domingo, 22 de enero de 2012

Tablas Dodecaédricas.

Triple A.
Comprador 1: Maldita sea, esto es un despropósito.
Vendedor 1: No se altere, por favor. Ya verá como aquí le confirmarán mis apreciaciones.
Comprador 1: Espero que por lo menos aquí haya algo de cordura. Caballero, atiéndanos que es una cuestión importantemente urgente.
Calificador: Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?
Vendedor 1: Haga el favor de aclararle a este señor la excelencia de la calidad de mi producto.
Calificador: ¿Pueden decirme qué se traen entre manos?
Comprador 1: Por supuesto, es fácil de explicar. Me levanté esta temprana mañana, plácidamente, cuando de pronto, un hambre vorazmente intempestiva me asaltó. Cuando procedía a aplacar esa mala costumbre estomacal, tuve un gran contratiempo. No había qué echarle al pan. Contrariado después de buscar bastante, decidí ir por algo que no me dejara con aquella comida de tonto. Cuál fue mi infortunio al encontrarme con este vendedor abusivo que quiere colarme estos tomates podridos como productos de calidad suprema. Vengo aquí con el propósito de que me ayude a denunciar esta situación.
Calificador: ¿Podría ver los tomates de la discordia?
Vendedor 1: Aquí los tiene. Como podrá comprobar, en perfectísimo estado.
Calificador: Estoy totalmente de acuerdo con el vendedor, lo siento. Estos tomates son AAA.
Comprador 1: Pero, ¿qué dice, insensato? ¿Cómo van a ser estos tomates un producto perfecto?, tengo riesgo de intoxicarme comiéndome esto. Mire ese color putrefacto y el olor nauseabundo que desprenden. ¿En qué se basa usted para emitir esa calificación?
Calificador: No se altere, por favor. Tenemos un riguroso proceso de calificación que se somete en el estudio de una serie de parámetros muy ajustados. Usted puede comprobarlos si quiere, son consideraciones abiertas a todo el mundo. Lo que está claro es que según esos dictámenes, los tomates deben tener la calificación más alta.
Comprador 1: Voy a echarle un vistazo. Veamos, “el producto se analizara conforme a su ser estructural, teniendo en cuenta el origen conceptual de la forma que construye la imagen concebida desde el comienzo de los tiempos”. Vamos, que ustedes se aseguran de que lo tomates sean redondos y punto.
Calificador: No exactamente. Son un compendio de medidas que nos ayudan a determinar si pudiera existir riesgo en el producto que usted quiere adquirir. Evidentemente, hay que ser conciso a la hora de adquirir aquellos datos que tengan suficiente relevancia para establecer un proceso de selección más sencillo. Y no es algo fácil de llevar a cabo, tenemos un gran grupo de analistas que se encargan de evaluar cada uno estos aspectos para optimizar cada una de nuestras decisiones.
Comprador 1: Pero no se da cuenta de que a eso ya no se le puede llamar tomate, por el amor del hambriento ayuno que padezco.
Calificador: Bueno, nosotros sólo emitimos opiniones acerca del producto. En última instancia es usted quien decide. No le vamos a obligar a tomar una decisión.
Vendedor 1: Me está haciendo perder demasiado tiempo, señor. Hágame saber su decisión, si es tan amable.
Comprador 1: Hombre, teniendo en cuenta la hora que es, me tomaré un café y punto.
Vendedor 1: Pues nada, otra vez será.
Comprador 2: Perdonen, ¿qué calificación tienen esos tomates?
Calificador: AAA.
Vendedor 1: Eso es, AAA.
Comprador 2: Me los quedo.
Vendedor 1: Y yo que me alegro.
Comprador 1: No entiendo nada…
...
Comprador 1: Maldita sea, esto ya es de chiste.
Calificador: Buenos dí… Pero bueno, ¿qué hace usted aquí de nuevo? ¿No le quedaron suficientemente claras las calificaciones emitidas ayer?
Comprador 1: Verá, resulta que me he levantado esta temprana mañana, plácidamente, cuando de pronto, un hambre…
Calificador: Sí, me acuerdo de su historia. ¿Dónde están los tomates?
Vendedor 2 (antes conocido como Comprador 2): Aquí los tiene. Son los mismos que compré ayer.
Calificador: Lo siento mucho, estos tomates son basura.
Vendedor 2: ¿Cómo? Pero si ayer eran AAA.
Calificador: Es lo que hay.
Comprador 1: Manda cojones, lo que hay que ver. Menos mal que me he pasado al pan sólo con aceite para el desayuno. Se preguntaran porqué mi lenguaje ha ido vulgarizándose a lo largo de la conversación. Es que ante este panorama es imposible guardar la compostura. Ustedes disculpen…

