viernes, 28 de junio de 2013

Trendy Gloss.

Manolete, si no sabes...
- Esto que hacemos carece de propósito claro.
- ¿A qué te refieres?
- La conversación…
- Bueno, es una forma de abstraerse de lo que nos rodea.
- Con el pretexto de dar solución a problemas.
- Solucionar es una palabra que se me antoja grande para tal cometido. Más bien, atiende al alivio o a la reflexión en voz alta, además del intercambio de pareceres.
- ¿Y si no hay conexión?
- Ensayo y error.
- No lo entiendes, me refiero a una incapacidad recíproca.
- Nadie ha dicho que haya que insistir con la misma persona.
- Te lo explicaré. Imagina que cuando hablas te oyen pero no te escuchan. Dices cualquier cosa y de repente el tema de la conversación cambia, quedando tu intervención en anécdota. O peor aún, que te dejen con la palabra en la boca. Es el momento que más detesto, me embarga una sensación de desprecio que desemboca en el convencimiento de que aquello que querías decir carece de importancia. Y con toda seguridad, así será en términos absolutos, pero en ese preciso instante te parece la cosa más importante del mundo. Todo por no poseer un carisma impactante.
- Será por momentos…
- O cuando simplemente no consigues conectar. Cuando habláis distinto idioma empleando la misma lengua. Mientras, la morfología, la gramática y la sintaxis os unen, el contexto os separa sin remedio.
- Vaya, pero hay que ponerle un poquito de tesón, algo de ganas, por favor.
- No concedo derrota. Aunque es triste observar la distancia que separa las formas de pensar que pudiendo ser complementarias en su distinción, en cambio, parecen ser excluyentes.
- Te estás poniendo cansino, Si esto es mucho más fácil, sólo hay que dejarse llevar.
- ¿Hasta dónde?
- En tu caso a la marginación, en el mío a buscar otro interlocutor.
- Ya me lo temía…
- (Al menos, mientras no dejes esa obsesión por denigrarte.)

Perfecto es cuando te pisas los cordones, te caes sobre una losa de mármol y al alzar la vista ves una pared de piedra ostionera (también conocido como Mr. Gardemio o Estracto nº 87 de la Ópera "Perfezione e altre cose da mangiare").
Era tan perfecto que se le aplicaba el comparativo y el superlativo. Era tan perfecto que temían hacerle saber de sus equivocaciones, únicamente por ese halo de perfección que le envolvía. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Era tan perfecto que acertaba en sus fallos y destacaba en sus defectos. Era tan perfecto que una palabra suya bastaría para callarte. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Tan perfecto que deshacía lo que aún no estaba hecho. Tan perfecto que no había que pedirle opinión porque era conocida sobradamente de antemano. Era perfectísimo, perfectérrimo, diría más, perfectoide. Tan perfecto que llegaba a aborrecerse por completo y a la perfección. Tan perfecto que todo lo conocía, todo lo entendía y todo lo sabía. Don perfecto, perfectísimo, perfectérrimo, incluso más, perfectoide. Era perfecto hasta en el fracaso, generando el mayor de los fiascos. En el fondo era una pose, un farsante, una estafa. Era patético, diría más, patetiquísimo, incluso más, patetiquérrimo, definitivamente, pateticoide. Si coincides con un perfectoide, no te molestes, el interés no será recíproco y mucho menos, honesto.

