domingo, 12 de febrero de 2012

Cúpulas Bulbosas.

La historia del Caballero Melaza.
El Caballero Melaza recorría agrestes tierras en busca de su doncella. Caminaba aprisa con su pesada armadura. Divisó en la lejanía un torreón derruido, ¿estaría allí su dulce damisela? Se aproximó tan rápido como pudo. Allí estaba ella, custodiada por un fiero dragón. Lleno de convicción, pretendía embestir contra aquella bestia. Sorprendentemente, éste le hizo un gesto y el Caballero Melaza se paró. Fue entonces cuando el dragónhabló:
- No te entrometas, ella es mía. Si valoras tu vida, márchate de aquí –sentenció el dragón.
Intimidado y sin mediar palabra, el Caballero Melaza huyó despavorido. Cabizbajo, reemprendía de nuevo el viaje. No cejaría en el empeño de buscar a la dueña de sus sueños. Volvía a encontrarse con otro torreón. En este caso era resplandeciente y acogedor. Entró sin pensarlo dos veces, pudiendo así oír los gritos desesperados de su enamorada. Subió de dos en dos los escalones del torreón, los chillidos eran cada vez más intensos. Arremetió contra la puerta de madera que se abrió estrepitosamente y en la confusión del momento, sólo acertó a ver unas sábanas moverse en una cama. El movimiento cesó y dos cabezas salieron entre ellas. Los ojos de una pareja se encontraron con los del Caballero Melaza. Sin más dilación dijeron:- Márchate de aquí y cierra la puerta – susurraron entre los dos.El Caballero Melaza, rojo como un tomate, salió del torreón tremendamente avergonzado. Pronto consiguió olvidar aquella escena para continuar la búsqueda de la dama de sus deseos. Optimista, iba a tentar por última vez a la suerte. Encontró un lúgubre y tenebroso torreón. Un lugar terroríficamente oscuro, un páramo desolado. El torreón era viejo y se caía a pedazos, ¿encontraría por fin recompensa por sus esfuerzos? Cauteloso alcanzó el final de la torre. Ella estaba durmiendo plácidamente y como si de un cuento se tratara la despertó con un beso. Abrió los ojos y sonriente dijo:
- Ahí estás – con un dulce timbre de voz.
- Sí, por fin estoy aquí – contestó el Caballero Melaza.
- No hablo contigo, estúpido. Aparta de mi camino – respondió ante la sorpresa del Caballero Melaza.
La muchacha, incorporándose, se abalanzó a los espectrales brazos de un fantasma. El Caballero Melaza
quiso hacer intento de separarles. El fantasma le advirtió antes de que se arrepintiese:
- No tienes nada que hacer, ella está bajo el influjo de mi hechizo. Así que si noquieres acabar
convertido en rana, esfúmate – reprendió con dureza.
Pobre Caballero Melaza, estuvo tan cerca. Hubiese querido ser dragón, amante o fantasma, pero sólo sabía
ser caballero. Derrotado y sin esperanza, el Caballero Melaza colgó su armadura. No tenía nada que
proteger, ni nada por lo que luchar.
El mensajero del miedo.
Los hechos se estancan, en ocasiones, bajo la calma de una falsa incertidumbre. Se produce una inhibición que crea como consecuencia una estabilidad de la situación que acaece. Despejar ese velo arroja la certeza suficiente para devolver la realidad. ¿Por qué cuesta tanto ser claro y tajante? Tenemos miedo de que la otra persona no nos entienda o sentimos lástima y la protegemos del posible daño que podamos ocasionarle. Actuar por miedo o pena es lamentable. Quizás no se haga conscientemente, pero el fin es el mismo, aunque bien es cierto que el fin no justifica los medios. El miedo a no entenderse es inútil. Si alguien no comprende una decisión, no esculpa de quien decide. Pero someter esa decisión a incertidumbre es perverso. Teniendo esto claro, desaparece el miedo. Ocultar para proteger del daño es una herramienta contradictoria. Extender una verdad dolorosa en el tiempo, sólo la hace más dolorosa por momentos. No existe tal protección, sólo más daño. Sabiendo esto, esa necesidad de protección desaparece. No hay que temer cuando es inevitable causar dolor. Hay que tener valor suficiente para explicar nuestras decisiones o pensamientos. Sinceridad y honestidad serán virtudes que valorarán los justos. Por otra parte, siempre habrá gente despreciable que lo utilice en nuestra contra. Aún así, nuestra integridad debería estar siempre por encima de esto, siempre y cuando no se vea confrontada alguna necesidad básica. Con todo se juega hoy en día.
¿Adiós o Hasta Luego...?
Las despedidas presentan un compromiso no escrito que depende de la concatenación de las palabras pronunciadas en la misma. Generalmente, una despedida produce miedo. Este miedo viene generado por una pérdida, la pérdida de la compañía de una persona, compañía a la que nos acostumbramos. Entonces surge la pregunta de qué hacer en ese momento. Las posibilidades dependen de la ocasión, como de costumbre, estamos sujetos a nosotros mismo y las circunstancias que nos rodean. Se presenta una batalla entre un Hasta Luego… y un Adiós. ¿Qué decir? Puede que nuestra reacción o la de la otra persona sean indiferentes en la despedida, pero cada una de ellas,tiene un significado propio. Hasta Luego… se convierte en una promesa al ser invocada. Nos comprometemos a volver a ver a esa persona e infringirlo tiene como consecuencia la ruptura de esa promesa, que a su vez conduce a posibles reproches, sean estos merecidos o inmerecidos. Adiós por el contrario está libre de ataduras, es tajante y conciso. Puede dar lugar a incertidumbre, pero como tampoco existe compromiso, la certeza reside en estar apartados, hasta que algunas de las partes decidan romperla. Irremediablemente, todo acaba. Todo tiene un final, final que podemos variar a nuestro antojo en ocasiones. Que ese control no nos haga ruines, que podamos acabar algo y sin hacer más daño del necesario, decir adiós.

