martes, 17 de diciembre de 2013

Conquista Individual.

Las pésimas lenguas.
- Buenas noches a todos y bienvenidos a su programa favorito. Soy Marvin Oscar Augusto Osvaldo Williams y esto es “Abre las nalgas que preparo El Objetivo”. Tenemos una serie de invitados que no presentaremos porque están invitados a marcharse.
- Ya que estamos aquí, me gustaría decir…
- Me comunican que nuestros invitados a marcharse formaran parte del nuevo programa de la cadena que se titula “Splash en aceite hirviendo!”.
- Gracias Melissa Fowler von Cattenburg, por tus siempre maravillosas noticias. Continuamos con nuestra tertulia antihoraria. El tema de hoy es, ¿pueden los faros estrobocópicos de última generación provocar ataques a un conductor epiléptico? Damos paso al grupo de expertos que arrojarán luz sobre esta cuestión. El primero es profesor heráldico de la Universidad Politoxicómana de Arkansas, el señor Little Rock. Su respuesta profesor…
- Sí.
- Magnífica exposición, Sr. Rock. Puede salir del retrete cuando desee. Nuestro siguiente contertulio es un autoretrato del museo Kartoffel de Arkansas en Tasmania Oriental. Su aportación, por favor.
- Claro.
- Podemos transmitir la conclusión gracias a la traducción metafísica, por cortesía de Farlopa Cola. Por último, como no podía ser de otra la opinión de mayor rigor. Madre, cuando quiera.
- Hay que ver niño, siempre haciendo tonterías. Si ya te lo dijimos, haz algo de provecho con tu vida. Hubieras opositado para cajero del Pryca en vez de hacer esta mierda. ¡Qué disgusto!
- No te preocupes, mamá. Ahora vendrá un señor muy bueno a darte unas pastillitas mágicas que me convertirán en la hija ganadora de concursos de belleza que siempre quisiste, tú tranquila. Hasta aquí el debate de hoy titulado, “¿pueden las luces de un club de alterne incitar al deseo cópula de un conductor epiléptico? Les dejamos con unos comerciales, esperamos que no les hagan vomitar.
“- Están hartos de que les salga espuma por nariz y ojos, sin remedio…”
- Has metido un anuncio de Arkansas.
- Lo siento, a ver ahora…
“- ¿Nunca les ha ocurrido que han tenido visitas indeseadas en casa y no han tenido una calavera que enseñarles?
- Estoy harta de vivir esas situaciones Maik, pero nunca encuentro una calavera que quepa en mi zulo de 5 metros cuadrados.
- Eso se acabo. Galería del Psicoanalista les presenta el set Calaveras de Pigmeos. Con este de cinco calaveras será la envidia de sus seres más denostados.
- Oh, Maik. Lo has conseguido como siempre jamás.
- Efectivamente, Carolain. Y a las 7/3 primeras ejecuciones le regalamos la colección Jardines Imperiales del Mundo. Contacte ya y consiga estás impresionantes ventajas.”
“- Ya sabe que no podrá disponer de sus bombones en verano para poder garantizar su perfecta conservación. Es por eso que les ofrecemos el sustitutivo perfecto para el verano. Disfruta de los mejores mantecados, Polvorones Rocher.”
“- ¿Cansado de la nueva moda del humor negro? ¿Cansado de esas bromas que nunca entenderás a las que llaman humor inteligente?, piensa en verde, kulunguele. ¿Cansado del humor original, el de toda la vida? Tenemos lo que necesitas. Nuevo Humor Sin, por el culo te la hinco.”
- Ya estamos de vuelta. La receta de hoy, tortilla de diazepam con té de viagra
 - Gracias Carolain, por tus siempre maravillosas noticias.
- Soy Melissa.
- Hoy me importa todo un carajo, Melinda. Da paso a nuestro concurso.
- Hoy sorteamos una patada en los cojones con destino, la entrepierna de Marvin “me importa todo un carajo” Willia…
- Gracias Miranda… Seguridad, llévense a esa jodida esquizofrénica, por favor. Después de este momento Tarantino, volvamos a lo que importa. Tenemos hoy para ustedes un testimonio de excepción. La sustituta de Melibea les dará más detalles, adelante.
- Me llano Carolain.
- Ya, ya, ya. Eso dicen todas.
- Bien, comience con su testimonio.
- Dejo como herencia todos mis bienes a este programa.
- Ah, que venía a hacer testamento. Qué bien.
- Gracias Merilyn, por tus siempre maravillosas noticias. Cerramos nuestra emisión de hoy con una entrevista a un ex-indigente de Benidorm. Buenas noches.
- Gud morning. Primera pregunta, ¿a qué hora se come aquí?
- Joder, viva la anarquía. Un bocadillo de tortilla de diazepam para este gilipollas.
- Gracias. Ea, a tomar por culo la entrevista, esto se acabó pringao.
- No tenemos tiempo para más. Esperadnos la semana que viene y que os den mucho por el objetivo. Hasta nunca.

Sueños de menta.
Calle Real a la altura de un colegio carmelita. Estoy con mi hermana en una entrada excesivamente ornamental de una casa del lugar. Perdido entre mis palabras alzamos la vista para ver a un grupo de gente congregada en las inmediaciones de la calle perpendicularmente más próxima. Para nuestra sorpresa se trataba de un concierto. La calle estaba cortada con el tipo de cintas que se usan en las entradas de las salas de cine, pero éstas eran bastante más pomposas además de ser de color marrón claro (podrían ser beige, pero los tíos no sabemos de colores). Disfrutábamos de la música, mientras la banda vivía en una intermitencia en la que se situaban indistintamente detrás de unas vallas o en una especie de púlpito alargado sustentado por columnas dóricas. La situación cambiaba cada vez que volvíamos a mirar a los músicos. Realmente disfrutábamos, cuando de repente la gente se agolpaba a las vallas de espaldas al grupo. Me di cuenta de que iban a hacer una foto grupal y agarré a mi hermana corriendo para situarnos entre ellos. La música seguía sonando aunque los componentes de la banda posaban para la foto. En ese momento mi mirada se desvía de la mujer que programaba cámara para poder salir de la foto. Veo una especie de señal de patrocinio en la que figura la Universidad de Cádiz, concretamente las carreras de ADE y Medio Ambientales. Era extraño, pero pasó desapercibido. Parecía tan real como cualquier tarde de 1999. Fantástico.



P.S. Esto es homeopático. Ahora explícame cómo se receta esto. La catarsis es impredecible y es efecto placebo. Gracias.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Desesperación Ignorada.

Le Chocolat.
Eres como el chocolate puro, una amargura profunda. Ese sabor que te intriga probar y que en un principio gusta pero que con el tiempo lamentas por completo. Una amargura que te seca el alma, dejándote vacío por dentro. Encuentras el interior frío, agrietado e inhóspito. Una oscuridad total en la que no se produce ni un solo destello. Una mueca que pretende conseguir como defensa el miedo, cuando lo único que inspira es pena. Una amargura incorregiblemente autodestructiva. Sin ánimo para reconocer la realidad, sin ánima. Eres como el chocolate puro, un espesor eterno. Arenas movedizas que impiden el movimiento. La fuerza no hace más que provocar un efecto adverso. Una presión que aumenta y aplasta. El aire se vuelve más denso y es casi irrespirable, lo suficientemente viscoso como para ahogarse con él. Sentir ardiente cada inspiración, quemando por dentro. Notar una sensación a metal frío en las manos. Ese tacto pegajoso y pesado que machaca las yemas de los dedos. Áspero, todo lo que tocas es áspero. Amargo, todo lo que pruebas es amargo. Espeso, todo lo que vives es espeso. Eres como el chocolate puro, áspero, amargo y espeso.

Toma número 357.
Tener un momento de revelación elocuente en el que las palabras broten espontáneas de tu boca como si tuvieran vida propia, o más que eso, el deseo de poder tenerla. Ese instante en el que hablas sin pensar y aún así con acierto. Ya sea para explicar algún concepto abstracto que consigues traer a un plano concreto. Ya sea para hacer una crítica con la proporción adecuada de construcción y destrucción. Lo preciso para abrir un camino y despertar una mirada perdida. O bien podría ser para hacer reír, tarea que requiere del mayor de los de los ingenios con el que simplificarlo todo. La claridad, el ingenio, la elocuencia, se encuentra en la capacidad de hacerlo todo simple. ¿Qué querría decir con todo esto? Seguro que era algo simple, pero ya no lo recuerdo. ¿A qué viene todo esto? Seguro que era algo simple, pero ya no lo recuerdo. ¿Por qué no acabar con esto? Eso puede ser complicado, mejor dejarlo para el momento de revelación elocuente. A la interacción de las palabras no le importa nada de lo que dices.

Me gusta cuando callas...
Encuentra una mente aislada sinérgicamente con la que poder expresarte sin tapujos, sin miedo a tu ser más íntimo y profundo. Abriendo la morada donde se aloja el miedo. Obtener de vuelta una respuesta de complicidad. Ganar así una dualidad en porcentaje de carga que resuelva los problemas de sobrepresión de la maquinaria. Desliza las manos hacia las teclas y que los dedos pulsen para escribir con notas musicales las líneas que dejaran la existencia. Que todo confluya en el silencio, en la oscuridad, en la soledad, en la nada. En el eco de una voz hueca que despedaza los sueños con el pretexto de que no son reales. En una mañana de lluvia ácida y muda. Salgamos de dudas, acabemos con esto. A la interacción de las palabras sólo le importa lo que no dices.