¿De dónde vienes y adónde vas?
Desde niño tuvo suerte porque siempre estaba acompañado. Entonces seguía siendo igual de despistado, pero más cándido y crédulo. Se rodeaba de sus amigos y se ponía a jugar a todo tipo de juegos absurdos. Pero, ya fuera por enfado o por la necesidad de estar un rato a solas, se marchaba en aquel inmenso patio sin más compañía que su propia sombra. Era en ese preciso momento en el que tres inseparables compañeras de clase se acercaban a él para que las acompañara. “No estés solo”, le decían. La idea no solía atraerle demasiado pero después de que insistieran un par de veces aceptaba sin más remedio. Más tarde comprendería que ellas le salvaron de sí mismo en todas aquellas ocasiones. Y así de fácil, reían y por un momento eran amigos, gracias a la volatilidad que tiene la amistad en la infancia. Él siempre reía y quería hacer reír con sus pamplinas a los demás. Con ellas lo conseguía en ese rato que debía haber sido de soledad. Los años pasaron y estuvo solo demasiado tiempo. Solo y rodeado de gente, era terrible. Añoraba esa sensación de su niñez. Pero era complicado porque con la madurez llegan los prejuicios que hacen imposible conseguir esa compañía con tal facilidad. La sinceridad pasa a ser un arma de doble filo con el que podía salir mal parado. En principio su testarudez le hacía ser incapaz de ir en contra de lo que pensaba, por estúpido que fuese. Aún así, el tiempo una vez más suaviza las posturas y con él se aprenden técnicas de hipocresía y cinismo. Con ellas tenía la posibilidad de estar en compañía de personas que no le interesaban pero que en momentos puntuales le hacían pasar el rato. Esta relación simbiótica parecía ser mutua en esos casos. Pero, poco a poco iba forjando su personalidad en los demás. Se abría a cualquiera, hablaba con todo el mundo, como había hecho siempre. No se escondía, daba la cara. Sabía que la gente de su alrededor necesitaba conocerle para poder derrumbar aquellos prejuicios de la apariencia. De esa forma, el azar conseguía con frecuencia que no estuviera solo. En aquella parada de autobús tan conocida está esperando mientras piensa todo esto. Las circunstancias, una vez más, le dejaron solo. Pero ahora la fortuna le sonreía y pese a no haber nadie más en aquella parada de autobús, un compañero apareció de improvisto. Se alegró de verle, porque por diversos devenires no tenían oportunidad de disfrutar de una conversación. Llegaron ambos a casa, casi sin darse cuenta. Y además disfrutó de su compañía y de una estimulante conversación. Las cosas de estar acompañado...

PD: ¿Dejará Enero frescura a mis neuronas para algo más? Ya veremos...

