insulto ajeno. Rogaba por una paliza que le dejara la mente en blanco. Dejar la obsesión de su pensamiento. Descansar de su propia masacre. Eliminar su sentencia, renunciar a la condena. Pedir colaboración para regalar la maza de juez y la máscara de verdugo. Que otro crispe su existencia. Aunque fuera en vano. Porque nadie es más cruel para sí que él mismo. No se tiene compasión, no sabe qué es perdonarse. No pestañea en el castigo, ni vacila en la tortura. Pero está cansado, deseando encontrar a alguien a quien pasar el testigo. La piedad se transformó en un beso en su mejilla. Y el estruendo de aquel beso se mezclaba entre lágrimas. Ya no sentía nada.

Quiromancia extrema.
Preguntas tras una línea. Palabras oscuras que invocan un código complejo. Técnicas de ocultismo que esconden un mensaje. Preservar el significado con el significante como custodio aliado. Suscitar las dudas y restarle importancia. No satisfacer con una respuesta concreta. Como si una explicación resolviera el problema. Equis vale veintiséis. Lo fácil que sería si fuera fácil. Lo peor llega con la pérdida de facultades. Imprecisiones que dejan a la vista lo antes oculto. Falta de práctica que te dejan expuesto. A la vista, cuando intentas esconderte, sin piedad eres abatido. ¿Dónde quedaría el sentido de todo ese esfuerzo? ¿Cómo decir que te explota el corazón con el sonido de un arpa? Es imposible. Sigue la invasión, otra vez. ¿Cómo explicar algo que no consigues comprender tú mismo? Y aún así, de alguna manera, lo consigues escribir. Deseando romper el caos a martillazos. Y empezar a contar un cuento en el que todo fuera real y el final fuera de ensueño.

Sonata & Toccata
Si cuando digo O quiero decir H
y cuando digo sí, quiero decir no.
Si no sabes leer entre líneas,
no seré yo el culpable.
Si te miro a los ojos,
te estaré mintiendo.
Si te leo los labios,
es que quiero besarte.
Si me llevo una bofetada,
me sabría culpable.
Y con la mejilla colorada
me querrías toda la vida.
Se puede decir más claro
pero no más alto.
Y no encuentro todavía
las palabras para explicarte…
Que cuando digo H es que quiero besarte.
Y que si digo O es que te estaré mintiendo.
Que si te leo los labios sería el culpable.
Y que no entiendo todavía que me quieras de por vida.



P.S. ¿Y por qué no he puesto este dibujo antes? Ni que esto hubiera tenido sentido alguna vez.

viernes, 24 de enero de 2014

Castillo Onírico.

Lluvia de meteoritos.
Luna nueva
y un cielo de estrellas
en el que todos esperan
un cuarto creciente.
Y las calles se encienden,
sales al instante
para ver entera
la Luna llena.
Veneno en las venas
de luz rutilante
y es que no hay quien me aguante
en cuarto menguante.
La luz parpadea
y en mi cabeza se apagan
un sinfín de ideas
con la Luna nueva.
Y un cielo sin estrellas
en el que no entiendo
que el ciclo se estanque
y siempre viva en cuarto menguante.

Catalepsia.
Gotean ideas de una gotera en la cabeza y forman un charco por el que pasan un trapo. Se afeita en asfalto y con espuma de mar, aunque hace tiempo que aprendió a dejarlo. Camina desgarbado, encogido y despistado pero nunca se pierde o cuando lo hace no se acuerda. Las tripas empiezan a helarse. Un frío que congela los latidos del corazón. Las venas se agrietan en sangre seca. Seco por dentro. El alma hecha jirones de rabia. La consciencia en plena demolición. La cordura de baja por depresión. Los ojos escondidos en la sombra, se apagan por morosidad. Ilusión de contrabando y esperanza en prisión. Mira esas manos haciendo un gesto gamberro. Que secuestren la calma y la entereza. Un edificio aguanta sin pilar maestro. Fingir indiferencia sin chaleco antibalas. Que el primen impacto le recuerde a un beso. Le pedía consejo a una estatua. Se perdía en las palabras. Ni siquiera era capaz de conservar lo que quería. Y la idea existía pero no se materializaba. Con un chasquido de dientes se prendió fuego a la boca. Era una posible solución. Cuando extinguieron el incendio le devolvieron los restos. Su forma de ser defraudaba a Hacienda. ¡Qué complicación! Demasiado orgulloso para pedir limosna. Ni siquiera conseguía que leyeran unas líneas. Se olvidó de sí mismo. No recordaba quién era. De esa forma llegó a ser nadie. Era extraño y a la vez fantástico. Lúgubre y desconcertante. Inquietante y exiguo. Era descorazonador y ruinoso. Catástrofe en las pupilas que brillaban grises. Una sonrisa aniquilada. Las manos rebosantes de aire. Y un teléfono comunicando.

Plano ventral.
¿Alguna vez te has preguntado por qué te duele el cuerpo al despertarte? Abres los ojos y empiezas a correr en un pasillo extrañamente iluminado. No percibes tu respiración pero te sientes fatigado. Corres bajo la sensación de estar siendo perseguido. No aprecias ningún movimiento pero de alguna forma eres capaz de sentirlo. De repente, el suelo desaparece. Caes por unas escaleras. Te rompes un brazo, pero no paras de correr. Sales del edificio. Entras en un coche. Todo en blanco y negro. Arrancas con nerviosismo. Abandonas el aparcamiento rozando a otro coche. Unos faros te iluminan por la espalda. Aceleras tanto como te deja el coche. Esquivas lo que encuentras a tu paso. La velocidad empieza a ser frenética. Tu alrededor se deforma, alargándose. La sensación de velocidad disminuye. Unos faros te ciegan. Abres los ojos. Por alguna razón te duele el brazo y sientes las piernas entumecidas. A eso lo llaman descansar.



P.S. Si los espejos del salón no están rotos, no estoy yo.