martes, 15 de noviembre de 2016

Predicamento Pretérito.

Suerte vacía.
Hueco por dentro. La ilusión del que escribe sin ganas. El mundo está loco. Se asume el retroceso de derechos. Vivir el presente sin la necesidad de construir un futuro. El enemigo es bípedo antropomorfo. No espero más de la humanidad que su existencia como ideal de reconocimiento. Hablas a caras sin rostro mientras por la calle esquivas piedras y miradas de reproche. Entender que para alguien que pide para sí mismo sea difícil comprender que haya quien pide para terceros. Constantes contradicciones con las que es imposible recuperar la fe no religiosa. Denostar las lamentaciones no despierta simpatía. El recuerdo es confuso e impreciso. No hace falta compartir una idea para cruzar miradas pero es imprescindible para cruzar miradas de complicidad. Salvo excepciones y me rescato a mí mismo. La represión de los defectos mientras no sea patológica, es contraproducente. Probablemente, me pasa con la suerte como con Dios, que dejé de creer por su ausencia. La suerte de escribir es extraña porque sin ganas nunca pierdes. Y el vacío se hace inmenso.

Nubes rojas.
Llueve miedo
y perplejidad
a partes iguales.
Los gritos sordos
se oyen
a kilómetros.
Es desgarrador
y vibrante
y sublime.
Las muestras
de indiferencia
y apatía.
No volver
a besar
una mejilla
caliente.
Y pensar
en la ceguera
de quien comparte
el presente.
En la ausencia
ya no encuentras
la fuerza
para fluir.
Son los pasos
el único ruido
en esa calle
de estatuas
de terracota.
Llueve miedo
y silencio
y vergüenza.
Se buscan culpables
entre inocentes
por culpables.
Las manos
a la cabeza
cortada.
Los pies
bajo tierra
mojados.
Porque llueve,
llueve miedo
y sangre
y fuego.

Taumaturgia.
Chamanismo distorsionado y espíritus que vagan confusos y sin guía. Conjuros armónicos que transmutan el metal noble. Convierten lo posible en imposible. Sesiones de vudú en las que el objetivo es uno mismo. Cicuta y humo azul psicodélico. Lenguas negras cuyo sonido pudre la mente. Sopa de arsénico y siesta reparadora y permanente. El viaje astral del dinero al paraíso fiscal. Rituales prohibidos del aquelarre entre volquetes de putas y orgías lisérgicas. Los espíritus no se canalizan, permanecen inmóviles frente a una pantalla mientras que el chakra fluye por el universo. Un sacrificio humano, un conjuro, un hechizo y un saco de patatas. El caldero, tres gotas de esencia de muerte, una pizca de extracto de infinito y una cucharada de catarsis. Portales dimensionales desde donde se invoca al diablo por boca de brujas vestidas de látex. Sangre azul ultravioleta coagulada en la piedra filosofal. Las siete plagas del crepúsculo de los relojes de arena, los siete pecados capitales que esperan el purgatorio neoliberal y las siete vidas del gato negro de la noche eterna. Descargas del pensamiento que detienen la magia espiritual, la liturgia y el rito para que dé comienzo el fin de los tiempos.


P.S. Me gustaría ser como Nostradamus pero al revés.

lunes, 24 de octubre de 2016

Fruta Inmadura.

Ficción sombría.
Interrumpimos la señal, son las once de la mañana y diecisiete minutos. La realidad no les engaña, vivimos en penumbra. Nuestra fuente de luz y calor ha desaparecido. Todo indica que la situación es irreversible. Mantengan la calma. Se han decretado cortes en el suministro eléctrico que se corresponderán al horario diurno. Las autoridades recomiendan el uso de linternas y calefacciones. No obstante, ya se han producido algunos problemas de abastecimiento en generadores y baterías. Se espera que la situación esté controlada en un par de semanas. Las empresas desarrolladoras de energía solar han perdido la totalidad de las fuentes de financiación. Los directivos de las corporaciones más importantes se han suicidado. Hay regiones devastadas por el caos y asoladas de pánico en los que reina la anarquía y el frío. La seguridad está desbordada antes los continuos casos de violencia ciudadana, vandalismo y robo. La información que llega a la redacción es convulsa, sentimos si nuestra realidad les perjudica como oyentes. Estamos viviendo un cambio que transformará los paradigmas en los que nos sustentábamos y que llena de incertidumbre el futuro reciente. Desde su emisora favorita en el dial noventa y cuatro punto siete desde cabo Cañaveral. Mi nombre, Dan Nyemaier y aquí termina “Luz de mediodía”.