P.S. A veces tengo una sensación en la que esto pierde el sentido. A veces pienso que realmente nunca lo tuvo. A veces creo que esto no estaba hecho para mí desde un principio. A veces me veo como a un ingenuo jugando a algo de lo que no tiene real conocimiento. Otras ni siquiera me veo. Siempre quedará esa terquedad insatisfecha.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Vidrio Austenítico.

El autocrítico.
El tiempo en el que una frase hilaba otra frase se consumió. La retórica se quedó perdida en el destierro. Los eslabones de la coherencia se separan uno a uno, resquebrajados por el óxido. En esa concatenación se encontraba el sentido de verter una pizca de tinta en el papel. Esa unión representaba la fuerza del pensamiento que se diluye con cada palabra. Llego al punto en el que todo resulta extraño. Cada trazo, cada surco, cada idea, cada impacto. Todo se vuelve confuso y espeso. Aparecen lagunas donde el terreno era ágil. Todo acaba en un quiero y no puedo. Ya no me abro las tripas para sacar lo que había dentro. Ya no vomito las vísceras para reflejar el interior. Quizás porque no quede nada, quizás porque lo que quede en mi interior no valga la pena. Lo único que queda es la trivialidad como respuesta. Que hace que no me esconda o que haya olvidado cómo hacerlo. Que me encadena al sentido literal, dejando mi refugio desprovisto. Lo detesto. Detesto no sellar hasta la última letra con el alma, detesto encontrarme alejado de mis palabras, de no sentir estas líneas. La forja de un compromiso personal me arrastra a seguir intentándolo, a propiciar el reencuentro. Y poder decir sin fundamento alguno que no me gusta lo que escribo.

Cirugía de salón.
Me dan ganas de extirparme el corazón aún latente y comprobar que sigo vivo y que no es algo aparente. Después de un viaje sin propósito de retorno, llego a un punto en este instante en el que si vuelvo soy tonto o un cobarde. Es difícil mirar hacia delante por miedo a lo incierto, ignorarlo es un ultraje y una pérdida de tiempo, lo mejor es afrontarlo y acabar con el sufrimiento. A pesar de que no llegue a tu puerta ese momento, no lo aguardes. Se impaciente y se distante. No regales ni un reojo, ni te hagas un reproche, muestra las manos vacías de un rebelde. Que sin buscar más causa justa que la pérdida del juicio, encuentra en el reflejo cristalino la prueba del propio vicio. La ilusión por una revolución que se erige en los cimientos de la sinrazón que conlleva unos excesos que precisan la exclamación de un continuo perdón. No quiero mirarme en la mentira y la traición de una confianza rotunda, reniego del exilio de mi conciencia. No desespero porque encuentro en el pasado una victoria con la que continuar presentando batalla hasta alzarme con la gloria. Tomarme un respiro, estar sereno. Y poder gritar sincero que mi corazón se queda en las entrañas de quien lo quiera.

Profeta sin tierra.
El pánico consistía en saber que estaba ahí cuando hiciera falta y por esa razón no contar con su presencia. La irracionalidad de la incondicionalidad asusta y hace aparente la situación de abuso. En caso de que la culpabilidad no se encuentre en el yugo, excusado como pretexto, puede que los fines sean crueles o, quizás, que sean inciertos y debidos a la falta de constancia de la consecución del hecho. Es irónico que el silencio de no decir nada, sea más revelador que las palabras. Y entonar las líneas de la canción que dice: “Si te he hecho daño, perdóname. Si al hablar no te entiendo, perdóname. Si quiero estar sólo, perdóname. Pura sangre sí, pero de ley”. Lo maravillosamente decadente que es saber que ante la indiferencia no hay posibilidad de sufrir daño. Que la ausencia de palabras no preserva del malentendido. Que querer estar solos es la patraña que inventamos para ser dueños absolutos del daño que recibimos, para encontrar un culpable sencillo y acusable. Ser pura sangre consiste en encontrar el equilibrio entre nobleza y bravura para que no te entre el pánico ante la incondicional irracionalidad de una decadente indiferencia sin ausencia de malentendidos sobre la que inventamos nuestra culpa.


P.S. Más de lo mismo... Madre mía, ¡pero qué horas son! Que mañana (hoy) hay que currar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Nitrato Robot

Trastorno del pensamiento.
- Hubiese estado bien escribir algo con frases de cine o títulos de canciones.
- Eso requiere talento.
- Con convencimiento al menos podría hacerse un intento.
- Tiene que estar en mente para que siga la ilusión.
- La realidad lo superaría.
- Llamar realidad a lo inexistente suena pretencioso.
- Me refiero a pequeños gestos. Como la satisfacción de andar de manera extravagante, pareciendo una burda parodia del Flying Circus.
- Diarrea mental.
- Seguro que tienes ideas más descabelladas. O manías peculiares.
- Para nada, me estanco en la normalidad.
- No te creo. Seguro que encuentras inspiración en la música pero no la pones demasiado alta para poder escuchar bien lo que piensas.
- Frío.
- Es posible que te guste llamarte de usted. Además puede que al entrar al autobús tengas preparada siempre la tarjeta en la mano y buscas el asiento al lado de la puerta de salida. Te resulta cómodo porque no hay asientos delante que reduzcan el espacio y prefieres situarte junto a la ventanilla porque así te distraer con el paisaje si no llevas música contigo.
- Ni de lejos.
- Entonces conduces despatarrado con el brazo izquierdo sosteniendo el volante y el derecho apoyado en el reposabrazos mientras agarras la palanca de cambio. Miras a los retrovisores compulsivamente y siempre detectas un coche que parece seguirte. Aunque en otras ocasiones te sientes perseguidor.
- ¿Y voy sin cinturón?
- ¿Para que se te caiga el pantalón? Podría ser decididamente sugerente.
- Humor de altos vuelos.
- Estoy convencido de que bailas cuando sabes que no te ve nadie, proyectando la melodía directamente de tu cabeza.
- Eso es estúpido.
- Entonces, piensas en escenarios futuribles y completamente incoherentes. Pero lo haces al detalle, imaginas el diálogo completo y lo representas mentalmente como una proyección astral. Imaginas incluso el lugar, vagamente, de forma borrosa. También la vestimenta y la gente que pasea alrededor.
-¿Qué clase de enfermo eres?
- Tengo la impresión de que detestas las pequeñas lagunas. En general, tienes el cuidado necesario como para repetir ordenadamente los pasos necesarios para evitar esas situaciones, aunque alejarte de esa liturgia provoca los equívocos. Escribes las ideas que te parecen interesantes en papel para un desarrollo futuro. Es la manera de preservar tu olvido.
- Háztelo mirar, en serio.
- Necesitas distracciones para llevar a cabo cualquier tarea. Cualquier sonido medianamente armonioso de fondo que te ayuda en el funcionamiento del ritmo sináptico y al mismo tiempo te hace disfrutar.
- No lo estás entendiendo. No estás bien, necesitas ayuda profesional.
- Bueno, mi última carta. Te gusta escribir para liberar tus ideas y tu mente en general. Para hacerlo necesitas parte de las peculiaridades anteriormente descritas. Tienes predilección por los diálogos. Te camuflas en ellos sin querer y aunque lo intentes disimular siempre le hablas a una mujer. En realidad, es un icono femenino que te da la tranquilidad suficiente como para desarrollar tu sinsentido.
– Ahí me has dado. Chapeau.



P.S. Más desvaríos... Escribir en un estado neutro es como el café descafeinado o el cine sin palomitas. Un quiero y no puedo. Y fíjate que cualquier texto podría empezar así, y así se queda.

lunes, 28 de octubre de 2013

Agua Terrosa.

Fin de la Cita.
Comienza el festival de las sonrisas furtivas. La melodía desfila por el recinto, llenando los vasos de júbilo y alegría a su paso. Explosiones de color tiñen los alrededores en tonos caóticos y desordenados. Los escombros de la felicidad saltan por los aires. El olvido guarda turno para ser recordado. Una señal catódica recuerda la decadencia del raciocinio. Entramos en una etapa sin mayor censura que a la crítica. Perder el control es la única opción. Estallar en mil pedazos, caer y hacerte añicos. Mientras, los trozos te miran con desprecio y te gritan pidiendo tu condena en el infierno. El estoicismo pasa a ser la prueba de fuego que purifica el purgatorio de una futura morgue. La aspiración por la supervivencia supera a la vida. La voluntad se desploma y con ella todo acaba. Un final para el festival que no volverá la próxima vez.