PD: Se acerca el Carnaval peligrosamente...

8 comentarios:

  1. Ja,ja qué bueno!!!Cómo me he reído con el Caballero Melaza!! me recuerda tanto a las situaciones que vamos con impulso a una ilusión, y siempre metiendo la pata.

    Ingenioso texto, me he reído de verdad.

    Gracias :) por estos momentos, y besitos :)

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    1. Uff, sí que es torpe el Caballero Melaza, ¿verdad?, jajaja.

      Una tontería más...

      Gracias a ti, besos ;)

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  2. El primero es sencillamente genial. Tiene un poco de todo. Me ha hecho subir para después bajar en picado. Al principio, según lo leía, me hacía gracia, como dice Vick. Es como el típico personaje patán, que va pues eso... metiendo la pata pero sin querer y sin darse cuenta. Como si fuera por propia naturaleza. Entonces y tal y como lo has definido, te imaginas lo absurdo de las situaciones y te provoca risa. (Me ha recordado a los dibujitos de "Albeeeeeeert, Albeeeeeeeeert el quinto mosquetero" que veía cuando chica, que el Albert tenía una caraja monumental jajaja). En cambio en esas andaba yo cuando de repente lo has cortado y le has dado "tu toque". El sello amargo que se desprende de casi todo lo que escribes junto con una moraleja: Nadie quiere al caballero, las damiselas al final se quedan con el amante, con los dragones o con fantasmas del pasado. Y eso me ha dado que pensar. Porque creo que tienes razón. Mala época ésta para ser caballero en un mundo donde se imponen los capullos. Capullos dragones, capullos amantes y capullos fantamas del pasado. Pero capullos a fin de cuentas.

    En cuanto al segundo estoy contigo en parte sí y en parte no. Quiero decir que yo también pienso que no hay nada que no pueda ser dicho. Lo único complicado es saber cómo decirlo. Pero como decir... se puede decir si necesidad de "miedos" que valgan. Ahora bien, yo creo que es de humanos el intentar decirlo de la mejor manera posible para intentar causar el menor daño. Creo que eso es algo que haría cualquiera y el que no lo hace es porque no es humano sino un capullo de los de arriba. La gente dice pena o compasión y suena fatal. ¿Pero qué hay de malo en conmoverse por otros o no querer causarles mal? ¿Por qué eso ofende en lugar de apreciar que les importes lo suficiente como para que no quieran herirte?

    El tercero ya es con el que no estoy de acuerdo para nada. Vale que sí, que por propio significado un "adiós" suena a más tiempo que un "hasta después", "hasta luego" o "hasta mañana". Pero en la práctica... ¿hay alguien que se para premeditadamente a pensar qué decir cuando se despide? Porque para mí en la práctica son sinónimos. Y digo lo primero que se me viene a la boca cuando me voy. A priori no sé cuándo voy a volver a nadie, así que... hay veces que digo adiós y al final le veo al día siguiente o veces que digo hasta mañana y a lo mejor no le veo hasta dentro de tres días. Es... absurdo, creo. No creo que haya que darle importancia a lo que te dice la gente cuando se va. Porque no creo que eso manifieste una intención de nada. Es ya rayarse demasiado me parece a mí.

    En fin, que me voy a dejar de charlarte por aquí y voy a ver qué me estás diciendo por messenger que ya se me ha quedao fija la ventana naranja con el super tocho de comentario que te acabo de dejar jajaja.