Universidad de la vida.
Lo primero que te enseñan en la Universidad de la vida es a no tomártelo en serio. Siguiendo este precepto y lema de la institución, si no te tomas en serio tus problemas, ¡qué cojones importan los de los demás! Practicar la eutanasia es tomarse la vida en serio. Por eso, los médicos de la Universidad de la vida les dan pastillitas mágicas a enfermos terminales. No les van a curar pero están mentolados y además a quién le importa. Y despidieron a un profesor. El hijo de puta iba tan en serio que intentaba que sus alumnos pensasen por sí mismos. En la Universidad de la vida piensan por ti. Dijeron que un empresario se lo empezó a tomar en serio y un fondo de inversiones compró su empresa. Ahora la empresa se dedica a vender kits de cocaína y putas. La Universidad de la vida comenzó a tomárselo en serio y ante tal despropósito decidieron montar un casino. Incluso un tipo se tomó tan en serio lo de la vida que se murió. Y grabaron un epitafio que decía, “murió por tomarse la vida en serio”. Apuntaban con un arma a un alumno de la Universidad de la vida y el tipo se descojonaba. Le dispararon en la cara dejándolo seco mientras éste y su asesino reían a carcajadas. Cualquiera querría tomarse la vida tan en serio como un tertuliano de televisión, un jugador de fútbol o un político profesional pero tampoco hace falta caer en el extremismo. La vida no es algo serio aunque no hasta el punto de resultar patético.

Última oportunidad.
La última vez
que te dijeron
te quiero,
¿cuándo fue?
¿Cuándo fue
la última vez
que te dijeron
te quiero?
Y se te cayó
una lágrima
que empapó
tu sonrisa.
Es amargo
el sabor
del tiempo
sin sueño.
Despertando
del miedo,
estando solo
y sin eco.
La última vez
que te dijeron
te espero,
¿cuándo fue?
¿Cuándo fue
la última vez
que te dijeron
te echo de menos?
Y reías,
entre charcos,
salados,
en tus comisuras.
Una idea
que martillea
tu cabeza,
quebrándola.
El dolor
que retuerce
cada instante
que pasa.
¿Cuándo fue
la última vez
que te rompieron?
Esa vez
frente a frente,
ante tu reflejo
terminó el juego.


P.S. No se ilusionen, esto es un espejismo.

lunes, 17 de octubre de 2016

Canción Silenciosa.

Lágrima virtual.
Un millón de pretextos en el bolsillo. Posibilidades que no llegan a ser. Trascender es escupir hacia arriba sin que nada evite el desenlace. No todo el mundo lo sabe y quien cree saberlo tampoco está muy seguro. Hasta que miras al espejo y ves a través de ti. Estás ahí pero transparente. Y transparente es lo que dices que ni se oye ni se intuye. No estás en ninguna parte, no existes. Suenan gotas al chocar contra el metal. Te ríes. Te ríes de la hipocresía y de la mezquindad porque ya no te queda entereza para afrontarlo con madurez. Cuando realmente eres consciente de que los argumentos pierden toda coherencia, el sentimiento de responsabilidad y saber estar queda desautorizado. Hijo de puta pasa a ser lo suficientemente suave como para ser inocuo. Queda muy poco de nosotros mismos que merezca ser respetado. Hay individuos que saben jugar sus cartas para aprovechar eso. La decadencia nos hará morir de éxito. La crisis no es económica o monetaria, es social y de valores. Vivimos confundiendo la autoestima con la ignorancia, la individualidad con el individualismo y las personas con gente. Vivimos por debajo de nuestras posibilidades porque esas posibilidades son poco probables.

Rapsodia moderna.
Quiero un líder
pero no uno cualquiera
un líder de masas.
Un trending topic
de tu frase
recurrente.
Followers que esperan
entre insultos
a beber
de una fuente anónima.
Si esto falla
quiero un líder
pero no uno cualquiera
un líder de minorías.
Humor negro
en 140 caracteres.
Apología y enaltecimiento
de suplementos
para gafas.
Manifestaciones virtuales
y recogidas de clicks
pero sin éxito.

