jueves, 28 de abril de 2011

Meme Encadenado: Quinta Parte.

[...]

Volvieron al apartamento de Óscar, se acabaron los sobresaltos. Se despertaron pronto por la mañana y tomaron un pequeño desayuno. No habían mediado palabra y Óscar decidió que era el momento de romper el hielo. Tendría que ser cauto si quería ganarse la confianza de Eva, no quería pensar mal, pero las palabras del inspector resonaban en su cabeza “no podemos descartar opciones”, se repetía.
- Bueno, vamos a comprar algo de ropa, ¿no? – dijo Óscar bastante oportuno.
- Sí, claro.
Óscar necesitaba tranquilizarla, la situación empezaba a ser incómoda para él. Esperaba que un pequeño paseo y unas compras consiguieran serenar un poco a Eva.
- ¿Sabes de algún lugar por aquí cerca?, la verdad es que aún no he tenido mucho tiempo para comprar nada. Entre lo desastre que soy y que aún no me he adaptado a vivir en esta ciudad, no tengo tiempo para nada. Me refugio en el trabajo, hasta que consiga estabilizarme.
- Tenemos un centro comercial aquí al lado, deduzco que ni has entrado – dijo Eva aún con reticencia.
- Pues la verdad es que no. Pero bueno, siempre hay un primer día para todo. Bueno, vayamos antes de que sea más tarde.
Óscar abrió la puerta de casa, le cedió el paso a Eva y ambos salieron de su casa. Llamaron al ascensor, bajaron en silencio. Eva salió por el portal y sintió una punzada en el corazón. “Tenía que haberme quedado esperándole, qué tonta fui”, pensaba mientras en la cabeza permanecía la idea de que él puede que estuviese vivo antes de que ella hubiese cruzado ese portal por última vez. Dos grandes lagrimones escaparon de sus ojos. Durante el camino al centro comercial, Eva iba algo por delante de Óscar. Ambos estaban bastante pensativos.
La mañana era fría aunque despejada, los cálidos destellos del Sol le recordaban que la primavera estaba cerca. El aire fresco y puro de aquella ciudad le reconfortó. Pudo poner la mente en blanco por primera vez después de todo lo ocurrido. Se paró y esperó a Óscar. Caminaron juntos, intercambiando palabras intranscendentes sobre los grandes almacenes.
Entraron al centro comercial, Óscar esperaba sentado en un banco mientras Eva buscaba algo de ropa. Ella se detuvo delante de unos vestidos. Los miraba ilusionada, pero de pronto su mirada se entristeció y se giró. Para su sorpresa se encontró a Óscar delante, de pie, mirándola.
- ¿Qué, no vas a probártelo?
- Ehm, no, qué más da… - aún recordaba la escena de aquella noche en su casa, por poco se muere del susto.
- Hazlo por favor – le dijo mientras la miraba fijamente.
Eva se ruborizó y él al darse cuenta apartó la mirada. Se rascó la cabeza y cuando parecía que iba a abrir la boca para hablar, Eva se adelantó.
- Vale, espera un segundo.
Cogió el vestido y se metió en el probador a toda prisa, sin pensarlo dos veces. Salió del probador y se encontró a Óscar expectante en el mismo banco donde esperaba antes.
- Ehem, estás guapísima, Eva – dijo nervioso.
Era un vestido color crema con un volante diagonal que partía del hombro, le cubría el pecho y dejaba su otro hombro al descubierto. Óscar no podía dejar de mirarla embobado.
- Me da vergüenza que me mires así.
- ¿Cómo te miro?
- Pues así tan fijamente, como si hubieras visto…
- ¿El qué? ¿Un ángel, por ejemplo?
Ella se quedo callada, miraba al suelo haciéndose la distraída.
- Perdona, no era mi intención avergonzarte. Si es que soy un torpe, ¿no me ves? Intentemos buscar algo de ropa rápido, hoy va a ser un día duro.
- Sí, de todas formas, aún hace algo de frío para este vestido.
Se quedaron callados unos segundos. Pero, de repente, ella quebró aquel silencio.
- Oscar…
- Dime, Eva.
- ¿Me acompañarás en la comisaría?
- Supongo que no habrá problemas con eso, así que sólo si tú quieres.
- Sí, quiero.
Se miraron fijamente a los ojos y ella le lanzó una leve sonrisa, era lo más que sus fuerzas le permitían en aquel momento.
- Bueno, manos a la obra que hay prisa, ¿no? – continuó ella.
- Sí, claro.
