jueves, 10 de junio de 2010

Jalapeños y cortafuegos.

El buscar de los buscares. (También conocido como: "El respostar de los respostares.")
Un piano de fondo sonando con su melancólica melodía y al compás el fuego bailando con su dulce danza en el crepitar de sus movimientos. Una ventana que da al exterior y enmascara la música con el bullicio de un parque y el ruido de motor del tráfico que circula alrededor. Aprovechando el último destello de luz del ocaso, que da paso a la oscuridad, el silencio y la quietud de la noche. La noche del pensamiento debía estar cavilando, en principio blanco que torna en gris para acabar en negro. No tenía sentido llamar pesimismo a la realidad. Entonces, ¿para qué pensar? Pensar para subir los peldaños de la escalera de la tristeza, en la que un día soñó haber llegado al final, infructuoso ya que tampoco obtuvo respuesta. En ese momento supo que la noche sólo le aportaría más dudas, más preguntas sin respuesta y debía ser lejos de ésta donde encontrar la solución. Quizás en la etiqueta de algún champú que no nos dé por leer…

El jardín de las Hespérides.
Por la pasarela del silencio desfilan las más brillantes ninfas. Destellan en su devenir embriagando el ambiente con su magia. Impregnan con su fragancia y encandilan con su presencia aunque son el espejismo fosforescente de una desaparición premeditada. En la cúspide del mito desarraigamos su invisibilidad y las encontramos en numerosa multitud. Asustadas y avergonzadas no dicen una palabra, sólo miran estáticamente con una mirada huidiza pero descarada. Siluetas dibujadas en el marco de nuestras pupilas, deseando ser arrancadas, esperando la cura ante la ansiedad que proclaman con la llamada de nuestras almas. En un intento por recobrar la compostura una de ellas reclama tu atención y se dirige a ti diciendo: “¿te importaría dejar de mirarme las tetas?”
N. del A. Pueden comprobar fácilmente que la última frase es la única falsa del texto, el autor es demasiado discreto, por favor.

Antonio.
Vivía en una molécula de Praseodimio, situada dentro de una integral triple. Se levantaba de su silogismo para afeitarse el cénit. Desayunaba narcolepsias bañadas en nebulosas. Conducía su rascacielos hacia la burbuja inmobiliaria. Allí se sentaba para trabajar como pesadilla con las últimas páginas en blanco. Paraba para un flashback y seguía con su labor. Volvía a la molécula para comer, tocaba venganza con veredictos. Continuaba como reposición de película de serie B en la burbuja, mientras hablaba con un muñeco de ventrílocuo, un homúnculo y una caja de galletas marca Acme, vacía por supuesto. Al finalizar la jornada laboral, llegaba de nuevo a su modesta molécula. Era entonces cuando se dedicaba a sus aficiones. Componía sinfonías catódicas de alto espectro, alimentaba sudokus y pintaba páginas web. Para acabar el día se zampaba un par de valkirias ahumadas. Se metía en su silogismo y se tapaba con el retículo endoplasmático. Ponía la cabeza en el diesel y levitaba latidos turquesas desde el batracio.





PD: El primero no es autobiográfico, el segundo aparte de no ser autobiográfico es mentira y el tercero es el peor texto con el que homenajear a alguien o las dos primeras son mentira. Servido el tipo test.

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