Movilidad superior.
El otro día le expliqué a un nómada lo que son las fronteras. No lo entendió, hasta que al intentar cruzar una sin demasiado éxito, decidió hacerse activista. Espíritus libres encerrados en los límites de una nación, decía. Se casó con una chica que tenía el record mundial de operaciones de estética. Le dio miedo la intervención de su apendicitis y el nómada enviudó antes de hacer un año. La abogada de la chica era homosexual y mantuvo una relación sentimental con su cliente mientras estaba casada. Demandó al nómada que pasó a ser un sin techo. Vivió bajo un paso a nivel en un polígono industrial. Allí conoció a los que serían sus amigos, un heroinómano y un ex-fumador. El heroinómano era el marido de la abogada, frecuentando el lugar para convencer al sin techo y así asesinar a su mujer. Al final el heroinómano y el ex-fumador acabaron en la cárcel. Pero no asesinaron a la mujer del primero, se equivocaron y mataron a la mujer del ex-fumador. Después de aquello el sin techo se replanteó su forma de vida. Se hizo proxeneta pero sólo de animales. El negocio no fue rentable porque la mayoría de los zoofílicos contaban ya con una mascota. A los tres días de dejar el trabajo le tocó la lotería, sin jugar. Se cambió de nombre y de aspecto. Se casó con la abogada que en ese momento ocupaba la cartera del ministerio de la metadona. No duraría mucho ya que el ex-fumador se cambió de sexo al salir de la cárcel y ambos se fugaron a una isla del Índico occidental. Hubo un tercer matrimonio, el del ex-fumador con el negro del Whatsapp. El nómada llegó a Brasil y se hizo sedentario. Compró una parcela y comenzó a plantar guaraná. Y ahí le perdí la pista aunque me llegaron rumores de que ahora trabaja de peluquero para Donald Trump.


P.S. A marchas forzadas.

miércoles, 13 de julio de 2016

Conjura Telefónica

Onanismo.
Comenzar algo sabiendo de qué manera va acabar es por una parte irónico pero en el fondo es triste. Siempre que reflexiono sobre un tema me da miedo. Temo que mis limitaciones no me dejen abordar la cuestión con la amplitud que merece. Que no profundizo en lo esencial y que lo hago en lo superficial. En ocasiones, cuando esto ocurre, me percato de la subjetividad que tiene tanto mi reflexión como las consideraciones posteriores y eso a ratos me relaja. Aún así, pocas veces me consuela. Prefiero una posición contraria argumentada antes que dar la razón sin nada que lo sustente. No tengo afán de notoriedad y prefiero pasar desapercibido. Esto hace que me parezca insignificante mi posición aunque mis convicciones son fuertes pese a no ser populares. A veces me han dicho que invito a la reflexión pero entiendo que pudiendo ser responsable, el mérito no me es atribuible únicamente. En general, parece que adopto una postura de menosprecio a mis acciones o reflexiones. No es así, las relativizo. Para mí algo puede ser muy importante pero soy consciente de que no es algo absoluto y que sólo me atañe a mí. Mi voz no suena con más fuerza que la de las cosas que digo. Parece que no siento ni padezco y menuda fachada. Al final, consiste en adoptar mecanismos de defensa con el que aparentar indiferencia. Volverte invulnerable. Aunque cabe la posibilidad de que sea un cínico y que mi soberbia mire en silencio por encima de cada hombro. Me gustaría tener tantas respuestas a preguntas que no sé ni cómo formular…

Involución.
Sí se puede
amnistiar corruptos.
Sí se puede
ser intolerante.
Sí se puede
la expresión violenta.
Sí se puede
privatizar lo público.
Sí se puede
cultura sólo fútbol.
Sí se puede
cultura sólo toros.
Sí se puede
muy españoles y mucho españoles.
Sí se puede
los desahucios.
Sí se puede
no poder pagar facturas.
Sí se puede
a tiempo parcial.
Sí se puede
pero en otro país.
Sí se puede
el miedo.
Sí se puede
nacionalizar pérdidas.
Sí se puede
las preferentes.
Sí se puede
yo soy español, español, español.
Sí se puede
la estupidez.
El resto, el resto
no se puede.

