sábado, 29 de octubre de 2011

Galaxias Dúctiles.

Sueño entre luces y sombras.
Se quedó dormido una noche de su infancia. Despertó en una especie de sueño extraño. Todo parecía seguir con normalidad, su vida transcurría sin cambios sustanciales. Vivió una infancia feliz o al menos eso le pareció. Aquellos días estuvieron inundados de risas y diversión. Empezó a surgir la chispa de la amistad que con tiempo fue consolidándose en llamaradas más profundas. Los amigos de la niñez son algo especial que lamentablemente en su caso se quedaron en aquel tiempo perdido. Algunos esperando ser rescatados por el futuro, literalmente. Y otros o los mismos, respaldados por su pensamiento. En un determinado instante esa infancia desapareció en un fogonazo, simulando que nunca hubo existido. Más tarde surgió la etapa de las sombras. Se escondía entre tinieblas por las que en ocasiones asomaba una luz tenue. La luz era suficientemente intensa como para que su calor templara su corazón helado. La luz brillaba más fuerte con el paso de los días, guiándole a lo que parecía el final de un camino. De repente esa luz se apagó, pasando de estar entre sombras a internarse en la oscuridad completa. Su corazón agrietado por volver de nuevo al frío, terminó por volverse de piedra. No podía aguantar solo, detestaba el eterno incordio de su compañía. Vivía por inercia, más que por convicción. Fue entonces cuando encontró una pequeña luciérnaga de color. Revoloteaba a su alrededor, mientras que unas pocas más se acercaban. Poco a poco le hicieron flotar, le elevaban al cielo infinito. Le salvaron, enfrentándole a su tormento oscuro. Le devolvieron la luz del Sol y empezaba de nuevo a aprender lo que era ser feliz. Después de aquello pudo volver a dormir. Se despertó a la mañana siguiente en aquella habitación de su infancia. Tenía cinco años y aquella noche había vivido gran parte de su vida. Con los ojos empapados de lágrimas, supo que la felicidad volvería algún día.

Esto va de inventos.
Daba cabezazos intercalados entre las sucesivas clases que le impartían. Cada palabra pronunciada era una pesada losa que se descargaba sobre sus párpados. Mantener la concentración se volvía entonces misión imposible. Llegaba el momento de divagar, mantener una posición fija solapada con un asentimiento asimétrico que pudiera ayudarle en el despiste. Pensó en lo bien que le vendría poder salir de su cuerpo en aquel momento. En cierta manera podía hacerlo, pero necesitaba algo que estuviera dotado de mayor pragmatismo. Se le ocurrió una idea para un nuevo invento revolucionario. Un generador individual de viajes astrales. Es sencillo, consistiría en un pequeño dispositivo con el que trasladar la conciencia a un destino más placentero. Por supuesto, sin perder las capacidades de comprensión del lugar en el que estés situado físicamente en dicho momento. Podrías estar a la vez en clase y además en un destino previamente elegido personalmente. Se programaría la duración del viaje astral y una vez finalizado volvería a la realidad. Después de pensarlo fríamente desechó la idea. “Ves demasiadas películas”, se dijo a sí mismo. Además no era nada novedoso, ya se había hecho en Matrix. Y por si fuera poco, veía un poderoso inconveniente. Cabía la posibilidad de que en un momento dado no pudieras diferenciar realidad de ficción. Que tu mente te confundiera por culpa de estar viviendo en una realidad ficticia más favorable, llegando a renegar de la verdadera. “Definitivamente, ves demasiadas películas”, se dijo, ya preocupado. Finalmente, acabó la clase. Estaba contento, consiguió su propósito casi sin pensarlo. Rogaba porque su imaginación siguiera igual de lúcida en la siguiente hora. Aunque era sabedor de que era una posibilidad tremendamente improbable. En otra ocasión les contaré, cómo en un día lluvioso del que salió completamente empapado, inventó un aparato con el que no mojarse en días de viento y que nada tiene que ver con un chubasquero. Gracias por su atención y hasta otro memento.




PD: Cada semana gana pendiente, haciéndose más cuesta arriba...

lunes, 17 de octubre de 2011

Feliz Cumpleaños, Tú.

De las puertas del blog sale un pequeño cuento para ti...