Telegrama sin telegrafista.
Eclipse de pupilas frente a la esfera nacarada. Al acecho, la bestia espera su momento. Hay mil maneras de corromper una ilusión. Adeptos de la secta de la devastación. Sembradores de caos se acercan en movimientos al borde del colapso. La necesidad del saber instantáneo empuja a la vileza. Respuestas, respuestas rápidas a preguntas inconclusas. Tranquilidad quebradiza. El paréntesis del tiempo es el que permite admirar la belleza durante el sufrimiento que supone el transcurso de cada segundo. La agonía se transforma en el placer de escuchar una canción en tu cabeza. Mantener una conversación que se repite sin cesar en bucle constante. La agarras con la mano, acercas tu cabeza a la suya y al juntar los labios quedan separados por el magnetismo. Luego dirán que no había química, pero tampoco había física. Ciento treinta palabras, quizás más, probablemente menos. ¿Qué queda? Nada. Ni una idea remota. Desorden y dispersión. ¿Dónde se perdió tu elocuencia? Implora por lo menos un rescate. O incluso, intenta tirarle los tejos. Pero, por favor, que vuelva para quedarse. Y que este mensaje se autodestruya en cinco, cuatro…

Tempus fugit.
Tiempo y espacio son hermanos bivitelinos. Quizás por eso el deseo de control de dichas magnitudes está regido por el sometimiento de ambas. Un día se alcanzará el concepto de paréntesis temporal. Así, se podría congelar una fracción del tiempo. Sería útil en aquellos momentos que disfrutamos y no queremos que acaben nunca. Esto puede variar de manera que corra deprisa durante un mal trance. Pero podríamos llegar más lejos y congelar o adelantar fracciones del espacio y no todo en su conjunto. De esa forma podrías dejar objetos inalterados. Incluso podría hacerse en una misma persona, preservando órganos vitales, recuerdos o habilidades. La posibilidad de jugar a los viajes en el tiempo y no sólo eso, sino tener la capacidad de poder desordenar su transcurso lógico. Vivir un día y saltar varios hacia delante dejando un periodo en espera y volver hacia atrás para repetir un suceso, para finalmente rellenar los huecos temporales. Combinar los viajes para convertirlos en espacio-temporales. Cambiar ubicación y momento simultáneamente. Cuándo y dónde dejarían de ser un interrogante. No obstante, ¿quién sabe qué depararían cambios tan fantasiosos y al mismo tiempo impracticables?



P.S. Utilizo el espacio que me queda para felicitar a Tú por su cumpleaños. Pensaba que era el día posterior a esta madrugada, gran error. Del 27 al 17 hay un salto como el que te tengo dado en la cabeza. Dicen que mejor tarde que nunca y que la intención es lo que cuenta. Lo que no dicen es que son todo escusas. Pues nada, que cumplas muchos más ;)

martes, 20 de agosto de 2013

Maravedí Delincuente.

Sota de oros.
Cuenta la leyenda que hubo un guerrero solitario, implacable en batalla. Vagaba por el imperio protegiendo a los débiles contra la tiranía del emperador. Con su espada atravesaba los corazones rivales de una estocada. Los soldados comprobaban como uno a uno sus compañeros caían en una agonía irreversible. Para mantener este don, el guerrero practicaba un ritual nocturno en el que ofrecía la sangre de sus contendientes para seguir matando un día más. Vertía la victoria de un pequeño frasco de cristal a un cuenco de metal. Limpiaba la espada con un trapo que arrojaba también al cuenco. Colocaba el cuenco en un altar mientras afilaba su espada. El cuenco comenzaba a arder, permitiendo descansar al guerrero. No pasó mucho tiempo para que el emperador se enterase de las hazañas del guerrero y menos aún para ordenar una audiencia con él. El guerrero accedió cortésmente a visitarle. En su visita, el emperador intentó corromper al guerrero de innumerables maneras con el propósito de obtener una tregua. El guerrero contestó que sólo abrían dos formas para aceptar una tregua, un profundo cambio de conducta del emperador hacia el pueblo o el abandono de su posición como emperador. El emperador consideró intolerable la proposición del guerrero a lo que éste le contestó que la solución pasaba por ver quién de los dos sería el primer cadáver. La reunión acabó de forma abrupta y dejó contrariado al emperador que no concebía no haber llegado a un acuerdo. El emperador era un hombre taimado y sabía que aunque no había encontrado ningún punto débil en el guerrero durante su conversación, sabía que lo mejor era perseverar y concentrar las fuerzas de sus hombres en el espionaje, más que en la confrontación. Siendo así, llegó a oídos del emperador que el guerrero se desviaba frecuentemente a un poblado entre las montañas. Allí visitaba a una humilde y joven campesina, sencilla y muy hermosa, de la que estaba completamente enamorado. El emperador urdió una habilidosa artimaña con la que distraería en combate al guerrero mientras el paso fundamental del plan se centraba en raptar a su amada. El guerrero comprobó desolado el éxito del emperador con aquella treta. Sin más remedio, el guerrero volvió a ver al emperador. En esa situación, el emperador ofreció un nuevo trato al guerrero. Intercambiaría la vida de su amada por su espada y medio brazo. El guerrero sin pensarlo dos veces arrancó una antorcha de las manos de un soldado con un fuerte tirón, blandió su espada, cortó su brazo, cauterizó la herida con la antorcha y entregó su parte del trato. El emperador complacido con el resultado cumplió su parte. Loa amados volvían por su camino cuando el guerrero se dio la vuelta y arrojó un cuchillo. El cuchillo atravesó el corazón del emperador. Según las reglas del guerrero la tregua se saldaría por encima de alguno de sus cadáveres. Perder medio brazo le supo a la mayor de las victorias. Desde entonces, no se volvió a saber del guerrero y la campesina.

¿Coco, o no coco?, ésa es la cuestión.
- Compadre, cómprame un coco.
- ¿Cómo?
- Como, no. Un coco.
- ¿Por qué?
- Porque el que poco coco come…
- Espera, espera, espera.
- ¿Sí?
- Esto es lo mismo de siempre y no voy a caer.
- Vaya…
- Empty your mind.
- Vacía el coco.
- Be formless, shapeless. Like water.
- Sé fuerte, cháfalo. Saca el agua.
- You put water into a cup, it becomes the cup. You put water into a bottle, it becomes the bottle. You put water into a teapot, it becomes the teapot.
- Ponlo en un recipiente fresquito.
- Be water my friend.
- Bébete el agua, compadre.
- Imparable.
- Compadre…
- Dime.
- Cómprame un yogur de coco.
- ¿Un yogur de coco?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque el que poco yogur de coco come, poco yogur de coco compra.
- ¿Sabes qué es lo mejor de la amistad?
- Nop.
- La seguridad de poder llamarte cabrón teniendo la certeza de que no te sentirás ofendido.
- Ay, sangría…
- ¿Sangría?
- Sangría Don Mamón, piribiribirí. Ven vamos a disfrutar con sangría Don Mamón.
- Ah, claro.
- El otro día entré en un bar, había alguien sentado en mi lugar habitual y me fui.
- Muy interesante la anécdota.
- No había acabado. Al rato, vuelvo y le pregunto a la camarera cuál es su anuncio favorito.
- Una pregunta un tanto extraña.
- Y me contesta que no tiene televisión.
- Vaya…
- Le digo que esa no era la respuesta a mi pregunta.
- ¿Y qué te contestó?
- Nada, me subió la medicación.
- ¿Lo suficiente?
- Al menos para tener que usar la escalera. Ahora estoy con antiestamínicos.
- Será antihistamínicos, ¿no?
- ¿Y tú que tomas?
- ¿Yo?, nada.
- Y no te apetecería sangría con agua de coco.
- No es el momento, ni el tema.
- No lo hagas.
- ¿Hacer qué?
- No intentes razonar.
- ¿A qué te refieres?
- Abramos un paréntesis y ahora seguimos nuestra conversación porque me he dado cuenta de algo importante.
- Tú dirás.
- Este cuaderno tiene notas.
- ¿Cómo?
- Pues eso, notas. Frases cortas a modo de consejo.
- Muy interesante, sí.
- Por ejemplo, en esta página pone “No pre-calientes el horno”, palabras textuales. Así en tono imperativo, pero si no precaliento el horno no puedo hacer las galletas de coco.
- Vaya…
- Éste es un cuaderno inquisidor.
- Lo que tú digas.
- Agotemos este paréntesis y volvamos de nuevo a nuestro punto neurótico.
- Será neurálgico, ¿no?
- No intentes razonar.
- ¿A qué te refieres?
- Las apariencias engañan.
- Explícate.
- ¿Cuántas personas interactúan en esta conversación?
- No lo sé.
- No lo sabemos, esa es la clave. Podríamos ser multitud o uno sólo. Pero, en el fondo, lo desconocemos.
- ¿Y por qué no razonar?
- Déjame que te lo explique. Al perder la referencia del número de interlocutores, pierdes el contexto y con él la posibilidad de establecer un razonamiento certero.
- Me gusta más la parte de los cocos.
- Me lo he perdido, rewind.
- Tengo sed.
- Pues cómprame el coco.