Ruido de fondo.
- Se acabó.
- ¿Qué se acabó?
- Nosotros.
- ¿Cómo que nosotros?
- Tú y yo.
- ¿Ya está?
- Sí.
- ¿Y ahora qué?
- Me marcho.
- Huyes.
- Sí.
- ¿Hay otra persona?
- No.
- ¿Por qué no me quieres?
- No hay ninguna razón.
- No quieres decírmelo.
- De la misma forma que no tenía una razón para quererte no la tengo para dejar de hacerlo.
- Si eso a ti te vale…
- ¿Crees que es agradable?
- No lo sé pero tampoco me importa.
- No siento nada al estar frente a ti y no te mereces que no te quiera. Entiendo que es justo hacértelo saber.
- Tu sinceridad me es indiferente.
- Tampoco pretendo lo contrario.
- Te quiero.
- Lo sé.
- ¿Qué significa eso para ti?
- Frustración.
- ¿Por quererte?
- Por no saber corresponderte.
- No ha sido difícil.
- No, no lo ha sido.
- Esto es una despedida.
- Nunca me han gustado las despedidas.
- Tampoco importa ya.
- Pues, adiós.
- Adiós.
- ¿Me das un último beso?
- Se acabaron los besos.


P.S. Algo de guasa para el próximo porque esto no puede seguir así.

lunes, 20 de junio de 2016

Títulos Táctitos

En medio de ninguna parte.
En medio de ninguna parte, rezaba el cartel y era extraño porque el cartel es agnóstico. No obstante, me encontraba realmente en medio de ninguna parte. Fue una decepción porque esperaba que fuera algo literal pero era un lugar inhóspito como otro cualquiera. Había un pequeño puesto de mercadería vacío. Quedaba un viejo llavero gastado con un par de llaves. En el interior del puesto había una puerta de madera con un pomo metálico y una cerradura. Encajé la llave y la abrí. Al otro lado se salía de un frigorífico acostado en plena Antártida. El lugar estaba lleno de personas en llamas corriendo por todas partes sin rumbo ni orden. Había una ventana en medio de un bloque de hielo. La abrí y cruzándola salía de las puertas de un búnker escaleras abajo. Bajando, tres caminos que llevaban a ninguna parte. En medio de ninguna parte rezaba el cartel y era extraño porque el lugar me resultaba conocido. Me encontré conmigo mismo, esta vez sí, literalmente. Era mayor que yo. Me disparé a la cabeza para acabar cayendo al suelo. Se levantó y se marchó por donde había venido. Era extraño, me dolía la cabeza. Tanto, que me desmayé. Desperté en medio de ninguna parte y todo estaba tal y como recordaba.

El límite del humor.
El límite del humor estaría en Wisconsin. Dentro de una choza sin más electricidad que la de un motor de gasolina alimentado con combustible de contrabando, conectado a un generador. Con enfermos crónicos sin cobertura sanitaria y con la libertad para escoger entre American Express, Mastercard o Visa. Independientemente de que tengan cuenta bancaria. El tiempo es errático y convulso. La pieza fundamental del pensamiento dogmático es el humor. Un paseo marítimo en el que rompen olas de un mar de heces de gaviota. Sacralizar el dinero sin importar si es ajeno y condenar la ausencia del mismo. El tiempo va más rápido y todos tienen prisa por llegar a alguna parte. Un choque frontal con heridos y muertos. Antes de llorar rellena unos papeles y firma para poder verter algunas lágrimas burocráticamente legitimadas. La espalda acribillada por ir siempre de frente y sin cuidado. El límite del humor está en la fotosíntesis para acabar plantando unos setos de espinos y malas hierbas. En la barra de un bar y en el carrito de un supermercado, las suelas de unos pies gastados que pisan charcos de fuego. Respirar asfalto y beber disolvente. El límite del humor es decirte que te vayas para poder así cubrir mi ausencia.

Mañana.
La pinza, la pinza,
la pinza de la ropa.
¿Qué tenderá la pinza?
El blanco, el blanco,
el blanco de tu memoria.
¿Cuánto durará el blanco?
La risa, la risa,
la risa de tu boca.
¿Cuándo oiré la risa?
El espejo, el espejo,
el espejo de tu cuarto.
¿Cuál es su reflejo?
La suerte, la suerte,
la suerte de mis manos.
¿Dónde está la suerte?
El tiempo, el tiempo,
el tiempo de no saber nada.
¿Por qué el tiempo?
La pinza de la ropa tiende
el blanco de tu memoria
cuando la risa de tu boca
se refleja en el espejo.
La suerte de mis manos
recobra el sentido del tiempo
para permanecer en todo momento
agarrado a tu mirada.
Y absorto en mi pensamiento
dedicarte una palabra
que explotase con un beso
y la promesa de verte mañana.