La ninfa y el príncipe.
Suavemente despertaba aquella ninfa con su bosque. Recorría, bailando, los árboles en una celestial armonía. Iluminada por el sol dejaba una estela brillante que a cualquiera impresionaba.
Quienes olían su perfume quedaban prendados de su dulzura. Un leve toque en el suelo le bastaba para hacer crecer las flores. Ilusionado un joven tritón le pidió que fuera con él, diciéndole que la amaba. Ella, tímidamente le rechazó. No quería estar viviendo de por vida debajo del agua. Resentido el tritón se marchó decepcionado. Su corazón ahora sí parecía haberse ahogado. El agua sólo le servía como espejo donde contemplarse cuando se aburría. Siempre que eso pasaba, aparecían pequeños pececillos que acudían a jugar con ella.
Mientras, la vida en el bosque transcurría a su alrededor permanentemente. Incluso los animales más fieros se dejaban tocar mansos por sus delicadas manos.
Cada esencia vital se fusionaba mágicamente con su alma forestal. Otro pretendiente entonces aparecía. En esta ocasión un fauno que le prometía amor eterno. Razones no le faltaban, pero aún así era demasiado feo para gozar de su compañía. Aquella noble y romántica bestia, carecía de la belleza aparente que ella necesitaba. Zonas del corazón del fauno desesperaban y aunque su amor era puro e incorruptible, así también fue su ira. Otra alma en pena abandonaba el deseo de poder contentar a aquella fuerza de la naturaleza. Nadie parecía querer volver a intentar tamaño reto. Pasaría mucho tiempo hasta que eso volviera a suceder.
Entonces, un joven príncipe se perdió en el bosque. Solo y preocupado, encontró por sorpresa a la ninfa.
Todo su cuerpo se erizó al verla y quedó completamente enamorado de su fugaz silueta. Unas palabras bastaron para que ella dejara de huir. Le juró amor eterno si le ayudaba a salir del bosque. Y la ninfa al ver sus preciosos y cristalinos ojos no pudo negarse. Obediente le acompañó y al llegar al final del camino se desplomó sin vida, la ninfa.
...
La bella ninfa murió por un amor que le hizo desprenderse de su vida, abandonando así su bosque. Ella pensaba que valía la pena.




PD: Y todavía me quedaría poder verte una vez más si fuera posible...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Violet Sunset.

Dilema del prisionero III.
El silencio se volvió molesto en aquella habitación. Pasaron algunos minutos y ambos presos esperaban que algún suceso rompiera aquella desesperante monotonía. Cada segundo era eterno y agónico, la tensión y el nerviosismo que padecían, parecía que les abatiría de un momento a otro. Todo estaba en calma y de repente, la puerta se abrió. Nuestro rechoncho personaje volvía a entrar por aquella portezuela para alivio de nuestros amigos. En su cara se dibujaba una tímida sonrisa, todo parecía indicar que lo había conseguido.
- Bueno, ¿qué tal? Habla ya que me vas a provocar un infarto – comenzó diciendo el personaje extraño.
- Aquí tengo la llave de tu libertad. No fue fácil, pero lo conseguí. Intercambié las llaves con ambos presos y les liberé. No confiaban el uno del otro, así que lo dejaron en mis manos… – explicaba con confianza el hombre tembloroso.
- Déjate de historias, vamos a lo que nos concierne. La llave, por favor – interrumpía el misterioso preso.
- No tan rápido. La llave que quieres es la mía. Cambia tu llave conmigo y ya arreglaremos la situación entre nosotros – contestó ágilmente el protagonista.
- Bien, al fin y al cabo sólo quiero rescatar a mi compañero. Toma, apañaos como podáis – le dijo el preso libre mientras intercambiaban sus respectivas llaves.
Acto seguido, aquel hombre abandonó la habitación para liberar a su compañero ciego al que le hizo una fea jugada, mientras dejaba a aquellos dos hombres a su suerte.
- Parece ser que sólo confías en tus propias posibilidades, amigo – sentenció aquel peculiar personaje, iniciando la conversación.
- Es la misma estrategia que has jugado desde el principio y de esa forma me cubro las espaldas. Volvemos al principio pero ahora la situación ha cambiado. Creo que ahora la negociación es viable – respondió el protagonista.
- Así es, y bien, ¿qué propones ahora? – preguntó el oscuro personaje.
- Alcemos un brazo con la llave e intercambiemos las llaves con una sola mano. De esa forma aseguraremos el intercambio – caviló el protagonista.
- Estoy de acuerdo, procedamos – dijo aquel tipo poco común algo inquieto.
Cambiaron las llaves e inmediatamente intentaron abrir las puertas de sus respectivas celdas. Nuestro protagonista metió la llave apresuradamente en la cerradura e intentó girar pero no le fue posible. La puerta no se abría con aquella llave, contemplaba atónito su situación mientras veía como aquel tipo raro conseguía salir de su celda sin problemas. Constató como sus miedo iniciales se transformaron en realidad.
- Te lo dije desde un principio, amigo. Lo mejor es no tener que fiarse de nadie. Desafortunadamente para ti, te equivocaste en tu elección. Deberías haber dejado que te salvara el gordito – afirmaba satisfecho.
- Pero, ¿cómo? – acertó a decir el protagonista.
- ¿Qué importa eso ahora? Ahora hay que afrontar la realidad, yo disfrutaré de mi libertad y tú de una soledad insoportable. Suerte, amigo – sin más aquel malvado personaje abandonó la habitación. Nuestro protagonista seguiría encerrado hasta el fin de sus días o hasta el día en el que la benevolencia de algún otro trajese consigo su ansiada libertad.
FIN