8 comentarios:

  1. Eso le pasa por acercarse al vendedor o permitir que se le acercara. Yo cuando quiero algo o necesito ayuda, la pido. No me gusta que se me acerquen a darme la brasa. Me gusta tomarme mi tiempo y si lo que estoy es mirando, no necesito que nadie venga a preguntarme si quiero o no quiero algo. Su sola presencia ya me incomoda. Es como si te estuvieran metiendo bulla o presión. Así que yo me habría ido directamente a la parte de frutas y verduras y habría elegido yo los tomates que se me hubiesen metido por la vista xD

    La compañía nunca está de más (bueno, a veces sí, que hay cada uno... jajaja). En algunos casos incluso es necesaria aunque en ese momento no lo sepamos ver o apreciar. Pero sí que estoy contigo en que hay ratos que simple y llanamente te apetece estar solo. Hay ciertas actividades para las que no se necesita compañía alguna y que, de tenerla, hasta incluso incordia. Véase, leer un libro y tener a alguien charlándote. O sentarte a escribir y que no te dejen en paz. O ponerte a dibujar y que vengan a distraerte... O echarte a dormir y que te pongan música o se vayan al cuarto a poner la tele o lo que se tercie. Todas ellas son actividades altamente interesantes para mí, con lo cual... a ratos me gusta estar sola. Pero me gusta esa soledad porque es elegida y no por obligación. Sé que en cuanto quiera puedo salir de mi cuarto y acabar con ella.

    Pero tú si vas a estar solo para rayarte, pues mejor búscate compañía, sí. Porque eso sí que no es bueno para nadie. Además aunque a veces no se tengan ganas de salir, después es lo que dices, sales y acabas pasándolo bien. Como poco echando el rato.

    Besos de estómago vacío (y ahora me voy a ponerle remedio a esto último xD)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En realidad el hecho de la compra es lo de menos. El personaje no los iba a comprar de todas maneras. Es una manera burda de explicar una situación real totalmente absurda. Todo viene en relación a una entrevista que vi hace unos días. Cuanto más me entero de todo esto, más me mosqueo.

      Y bueno, tampoco creo que haya que tomarse tan mal lo de la atención. La gente hace su trabajo y muchas veces presionados. Se les dice amablemente que no necesitas atención y ya está. Eso que dices de la presión es cuestión de no pensar en ello e ir a tu aire. A mí por ejemplo nunca me hacen caso, será que no tengo pinta de comprar. Yo que sé... A lo mejor a ti te ven más ilusionada.

      Hay varias soledades. La consentida que es de la que hablas, mientras sólo vivas esa está bien. La que no quieres que deja de molar. Y otra en la que estás solo pero rodeado de personas, es más bien una sensación. Justo de esa forma evoluciona la soledad del texto. Pero bueno, acaba bien para el personaje. Tampoco van a acabar mal todas las historias, que luego recibo críticas y tal...

      Qué va, si las charlas con Carlitos cada vez son más gratificantes. Ya no me pone malas caras, ni me insulta, ni esas cosas. Por ahora nos llevamos bien por la cuenta que nos trae. Además, ¿tú quién crees que me va a querer aguantar a estas alturas...? Si es que ya no hay remedio.

      Besos.

      Eliminar
    2. Oye, mola esto de "responder" ¿en el mío también sale?

      Yo contesto amablemente un: "no, sólo estaba mirando, gracias". Pero no por eso deja de incomodarme cuando ando mirando y se me acerca uno o presiento que se me va a acercar. Ya sé que hacen su trabajo, así que no soy borde. Están pa eso, pero vamos... que yo como consumidora prefiero que me dejen a mi aire. Tanta atención al cliente, tanta atención al cliente y al final acabas perdiéndole de vista: ¿Quiere realmente el cliente que los vendedores anden pululando por su vera cual moscas cojoneras? ¿o prefiere mirar y, en su caso, comprar tranquilos?

      Eliminar
    3. No sé si saldrá en tu blog, de hecho no sé ni cómo ha llegado esto al mío.