P.S. Tampoco nos acostumbremos a este ritmo porque está tremendamente alejado de la realidad.

sábado, 11 de junio de 2016

Rumbo Norte.

Oniria.
Estamos en una ciudad italiana deambulando por sus calles estrechas, iluminadas por la luz del Sol. Entramos en un restaurante de aspecto vulgar. Alguien del grupo pregunta a un camarero si podemos pasar al museo diciendo que habíamos entrado sólo para eso. Nos invitan a entrar educadamente pero con una cortesía displicente y entramos a un gran salón por un lateral que tiene una enorme escalera central. Todo está lleno de arte, esculturas y pinturas por todas partes. El camarero aparece para hacer de guía. Comienzo a hablar con él en italiano pero me dijo que esperaba más de ese pobre intento que realicé, en aquel momento no entendía a qué se refería. Al acabar volvemos al restaurante, salimos a la calle y nos separamos en una amplia plaza. Quedamos en ese mismo restaurante un poco más tarde. Tengo buen sentido de la orientación pero en esta ocasión me pierdo. Voy hasta un sitio conocido y hago el camino que recuerdo hasta que llego al que parece ser el restaurante. Cruzo todo el comedor hasta la zona del museo. No quedaba rastro del museo, la primera sala que encuentro es un recibidor donde está el camarero preguntándome cómo osaba volver por allí. Me adentro por las salas con la idea de encontrar al grupo. En lugar de eso llego a una sala con piscinas, dejando atrás la música de un tocadiscos de una sala anterior. Había una piscina grande con un monitor en plena clase. A medida que me alejaba de las piscinas, éstas pasaban a ser individuales y en las últimas la gente estaba desnuda. Giro la pared y me encuentro en un sofá con un grupo de mujeres en una bacanal. Mientras intento procesar lo que estoy viendo me invitan a unirme a ellas. Me quedo paralizado pensando en encontrar al grupo y al mismo tiempo me arrastran hacia ellas. Me siento ligero y empiezo a levitar mientras me acarician. Todo es suavidad y placer. El tiempo se va haciendo espeso y todo se vuelve confuso en esa maraña de brazos y piernas. Una presión espesa y pesada que se colapsa y me despierto.

El tesoro del bosque.
La bruma del bosque causa que el paisaje se vuelva lúgubre y tenebroso. La luz se filtra entre las ramas de los árboles pero no es suficiente para compensar el efecto de la niebla. El bosque murmulla urdiendo un plan contra molestos invasores. En esa niebla que se mueve lentamente y con delicadeza se cree que descansan los seres vivos que una vez caminaron por el bosque. Ahora lo custodian silenciosos bajo la protección de la vegetación. No forman parte de este mundo pero tampoco están muertos. Descansan en una especie de limbo que les permite tener efecto en nuestra realidad. Su presencia vigoriza el bosque y lo enriquece llenándolo de vida. Su ausencia deja tras de sí un paraje yermo y desolado. Pero este bosque es especial, guarda un gran secreto. Algo que ha impulsado a multitud de curiosos a lo largo de la historia para intentar descubrirlo. Y hasta ahora todos vagan en la bruma vigilando el tesoro del bosque.

La vista.
Lo fácil es quedarse con el blanco y negro. O añadirle gris. Sumarle la escala cromática y sólo tendrías la franja de lo visible cuando el espectro electromagnético es mucho más amplio. ¿Por qué quedarnos con lo fácil? ¿Por qué no un poco más? Querer más y a alguien con quien compartirlo sin que suene a demencia. Y bajo su consentimiento besarle un párpado por apetencia mientras dura la explicación sobre la magia de las radiaciones electromagnéticas. Del infrarrojo al gamma e imaginar esa realidad de poder verla. Pero si se limita todo a blancos y negros, entonces no hay magia. Todo se pierde, se disipa hasta volverse inexistente. Y no te besaría el párpado. Ni te miraría fijamente a los ojos mientras doy vueltas en círculos divagando ideas excéntricas y caóticas. No estaríamos en la misma habitación. Tampoco en la misma realidad.


P.S. Mi primera entrada de 2016. Feliz año de este nuestro bien entrado Junio. Quizás esto se me ha ido de las manos...