Psicosis.
Te oigo por todas partes y en todo momento y no lo soporto. Y es paradójico porque cuando te veo no me regalas ni siquiera una sílaba. ¿Tanto me detestas? Es posible que viva sumido en una idolatría insulsa pero créeme que es mejor que esa fría pose estática que te esfuerzas por mantener. Y que aún así es tan bella, tan delicada, tan femenina. Porque aunque me niegues el placer de tu palabra, obtengo el beneficio de poder contemplarte. Y mirar esos ojos oscuros e introspectivos que me engullen, paralizándome. Y esa mirada furibunda al leer en mis labios estas palabras y penetrar con ella en mi interior para helarme el alma. Pero puedo cerrar los ojos y seguir viéndote. Es una visión permanente que aparece de la fragancia con la que colmas mi estancia y con la que constantemente me envenenas. Bajo mis sentidos bascula la sangre confundida en un trayecto de locura y perdición. Y aún así no lo soporto. Sería capaz de aguantar infinidad de castigos pero no puedo con esa pose. No resisto tu indiferencia. La misma que erosiona mi corazón y desgasta mi locura. Porque bien me voy dando cuenta de la locura que es amarte. Pero ya no lo soporto. Y moriría por tu renuncia. Y mataría porque alguien me dijera que dejara de hablarle a una silla vacía. Pero, qué difícil es abrir una puerta cuando estás acostumbrado a tumbar muros a cabezazos.




P.S. Es posible que debiera pedir perdón por la extensión megamórfica de los escritos, pero me niego rotundamente. Se me va la olla pero me quedo muy augusto.

lunes, 5 de agosto de 2013

Prisa Retrospectiva.

Sunflower.
- Mírala, ahí sentada. Pasando desapercibida entre la multitud y el bullicio. Tan hermosa, tan elegante que hasta al aire embelesa con su presencia.
- Pero, si es la primera vez que la ves.
- ¡Qué vas a saber! Si ni siquiera conocerás el amor platónico.
- Pero, eso pasa con personajes famosos o de ficción, ¿no?
- No lo entiendes. Es disfrutar cada segundo al contemplarla en silencio con discreción. Admirar sus gestos, su sonrisa, su forma de caminar. Escuchar su voz en la lejanía, oler su perfume. Algo real y palpable, sin intermediarios. Y con suerte, poder perderme en un cruce de miradas.
- En el fondo es lo mismo.
- ¿A qué te refieres?
- Tal y como lo cuentas parece algo inalcanzable.
- ¿Y qué si lo fuese?
- Pues, que está sólo a unos pasos.
- A los pasos suficientes para que la magia siga surtiendo efecto.
- Entonces, si te acercas, ¿todo se desvanece?
- No lo sé.
- Y, ¿por qué no lo compruebas?
- Me gusta así, en la distancia en la que no me vuelva vulnerable.
- Lo que hay que aguantar. En fin, parece que se le acerca alguien. Se dan un beso, se ríe y se van juntos. Bueno, ¿qué te parece?
- Lo que te decía, una como otra cualquiera.

Confusión.
Abres los ojos sin saber dónde estás. Poco a poco reconoces tu habitación y la cama sobre la que estabas tumbado. No recuerdas que día es ni tampoco la hora a la que estás. La situación empieza a impacientarte, mientras tienes aún la cabeza embotada. Consigues olvidarte de tu propio nombre y te supone un esfuerzo volver a acordarte de él. Te incorporas lentamente sin dejar de encontrarte espeso tanto mental como físicamente. Con cada paso compruebas que las paredes a tu alrededor se van derritiendo Algo falla, muchacho. Te frotas los ojos y en el intento todo vuelve a la normalidad Te acercas a la ventana deslizas tímidamente la cortina para observar el exterior. Fuera no para de caer una lluvia de tuercas y tornillos. Mejor no haberse levantado. Al dar media vuelta ves como la habitación se alarga interminablemente. La ansiedad se apodera de ti ante la imposibilidad de ser capaz de vivir en medio de aquel caos. Cierra los ojos y tíñete de oscuridad. Espera que en el siguiente intento no siga gobernando el desconcierto. Rem.


PS. Mientras no haya mejor idea, con tal de no perder el hábito, prefiero renegar de mi grafía antes que volver al dique seco. Tampoco me voy a sulfurar, no se vayan a poner en huelga las pocas neuronas hábiles que me puedan quedar. Fin de la cita.

domingo, 21 de julio de 2013

Placer Robusto.

Muerte al Rey.
Precipitan cristales en las concavidades oculares de aquella calavera que acalla un clamor colérico con cautela. Mientras, las musas muestran miradas confusas y enmudecidas meditan meticulosamente mirando al mundo ir deprisa. Toma los trozos del tiro traidor que tritura el torso en su trayectoria. Los huesos huecos exhalan humor por hendiduras inhóspitas, dejando un polvo putrefacto pendiente de un plano perverso que prueba el pavor permanente. Fuera fuertes fuerzas forcejean forjando frenéticas secuelas que se enfrentan contra su fortaleza. La coraza cruje quebradiza carente de coraje creando costra en la carcasa. La desazón disipa la desidia de la distancia en un desinteresado desenlace. Divisa así el discurso demente de un desorden disonante y disuelto en el silencio. Viendo el viento virar violento, verbaliza la voluntad de volar siempre en verso. Mi reino por un verso.

Revuelto de refranes.
Si a quien madruga buena sombra le cobija, entonces quien a buen árbol se arrima dios le ayuda. Pero no por mucho madrugar, recoges tempestades, ni por sembrar vientos amanece más temprano. No obstante, más vale pájaro en mano que cuchara de palo porque en casa del herrero hay cientos volando. Aún así, más sabe el diablo si la dicha es buena si nunca es tarde para que se acabe la rabia cuando muerto el perro sepa más por viejo que por diablo. Cuando el río suena al final se rompe porque tanto va el cántaro a la fuente que agua lleva. A los árboles les llega su San Martín siempre que cada cerdo no te deje ver el bosque. En el país de los ciegos con sangre entra la letra del rey tuerto. Dame pan y desespera que quien espera me llama tonto. No dejes para mañana lo que por bien no venga, si no hay mal que no puedas hacer hoy. Ojos que no ven la viga en el propio, ven la paja en el ojo ajeno y corazón que no siente. Por eso recuerda, en abril no quites el sayo que hasta el cuarenta de mayo aguas mil.




PS. Si es que de donde no hay no se puede sacar...

lunes, 15 de julio de 2013

Miss Understanding

Dame la mano.
Mira hacia un lado, nadie. Mira hacia el lado opuesto, solo.

Felonía Disonante.
La risa se escapa engañosa de una boca dulce y hermosa, 

Destino Sureño.
Los sureños no vienen solos.




PD: Para más información, pulsar el link de cada título. En caso de accidente cierren la ventana, con tal de no coger un resfriado. Si hubiese alguna otra consulta, consulta con tu médico.  Lo que me molesta una frase huérfana. Quien me iba a decir a mí, que a ratos iba a saber rimar. Y que algunas de mis líneas me llegarían a gustar.

viernes, 28 de junio de 2013

Trendy Gloss.

Manolete, si no sabes...
- Esto que hacemos carece de propósito claro.
- ¿A qué te refieres?
- La conversación…
- Bueno, es una forma de abstraerse de lo que nos rodea.
- Con el pretexto de dar solución a problemas.
- Solucionar es una palabra que se me antoja grande para tal cometido. Más bien, atiende al alivio o a la reflexión en voz alta, además del intercambio de pareceres.
- ¿Y si no hay conexión?
- Ensayo y error.
- No lo entiendes, me refiero a una incapacidad recíproca.
- Nadie ha dicho que haya que insistir con la misma persona.
- Te lo explicaré. Imagina que cuando hablas te oyen pero no te escuchan. Dices cualquier cosa y de repente el tema de la conversación cambia, quedando tu intervención en anécdota. O peor aún, que te dejen con la palabra en la boca. Es el momento que más detesto, me embarga una sensación de desprecio que desemboca en el convencimiento de que aquello que querías decir carece de importancia. Y con toda seguridad, así será en términos absolutos, pero en ese preciso instante te parece la cosa más importante del mundo. Todo por no poseer un carisma impactante.
- Será por momentos…
- O cuando simplemente no consigues conectar. Cuando habláis distinto idioma empleando la misma lengua. Mientras, la morfología, la gramática y la sintaxis os unen, el contexto os separa sin remedio.
- Vaya, pero hay que ponerle un poquito de tesón, algo de ganas, por favor.
- No concedo derrota. Aunque es triste observar la distancia que separa las formas de pensar que pudiendo ser complementarias en su distinción, en cambio, parecen ser excluyentes.
- Te estás poniendo cansino, Si esto es mucho más fácil, sólo hay que dejarse llevar.
- ¿Hasta dónde?
- En tu caso a la marginación, en el mío a buscar otro interlocutor.
- Ya me lo temía…
- (Al menos, mientras no dejes esa obsesión por denigrarte.)

