jueves, 31 de marzo de 2011

Feliz Cumpleaños, Anita.

Ana, mi hermana.
Aún tengo flashbacks de mi vida sin ti. Como son recuerdos de infancia, la mayor parte son felices. Era el único niño en casa y campaba a mis anchas. Toda la atención era para mí, pero por alguna extraña razón eso no era suficiente. No me acuerdo de cuáles serían las razones, pero por aquellos extraños motivos les dije a papá y mamá que quería tener una hermanita. ¿Qué raro, no? La mayoría de los niños piden un hermano para poder jugar con ellos, pero yo no. Quería una hermanita y no me acuerdo del motivo, pero recuerdo que lo tenía claro. Misteriosamente, cada vez que he tenido las cosas así de claras he acabado teniendo suerte. Será verdad eso de que al desear algo fuertemente al final se cumple. Y sucedió. No recuerdo con quien me dejaron, lo que recuerdo perfectamente es cuando papá vino por mí y me llevo al hospital. Me encontré a mamá en una camilla y a ti en una de esas incubadoras de hospital. Tan pequeñita como una muñeca de trapo. Tenía siete años y me quedé tan impactado que el recuerdo de verte por primera vez permanecerá en mi memoria para siempre. Me debí quedar paralizado unos segundos mirando. Seguramente no entendía muy bien lo que estaba ocurriendo, pero estaba contento. Después vino el síndrome del rey destronado. Toda la atención que recaía en mí, pasaron a ser cuidados para ti. Es difícil aceptar esos cambios después de estar acostumbrado a lo contrario y menos para un niño. Pero eso a ratos se compensaba con la curiosidad y todos te mirábamos a todas horas para ver que hacías. Empezaste a andar y luego a hablar. Más tarde estabas siempre bailando y corriendo, pegada a tu sabanita y a Minnie, mientras pasabas todos los días por un Arcoiris. De ahí a las Barbies y a los primeros cuadernos para escribir. Me acuerdo de cuando te dejaba en la puerta de tu clase de infantil y dabas la manita, te dejaba con la profesora y subía las escaleras hasta mi clase, a veces me quedaba mirando un rato a ver qué hacías, y a veces me pillabas haciéndolo. Luego nos marchamos a aprender un idioma nuevo y unas costumbres nuevas. A vivir cosas diferentes. A que te cambiarán cada dos por tres de colegio hasta dejarte de nuevo conmigo. Y yo estaba ahí un poco más perdido, pero al final pasábamos en resto del tiempo los dos juntos en casa. Veíamos la tele juntos, nos reíamos juntos, pero estaba en una edad en la que te crees el centro del Universo y apenas eres el centro de ti mismo. Me levantaba más temprano y volvía más tarde, sólo nos veíamos en casa. Pero por las tardes al salir siempre me buscabas. Entonces sabía que no estaba perdido. Nunca estaré perdido si vienes a buscarme. La aventura acabó a tiempo, al menos para que tuvieras el suficiente para formar lazos nuevos que fueran resistentes. Y otra vez el lío de los colegios, pero siempre acabas donde tienes que estar porque tienes una madre muy cabezota. Y ahora aquí estás, dieciséis años. ¿Qué de cosas, verdad? Casi ni me he dado cuenta de cómo crecías en los últimos años. Ya no te doy la mano para llevarte a clase, ni buscas a la salida de las mías, ¿qué más da? Siempre te voy a cuidar, siempre te voy a proteger, siempre te voy a querer. Da igual cuantas cosas pasen, da igual cuantos años pasen. Eso nunca va a cambiar. ¿Por qué? Porque soy tu hermano mayor y tu mi hermana pequeña. No hay ni habrá nadie que te quiera de la misma manera que yo, nadie, porque te quiero más que a mi vida. Felicidades, Ana.

El espejo de reojo.
Mírate en mi espejo para tomar las pocas virtudes que pueda tener. Pero no lo hagas para cometer mis mismos errores. Puedo ser buen ejemplo hasta cierto punto, bastante delimitado. No pongo ninguna marca, ni barrera a batir. No necesitas ser mejor que yo, ni hacer las cosas mejor de las que yo las hice. Tú las harás de forma diferente, ni mejor, ni peor, a tu manera. Para mí cualquier cosa que hagas siempre será mejor que cualquier cosa que yo haya podido hacer. No tienes que conformarte, tienes que aspirar siempre a más, porque puedes. Tu límite está en ti misma, no tiene nada que ver conmigo. Y tienes cualidades de sobra para hacer las cosas bien. Hay cosas que debes pulir, otras que deben continuar igual y otras que debes adquirir. Pero poco a poco irán llegando. Que mi ejemplo sea tu trampolín hacia delante y no un obstáculo. De todas formas no te hace falta compararte conmigo, tú lo harás todo siempre mejor. Ánimo, Anita.

