lunes, 3 de noviembre de 2014

Curvas Magmáticas.

Accidental y desafortunado.
Lo público, lo de todos. Aquello que debería preservarse, enriquecerse y fortalecerse, vive la profunda contradicción entre los trabajadores que luchan mediante el desempeño de sus responsabilidades laborales para percibir su salario y ciertos cargos institucionales, que a medida que nos acercamos a un ámbito más politizado, se favorece el contagio de unas pautas de conducta un tanto controvertidas. Excluyendo de estas conductas lo que podríamos considerar como prácticas delictivas. Me refiero a la corrupción, que es algo denunciado, poco perseguido y nada condenado. Por lo que no se sabe si la continuidad de una protesta es suficiente ante la ausencia de una justicia que en el momento menos pensado pueda tomar cada uno por su mano. Retomando la exposición inicial, entre esas pautas de conducta se generan ciertas modas y una de ellas es la de calificar como declaración desafortunada o poco afortunada a una aseveración que se realiza en público ante medios de comunicación por el responsable institucional de turno de forma totalmente deliberada y absolutamente reprochable. Declaración desafortunada es el salvoconducto que utilizan los diferentes cargos de responsabilidad para hacer comentarios propios de las más taciturnas tabernas sin poder exigir que se depure esa misma responsabilidad que ostenta el individuo en cuestión, yéndose a su puta casa a opinar de lo se le antoje, pero en una privacidad forzosa. Por mucho que alguien en esta posición tenga una opinión más o menos respetable sobre un tema determinado, al ocupar una situación de privilegio, esto le exige la máxima pulcritud a la hora de tomar la palabra. Porque no importa que pueda pensar con el culo, pero es completamente innecesario que eche mierda por la boca cuando hable. Y no es cuestión de ser políticamente correcto, es tener la suficiente empatía como para ponerte en el pellejo de aquellos a los que representas.

Vivir del verso, si acaso.
Destilas miradas vacías
que guardas en el cargador
de calibre desconocido.
Recuerdas el hedor
de los días antihigiénicos
y el azahar y el enebro.
Que una palabra se asoma
y huya despavorida
perdiéndose el contexto.
Y es para ponerse de los nervios
al confundir la segunda persona
con el singular soliloquio
del primer verso
que te quitó el sueño
y participó estando despierto.
Despídete del blues
que con inusitado estupor
fingió no conocerte.
¿Por qué me cuentas esto?
Por favor, no hay crueldad mayor
que una declaración inconsciente.
Y de amor que se ahoga
en el desierto de las arenas
del tiempo perdido.
De esperar la respuesta
o ignorarla por miedo
a creer saber lo intuido,
sabiendo que creer en supuestos
cambia la percepción del concepto
y su condición se aferra a la idea
del penúltimo momento de consciencia
en el que la luz
se escapa en mil soles
y los ojos se apagan
entre colores muy similares al negro.

Mi arte, ¿es, o lo olvidé en alguna parte?
¿De qué sirve el ingenio si se vierte regando el asfalto? Mi arte no lo es en tanto en cuanto no es arte. Mi arte no precisa de fanatismos, ni vínculos irracionales. Se expresa de forma natural, sin necesidad de veneración. Se expone a juicio y disfrute de manera que su aceptación no conlleve subjetividad. Mi arte es pulcro y cuidado, minucioso y detallista. Mi arte es jeroglífico y laberíntico. Mi arte es espeso y áspero. Es lúgubre y taciturno. Incluso podría decirse que es dramático y tragicómico. Estaría a ras de suelo aunque le gustaría ser profundo o de altos vuelos. Le incordia la incomprensión y no soporta la indiferencia. Se mueve en círculos o estalla allá por donde pasa. Es mágico, magnético, casi pirotécnico. Es misántropo y a la vez empático. Implacable y clemente. Es burdo, simple y falto de talento. ¿De qué sirve el talento si se esconde cuando llega su momento? Un silbido sordo que oigo de tus labios. El sonido de las pisadas al caminar que es casi imperceptible. Oír el pensamiento que está en silencio. Mi arte está roto y no sé como recomponerlo. Mi arte está roto sin la esencia del intelecto. ¿De qué sirve el arte si estando roto ya no es capaz de distinguirse? ¿De qué sirve el arte si estando roto ya no es arte?



P.S. Que haber, hay. Otra cosa es subirlo aquí. Como convertidor analógico/digital soy pésimo, lo reconozco.