    Besitos de plátano

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    1. A partir de ahora voy a escribir dos finales, uno bueno y otro malo (como de costumbre) y voy a colgar el de mentira. Así no habrán más "toques" extraños. Tampoco creo que haya moraleja, es el caso del Caballero Melaza (se llama Melaza, si se llega a llamar Casanova seguro que no le pasa eso). Como tampoco creo en los caballeros, siempre se queda en intento de...

      Eso no es lo que se plantea. De lo que habla el texto es que no decir ciertas cosas puede dañar, no de decirlo de una manera que cause el menor daño posible. Decir las cosas te implica, hace ver que te importa, no decirlo da la sensación contraria. Creo que no se dice en ningún momento que haya que ser brusco o maleducado con alguien, sino todo lo contrario. Creo que lo que dices se ve reflejado en el texto, ya veo que no lo he sabido expresar. De todas formas no estoy de acuerdo en suavizar ciertas cosas por pena. Hay que decir lo que se piensa y si te equivocas o das lugar a malentendidos, te explicas. Hablando al final acabarás en entendimiento muchas más veces que intentando "proteger". Aún más cuando alguien es capaz de darte confianza suficiente como para que le puedas decir cualquier cosa sin que vaya a mayores y con seguridad esté predispuesto a ese entendimiento. No creo que alguien te importe más si pretendes ser más suave, hay que ser sincero, si la persona en cuestión de verdad te aprecia, seguro que entiende cualquier cosa que le puedas decir, por dura que sea. Sino, ¿dónde está la confianza? ¿Dónde está esa amistad? ¿Existe de verdad? No se habla de ser maleducado, se habla de franqueza.
      [...]

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    2. [...]
      El texto sólo busca jugar un poco con la semántica de las palabras, no se pretende ni mucho menos que sea una reflexión. Las palabras significan lo que queremos decir con ellas, no lo que significan por sí mismas. Por eso nos equivocamos más de lo debido... Ese texto es sólo un juego, yo tampoco pienso en lo que digo cuando me despido. Una idea un poco tonta, quizás...

      Pues, para ser "cortita" para mis textos, sí que sacas cosas en claro. Para que luego digas...

      Besos ;)

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    3. Pues al final me estás dando la razón en lo de cortita porque por tus explicaciones se ve que no he acertado en nada.

      En cualquier caso, me alegra que lejos de decir lo de siempre de que te gusta que cada uno lea lo que quiera leer y saque sus conclusiones que no tiene por qué ser lo que tú pensaras cuando lo escribiste, que lo que nosotros pensamos también puede ser igualmente válido, etc, etc, ésta vez te hayas tomado la molestia de explicar exactamente qué quisiste decir en cada uno. Se ve que esta vez cualquier pensamiento (en este caso el mío) no es válido o que te ha sentado realmente mal lo que he comentado hoy. Aunque por más que lo leo no encuentro mucho para que siente mal, pero bueno... Supongo que esta vez haciendo honor a tu entrada, has sido más franco que otras veces y me has dicho lo que realmente pensabas.

      Y claro que alguien me importa más si soy más suave. Yo lo que tengo que decir lo digo con franqueza siempre. Pero no lo digo de la misma manera a alguien que me importa un bledo que a mi madre, por poner un ejemplo. Porque con alguien que me da exactamente igual como persona o lo que pueda pensar de mí, le digo lo que le tenga que decir sin reparo alguno y de cualquier forma. Mientras que con alguien a quien quiero, tengo aprecio o me cae bien, aunque le acabe diciendo lo mismo, lo hago midiendo siempre lo que digo. Porque me da pena, sí. Me da pena hacerles daño y, de paso, hacerme daño a mí. Y no creo que eso sea malo.

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    4. ¿Y qué importa acertar? No eres cortita tanto si aciertas como si no lo haces. Esto no va de acertar, sino de decir lo que algo te sugiere. Lo malo sería que no sugiriese nada, eso es la muerte del poeta (no mía, del poeta, sea ése quien sea).

      Así que me molesta tu comentario porque no has acertado y porque aunque diga que me gusta que cada uno piense lo que quiera, en realidad no es así y por eso te he contestado lo que pienso sobre los textos. Si me molestase, que no es el caso, tampoco creo que importe.

      Bueno, voy a preguntar yo, para así saberlo. ¿Es necesario que diga lo que pienso sobre cada uno de los textos que escribo? Porque es que nunca acierto, si no los explico porque no los explico y si los explico porque los explico. Sinceramente, no sé qué tengo que hacer. El caso es que el cortito debo de ser yo, porque no acierto nunca. Tampoco creo que sea tan importante lo que te he dicho.