Feliz cumpleaños.
Acaba el mes y empieza un nuevo año.
Comienza la primavera y dejamos el frío atrás.
Perdemos una hora marcada en el calendario.
Y el Sol se tarda en acostar.

Acaba el mes mágico de los cumpleaños.
Pero aún queda el más especial.
Empaquetados están todos los regalos.
Para que por la mañana te los puedan dar.

Abrirás los ojos y nada habrá cambiado.
Comenzará un nuevo día escolar.
La mochila, el uniforme, y a desayunar.

Te felicitarán tus compañeros de la clase de cuarto.
Mientras a casa iremos llegando.
Para decirte: “Feliz cumpleaños”.


lunes, 28 de marzo de 2011

Carcasas Pegajosas.

Escala de valores.
Cualquier variable sometida al peso temporal se convierte en un flujo. Las ideas pueden ser estáticas, pilares robustos y cimentados, perennes para toda la eternidad. Pero cuando entran en contacto con el tiempo se vuelven maleables, volubles por completo. El ser humano, como ser temporal, al apropiarse de estas ideas es capaz de destruir su rigidez, dotándolas de flexibilidad. Nuestra forma de pensar cambia a lo largo del tiempo, gracias a la experiencia y al conocimiento adquirido. Y empezamos a construir nuestra escala de valores, algo que determina por completo nuestro comportamiento y forma de actuar. En un principio, al impresionarnos con facilidad, construimos una base llena de banalidades, con todo tipo de cosas insustanciales pero que de algún modo nos llaman la atención. Nos sentimos obligados a destacar y a querer ser aceptados. Y sin tener una personalidad completamente formada, cambiamos de disfraz según convenga. Hay algunos que nunca experimentan esta fase y otros que se quedan ahí atrapados para siempre. El mundo va muy deprisa y nos subimos a él para comprobar todo lo que éste nos ofrece, sea lo que sea, y nos quedamos con lo que nos gusta y es aceptado socialmente a partes iguales. Después de esto llega un momento en el que decides bajarte un momento del mundo, para poder verlo de lejos. Esta nueva perspectiva te deja ver la locura de ese ritmo frenético en el que estamos inmersos. Entonces algunas respuestas que tenías se volvían a transformar en la pregunta inicial, porque te das cuenta de que no era tal respuesta. ¿Qué es la felicidad? “No es más feliz quien más tiene, sino el que menos necesita”. Salvando las necesidades biológicas y pensándolo fríamente, ¿es todo lo demás realmente necesario?, desde el punto de vista de lo material. A priori podría ser que no, pero sin intentar caer en la ingenuidad hay que decir que si bien no es necesario hacen la vida más cómoda. Pero no hay que dejarse engañar, esa comodidad añadida no es sinónimo de felicidad. No, cuando al bajarte del mundo un ratito, cambias esa escala de valores y en la cúspide de esta escalera colocamos ideas inmateriales. La carencia de éstas que antes pasaban desapercibidas, se convierte en la razón primordial que te hunde en el fracaso. Son cosas que no se pueden comprar ni vender, aunque algunos se empeñen en lo contrario y disfracen esa mentira, al final se engañan a sí mismos. Misteriosamente el proceso se empieza a revertir, llegado este momento. Todo aquello que era confuso en un principio, que era voluble, maleable y por qué no, inabarcable, cambia. Toda esa dispersión de ideas borrosas, se concentra. Todo esto cuando lo que importa son los sentimientos. Desaparecen los conceptos cuantitativos de mucho y poco, transformándose en presencia o ausencia. Y aún así, los errores ligados a lo material infectan a los sentimientos. La felicidad en vez de tornarse en una enfermedad contagiosa que compartir con todos, se transforma en un bien preciado con el que jugamos y que decidimos atesorar y hacer inaccesible a los demás. Y nos fastidia ver la felicidad de otros y por esos salimos de casa con ganas de joderle la vida a la gente. Por eso tendemos a pensar que todos los demás piensan de esa manera y que esa conducta es la única que nos mantiene seguros. Se establece la teoría de la desconfianza porque sólo podemos confiar en nosotros mismos, a veces ni eso, porque la vida es tan perra a veces que haces que dudes de lo innegable. Por eso nos agarramos a los sentimientos como a clavos ardientes y nos da igual pasarlo mal si se mantiene eso que tanto nos importa, porque es la venda que tapa nuestros ojos y nos hace insensibles a todo lo demás e invulnerables a cualquier perjuicio. Cambia la escala de valores y todo se hace firme y las ideas se vuelven a fraguar en sus pilares estáticos. Cambia una escala de valores y todo sigue igual. El mundo da un vuelco según una perspectiva. No es ni mejor ni peor que ninguna otra, no está por encima ni por debajo, no tiene razón ni deja de tenerla. Nada y todo importa a la vez. Los sentimientos no son nada, son fugaces, son etéreos, son pasajeros, son volátiles y a la vez lo son todo. Una vez quise anteponer los sentimientos a la razón y explicar por qué me parecían más importantes. Ahora puedo afirmar sin dudas que los sentimientos son la razón, la razón para todo, siempre serán la respuesta. Se queman y dejan restos, nunca desaparecen y aunque intentemos esconderlos ahí están. Ay, la subjetividad me aplasta.