Óscar le explicó que seguramente en un par de días podría volver a casa. Así que ella actuó en consecuencia y compró lo estrictamente necesario para ese periodo de tiempo. Salieron del centro comercial con una bolsa no demasiado grande y empezaron a andar hacia la comisaría de policía.
Llegaron a la comisaría, que se confundía con el resto de edificios a su alrededor, parecía que se habían construido al mismo tiempo para no alterar demasiado la simetría arquitectónica. Tenía una gran entrada acristalada, custodiada posteriormente por dos grandes puertas de madera, y precedida de una escalera de granito gris. Subieron las escaleras y entraron en la recepción. Era enorme, estaba rodeada de dos grandes escalinatas de madera como si abrazasen la sala. La parte de arriba estaba llena de oficinas y despachos. Había gente bajando, subiendo todo el tiempo. El bullicio era considerable. Eva estaba un poco intimidada por el ambiente, así que Óscar decidió tomar la iniciativa. La condujo al arco detector de metales de la entrada, era un proceso rutinario. Hizo pasar a Eva por el detector y éste sonó. Un policía que permanecía al lado del mismo, le indicó educadamente a Eva que dejara a un lado los posibles objetos metálicos. Eva miró su dedo y se despojó del anillo, dejándolo caer en la bolsa de la ropa, se la cedió un momento al amable policía y volvió a pasar por el arco. Esta vez nada, el policía se acercó y le hizo entrega de su bolsa. Una vez dentro por fin, Óscar posó su mano en el hombro de Eva, aquel gesto le reconfortó. A continuación parecía que abría la boca para hablar.
- Espera un segundo, avisaré que estás aquí y esperaremos órdenes.
Sin dejar que Eva contestase, se acercó a uno de los teléfonos de recepción mientras mantenía un intercambio de palabras con alguien del personal de aquella zona. Descolgó el teléfono, asintió un par de veces y antes de que Eva pudiera darse cuenta, estaba de vuelta acompañado por otro policía.
- Eva, tienes que identificar el cadáver. Sé que es pedirte algo muy duro, pero es una comprobación rutinaria.
- No te preocupes, pero no me dejes sola, por favor.
- Iré contigo, no hace falta que lo pidas.
- Si ya están listos. Acompáñenme, por favor – dijo el policía uniformado.
Siguieron hacia el pasillo del fondo de la sala que desembocaba en una escalera que conducía a un sótano. Bajaron y al pasar tres puertas entraron en la siguiente. Una habitación enorme se abrió ante ellos, llena de cámaras frigoríficas. El policía entregó un formulario a la persona encargada y despidiéndose se marchó.
- Déjenme adivinar, vienen aquí por un fiambre, ¿verdad? – dijo el encargado, un tipo con gafas que parecía bastante patoso.
- Sí, su ex-novio – dijo Óscar con tono enfurecido, señalando al mismo tiempo a Eva.
- Perdóneme señorita. No era mi intención, ya sabe, necesitamos algo de humor en este trabajo.
- No importa – dijo Eva, estaba demasiado nerviosa como para analizar las tonterías de aquel tipo.
- Veamos, cámara W-202… aquí está.
El hombre tiró de la palanca para abrir la portezuela y deslizó la camilla dónde debía descansar el cuerpo. Para sorpresa de los tres, la cámara estaba vacía.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho la descripción de la comisaría. Es muy visual. En cuanto al vestido... fíjate si es visual, que me harté de ver vestidos como ese el domingo de resurrección ;)

    Y tío, ya le vale al de la cámara frigorífica. ¡Esta historia está llena de impresentables! xD

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  2. Pretendía que fuera una comisaría típica de peli policíaca, pero no sé si está bien, supongo que más o menos.

    Puede que sea casualidad, pero yo también me harté de ver vestidos como ése. Me resultó lo suficientemente divertido como para añadirlo algún día en un texto.

    El de la cámara frigorífica es el más impresentable de los que hay por ahora, jajaja.

    Besitos ^^

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