      Intenta borrarle mentalmente o deja de prestarles atención. El poder de la abstracción es muy útil. Pero bueno, siempre pasa igual, nos quejamos de algo y cuando lo necesitas, no está. Y no es sólo por lo que dices, es en general. Hay que tener paciencia con lo que no nos gusta, qué remedio. Pero bueno, otra opción sería decirle al susodicho que te pone nerviosa. Seguro que no serías la primera en hacerlo. A mí, por ejemplo, me saca de mis casillas cuando voy a comprar algo (porque generalmente cuando voy a un comercio no voy a mirar, voy a comprar, a tiro hecho) y está el vendedor hablando con otro que en realidad ni va a comprar, ni nada. En fin, y se tira un rato perdiendo el tiempo y haciéndomelo perder a mí. Se aprovechan de mi paciencia, que algunas veces pensando he llegado a la conclusión de tener que haber pedido la hoja de reclamaciones...

      Cada uno tenemos nuestras manías, así que mientras no te vulneren, hay que procurar dejar a la gente que haga su trabajo. Es parte del respeto y la convivencia con los demás. Que parroquiano estoy...

      Besos de yogur de fresa.

      Eliminar
  2. Es curioso lo de las niñas, porque suele pasar, la gente te ve solita, y todo el mundo te invita a que les acompañes, y no se dan cuenta que a veces lo que realmente quieres es estar a solas, pero la verdad es como tú dices, te salvan de dar vueltas a la cabeza, y te das cuenta que alguna compañía merece la pena,(me he reído de esto que comenta yo de que hay cada uno...me he reído porque tiene más razón que un santo) pero en este caso parece que las niñas eran graciosas.

    Así que, me alegro de tu soledad compartida.

    Besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre recordaré ese episodio con cariño ;)

      En aquellos momentos no había soledad, no era posible. ¿No ves que no dejaban?, jajaja.

      Pues fíjate, no estoy del todo de acuerdo con el refrán mejor sólo que mal acompañado. No me considero una compañía excepcional y hay insensat@s que me tienen a su lado. Yo hablo con gente que hasta me cae mal, evidentemente no comparto las mismas cosas. Pero no sé, no soy capaz de negarle atención a alguien. A mí me pasa cantidad de veces y no me gusta, no voy a ignorar a alguien cuando no quiero que pase conmigo (aunque pase, pero pagar esa indiferencia con los demás no me parece correcto).

      Nunca sabes lo que va a pasar, hoy te cae mal una persona y al día siguiente te das cuenta de que te equivocaste y al revés. Por eso prefiero ser más tolerante y no por quedar bien, que la verdad es que me importa poco. Porque si le tengo que cantar las cuarenta a alguien puede estar seguro que lo haré. Pienso que es lo correcto. Pero como con todo, la posibilidad de equivocarme está ahí.

      Me alegro de que puedas volver a comentar.

      Besitos ;)

      Eliminar
  3. Ja,ja eso es que las niñas tenemos una naturaleza muy persistente por lo general, y verían en tu compañía un elemento muy simpatico seguro, y bueno a mi me pasa, yo saludo a todo el mundo y estoy correcta, soy muy diplomática, (y eso a veces es criticable), pero no soy hipócrita, no te haré un favor, si veo que no eres buena persona, ni estaré natural, ni te haré creer algo que no siento, eso no, no sirvo para hacer la pelota, eso nunca, no me gusta, me parece ridículo.

    Besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me cuesta mucho llevar la contraria... Además, de pequeño era muy práctico. En lugar de que me estuvieran dando la tabarra, que podía transformarse en algo molesto, pues prefería estar con ellas y reírme un rato. Era ventajoso el cambio, jajaja.

      Pienso igual que tú. Hay que ser correcto y diplomático, mientras los demás quieran merecerlo. A mí eso de no ser hipócrita y no hacer la pelota, me ha costado más de un enemigo, jajaja. Por su parte, porque a mí me suelen resbalar esas cosas.

      Besitos ;)

      Eliminar