Perfecto es cuando te pisas los cordones, te caes sobre una losa de mármol y al alzar la vista ves una pared de piedra ostionera (también conocido como Mr. Gardemio o Estracto nº 87 de la Ópera "Perfezione e altre cose da mangiare").
Era tan perfecto que se le aplicaba el comparativo y el superlativo. Era tan perfecto que temían hacerle saber de sus equivocaciones, únicamente por ese halo de perfección que le envolvía. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Era tan perfecto que acertaba en sus fallos y destacaba en sus defectos. Era tan perfecto que una palabra suya bastaría para callarte. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Tan perfecto que deshacía lo que aún no estaba hecho. Tan perfecto que no había que pedirle opinión porque era conocida sobradamente de antemano. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Tan perfecto que llegaba a aborrecerse por completo y a la perfección. Tan perfecto que todo lo conocía, todo lo entendía y todo lo sabía. Don perfecto, perfectísimo, perfectérrimo, incluso más, perfectoide. Era perfecto hasta en el fracaso, generando el mayor de los fiascos. En el fondo era una pose, un farsante, una estafa. Era patético, diría más, patetiquísimo, incluso más, patetiquérrimo, definitivamente, pateticoide. Si coincides con un perfectoide, no te molestes, el interés no será recíproco y mucho menos, honesto.

La entrevista innecesaria.
- ¿Cómo se ve?
- Generalmente, con los ojos a través del espejo y directo a ellos, por algo dicen que son el espejo del alma.
- Bien, formularé la pregunta de una manera más precisa. Como autor…
- Pero, por favor. Menudo despropósito. Imagínese el agravio comparativo con respecto a un verdadero autor. Le ruego que no me insulte de esa forma.
- Correcto, retomando el tema en cuestión. ¿No cree…
- Yo creer, creo poco y cada vez menos. Podría llamarme incrédulo y no me molestaría.
- Bueno, espero poder conseguir terminar una frase.
- Seguro que sí. Crea a partes iguales tanto en sus posibilidades como en usted mism*.
- No quedamos en que es usted incrédulo.
- Más bien ateo, pero no hemos hecho referencia a ese aspecto, todavía.
- A lo que iba. ¿No le parece que sus diálogos son totalmente anodinos?, es decir, no tienen un contenido definido. Es un hablar por hablar inconexo.
- Es posible.
- Al leerlo deja una sensación similar al de ver una película en la televisión ya empezada. Es complicado entrar en situación y cuando se consigue, la conversación termina. Y en la mayor parte de los casos sin cerrar el argumento.
- Tengo que confesarle que no estaba escuchando. Supongo que le ocurrirá con frecuencia, porque es tremendamente difícil seguirle el hilo.
- En fin, ¿ha pensado en algún gag definido?, ¿un escenario bien ideado y mejor redactado?, ¿alguna situación cómica, una escena trágica, algo de tensión?
- Pero, ¿no puede dejar de hablar de usted por un momento?
- Si son todo preguntas reiteradas sobre su escritura.
- Que me hable de tú, hostia. Que queda demasiado solemne.
- ¿Y bien?
- No me interesa.
- ¿A qué se refiere?
- A la comedia, la tragedia y el suspense. A las estructuras bien formadas y definidas con su introducción, cuerpo y desenlace. A los escenarios precisos. A los argumentos finalizados. A cerrar siempre el maldito círculo. Lo que no comprende es que es una gran mentira. El círculo es un hilo que no se cierra. Ha llegado a una película empezada, lo hace cada vez que cruza la mirada con unos ojos extraños. Pero, usted no lo entiende. Quiere un final de cuento, de esos caídos del cielo en forma de meteorito y la realidad es que tienes que tirar del asteroide hacia ti para que caiga. Y no me interesa. Vivo entre paréntesis y eso es lo que escribo. No trate de sacarme de ahí para tener que comprarme uno nuevo, ése es mi colchón de seguridad. La magia no existe, la magia la crean los magos. Es una ilusión en la que puedes querer dejarte engañar y tener esa red de seguridad. Pero ése no es mi paréntesis, es una red rota. Una seguridad quebradiza, puede que agradable, pero quebradiza. Y no me interesa. Aquí tiene la replica que quería, cerrada, clara y diáfana. Pero tan sólo es el síntoma de la victoria de una batalla ganada en una guerra perdida desde el principio.
- Y eso, ¿a qué se debe?
- ¿Quién se esconde tras el telón?
- ¿Nadie?
- Ahí tiene su respuesta.




PS. Me pitan los oídos y la verdad que no lo entiendo.

lunes, 10 de junio de 2013

Diamante Mate.

Tropocientos % de interés.
La crítica es anecdótica, la protesta, paliativa y la acción es ignorada. Instalados en un clima de corrupción que se generaliza en prácticamente la totalidad de las instituciones. Una corrupción dueña de un sistema que deja fuera al inconformismo, ansiando éste que algún día se vuelvan las tornas. Al menos, después de patear la calle en busca de trabajo o del ejercicio de activismo solidario o reivindicativo, tienes la satisfacción de llegar a casa y poner la tele, encender la radio o navegar entre redes cibernéticas. La satisfacción de sufrir el bombardeo de una incesante publicidad que promocione multitud de artículos mientras no recibes ningún ingreso, ni siquiera en diferido o en forma de simulación. Servicios y comodidades de apariencia cautivadora que te dejan embobado en el mismo momento que entran por la puerta de tu casa y te invitan a abandonarla. Y sintiendo un frío metálico en el espinazo te ofrecen una sudadera de puta madre para calentarte con un diseño único a ultra corto plazo, cosido en un taller de Bangladesh por algún autóctono o autóctona que trabaja a toda prisa rezando para que la estructura que les cubre aguante un día más. Esperando a que nos vuelvan a vender una buena guerra, mientras le volvemos la mirada a Siria. Vislumbrando futuras o presentes promociones en el tráfico de órganos, de estupefacientes o de ambos a la vez. Por favor, póngame cuarto de ilegales, medio de clandestinos y un kilo de sin-papeles. La crítica se puede alargar y profundizar casi interminablemente, la protesta debería tener un efecto puntual al ser palpable el toque de atención y la acción siempre pretende una mejora en un sistema que no le da cabida. Situándote en la crítica continua caerás irremediablemente en una brecha de hipocresía, situándote en la protesta continua acabarás sumido en la resignación venidera de la inefectividad. La acción, desde cada posición, con cada contribución, mayor o menor, en general intrascendente, en particular fundamental, es el único atisbo de esperanza. No se puede esperar que el mundo cambie, ni forzarlo a ello, únicamente somos capaces del auto-convencimiento. La metamorfosis siempre ocurre desde dentro.

Cinco tenedores.
Hierático movimiento en una mesa para dos de un restaurante. Se cruzaban una mirada fija y penetrante con otra vaga e imprecisa. Una sonrisa se desdibujaba en una atronadora carcajada, enfrentada a un rostro severo sin el menor resquicio de mueca. La mano apretando el pico de esa mesa, del otro lado, aplausos descompasados. La sala enmudeció intensificando la escena que centraba la atención. Rodeados de observadores, los vasos seguían llenándose. Los platos permanecían limpios, al contrario que a su alrededor donde daban cuenta de ellos con paciencia mientras presenciaban lo que acontecía. Se levantaba agarrando la mesa en un intento por no dar un paso en falso con el que acabar besando el suelo con fuerza. Erguiéndose a un lado se llevaba las manos a la cara escondiendo el llanto que previamente fuera risa. Esa pose se rodeó de unos brazos dejando una postura estática. El abrazo les fundía ante decenas de ojos curiosos que no podían explicarse la situación. Sólo la música da respuesta cuando todo lo que existe alrededor está sellado por un profundo silencio.

Falta de costumbre.
Mi dolor no es como el tuyo, pero a lo mejor se conocen. Mi dolor está en las olas del mar que rompían en un tragaluz mientras dormía. Está en las voces difuminadas de unas caras lejanas que se pierden en el tiempo que transita en mi memoria. Mi dolor lanza una piedra que impacta en la frente que más desgarra. Lanza una bofetada que acierta en el rostro de mi condena. Mi dolor viaja cientos de kilómetros para reabrir los viejos cortes que me cercenan. Viaja en la sonrisa más dulce que jamás pude haber probado. Mi dolor miente durante años, resguardando el miedo equivocado. Miente ignorando ingenuamente la realidad aplastante.  Mi dolor se queda solo, a la intemperie. Se queda agazapado, preparando la emboscada. Mi dolor muere matando en cada intento. Muere matando, sin miramientos. Pues abre la ventana, sal a la cornisa. Prepara la acrobacia, pero sin prisas. Ojea la bajada, a ver, si te tiras. No está tan alto, pero no insistas. Da un paso en falso, menuda ruina. Los cordones desatados, ya lo sabías. Átatelos corriendo, qué tontería. Ponte un poco de ungüento, para las heridas. Tienes el suelo impreso en toda la crisma. Vuelve a intentarlo en otro momento, deja estos versos para los perros. Recoge tu dolor y acaba este texto que me estás poniendo de los nervios. En realidad, no estás tan mal, ¿o es sólo en sueños? Para qué dar más importancia a unos recuerdos…


PS. Volviendo al formato reducido que es lo que da de sí una libreta. Voy a procurar publicar más seguido, ya sea por mi salud ortográfica. No se me vaya a olvidar esto de escribir...

sábado, 13 de abril de 2013

Isla Decadente.