La entrevista innecesaria.
- ¿Cómo se ve?
- Generalmente, con los ojos a través del espejo y directo a ellos, por algo dicen que son el espejo del alma.
- Bien, formularé la pregunta de una manera más precisa. Como autor…
- Pero, por favor. Menudo despropósito. Imagínese el agravio comparativo con respecto a un verdadero autor. Le ruego que no me insulte de esa forma.
- Correcto, retomando el tema en cuestión. ¿No cree…
- Yo creer, creo poco y cada vez menos. Podría llamarme incrédulo y no me molestaría.
- Bueno, espero poder conseguir terminar una frase.
- Seguro que sí. Crea a partes iguales tanto en sus posibilidades como en usted mism*.
- No quedamos en que es usted incrédulo.
- Más bien ateo, pero no hemos hecho referencia a ese aspecto, todavía.
- A lo que iba. ¿No le parece que sus diálogos son totalmente anodinos?, es decir, no tienen un contenido definido. Es un hablar por hablar inconexo.
- Es posible.
- Al leerlo deja una sensación similar al de ver una película en la televisión ya empezada. Es complicado entrar en situación y cuando se consigue, la conversación termina. Y en la mayor parte de los casos sin cerrar el argumento.
- Tengo que confesarle que no estaba escuchando. Supongo que le ocurrirá con frecuencia, porque es tremendamente difícil seguirle el hilo.
- En fin, ¿ha pensado en algún gag definido?, ¿un escenario bien ideado y mejor redactado?, ¿alguna situación cómica, una escena trágica, algo de tensión?
- Pero, ¿no puede dejar de hablar de usted por un momento?
- Si son todo preguntas reiteradas sobre su escritura.
- Que me hable de tú, hostia. Que queda demasiado solemne.
- ¿Y bien?
- No me interesa.
- ¿A qué se refiere?
- A la comedia, la tragedia y el suspense. A las estructuras bien formadas y definidas con su introducción, cuerpo y desenlace. A los escenarios precisos. A los argumentos finalizados. A cerrar siempre el maldito círculo. Lo que no comprende es que es una gran mentira. El círculo es un hilo que no se cierra. Ha llegado a una película empezada, lo hace cada vez que cruza la mirada con unos ojos extraños. Pero, usted no lo entiende. Quiere un final de cuento, de esos caídos del cielo en forma de meteorito y la realidad es que tienes que tirar del asteroide hacia ti para que caiga. Y no me interesa. Vivo entre paréntesis y eso es lo que escribo. No trate de sacarme de ahí para tener que comprarme uno nuevo, ése es mi colchón de seguridad. La magia no existe, la magia la crean los magos. Es una ilusión en la que puedes querer dejarte engañar y tener esa red de seguridad. Pero ése no es mi paréntesis, es una red rota. Una seguridad quebradiza, puede que agradable, pero quebradiza. Y no me interesa. Aquí tiene la replica que quería, cerrada, clara y diáfana. Pero tan sólo es el síntoma de la victoria de una batalla ganada en una guerra perdida desde el principio.
- Y eso, ¿a qué se debe?
- ¿Quién se esconde tras el telón?
- ¿Nadie?
- Ahí tiene su respuesta.




PS. Me pitan los oídos y la verdad que no lo entiendo.

2 comentarios:

  1. Tienes razón pero no tiene que ser patético, yo conozco a gente que todo lo que se propone hacer lo hace bien, pero luego a veces se sienten solos porque nadie comprende esa perfección.
    Yo he conocido más que perfectísimos, a gente que aprende muy rápido por eso todo lo hace bien, tienen buena coordinación para los deportes, buena memoria, comprenden bien todo lo que se proponen y luego encima son guapos y simpáticos. Conozco tres casos así.
    Pero es cierto que las que no somos para nada perfectas, que nos cuesta trabajo aprender las cosas, nos sentimos un poquito inferiores con ese tipo de personas.


    Bueno, en resumidas cuentas, que me he reido desde el principio con el texto: es original, alegre y muy cierto.

    Gracias Jose :)

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  2. No generalizo, hablo de casos particulares.

    No creo en la perfección, ni en quien parece hacerlo todo bien. Todos tenemos nuestras virtudes y defectos. Pero en el caso de los perfectoides, el defecto puede ser más difícil de apreciar aunque paradójicamente sea enorme.

    Y las que no sois nada perfectas es porque no os hace falta y a lo mejor, lo único sería no tener la sensación de inferioridad, cuando en realidad es algo aparente y no real.

    Que te rías con el texto creo que es más de lo que puedo esperar ;)

    Besos ;P

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