La dependencia del ser (o no ser).
Depender de alguien y estar solo es algo muy doloroso. Es algo que sabía bien, algo que había experimentado a fondo. Sabía lo que era el dolor de la necesidad. Sabía lo que era el vacío. Vacíos que existieron y existen y que por alguna razón no pudieron ser llenados en un momento determinado. Cada uno de esos vacíos acabaron por agujerearle por dentro, rompiéndole. Y esa sensación de vacío interior se contrasta con el tiempo por la de sentirse roto por dentro. Grietas profundas que le vuelven inservible e inestable. Convive con multitud de síntomas confusos que no podrá analizar hasta haber dejado pasar aquel instante tormentoso. Tener miedo al amor era para él un juego de niños, teniendo en cuenta que por un lapso temporal indeterminado, él tuvo que renegar del amor. Renegar del amor puede ser fácil pero es tremendamente doloroso cuando es un hecho que quieres a alguien. No poder decirle a la persona que quieres eso mismo, se convierte en un lastre difícil de soportar. Es posible que sea llevadero al comienzo pero poco a poco se convierte en la sentencia de muerte de sus sentimientos. Ataca cuando menos lo esperas de una forma brutal e incontrolable. Al no ser capaz de afrontar esa pena, la guarda en su interior bajo llave, en un capítulo que es mejor no abrir. Un libro inconcluso sobre el que es mejor no preguntar. Encerrada queda toda su angustia y su lamento. La soledad es cruel enemigo y pese a ello, se forzaba sufrir su compañía. Qué irónico… Esa misma soledad escribiría capítulos en aquel libro oscuro y peligroso. Qué duro es necesitar a alguien y no poder disfrutar de la compañía de nadie. Tener que rechazar su propia salvación, su alegría, su felicidad, le destruía poco a poco. Cuando parece que fin se acerca y existe la posibilidad de tomar el control de su vida, le mandan a la casilla de salida de una patada. Se empiezan a buscar culpable ajenos inexistentes, cuando el culpable es la misma persona que padece. El fallo estaba no haber actuado correctamente. Sabía que con seguridad su pesar era un grano en la inmensidad del padecimiento de otros. Por eso, ¿para qué se iba a quejar?




PD: Creo que no tengo mala memoria. Pero últimamente tengo la sensación continua de que se me escapan cosas. No es la primera vez que me pasa y la verdad es que es bastante molesto. Espero que no dure demasiado.

lunes, 3 de octubre de 2011

Descanso Escaso.

Dilema del prisionero II.
Durante aquella inquietante conversación que no parecía llegar a ninguna parte, ocurrió algo impredecible. La puerta de la sala se abrió y un nuevo personaje entró en ella. Entró raudo y pálido. Estaba fatigado, visiblemente nervioso y además hiperventilaba. El sudor le recorría cara y cuerpo. No era consciente de que las celdas de la habitación estaban ocupadas y antes de que pudiera serlo, los presos se hicieron notar.
- Interesante… - dijo nuestro extraño amigo.
- Esto lo cambia todo – suspiraba el protagonista.
- ¿Qué? – articuló aquel pobre hombre como pudo.
- Eso mismo me pregunto yo, ¿qué demonios haces aquí? – preguntó con esa manera estrafalaria que tenía al hablar.
- No tengo la menor idea, sé lo mismo que vosotros – contestó el hombre asustado.
- Error, amigo. Lo mismo, no. Hay una diferencia fundamental, tú estás libre y nosotros, no – reprendía contundentemente.
- Nuestra situación es la que es por tu culpa. Déjame que te lo recuerde – respondía el protagonista con soltura.
- Esa no es la cuestión ahora. Desembucha, mi bamboleante amigo – evadía astutamente el raro personaje.
- Ehm, bueno… - balbuceaba.
- No tenemos todo el día. Habla ya, maldito patoso – dijo molesto por la actitud de aquel hombre.
- Le robé mi llave a un ciego. Mi compañero de celda era ciego y le mentí. Estábamos hablando sobre nuestra situación y encontró su llave. La palpó pero no sabía que era, le dije que la penumbra no me dejaba ayudarle y le pedí que me la lanzara. Evidentemente era mentira, sabía que era mi llave y cuando la atrapé salí corriendo de aquella sala. Eso es todo, seguidamente he aparecido aquí. Engañé a mi compañero ciego… - dijo el hombre sintiéndose culpable.
- ¿Qué número tiene la habitación de tu compañero? – preguntó nuestro protagonista.
- Mi celda era la nº4 y mi compañero la nº3, evidentemente él tenía mi llave – susurró preocupado.
- Justo la llave que tengo, qué casualidad – respondió aliviado el protagonista al empezar a ver al fin la luz en el camino.
- Dámela, por favor – le pidió aquel hombre ilusionado.
- Parad el carro, antes de nada. ¿Cuál es tu llave? – insistía el tipo extravagante.
- Tengo la llave nº5, por lo que veo no es de aquí – explicó confuso.
- Maldita sea, ¿dónde diablos está la llave de mi celda? – farfullaba aquel atípico personaje.
- Veo que volvemos a estar en punto muerto. Mi compañero tiene mi llave, tú tienes la llave de un desconocido y yo tengo la llave que quieres – explicaba el protagonista.
- Si de verdad quieres la libertad de tu amigo, tendrás que buscar la mía. La cadena es sencilla, buscas en la nueva habitación al destinatario de tu llave y que él abra la celda de su compañero. Seguramente él tenga mi llave, de esa manera, yo liberaría a mi compañero y tú obtendrías la libertad de tu querido compañero – arengaba sibilinamente el extraño preso.
- Estoy conforme – sentenció el protagonista.
- Veré que se puede hacer – concluía aquel hombre, visiblemente más tranquilo.
Los presos permanecían expectantes, mientras el hombre se internaba en la nueva habitación. A saber qué nuevos problemas se presentarían…