Cuento XLII, de la colección "enajenaciones clásicas".
Había una vez una famosa plaza de pueblo con forma triangular. En cada uno de sus vértices había una salida que desembocaba en larguísimas calles angostas. Al lado de una de estas salidas había un puesto de información turística. El recepcionista era algo peculiar, no por haber pasado por multitud de centros psiquiátricos, sino porque tenía la costumbre de dar conversación a las personas que atendían su puesto hasta la extenuación. Esta es la historia de un yankee que requirió sus servicios sin saber lo que le esperaba. - Buenos días, amigou. ¿Podría ayudarme?
- Atiendo.
- Necesitou uno mapa.
- Eh, que sí, claro que sí. Tome, uno mapa, instrucciones para saber cómo utilizar el uno mapa e instrucciones para saber cómo utilizar las instrucciones. Conociendo su país de procedencia, en el que se cobran indemnizaciones milenarias por no advertir del exceso en la temperatura del café en su correspondiente vaso por parte de una conocida franquicia de comida rápida, de la cual no daré nombre, Sr. MacDonald’s. Usted podrá comprender, que no pienso jugármela.
- Yo no entender mucho, pero gracias por lo mapa.
- Espere, ¿se acuerda de lo de Wikileaks?
- ¿Wikileaks?, yep.
- Que por culpa de unas filtraciones, toda esa mierda. Que tú dices, pero, ¿qué mierda es esto?
- Sí, mucho mierda.
- ¿Se acuerda…
- No enteramos de mitad de cosas que pasan.
- Conoce usted, un programa de televisión que se llama “¡Ahora caigo…”.
 - Noup, amigou.
- Pues verá, tuve una idea para completar el título del programa. Lo hubiese llamado, “¡Ahora caigo a un tanque de tiburones!”…
- Auh, ahora caigou teburones.
- … pero ahora que hay tanto programa de famosos que se tiran de un trampolín, estoy replanteándome el concepto.
- Yo me gusta teburones, cuento con mi apoyo.
- Por cierto, lleva aquí un rato. ¿Quiere algo más?
- Yo estoy mucho sed. ¿tiene para beber?
- Por supuesto. Tome, Juvita.
- ¿Nou, agua?
- No, no. Tome, Juvita.
- Uhm, okey.
- Okey, no. Juvita.
- Mm, not mal.
- Ahora, repíta conmigo. ¡Viva el vino!
- ¡Viva el vinou!
- Pero así no, hombre. Esto hay que beberlo con la retransmisión, escuche.
- Ouh, golassou. Un gol de puta madre.
- Amigo, gringo. ¿Qué piensa usted de Twitter?
- Twitter es good.
- ¿Piensa usted, que es microblogging…
- Ouh, microblogging, yeah.
- … cuando en realidad es microhostias en vinegar?
- YEAP, VINEGAR.
- Ahora tengo que interpretar que está usted gritándome, máster.
- What, master?
- Es una ofensa que no puedo tolerar y menos aún dejarla pasar. Así que tome aquí, este folletito, de cohetes de viaje sin retorno.
- Ouh, mucho gracias.
- El placer ha sido mío.
Y así acabó la historia del guiri y el politoxicómano en los servicios de la estación de metro de una famosa ciudad de cuyo nombre no cuesta olvidarse.

Busca el drama.
Ninfómano: Podría parecer trivial, pero cuento con argumentos para continuar con la búsqueda.
Misántropo: Cuando hablas de argumentos, ¿te refieres al pensamiento racional?
Ninfómano: ¿A qué si no?
Misántropo: Yo una vez tuve uno y lo perdí.
Ninfómano: ¿Un argumento?
Misántropo: Sería casualidad. No queda voluntad para elucubraciones cuando se cotiza en dados de casino.
Ninfómano: Es una necesidad promulgar el pensamiento a uno mismo para poder reafirmarte cayendo en el error o vislumbrar la deficiencia de la pseudo-consciencia.
Misántropo: Aún así, el pesimismo es legítimo.
Ninfómano: Pero tú, además de contigo mismo. ¿Con quién hablas?
Misántropo: Con el espejo.
Ninfómano: Entonces, ¿qué opción queda de cambio?
Misántropo: El tiempo hará mella en el reflejo.
Ninfómano: ¿Qué ocurrirá mientras?
Misántropo: Sería necesario robar bolígrafos de los bancos.
Ninfómano: Ése es tu argumento
Misántropo: ¿Dónde?
Ninfómano: En los bolígrafos.
Misántropo: No, eso es lo que estás buscando.
Ninfómano: ¿Lo qué?
Misántropo: Un bolígrafo, la necesidad en la promulga de tu argumentario.
Ninfómano: Hay una catástrofe en el instrumento de la distribución de mi ideario.
Misántropo: Lo que a ti te pasa es que tienes muy pocas ganas de efectuar la ejecución de tu escritura.
Ninfómano: Lo que a mí me pasa es que estoy falto de tinta.
Misántropo: Ahí está mi argumento.
Ninfómano: ¿En la tinta?
Misántropo: No, en el pretexto.

Des-Mitología para visitantes.
Imagina que cuando escribo un diálogo con personajes estrafalarios capaces de representar cualquier despropósito, en realidad no existen y estoy yo detrás de ellos. Imagina que para mí sí existen y que a veces me confundo con cada uno, sin saber quien soy entre todos, sabiendo que no puedo serlos a la vez. Imagina que ninguno de ellos volverá nunca a darme las gracias por haberlos parido. Imagina que a la mayoría los detesto no menos de lo que me corresponde recíprocamente. Piensa que cuando escribo que “llegados al punto en el que no hay lágrimas que arrancar, porque ya no quedan. Tiempo en el que tapamos la tristeza con sonrisas. Intentamos mirar para otro lado inútilmente, porque nuestra mirada queda vacía en el pensamiento.” no está representada más que una ínfima parte del sentimiento que intenta ser descrito. Piensa que seguramente sea una exageración y me reía angustiosamente con cada palabra. Piensa que realmente soy un hipócrita y la gran mayoría de mis comas están sobrevaloradas. Sabes que el protagonista de frases y acciones, fracasará en su propósito al final de la película del negro sobre blanco, en el negativo de esa escena. Sabes que no hay predilección por los finales de cuento. Sabes que cuando escribo, el cliché siempre gana la partida. Pero quiero hacerte ver que la torpeza que desembocará en el fracaso no es fingida. Que no hay motivos ocultos que descubran una mente brillante detrás de estas palabras. Que no hay razones desconocidas que otorguen una controvertida victoria. Que no hay afán por dejarse ganar, que no hay nada que leer entre líneas. Que por decadente que pueda parecer, ese personaje, al final simplemente, pierde.


PS. Me enorgullece comentar que por mi cumpleaños recibí el mejor regalo hasta la fecha y es tener "Lágrimas de Caramelo" en forma material y para la posteridad. Las imágenes de tal fechoría hecha realidad las colgaré en nuevas entradas. No pierdo ocasión para felicitar al blog que cumplió años el mes pasado y que pese a los achaques, sigue adelante. No osaré llamar innovación a los cuentos interactivos. Ni tampoco quitaré hierro a la tensión sexual del diálogo. Ni dejaré de desmontarme siempre que haga falta. Vivan los mocos verdes.

viernes, 1 de marzo de 2013

Cabina Tumultuosa.

El lago de los cisnes. (El Periodista - Primera Parte)
El despertador que coronaba la cómoda situada junto a la cama empezó la ceremonia que cada mañana interrumpe mi letargo. Me levanté con dificultad notando los huesos plomizos. Tenía la cabeza algo anestesiada mientras me dirigía a la cocina para desayunar. Como de costumbre mi primera acción al entrar fue encender la radio. Coloqué sobre la encimera de granito el correspondiente plato sobre el que dejar descansar mi taza, del estante que se alza de inmediato a la superficie mineral. Cogí mi bolsa con granos de café de la despensa y estuve moliendo una cantidad prudencial al mismo tiempo que el aroma que desprendían me devolvía a la realidad. La radio sonaba de fondo pero mi atención se centraba en el borboteo de la cafetera al fuego hipnótico de la candela. La atmósfera que envolvía a aquella mañana era taciturna. Le daba vueltas al café una y otra vez con la cucharilla de aluminio y la mirada perdida. Empezaba a escuchar la noticia, la noticia que confirmaba el estatus de aquella mañana. El asesinato era real según las palabras del locutor. El mismo crimen redactado el día anterior para la sección de sucesos. El bombazo mediático del periódico para el que trabajo cuya repercusión sitúa a la publicación en récords de venta. Una historia anónima de la que se desconoce por completo su procedencia, un material digno de un periodista de segunda. Ningún nombre había trascendido tras lo ocurrido, el mérito de la incompetencia policial pareció ser atribuida a la dirección. Pero esto era distinto, el caso finalmente sucedió. Un sudor frío me recorría la espada a la vez que sentía una pequeña descarga metálica en el espinazo que dejaba mi cuerpo rígido. La mano que giraba la cucharilla en el café quedó paralizada y los ojos que miraban el infinito ahora estaban petrificados. Durante el estupor estático que me controlaba el teléfono comenzó a sonar. Alcancé el teléfono sin pestañear y sin más descolgué.
- Buenos días – acerté a decir meramente.
- Buenos días. Le habla el inspector M. responsable del caso de asesinato de una joven sin identificar… - explicaba mi interlocutor.
- Ha pasado – balbuceé confundido.
- Me temo que sí. Es usted el periodista, ¿cierto? – preguntó sin rodeos.
- Me temo que sí – sentencié con sinceridad utilizando sus propias palabras, ya que apenas podía articular algo coherente.
- Si no tiene inconveniente me gustaría visitarle para hacerle algunas preguntas – propuso con rudeza.
- Le estaré esperando en mi domicilio, inspector – contesté. - Gracias, estaré allí en pocos minutos. Hasta entonces – concluyó.
- Estoy a su disposición. Un saludo – colgué.
Aquella conversación acabó dejándome un nudo en el estómago. No tenía sentido seguir con el desayuno. Decidí ir a darme una ducha antes de que llegase el inspector para aclarar el pensamiento. Aparentemente el suceso se asemejaba al trasvase de un río que irrumpiendo con fuerza volvía por su cauce original. El cauce que brotó de la tinta de mi artículo. La tensión me hacía notar cada latido, el ambiente era inquietante y para colmo ahora sonaba el timbre.