Lúcido y Trémulo.
Trémulo: ¿Qué importa que me importe si a ti no te importa?
Lúcido: Decías…
Trémulo: Estaba pensando en alto.
Lúcido: ¿Lo qué?
Trémulo: Que si realmente algo es importante si no le importa a alguien que te importa.
Lúcido: Casi que al hacerte esa pregunta para ti ya tiene respuesta, ¿no es así?
Trémulo: Sí.
Lúcido: ¿Sí a qué?
Trémulo: A eso…
Lúcido: ¿A qué no es importante?
Trémulo: No, a que sí que es como una respuesta.
Lúcido: Ah, ¿y qué respuesta obtienes?
Trémulo: Que se transforma en algo sin importancia.
Lúcido: ¿Por qué?
Trémulo: Mm, porque la persona es más importante.
Lúcido: ¿Más importante que lo que piensas?
Trémulo: Sí.
Lúcido: Perdona que te lo diga pero, menuda gilipollez.
Trémulo: ¿Por qué?
Lúcido: Porque eso no es tener personalidad alguna, es ir dando palos de ciego.
Trémulo: ¿Y eso no es una forma de ser?
Lúcido: Si tú lo dices, pero es bastante estúpida.
Trémulo: A mí me parece humilde y honesta.
Lúcido: A mí débil e inútil.
Trémulo: Bueno, pero creo que es lo correcto.
Lúcido: Te vas a llevar un saco de palos por idiota.
Trémulo: Pues tendré que aguantarlos.
Lúcido: ¿Y para eso si vas a ser fuerte?
Trémulo: Sí.
Lúcido: Nadie se va a fijar en eso, al revés, se van a aprovechar de que eres tonto.
Trémulo: Bueno, pues ya me daré cuenta.
Lúcido: ¿Y qué harás, entonces?
Trémulo: No lo sé.
Lúcido: Magnífico plan, lumbrera. Ni los del equipo A.
Trémulo: Ya se me ocurrirá algo.
Lúcido: Como tengas que esperar a eso, mejor despídete.
Trémulo: Pues, adiós.
Lúcido: Hasta otro rato, pringaillo.





PD: No me acaba de gustar...

