jueves, 3 de abril de 2014

Productividad Fatua.

Bosque fiduciario.
Con una maza
comienza en la sala
una guerra de cifras
de munición en divisa.
Venden en subasta
angustias de plata
a la tercera puja,
una caja de dudas
y un abrelatas.
Regatean dos asistentes
por ruidos estridentes
y levantan la mano,
fingiendo que no ha pasado.
Los nervios llegan
con la pieza estrella,
una lluvia de acuarelas
para acabar la escena.
La maza ya descansa,
la gente vuelve a casa
y se da por concluida
esta lírica estafa.

La casa psicótica.
Había recibido una carta sobre un extraño suceso. Se trataba de una casa que compartía un extraño vínculo con su dueño. Sin dudarlo me dirigí a aquella localización. Se encontraba a las afueras de un poblado bastante bullicioso. Me aproximaba extrañado al observar que nadie salía a recibirme, por lo que decidí adentrarme en el hogar sin permiso. Una vez dentro me encontré con el dueño que me hospedó amablemente en una de sus habitaciones durante el transcurso de mi investigación. Fue curioso cómo con el paso de los días la habitación cambiaba en relación al trato con mi hospedador. Comencé mi exploración por la casa. La planta baja cubría todas las necesidades básicas de aquel hombre, alimento, higiene y descanso. La tierra a su alrededor era su trabajo. Subí a la primera planta, era un espacio completamente abierto dedicado al arte y al divertimento. El ático tenía innumerables habitaciones que carecían de sentido. Pude entrar sólo en alguna de ellas. Una respiraba, otra latía, de una de ellas salía un ruido ensordecedor, en otra la presión era capaz de aplastarte e incluso en una de ellas podías flotar. Muchas de esas habitaciones estaban cerradas con llave. Después de esta exploración inicial bajé al sótano. Estaba lleno de cajones y estanterías con los recuerdos de aquel hombre en un colosal archivo. Me topé al fondo con una gran puerta con un enorme candado que dejaba bien claro hasta donde llegaba la invitación. Las escaleras bajaban más allá del sótano a una especie de cueva engullida por la oscuridad más profunda. Del interior salían unos gritos de dolor y llantos desgarradores. Por prudencia no creí conveniente seguir adelante. Concluí con mi exploración, no obstante, la investigación fue infructuosa. Aquel hombre nunca había salido de su casa. Ésta de una forma u otra se lo impedía y él hacía tiempo que había dejado esa idea. Sin más me marché. Al cabo del tiempo oí que el hombre se enamoró. Un día decidió salir de si casa para pedir la mano de su amada. Cuando lo consiguió la casa se derrumbó tras sus pasos y acto seguido fue el hombre quien cayó al suelo para no volver a levantarse. Cuentan que bajo el hombre encontraron las llaves de una nueva casa.



P.S. No todo va a ser genial siempre.