viernes, 25 de junio de 2010

Soñar despierto.

Se forma un nudo en la garganta para que gritos y lamentos no salgan. Es el momento de la cara que está tapada por la sombra, la que muestra nuestra debilidad. Llegados al punto en el que no hay lágrimas que arrancar, porque ya no quedan. Tiempo en el que tapamos la tristeza con sonrisas. Intentamos mirar para otro lado inútilmente, porque nuestra mirada queda vacía en el pensamiento. Cuando hablamos en plural para que parezca que esto no va con nosotros. La realidad se convierte en película de terror, no por el miedo sino por la angustia. Porque bajas los brazos para dejar de pelear y te llevas la correspondiente hostia. Y seguir adelante significa quedar ensartado por una espada. Que raros son los momentos de color cuando se vive en blanco y negro. Y ya todo pierde la gracia pero reímos para disimular. Sin puta gracia, ni aliciente, esa batalla que ganaron los “contras” a los “pros” que juegan como Inglaterra. Cuando el movimiento de las manecillas del reloj no es más que una anécdota. Buscando un taller de reparación de almas y encontrar un desguace. Vomitar el corazón porque ya no aguanta más dentro y que nos diga textualmente: “ahí te quedas con tus muertos”. A fuerza de olvido enterramos el sufrimiento que siempre vuelve a surgir. Espantapájaros jubilados en nuestro propio huerto. La siembra del recuerdo que se la coman los cuervos. Desgastando la rima con metáforas inverosímiles. Dejando un legado de mediocridad en el testamento. Preparado el billete sólo ida, destino “el otro barrio”. Que no te hagan utilizarlo antes de tiempo.





PD: Espero no repetir la experiencia.

1 comentario:

  1. Primo, me quedo con la última frase como el que se agarra a una tabla en mitad del océano (imagen muy denostada por el imbécil de James Cameron). No nos queda otra.
    Como te he dicho más de una vez, estamos arrojados a la vida, revoleados encima de un tren, y poco más que la curiosidad nos mantiene encima de él a veces. A veces ni eso, a veces es puro instinto lo que nos hace resistirnos a caer. Eso sí, es nuestra obligación coger una postura cómoda de cuando en cuando y mirar el paisaje.

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