domingo, 20 de marzo de 2011

Moho Pasiens

Lúcido y Trémulo.
Lúcido: Dichosos los ojos, amigo.
Trémulo: Ah, hola. ¿Qué tal?
Lúcido: De maravilla, como siempre. ¿Es que no me ves?
Trémulo: Sí, bueno. Pero me gusta preg…
Lúcido: No le des tantas vueltas. ¿Cómo estás?
Trémulo: Pues estoy, que no es…
Lúcido: Claro que sí, estás hecho un fenómeno.
Trémulo: Bueno, tampoco es pa…
Lúcido: Que sí, chaval. Siempre ahí sin preocupaciones, siempre sereno.
Trémulo: Pues la verdad es que tengo bastantes preocupaciones.
Lúcido: Vaya, muchacho. Nadie lo diría.
Trémulo: Ya, bueno. Es que no me gusta ir…
Lúcido: Bah, chorradas. Hay que soltarlo todo para quedarse tranquilo.
Trémulo: Ya, bueno. Pero la gente tiene ya bastantes problemas como para…
Lúcido: Tonterías, amigo. Lo que yo te diga, coges al primero que pase, le usas de pañuelo y después tan contento.
Trémulo: De todas formas dudo que a alguien le interese…
Lúcido: Eso es lo de menos, piltrafa. No pienses en lo que le pueda interesar a los demás, piensa en lo mejor para ti. Consigue todo el beneficio posible.
Trémulo: No me veo capaz. Es mi forma de pensar.
Lúcido: Déjate de pamplinas. Entonces, ¿cuál es tu solución? No hacer nada y quedarte ahí dándole vueltas a mil y una gilipolleces hasta darte cuenta que no tienen solución porque eres un fracaso.
Trémulo: Mm, básicamente.
Lúcido: Crear una bola de tristeza y amargura que arrastres profundamente al fondo para así conseguir ignorarlo. Y castigarte por lo que crees que haces mal. Así no arreglas nada. El problema sigue ahí, encadenado.
Trémulo: Bueno, pero es mi problema. No puedo pretender que nadie más cargue con él.
Lúcido: Claro, lo mejor es la auto-destrucción.
Trémulo: Yo lo llamo afrontar la realidad.
Lúcido: Tú no afrontas una mierda. Eres un cobarde, que busca esconder sus problemas.
Trémulo: Puede ser.
Lúcido: Ponle fin, muchacho.
Trémulo: Me da miedo.
Lúcido: ¿Y qué? ¿Es mejor seguir esperando?
Trémulo: No puedo esperar por algo que no quiero que suceda.
Lúcido: Mientes, tu deseo más grande es que así suceda, pero tu cobardía te impide dar el paso.
Trémulo: Bueno, pero no me pueden obligar.
Lúcido: Pero te gustaría.
Trémulo: …
Lúcido: El que calla, otorga.
Trémulo: Déjame en paz, gilipollas.
Lúcido: Ahora el paso siguiente. Intentar que te deje por imposible y me vaya. Pues me parece que hoy has tenido mala suerte.
Trémulo: No es necesario que hagas esto.
Lúcido: Creo que sí.
Trémulo: No me puedes ayudar.
Lúcido: Si no me dejas intentarlo, está claro que no. Pero aún así no te creas que pretendo compartir tu carga, lo que quiero es que tires parte de ella.
Trémulo: No entiendo para qué haces esto.
Lúcido: Ni que tuviera que haber un motivo. De todas formas, tienes que aprender a ver lo bueno que tienes y no centrarte en tus imaginaciones sobre lo que haces mal. Así podrás potenciar tus cualidades.
Trémulo: Hay veces en las que tus cualidades y todo lo bueno que tienes para ofrecer no es suficiente. No es suficiente porque lo negativo siempre pesa más, es más importante y es capaz de enmascarar todas esas cosas buenas, dejándolas en insignificantes. Entonces para qué esforzarme si no tengo manera de superar los defectos.
Lúcido: Eso es lo que tú crees. Pero esos defectos que consideras tan grandes, seguramente no son tan así.
Trémulo: Para mí son importantes.
Lúcido: Pero puede que para los demás no sea así.
Trémulo: Si yo no los tolero cómo puedo pretender que otro lo haga.
Lúcido: Pues porque otra persona no piensa de la misma manera.
Trémulo: Me da igual.
Lúcido: Claro, la negación es la manera de arreglar las cosas.
Trémulo: Contarte cualquier cosa significa compartir contigo mis miedos y cosas que me hacen daño. No puedo hacerlo, sería vulnerable. No tengo la seguridad de que conociendo eso, no lo uses para hacerme más daño, o que te burles de mis preocupaciones o…
Lúcido: Ni vas a tener esa seguridad nunca. Pero si no lo pones a prueba, nunca lo sabrás.
Trémulo: Me da miedo, prefiero seguir así. Así puedo aparentar ser fuerte.
Lúcido: Pero no lo eres.
Trémulo: Eso es lo de menos.
Lúcido: Como quieras.
Trémulo: Por fin, otra victoria.
Lúcido: ¿Para ti perder es una victoria?
Trémulo: Ya no me acuerdo de qué es ganar.
Lúcido: Pues lo siento mucho, amigo.
Trémulo: Bah, no es para tanto…
Lúcido: Bueno, pues ya nos veremos, muchacho.
Trémulo: Creo que ya va a ser imposible.
Lúcido: Bueno, pero eso a ti no te importa, ¿verdad?
Trémulo: Claro, no me importa. No me importa…

Por la mañana...
Escribía de día, no solía hacerlo, pero la luz daba claridad a sus ideas. La noche le cansaba después del transcurso de las horas desde su despertar. Estaba empeñado en que los días acabaran antes, porque todo era un desastre. Ya no se preguntaba por qué razón todo le salía al revés, dejaba pasar las horas, esperando por la noche que era una excusa para poner el punto final a otro fracaso. Ahora se refugiaba en la claridad, intentando encontrar alguna distracción que le mantuviera la mente ocupada de sus preocupaciones. Necesitaba alejarse de sí mismo, difícil tarea cuando se tiene pegado a todas horas. Miraba al Sol directamente para que su destello borrara todas las imágenes dolorosas del pasado, limpiando así los recuerdos que cubrían su retina. Tapaba sus oídos con música, para ensordecer los gritos desesperados de su cerebro, dejándolos en un mero murmullo, sin importancia. Bajó a desayunar un tazón de cereales que mantenía ocupado su sentido del gusto. Y el olfato se centraba en captar el frescor de aquella mañana. Todo era perfecto, todo estaba tranquilo. Los problemas no existían, se habían evaporado. Poco a poco irían precipitando hasta llegar a la noche, pero ahora mismo eso no importaba. Lo importante era disfrutar de aquel pequeño momento de paz e intentar que durara lo máximo posible.