Mitología para expertos.
Estamos en la era del Parlamento Troll. La democracia son siglas de partidos políticos, si te posicionas en contra de cualquiera de esas siglas, irremediablemente, estás en contra de la democracia. En el Congreso Troll hay aplausos de cinco minutos para mostrar aprobación sobre el argumentario del semejante y exabruptos, exclamaciones, risas o carcajadas para expresar contrariedad ante el extraño. Esa contrariedad no se sustituye por un aplauso irónico de diez minutos, tampoco la aprobación provoca risa, no obstante, sí la sonrisa velada de pensamiento macabro. En la Sesión de Control Troll, todos están atentos, tomando más importancia el acto de presencia que el contenido brillante en ausencia. Más valdría la ausencia en el acto de presencia y la contraria para el contenido, pero de ser así, la sala se vería mayoritariamente vacía. Un hombre, un voto y este último legitima cualquier acto, por encima de ese ser, ser humano. Los trolls pueden trasgredir con impunidad la totalidad del código penal, mientras que el ser humano necesita de su ingenio para progresar. Un troll puede recibir la hipoteca de un palacete y pagarla con negocios ilícitos sin ánimo de lucro, a un ser humano le desahucian porque no tiene trabajo legal con el que pagar su hogar. Un troll esquía, viaja y vuelve para hacer peinetas con una cuenta rebosante en un paraíso fiscal, mientras se revisa con lupa cada declaración tributaria de un ser humano. Podría ser menos sangrante, podría esconderse con habilidad, pero los trolls son incompetentes en el arte de la mentira. Los trolls se traban entre simulaciones en diferido, despidos improcedentes o pseudónimos. Los trolls a veces no se ponen de acuerdo, ni tienen límite para su sed de venganza y casi siempre dejan de contrastar datos porque es más importante decir lo que piensan. Los trolls son repugnantes hasta la arcada, es por eso que yo desde aquí te animo, querido ser humano. Píntate de verde y hazte troll.

Tertulia Improcedente.
Sr. Despreciable: Creadores de polémica, así me llaman.
Teletoxicómano: Será, nos llaman, ¿no?
Sr. Despreciable: Exacto, a mí y a mi personalidad múltiple.
Criterio Impropio: Joder, me llamo como el posible título de una entrada. ¡Qué denigrante!
Teletoxicómano: Yo también quiero ser famoso, coño.
Sr. Despreciable: Hablando de entradas, es la hora de la crítica.
Criterio Impropio: ¿Qué crítica?
Sr. Despreciable: Tema de hoy arcadas que succionan.
Teletoxicómano: Ejem, que nos estamos repitiendo. La palabra arcada ya salió en esta entrada.
Criterio Impropio: Me temo que se refiere a arcadas como estructura, no a eso de la comida revoltosa.
Teletoxicómano: Alusiones diáfanas, por favor.
Sr. Despreciable: Django Unchained.
Teletoxicómano: Pero, eso no son arcadas. Son quicios, puertas, entradas.
Criterio Impropio: No, entradas son otra cosa que se dividen en tres partes, generalmente. Que tienen una frase en negro en cada una de esas partes, muy lamentables. Que acaban con dibujos muy bonitos, muy bonitos y una post data de mierda. Por no hablar del título, hostia, y yo con nombre de título.
Sr. Despreciable: ¿Quiere ver puertas que succionan, balas con exceso de kilopondios, galones de hemoglobina sintética, trailers ambiguos que superan un largometraje, tertulias sobre capuchas mal agujereadas, clases de doma equina, excesos en la compra de carrete de película? Si todo esto no le convence, me quedan dos palabras. Unchained Django, una película de puta pena.
Criterio Impropio: Pues a mí me ha gustado.
Sr. Despreciable: Tú cállate que tienes nombre de entrada.
Teletoxicómano: Un tráiler es como un anuncio, ¿no?
Sr. Despreciable: Un tráiler es un puto camión. Un anuncio es ir a Media Markt con un frigorífico lleno de plomo.
Criterio Impropio: Eso es una promoción.
Sr. Despreciable: Pero, que te calles, hostia. Qué pesado, joder…
Teletoxicómano: Perdón, pero, ¿esto cuándo acaba?
Criterio Impropio: Hay que buscar un final apropiado.
Sr. Despreciable: A ver, ¿esto lo lee alguien?
Criterio Impropio: Lo dudo.
Sr. Despreciable: Pues a tomar por culo.




PS. Sí, es una mierda de esas que no puede pasar desapercibida. ¿Quiere leer el intento de lo que pretende ser una historia de intriga, mitología cómica carente de humor, títulos de entrada en textos, en personajes de diálogo, trolls desubicados, chistes sin gracia? No lo dude, dese el gustazo de cerrar la pestaña y mandarme a...

domingo, 17 de febrero de 2013

Saltos Temporales.

El lago de los cisnes. (El Inspector)
Eran las cuatro de la mañana y me había desplazado a un edificio de apartamentos en el centro de la ciudad. La lluvia empezaba a mojar mi gabardina al salir del coche y, tras el primer paso, pisé un charco que me empapó los pies. Los truenos enmudecieron mi exabrupto, aquel comienzo no auguraba nada bueno. Mientras subía las escaleras del recinto para dirigirme al lugar exacto, pensaba en la llamada anónima que había dado el aviso. “Hay problemas en la dirección descrita en la crónica de sucesos de la edición de ayer en el periódico local. La historia era cierta, las casualidades no existen”. En un principio, tuve mis reticencias por las burlas que había generado la noticia en el departamento. Se filtró la información de un crimen que, después de haberse investigado, resultó ser falso. Y ahí estaba yo, aproximándome de nuevo al lugar en solitario debido al descrédito de aquella advertencia. Mi cara se tornó seria cuando vi la puerta entreabierta de mi destino. En la puerta había un mensaje escrito con sangre, “Lea el periódico de ayer y nunca crea en las casualidades”, rezaba. ¿Cómo podía saber que su destinatario era una única persona? Quedaba claro que no era casualidad. Me adentré en la casa y no pasó mucho tiempo para que pudiera comprobar lo que había sucedido. El cuerpo de una muchacha joven descansaba en una especie de recipiente que se asemejaba a una bandeja. Una pierna le colgaba del techo y la otra se mantenía flexionada con cinta aislante. Estaba colocada bocabajo con la cabeza mirando hacia arriba y los brazos extendidos en cruz. Tenía un profundo corte en el cuello y el recipiente la bañaba en su propia sangre. Aquella imagen me perturbó unos minutos, cuando pude recobrar la razón hice una llamada a la central. Salía del edificio mientras mis compañeros entraban a hacer su trabajo. Justo frente al edificio había un bar abierto, entré para despejarme y hacer algunas preguntas que pudieran darme una pista. Me dirigí al dueño en la barra que, con cara de incredulidad, hizo referencia a un tipo sentado al fondo del local que podría ayudarme. Antes de que pudiera mediar palabra aquel hombre comenzó a hablar.
- Viene con malas noticias – predijo el hombre.
- ¿Cómo lo sabe? – pegunté.
- No creo en las casualidades – afirmó.
- Está en lo cierto, estoy investigando un asesinato. El dueño dice que ha estado aquí toda la noche. ¿Ha visto algo que pueda ser de utilidad? – expliqué antes de formular mi pregunta.
- Puede ser – dijo el hombre.
- Le agradecería que fuera un poco más claro – aconsejé.
- Vivo en el edificio del que acaba de salir y conozco a todas y cada una de las personas que viven en él. Y sí, he visto algo raro. Una pareja de desconocidos entraron de madrugada. Un hombre y una mujer, para ser exactos. Y lo extraño es que ambos entraron en el edificio, pero sólo salió el hombre. Puedo asegurarle que ninguno de ellos vivían allí. Espero que le resulte suficientemente claro – concluía en tono irónico.
- ¿Alguien puede corroborar su testimonio? – proseguí.
- No, la calle estaba desierta y el barman estaba en el almacén – aseveraba.
- Bien, gracias por su testimonio. ¿Le importaría que mis compañeros le tomasen declaración? – finalicé.
- En absoluto.
Me decidí a abandonar el lugar y a descansar un poco después de aquella complicada noche, cuando aquel hombre me gritó desde el fondo antes de que pudiera salir por la puerta del bar.
- Inspector, ¿cree usted en las casualidades? – preguntó.
- Si alguna vez hubo alguna posibilidad de que eso fuera así, hoy se acabaron – contesté.
Aquel caso no había hecho más que empezar.