      Si te has sentido mal por lo que pienso o por la forma en la que lo he dicho, lo siento. ¿De qué me serviría hacerte mal? Pero no me ha sentado mal lo que dices, aunque tu punto de vista no coincida con el mío, no pasa nada. Ahora sé lo que piensas sobre un tema, si crees que te voy a juzgar por ello, te equivocas. Y tú sabes lo que pienso. En ese sentido salimos ganando los dos.

      Y aunque no me quede quede claro lo de la suavidad, porque el que tiene boca se equivoca. Y a veces se dicen cosas que no se piensan, ¿se van a tener que estar midiendo cada una de las palabras? Me equivoco centenares de veces al día y en ocasiones me doy cuenta y pido perdón, en otras pues tienen que hablar conmigo y decirme que creen que me he equivocado, reflexiono y acabo dándome cuenta de que es así. ¿Nadie se puede equivocar?, y hay que ir suavizando no vaya a ser que el rencor sea eterno. Pienso, que todo se puede perdonar, que las palabras no son demasiado importantes, sino los hechos, que manifiestan el verdadero pensamiento de la persona.

      No te intento convencer de nada. Tú prefieres suavizar las cosas, tener más tacto, bueno, aunque no lo comparto, lo respeto profundamente porque crees que eso es lo correcto y en el fondo es lo que cuenta. Y en ningún momento he dicho que lo que piensas sea malo, en serio, no entiendo por qué lo dices de manera indirecta. Lo siento mucho, porque está claro que me he expresado fatal, ahora me doy cuenta. Y como ves, no soy tan listo como para darme cuenta, pero si lo tengo que deducir por algo que dices, lo haré.

      No me importa acertar, no me importa equivocarme. Me importa lo que siento y lo que sé (no de forma egoísta, lo digo en general), lo de antes es consecuencia de esto. No creo que las personas se midan por lo que aciertan o se equivocan.

      Después de esto sólo me quedan dudas. No sé qué hacer, tampoco si lo que pienso es malo, si me he equivocado en algo grave, si lo mejor es que me calle la boca (o me corte los dedos). Cada vez sé menos cosas, me siento peor y me doy cuenta que soy peor persona. Creo que tengo algunas cosas bastantes claras, pero ya uno duda de todo...

      Lo siento de corazón. Lo último que se ocurriría es hacerte mal. Antes que eso me esfumaría.

      Besos ;)

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  3. No sé si te ha molestado o no, pero la sensación que me dio al leerlo fue esa precisamente. Como si no te hubiera caído bien y hubieras saltado.

    No es lo que has dicho, sino la forma. Me ha resultado brusco. Que no era tu intención, pues vale. Pero es lo que me ha parecido y como me lo ha parecido, te lo he dicho. Empiezo diciéndote que el primero me parece sencillamente genial, etc y que al final le das un giro completamente distinto al inicial dejando lo que creo que es tu sello. Porque sí, porque ahora mismo si intento recordar cualquier relato tuyo no se me viene a la cabeza ninguno que acabe bien. Los habrá seguro, pero fijo que son los que menos. Y, en ese sentido pues sí oye, me parece que el toque "amargo" o llámalo "x" lo tienen si no todos, casi todos tus escritos. Y oye, no pasa nada, no es una crítica negativa ni pretendo decirte lo que tienes que escribir y cómo. Cada uno tiene su estilo, una seña de identidad, a mí se me veía el plumero pastel en todo lo que escribía y a ti pues ese toque "llamalecomoquieras". Y te digo que me parece simplemente genial y me sueltas un "A partir de ahora escribiré dos finales y colgaré el de mentira". Pues qué quieres que te diga, me ha sonado borde, sí.

    Te digo en el segundo que coincido contigo en parte sí y en parte no. Y me respondes con un tajante "Eso no es lo que se plantea". Que viene a ser algo así como un "no te has enterado de nada, gilipollas". Que sí que ya sé que no has dicho eso en ningún momento y sé que no lo piensas, pero así es como me he sentido yo al leerlo. Y nuevamente me ha sonado borde.

    Para mí, los hechos importan más que las palabras en el sentido de que deberían ir ligados. Cuando no van de la mano pues efectivamente le doy más importancia a los hechos. Ahora bien, en cuanto a hacer daño se refiere, las palabras pueden herir tanto o más que los hechos. Yo puedo recitarte cantidad de palabras vacías e hirientes que en su día me dijo gente que quería. De eso hace años. Y aún las recuerdo. Recuerdo esas palabras y en cambio otros hechos no. Así que ahí no estoy de acuerdo del todo contigo.

    Pero vamos, que te pido perdón yo también si me he puesto borde. No pretendo justificarme sino explicarte el por qué de mi reacción. Y yo lo leí tal y como te lo acabo de contar.

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