PD: Pues eso...

jueves, 10 de marzo de 2011

Lo que nunca debía haber escrito.

Barrotes de aire.
La vida le había dejado ejemplos marcados a hierro candente en su memoria y le era imposible ignorarlo. Las constantes equivocaciones generaban un incremento de sus dudas. Nunca había sabido cómo actuar en las distintas situaciones que le presentaba la vida y cuando encontraba la respuesta siempre era tarde. Dejó caer en el olvido las caras que se separaban de él por enormes distancias que no podía manejar, porque pensaba que así el daño sería menor. Qué gran equivocación, cuantas lágrimas derramó y derramaría por haber perdido algo que entonces no quiso saber y que en el fondo era tan importante para él. Sus razones tenía, pero ya no servían de alivio, ni servirían. El volver a empezar se había convertido en algo cotidiano, aunque igual de difícil, siempre le sería difícil. Todo porque pretendía volver a vivir su vida, una ilusión estúpida que se reflejaba en un frío espejo en el que estaba atrapado sin poder controlar nada. Intentaba salir del abismo del que se precipitó conscientemente, pero era tarde y lo sabía. Ya no podría recuperar lo que dejó que perderse. Y se tuvo que acostumbrar a vivir la vida de otra persona, de un personaje creado, de una pueril fantasía, para no sentirse un fracasado. Al que nada le importa, una estatua de piedra sobre la que todo rebota y con el interior roto en mil pedazos, aunque la carcasa siguiera resistiendo. Por eso prefería insultarse para conseguir que nada le hiciera daño. Llegar a ser invulnerable. Con pésimos resultados porque seguía sin poder aguantar que las verdades que él se decía salieran de otra boca. Y por dentro muerto y enterrado, esperando por un momento que le dejara salir apenas unos segundos para disfrutar de libertad. Para poder taparse los ojos inquisidores y dejarse llevar. Para que fuera su corazón el que hablase. Ése mismo que está censurado desde la eternidad. Y no preocuparse por nada porque, realmente, en ese momento no habría nada más importante de lo que preocuparse, salvo a lo que estaría prestando su atención. Pero no era capaz de generar ese momento, él mismo lo impedía. En ese foso, encadenado de pies y manos. No puede soportar la idea de que ocurra y se conforma con leves pinceladas. Y a lo mejor puede salir en una mirada, o en una frase, o en un gesto. Pero se volvía a esconder inmediatamente. Aún así se equivocaba. Y cuando creía que por fin podía ser libre, un cruel “déjà vu” le frenaba, diciéndole que aún no era posible. Esta vez no sería sólo por su culpa, sino porque las causas externas a él le advertían que aún no era el momento. Ademanes que no pasaban desapercibidos y rutinas constantes de las que no tenía constancia pero que con su insistencia se convertían en duros argumentos en su contra. No quería tener que luchar contra todos esos obstáculos y de hecho no podía. Porque ya no era él quien jugaba la partida. Y todavía seguía mintiéndose porque de lo contrario sería su final. Aún le quedaba algo de esperanza. La que hacía que siguiera escuchando para encontrar algo con lo que estar de acuerdo. La que hacía que siguiera mirando para poder encontrar nuevas caras amigas. La que hacía que siguiera hablando para encontrar a alguien que quisiera escucharle. La que, en definitiva, hacía que siguiera soñando con poder encontrar a alguien con el/la que perder su tiempo. Y mientras yo le digo: “Sigue buscando, muchacho”.