Lágrimas de cristal.
Las lágrimas de caramelo se forman en la máxima expresión de un sentimiento, eso es algo que ya sabemos. Ahora toca adentrarse en otra versión de la solidificación de las lágrimas. Suele ocurrir cuando una situación triste se instala entre nuestros sentimientos. La tristeza, por naturaleza, puede ser un sentimiento estático, al contrario que la alegría o la felicidad que, generalmente, son algo efímero. Las lágrimas condensan, tomando forma de cristal. Las lágrimas de cristal son nuestras mayores penas, nuestros tormentos más dolorosos. Son situaciones que arrastramos con nosotros y nos van rasgando poco a poco por dentro. Son lágrimas peligrosas, no tienen la potencia de las lágrimas de caramelo, pero la principal característica que puede hacerlas letales, es su duración. En la mayoría de ocasiones, son lágrimas indestructibles. Viven con su poseedor y van creciendo en su interior. Puede ser que su crecimiento se vea interrumpido por olvido de su dueño, en determinadas ocasiones pueden también encoger. Pero si no son destruidas, siguen ahí. Latentes. Nunca desaparecerán, a menos que aquello que las creó, consiga solucionarse. Una vez que eso sucede, de la misma forma que se fraguo la lágrima de cristal, vuelve a transformarse en líquido y desaparece. Deja una sensación de alivio, pero también preocupación y cierto estado de alerta. Al morir, las lágrimas de cristal que no fueron disueltas, quedan cristalizadas para toda la eternidad. Cuidado al llorar lágrimas de cristal.

Lastimera reflexión.
Es curiosa la manera en la que las mayores discusiones surgen de las mayores tonterías. Generalmente, sucesos aislados, situaciones intranscendentales acaecen en determinados momentos en los que el estado emocional no acompaña y nos hacen explotar. La estupidez es una característica inherente a nosotros mismos y acabamos diciendo cosas que no queríamos. La cuestión es compleja, intentemos darle un giro a la vista. Las palabras duelen, pero al parecer se han convertido en lo más importante. Algo que digamos puede ser nuestra perdición. Personalmente, según qué cosa puede parecer lógico aunque tampoco soy partidario del tremendismo. Lo que me choca es la anteposición de la palabra a los hechos. Hay personas para que las palabras son más determinantes que los hechos, o eso hacen intuir. Una conducta no es capaz de contribuir de manera positiva a un mal momento en el que se dijo algo indebido. Es extraño, ya que el comportamiento es algo que permanece y las palabras, como diría aquel, se las lleva el viento. ¿Por qué no dejamos que, verdaderamente, el viento arrastre consigo esas palabras desafortunadas y prestemos más atención al comportamiento? Hay ocasiones en las que las palabras son agradables pero la actuación es oscura. Detrás encuentras pretextos e intereses escondidos. Al menos unas malas palabras van de frente, pero los malos actos pretenden atacarnos con la guardia baja. Seré un iluso por pensar que es mejor ir siempre de cara aún estampándote contra un muro. Será que los listos son los que se aprovechan de cualquier ventaja a su alcance. Será eso…




PD: Uff, ¡qué plomazo!