miércoles, 1 de julio de 2015

Reuniones de Tiburones.

Ordenando el caos.
Vivimos sobre la premisa en la que existen valores correctos. Conductas ejemplares que hay que copiar. Eso permea conformando una moral, basada en los sentimientos. Por tanto, cualquier acto que provoque agravio y la experimentación de sentimientos nocivos pasa a ser repudiable. Bien es cierto que ese mismo acto puede carecer de connotaciones negativas para otra persona. Siendo así, asumimos la subjetividad para catalogar el bien y el mal. Damos posibilidad a que impere una moral que prevalece, unos sentimientos sobre otros en una demente irracionalidad donde no hay dos personas que sienten igual. Aparece el cinismo de la empatía, la hipocresía y la doble moral. Pues bien, esa es nuestra condena. Porque no podemos llegar a la ética. Sin saber pragmáticamente y conceptualmente la representación de bien y mal, no tenemos certeza. Vivimos subyugados a una moral impuesta, que no tiene por qué representar el bien y que nunca sabremos si lo hace. Somos vencedores o vencidos porque no podemos estar seguros de ser buenos o malos. En fin, si tienes tiempo, revisa tu estantería y al ordenarla, quizás, encuentres una respuesta.

El caballero Apo.
No pudo reprimir que una lágrima cayera por su mejilla al volver a leer la historia de aquel noble corcel. El mundo había cambiado mucho menos desde entonces y palabras como el honor y el valor quedaron fuera de contexto. El competitivo individualismo acababa con cualquier posibilidad de avance. Así llega el progreso. Esa era la contradicción de los nuevos tiempos. De repente, la televisión anunciaba una noticia de última hora. La Bolsa de cada país cerraba porque en todas ellas entró un jinete en el mismo momento proclamando el apocalipsis. El mundo se sumió en un completo caos que dio paso a la desglobalización. La gente atendía lo cotidiano, lo más próximo. Las grandes ciudades se disolvían y multitud de personas volvían a la tranquilidad de pequeños pueblos ante las calamidades que acontecerían. Vivían con lo necesario, pero experimentaban una felicidad placentera. Se dejó la ley a un lado, buscando la aceptación del uso de la lógica para llegar al bien común. A fin de cuentas, si se acababa su tiempo por lo menos pretender vivirlo con cierta armonía y decencia. Finalmente, nunca llegó el temido apocalipsis, pero la sombra de su cabalgadura encumbraron un final imprevisto.

El dilema de la botella.
El sueño de la botella fue que la vaciaran y el vidrio sonara hueco. Se difuminaba una carcajada histriónica en el fondo de la habitación. Un discurso se hilaba desenfrenado, sin posibilidad para retomar el control. Se repetían algunas frases, se repetían algunas frases. El paso era torpe y lento, incluso decadente. El ambiente se espesaba y rozaba lo extrasensorial. Se empapaba en sudor y se repetían algunas frases. Podía experimentarse la rotación y traslación terrestre en una situación mareante. Los problemas eran obviados y cada visión se positivaba. La fraternidad se erigía como pieza fundamental y se repetían algunas frases. Todo estaba bien, todo está bien y volvía de nuevo a la botella. Lo que fallaba en todo este planteamiento es que la botella ya estaba vacía antes de empezar el texto.




P.S. Pongámonos en antecedentes. Empecemos el mes.

2 comentarios:



  1. Buenos días:

    Del primer texto la frase:

    " Vivimos subyugados a una moral impuesta, que no tiene por qué representar el bien y que nunca sabremos si lo hace". Me ha parecido una manera de ver la moral tan interesante... porque es verdad que son una normas impuestas por: la sociedad, la iglesia, incluso ya la costumbre que ha venido pasando de generación en generación, y que en realidad ya no somos capaces de ver con claridad si es el bien o son simplemente tonterías.

    También creo que hay mucha gente que ante su trabajo, su familia tienen una cara moralmente establecida de lo que debe ser y en su interior de cara a lo oculto se comportan como seres totalmente amorales o si no lo llamamos así porque no sabemos bien el concepto de "amoral" por lo menos totalmente opuestos a lo que la sociedad establece como moral.

    Del segundo texto, me ha gustado la frase del "competitivo indualismo acaba con cualquier posibilidad de avance", porque pienso que cuando nos hacemos competitivos sin compartir en equipo con otras personas pensando que nuestra manera de trabajar es la única y mejor, parece que avanzamos ni progresamos, nos sumimos en una única manera personal de ver las cosas, y creo que eso no es bueno.

    Besitos :)

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    1. Los textos pretenden ser continuación o una nueva visión de una entrada que hice hace algunos años. Y se unieron varías cosas, entre que me topé un día con el dibujo que también es una versión del de esa entrada y que es una de las entradas que más repercusión ha tenido según me cuenta Blogger.

      Cada persona tiene dos lados uno claro que expone a los demás y uno oscuro que sólo el conoce. Eso no quiere decir que la persona sea realmente la del lado oscuro, es ambas cosas, pero al compartir con alguien esos lados es como realmente se logra conocer a la persona. Ya entender eso o respetarlo son cosas que van más allá...

      En cuanto al individualismo, no creo que sea algo exclusivo del trabajo. Es una actitud ante cualquier cosa. Puedo llegar a entender que en determinados casos busquemos lo mejor para nosotros y es lógico, pero hay otros en los que tender la mano no es un inconveniente y es en esos casos en el que al mantener ese mismo patrón me parece irracional. Igual no se entiende esto bien porque lo he puesto bastante genérico sin entrar en ejemplos, pero bueno...

      Gracias y besos ;)

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