Mitología para avanzados.
Estoy sentado frente a ti y te miro fijamente. Mi presencia pasa desapercibida. Miras a tu alrededor buscando la manzana dorada en el laberinto de papel de aquel afamado jardín. Mientras, intentas recordar cómo se llamaba. Puede que Edén, Madison Square o quizás sería Hespérides. Todo se mezcla en ese caldero de brebajes que tienes por cabeza. El ambiente es agobiante por la quietud espesa de una atmósfera en calma. El laberinto en el jardín y el jardín rodeado de metal y cristal. Las paredes se derriten y el metal comienza a combarse. No tardas en huir de aquel colapso perseguido por la música. Las escaleras te engullen en una espiral infinita de caderas que se mecen y perspectivas favorables. Muchacho, sufres de hipnosis, despierta. Queda patente la vulnerabilidad de la voluntad ante la voluptuosa magnificencia de lo sobrenatural. El vínculo se rompe con la desaparición de las manzanas en ninfa. El jardín se pudre y el laberinto está húmedo. El cristal se vuelve opaco y el metal áspero. Te diriges a la salida. Desde fuera todo parece igual que antes. Desde dentro la realidad se encuentra inmutable. Desde fuera aparecen las manzanas doradas. Desde dentro se viola la esperanza. Entonces te preguntas, ¿cuál es fuera y cuál dentro? El lugar es concreto y no depende del momento. Muchacho, sigues en tu hipnosis, despierta. No sueñes escribiendo que me derramas la tinta encima y aguanto muchas tonterías, pero en la cara no, en la cara, no.

Multiverso.
Poético: El amor es simbiosis. El-a-mor-es-sim-bio-sis.
Pragmático: ¿Simbiosis? El amor es parásito. Es-pa-rá-si-to.
Poético: Es la fusión del sentido en el reposo de la respiración de unos labios contra otros…
Pragmático: Es una yincana de unos orgasmos contra otros…
Poético: …y finaliza en la concentración del Universo. Y solapa todas las dimensiones. Y allí confluye lo real con lo imaginario, unificando razón y sentimiento. Formando un vínculo invisible y poderoso pero quebradizo y letal. Que te vuelve invulnerable y te protege, envolviendo al cuerpo en un aura resplandeciente de armonía musical. Y el susurro de su nombre en soledad. Y la imagen de su sonrisa en el pensamiento. Y el adiós que te desgarra. Y el encuentro que te da la vida. Y el caminar que te embelesa. Y los ojos que te pierden. Y la mirada traviesa. Y los labios que muerden. Y el corazón que revienta.
Pragmático: …hasta que se acaba.
Poético: ¿Esto qué significa?
Pragmático: Te has emocionado. Te has venido arriba. Y el monólogo lo va a traducir tu madre de moral frágil. Lo digo en tu idioma, para que me entiendas mejor.
Poético: Intento omitir imprecisiones y vaguedades con fin de que el resultado pueda ser un mensaje comprensible y eficiente.
Pragmático: Tengo la sensación que ese papel ya está siendo representado con mejor resultado. Es intuición, nada serio.
Poético: El resultado mina mi moral aletargada por la incompetencia de la labor que con extraordinaria lucidez manifiesta realizar, un aspecto que me es imposible apreciar.
Pragmático: El amor acaba en desprecio.
Poético: El amor termina sin acabar.
Pragmático: El amor es veneno.
Poético: El amor es la droga que no te cansas de probar.
Pragmático: El amor cansa. El amor asesina. El amor se suicida cortándose las venas o reventándose las ideas con una escopeta de caza. El amor se prostituye en palabras bonitas y vacuas. El amor trafica con tu voluntad. El amor abusa de tu físico y tu intelecto. El amor te hace preso y un completo gilipollas.
Poético: ¿Cambio de papeles?
Pragmático: No, yo sigo traduciendo.



PS. Repite contigo. Vuelves para quedarte.

martes, 1 de enero de 2013

Pompas Doradas.

Heterodoxo. 
Imagina un cubito de hielo rematado en perfectas aristas que comienza a fundirse por el centro de su cara superior. Imagina que lo que empieza como un surco va transformándose en un profundo precipicio helado y que al llegar al centro geométrico del poliedro libera una burbuja. Imagina a esa fina película de agua resbalando por las paredes frías y angostas de su cárcel de hielo. Imagina su salida a la libertad y su vuelo al aire. Imagina qué le deparará el destino…
… esa burbuja al fin libre estalló. Compartió toda la magia de su interior con aquello que le rodeaba. Aún así nada se pudo percibir, esa forma esférica que la describía, despareció fusionada con el entorno. Aquella burbuja era el universo que se diluía en la inmensidad.
… esa burbuja al fin libre se enfriaba. La delgada capa de agua se espesaba. El exterior era aún más adverso que el interior del cubo. La burbuja se congeló cayendo al suelo, no se quebró. Su voluntad seguía fuerte, pero ahora se veía convertida en su propia cárcel de hielo.
… esa burbuja al fin libre parecía inmutable. Aún así, poco a poco empequeñecía. Su tamaño mermaba mientras se consumía aquella magia. Tanto menguaba que era difícil divisarla. Esa burbuja se apagó y jamás volvería.

Mitología para principiantes.
Musa: Sonaba a despedida.
Il Uso: Y así ha sido.
Musa: Aquí ya no quedan cuentos, ni encantamientos. No quedan rimas y mucho menos risas. ¿Por qué has vuelto?
Il Uso: Quiero encontrarme.
Musa: ¿Andas perdido?
Il Uso: Ando partido.
Musa: Aquí sólo dejaste tu sombra, a veces oscura y otras luminosa. Aquí sólo has dejado lágrimas y a veces caramelos.
Il Uso: He dejado un camino que me corresponde retomar.
Musa: ¿Y cómo pretendes hacerlo?
Il Uso: Contigo.
Musa: Eso es gracioso, parece que aún te queda algo de ingenio. Al menos para hacerme reír.
Il Uso: Gracioso o ingenioso y aún así cierto.
Musa: No hay certeza en la idónea idealidad de una ensoñación.
Il Uso: Tú eres la gracia y el ingenio. Eres esa idea idónea y el sueño de mi ensoñación. Eres mi sombra luminosa y el caramelo de mis lágrimas. Eres mis palabras y el reflejo de mis ojos. Eres mi acierto y mi fracaso. Sólo tú eres mi certeza aunque estén teñidas de idea o sueño. Por esa certeza muero, por esa certeza vivo. Por esa certeza escribo lo que quiero, por esa certeza escribo que te quiero.
Musa:
Il Uso: ¿Dejar a una musa muda tiene premio?
Musa: Tendrás que aprender a vivir sin certeza.
Il Uso: Sin certeza vivo, andando partido. ¿Qué pasa con este arrojo y estas ganas?
Musa: Que no ganas. En esta batalla, pierdes. Siempre pierdes.
Il Uso: Entonces será certeza que ando perdido.

El último caso: Reloaded. 
Aquel año parecía ser prometedor. Se presagiaba abundante de ideas y delirios. De hecho, es así como comenzó. Después de quedarse a uno de cien, planeó un homenaje en forma de regalo. Con cada bocanada neumática preparaba su discurso. Un discurso vago e impreciso que versaba sobre el merecimiento de aquel honor que se le dispensaba. Entonces, recogió una postal en la estaba escrito: “Nunca te olvidaré”. La fiebre subía y creyó desmayarse. En tablas y dodecaedros recordaba su niñez. Al despertar volvía la resaca de aquel estado de embriaguez, impuesto por su predilección al oxímoron. Se creía Napoleón viajando en la electricidad plástica de una aurora boreal. Se creía caballero que intentaba derrotar al mensajero del miedo sin saber si debía decir adiós o hasta luego. Reponiendo la cordura y durante el término de su silogismo, acudió al recuerdo del hallazgo de aquel aeropuerto donde en su árbol se encontraba la piedra filosofal. Apenas tres andanzas le quedaban. Primero, ¡tachán!, se reencontraba en su cumpleaños. Dejaba testamento, aún sin saberlo, en su tríptico hexadecimal. Dejaba idiotas, sangre y su amor racional. Desde el 7 de abril hasta el 3 de junio estuvo deliberando. Finalmente, se decidió por decir hasta luego. “Se traspasa” reza el cartel. Pasaron meses de inactividad, de sequía, de ideas refugiadas. ¿Quién sabe si volverá el esplendor? ¿Quién sabe si alguna vez lo hubo?


PD: ¿Dónde estoy? Esto me suena de algo...