Mazinger Z.
Los puntos de vista son millares de caminos que dictan unas pautas de conducta y de pensamiento para cada persona. El problema está en saber diferenciar. Y aquí nos encontramos con el problema del respeto. Hay una serie de pautas innegables recogidas en numerosas ordenanzas, leyes, decretos o declaraciones, que determinan una serie de derechos que no deberían de ser vulnerados. Digo deberían porque la realidad muestra la manera en la que cada día este precepto no se cumple. Y marca, por decirlo de alguna manera, un mínimo social. Esto no debería poder ser discutido y garantizar un nivel de respeto mínimo e innegable. Luego están todas las demás cuestiones o ideas que podamos tener que en ningún caso deberían (vuelvo a repetir) ir en contra de lo anteriormente estipulado. ¿Dónde reside el respeto, entonces, en este siguiente paso? Evidentemente, en la tolerancia. Una palabra que suena de dulce pero que, a la hora de la verdad, se entiende poco o nada. Tolerancia significa aceptar que otro piense algo distinto de lo que yo pienso, que no quiere decir que haya que estar de acuerdo con eso. Y aceptarlo de una manera natural con diálogo y entendimiento, más o menos apasionado según sea el caso, pero sin tener que llegar a la violencia, ya sea verbal o física. Esto que expresado de manera sencilla es tremendamente complicado. Cada uno se deja llevar por sus pasiones sin tener en cuenta que el que está en frente tiene las suyas propias y peleará por ellas de la misma manera. Y esto nos supone un problema, la rivalidad entre las ideas. Y hacemos y nos hacen creer que hay una forma de pensar buena y correcta y otra que no lo es. La que se impone en la sociedad es la buena y correcta. Todo lo demás, pasa a ser negativo, distinto en el sentido más hiriente y vejatorio de la palabra. Es así como nacen los conceptos de normalidad que son niveles preestablecidos a los que debemos aspirar porque es ahí donde reside la perfección. Lo distinto es raro, desconocido, temeroso y totalmente rechazable. Y por si fuera poco, condenable. ¿Dónde está ese respeto y tolerancia del que hablaba para quien es distinto? En muchos casos, no existe, no lo podemos encontrar. Esto da fragilidad a la sociedad que las hace temerosas de lo que no conocen. Sin saber si es bueno o malo. Tienen miedo por desconocimiento y de ese miedo se aprovechan muchos para manipularnos. Esa utilización de nuestros temores, temores muchas veces impuestos como he intentado expresar, para el provecho propio es el peor crimen que se puede cometer porque justamente infringe aquello que hemos dicho que es o debería ser innegable. Pero nuestro desconocimiento, por una parte, y el miedo, por otra, nos hacen que permitamos que hagan con nosotros lo que se les antoje.




El fuego de su vida.
El alma se prende con fuego. Un fuego que la consume. Las cenizas se las lleva un viento con nombre y apellidos que le despoja de esos polvorientos pedazos de su ser. Sus ojos se transforman en devoradores de miradas huidizas que es incapaz de atrapar. Un corazón averiado que ahora se enamoraba de una forma de caminar, que controla la sístole del flujo de su sangre. Que ahora se enamoraba de una forma de hablar que con palabras embrujaba sus sentidos hasta la mudez. Que ahora se enamoraba de una pose estática y etérea que sedimentaba en su memoria. Y en un segundo arrancaba esa llama que se despega de la carne dejando las quemaduras desnudas ante la adversidad del ambiente. El dolor se apodera del protagonismo y la consciencia se oculta para poder desviar la atención. El corazón, ahora, cerrado por obras, enciende el contestador para que dejen los mensajes. Ya los oirá en otra ocasión. Atender las llamadas se le antoja imposible en este momento. Las lágrimas, del destierro de sus ojos, apagaban las heridas aún calientes y le arrastraban a la oscuridad más profunda. Y mezclándose las lágrimas con la piel de su alma, ésta cicatrizaba bajo la tutela del tiempo. Retumbarán en su cabeza los vestigios del pasado, los ecos que le obsequian con el miedo al amor. Voces que se alzan y que claman el conjuro de su parálisis sensorial. Y que transforma en hielo la sangre que una vez corrió por sus venas. Y le despoja de su alma y con ella de su consciencia. Y se convierte en un contenedor vacío que se llena del desperdicio de sus lamentos y quejidos. Ya no prende llama alguna, reniega de cualquier signo de su existencia, pasada o futura. Ya nada importa. Todo es trivial cuando la única razón por la que merece seguir viviendo desaparece sin más. Y aún así, aguanta por otras razones mientras busca la razón que le permita seguir viviendo y que le ayuda a amar la vida, su vida.




PD: Sin comentarios...

martes, 8 de marzo de 2011

La Búsqueda de la Verdad.

