jueves, 15 de mayo de 2014

Alcance Vítreo.

Cómo parpadear.
Abres los ojos, te cansas de ver paredes y de vez en cuando algún trocito de cielo. Te sientas a mirar papeles repletos de caracteres y símbolos descifrables, altamente compresibles. Adelantas al asfalto sin despegarte de él a la espera de una nueva jornada. Cierras los ojos. Abres los ojos y te desplomas en un campo de amapolas. Recuerdas que alguien una vez te dijo que eran venenosas. Y caes encima de ese colchón natural. Aunque quisieras, no escapas porque te inunda una enorme sensación de paz individual. Cierras los ojos. Abres los ojos y caminas por el techo. Sin vacilaciones con paso firme y sin que la incoherencia forme una pisada. Y el tiempo se para o se dispara sin previo aviso. O vuelve para atrás sin consciencia plena. Y los atascos están vacíos y las multitudes son solitarias. Y abres los ojos. Y si cierras los ojos la oscuridad te engulle.

¿Quién es?
- Admiro la genialidad con la que esculpes cada escena y trazas cada imagen en una armonía compacta y completa.
- Maldigo la injusticia al ser admirado por el amor no correspondido.
- La brillantez de tu obra contrasta con el egoísmo de tus palabras.
- ¿Egoísmo?
- Así es.
- No pido correspondencia de igual forma que no pido admiración.
- Suena a reproche.
- ¿Y qué quieres? ¿Cómo debo sentirme cuando estás admirando mi trabajo mientras yo idolatro tu ser?
- Debes darlo por perdido.
- Eso sería una frivolidad en la que todo carecería de sentido. Si no me enamorase de cada trazo nada existiría de la misma forma que me consumiría sin quererte.
- ¿Y merece la pena sabiendo que yo no te quiero?
- Eso no tiene nada que ver.
- Tiene todo que ver.
- No puedo esperar algo que no depende de mí.
- ¿Y es eso suficiente?
- Nada es suficiente. No obstante, en este caso el conformismo es una postura más racional que la esperanza.
- Tú sólo me quieres porque no me puedes tener.
- Nunca podría tenerte, ¿de qué sirve la posesión?
- No uses juegos semánticos conmigo.
- Sólo pretendo tu bienestar.
- Por desgracia para ti, estás a años luz de eso.
- Lo sé. - ¿Y bien?
- Se me da bien aguantar el tipo.
- Menos humos.
- Es algo con lo que tendré que vivir.
- Maldita sea, ahora no seas trágico. Hay más gente en el mundo.
- Eso siempre es un consuelo.
- ¿Ocurre algo?
- ¿Cuánto tiempo llevas escuchando?
- Desde el principio.
- Entonces, ¿lo has oído todo?
- Sí.
- ¿Qué te ha parecido?
- Me dan ganas de llorar.
- La verdad es como para planteárselo.
- …
- ¿No vas a decir nada más?
- Voy a dejar que te calmes un poco.
- Va a ser difícil. Pero bueno, disculpamos tu interrupción.
- No me hagas eso.
- ¿Qué es lo que hago?
- No hay nadie más aquí. Estás hablando sólo conmigo.
- ¿Cómo?
- Que no hay nadie. No hay nadie ahí. No hablas con nadie más.
- No puede ser.
- Claro que no puede ser.
- Me está mirando.
- No le hagas caso.
- ¿Te ha dicho algo?
- No me dejes.
- Te quiero.
- …

Delírium trémens.
¿No es un despropósito
la coincidencia
del meñique de un pie
con el quicio de una puerta?
La misma que dejar a un mudo
con la palabra en la boca,
tenderle la mano a un manco,
zancadillear a un cojo
o dejar a un sordo
en completo silencio.
Volvámonos lipotímicos
para poder quitarle
hierro al asunto.
Porque algún día
formaremos parte del universo
dentro de una caja de madera.
Y reírnos con retrospectiva
al encontrar lobas
en lugar de musas
bailando en mi tumba
luciéndose impúdicas
y en pelotas.
Y no estar ahí
para presenciar la escena,
ni falta que hace
porque para entonces,
estaré pensando
en cosas más importantes.




P.S. Sin drogas, todo natural. Más o menos...

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