La Batalla de las Nubes - Introducción
La ciudad de Leivas al oeste de la región, era un poderoso destacamento militar. Entre ellos dos fuertes grupos, altamente destacados. Los caballeros Viridian, defensores de la ciudad. Entrenados en tácticas para contrarrestar asedios enemigos y alzarse con la victoria en el menor tiempo posible. Por otra parte, nos encontramos con la fuerza ofensiva de la ciudad, la división Burdeos. Mercenarios casi en su totalidad, pero fieles al gobierno de Centra. Asesinos despiadados, esperando por nuevas misiones que traigan consigo retos imposibles. La fuerza de aquel ejército no se quedaba ahí, había infinidad de cuerpos armados distintos. Cada uno especializado en la tarea que le correspondía. Por esa razón, seguramente, los ciudadanos de aquella ciudad no temían la posibilidad de un ataque. Sería un suicidio, de tan sólo intentarlo.
Aquel día la locura circulaba por el aire, lentamente. El general de brigada Clark estaba tranquilo. El plan transcurría a la perfección. La sombra que proyectaba sobre la ciudad, predecía el desenlace de los acontecimientos que se iban a producir. La oscuridad liberaría a aquella ciudad del yugo opresivo enmascarado del gobierno. Ésa era la convicción de Clark, soldado renegado que encabezaba el ejército rebelde del que aún nadie tenía constancia. Pero en breves segundos eso cambiaría.
La paz que reinaba estalló literalmente. Uno de los cuarteles salió disparado por los aires, mezclado con agua. Los soldados atónitos, no podían creer lo que estaba viendo. Sin tener tiempo para analizar la situación, se acercaban a la muralla donde vigilaban, tres proyectiles. Parecían balas de cañón, pero iban demasiado rápido. Con una fuerza inimaginable golpearon la muralla, dejando un destello cegador. Eran esferas cargadas de electricidad, nunca antes habían visto algo igual. Al explotar contra el muro se fraccionaban en pequeños rayos que golpeaban como un látigo a quien acertara. Los bombazos de electricidad y agua eran constantes. Cuando encontraron al causante de aquella debacle, quedaron aún más perplejos.
En su nube, el general de brigada Clark, frotaba sus manos ante el éxito del plan. Al mando de la Nimbulus, una pesada nube de combate, dirigía toda la operación, así como al resto de la flota rebelde.
- Ahora empieza la diversión – sentenciaba Clark.


PD: Pasamos del este al oeste donde se produce otro ataque. ¡Qué extraño! Dos ataques en los extremos de la región en el mismo momento. Otra historia que se complica...

lunes, 7 de marzo de 2011

Culpables.

Capítulo 4: El Motín.

Lawrence: Por fin abrieron esta maldita reja, jasp. Ahora sólo tengo que ir por ese hijo de puta. No voy temblar para meterle un balazo en su maldita cabeza, jasp. Esos aires de superioridad que tiene, jasp. ¿Pero qué ocurre aquí? ¿Por qué está su puerta abierta? Maldita sea, no está, jasp. Te odio, Steven, jasp.
Brian: ¿Quién anda ahí?
Lawrence: Estúpido, Robert. Me prometió que cortaría las rondas, jasp. Así que me traicionó…
Brian: Arriba las manos ¿Qué haces aquí, Larry?
Lawrence: (Eso mismo me pregunto yo, jasp). Deja de apuntarme y tira el arma, Brian. A no ser que quieras teñir con tus sesos parte del tabique y el pavimento, jasp.
Brian: No me asustan tus amenazas, Larry. Pronto vendrán a soc…
Lawrence: Buen golpe, compañero, jasp.
Thomas: No me des las gracias, si fuera por ti, hubiera dejado que os agujerearais el pecho a balazos. Pero tenía cuentas pendientes con éste.
Lawrence: ¿Y quién no? Los policías de aquí apestan, jasp. Por eso lo más sensato es que te unas a mí, conseguiré culminar la venganza, jasp.
Thomas: ¿Por qué iba a dejar que fueras el líder?
Lawrence: Porque tengo una pistola, jasp.
Thomas: Mira qué casualidad, acabo de encontrar otra, por cortesía de nuestro amiguito. Ambos tenemos lo mismo, igualdad de condiciones, igualdad de opiniones.
Lawrence: Te equivocas, tenías una pistola, jasp. La diferencia reside en que yo ahora mismo te apunto, mientras tú indefenso y agachado, sostienes una pistola, jasp. Un poco inútil la verdad. Así que deja de creerte más listo y dame el arma, maldito estúpido, jasp. Si no quieres verte en la misma situación del policía, jasp.
Thomas: Serás cabrón, Larry. Por ahora te seguiré el juego, pero vigila tu espalda, loco de los cojones.
Lawrence: No te preocupes, si veo que algo anda mal, la primera bala será tu regalo, jasp.
Sam: Qué extraño. Todas las rejas se han abierto de repente. Algo está pasando y me temo que va a acabar muy mal.
Julius: ¿Qué hacemos, Sam?
Sam: Por ahora, esperar. Y no armar mucho jaleo, muchacho. Al menos hasta que la situación se aclare un poco.
Steven: (Por megafonía) Sí, probando. Uno, dos, probando. Siempre quise hacer esta gilipollez. Buenas tardes a todos, capullos y mendrugos. Empieza el show de Steve.
Willy: Maldito cabrón. Lo consiguió, escapó de máxima seguridad. Lo sabía, a ver que nos espera.
Steven: No quería caer en la provocación, pero ya no podía más. Esto es un mensaje para el excelentísimo señor alcaide. ¿Máxima seguridad? Me meo en tu máxima seguridad, gilipollas. Y por culpa de eso has cavado tu propia tumba. Las puertas de todas las celdas están abiertas. Estrenamos el show, empieza la revolución, comienza el motín. Y hay una única condición para que acabe, su cabeza, excelentísimo señor alcaide. Espero que tome una decisión rápido o las cosas estarán muy complicadas por aquí. Bueno, hasta aquí el mensaje de Steve. Que pasen un feliz motín y gracias, payasos.
Sam: Menudo idiota. Como de costumbre no puede ser más discreto.
Julius: Ahora que ya sabemos lo que ocurre, ¿qué haremos, Sam?
Sam: Haz lo que te dicte la cabeza, muchacho. Pero antes de eso esperemos a reunirnos con Steven.
Willy: Conozco a Steve, compañeros. Debe de haber alguna otra razón para todo esto, no quiero decir que la cabeza del alcaide no sea importante para él. Pero hay algo que oculta.
Sam: Eso espero, que haya alguna razón importante para esta estupidez infantil.
Julius: Yo prefiero que permanezcamos juntos, con tanto revuelo no se sabe qué puede pasar.
Willy: No te preocupes, muchacho. No dejaré que os ocurra nada.
Steven: Hola, amigos. ¿Os gustó el programa?
Ray: Por fin te encuentro. Esto es el caos.
Lawrence: Ese maldito de Steve, una vez más se ha reído de todos. Pero esta será la última, jasp.
Ray: Recuerda nuestro pacto.
Lawrence: No te preocupes muchacho, jasp. Para llegar hasta Steven, tendremos que encargarnos del gigantón, jasp.
Ray: Perfecto, le enseñaré a ese montón de carne que se metió con la persona equivocada. Por cierto, ¿quién es ése?
Lawrence: Es el alfil que nos abrirá el camino en esta partida, jasp.
Thomas: Por favor, si no había suficiente con el disminuido mental ahora se nos une un lactante. Esto mejora por momentos.
Ray: Espero que haya una buena razón para que no le corte el cuello a este gilipollas.
Lawrence: No te preocupes, Ray. Un buen jugador sabe cuando sacrificar una pieza, jasp.

PD: Esta historia genera más preguntas que respuestas. Para leerlo todo con darle a la pestaña de "Culpables", arreglado. Qué cómodo, jajaja.
Y lo último pero no menos importante, tal día como hoy comenzó esta pequeña aventura. Felicidades blog ^.^

sábado, 5 de marzo de 2011

23 años

Dentro de poco harán 16 años que estoy junto a ti. Pero tu hoy cumples 23 añitos. Como pasa el tiempo, ¿verdad? Parecía ayer, cuando tu tenias 13 años y yo 7 y nos peleábamos en la cama de nuestros padres, o un par de años después, cuando tu te habías comprado tu primer disco de los Red hot y me lo pusiste para que yo lo escuchara. Allí estábamos nosotros dos en tu habitación, con los cascos puestos, con una sonrisa en nuestra cara. Pero de eso ya han pasado muchos años.

Eres el mejor hermano que cualquier persona pudiera tener. Es muy difícil poder describirte, porque eres único. Tienes tantas virtudes, aunque también tengas defectos, que son pocos, pero te hacen ser quien eres. Para mi, eres más que cualquier mejor amigo, eres una de las personas mas importantes de mi vida, la que me guía, se enfada conmigo, me sonríe, la que pocas veces me abraza pero cuando lo hace, es el mejor abrazo que te pueden dar.
Tienes un corazón que no te cabe en el pecho, y en este blog, se que si miras muy adentro de lo que escribes cualquiera puede verlo.
Creo que soy la persona que mas orgullosa esta de tener a alguien como tu a su lado, soy muy afortunada y no se como algunas veces no me doy cuenta de ello.
Bueno tampoco quiero explayarme mucho así que….
Feliz cumpleaños. Te quiero.



PD:Bueno, esto es como una parte de mi regalo, y creo que era una muy buena idea hacer una entrada en nuestro blog y espero que te guste.
Para todos los lectores del blog, se que esto no es muy normal, pero también es para vosotros.
The dog days aren’t over…