lunes, 28 de marzo de 2011

Carcasas Pegajosas.

Escala de valores.
Cualquier variable sometida al peso temporal se convierte en un flujo. Las ideas pueden ser estáticas, pilares robustos y cimentados, perennes para toda la eternidad. Pero cuando entran en contacto con el tiempo se vuelven maleables, volubles por completo. El ser humano, como ser temporal, al apropiarse de estas ideas es capaz de destruir su rigidez, dotándolas de flexibilidad. Nuestra forma de pensar cambia a lo largo del tiempo, gracias a la experiencia y al conocimiento adquirido. Y empezamos a construir nuestra escala de valores, algo que determina por completo nuestro comportamiento y forma de actuar. En un principio, al impresionarnos con facilidad, construimos una base llena de banalidades, con todo tipo de cosas insustanciales pero que de algún modo nos llaman la atención. Nos sentimos obligados a destacar y a querer ser aceptados. Y sin tener una personalidad completamente formada, cambiamos de disfraz según convenga. Hay algunos que nunca experimentan esta fase y otros que se quedan ahí atrapados para siempre. El mundo va muy deprisa y nos subimos a él para comprobar todo lo que éste nos ofrece, sea lo que sea, y nos quedamos con lo que nos gusta y es aceptado socialmente a partes iguales. Después de esto llega un momento en el que decides bajarte un momento del mundo, para poder verlo de lejos. Esta nueva perspectiva te deja ver la locura de ese ritmo frenético en el que estamos inmersos. Entonces algunas respuestas que tenías se volvían a transformar en la pregunta inicial, porque te das cuenta de que no era tal respuesta. ¿Qué es la felicidad? “No es más feliz quien más tiene, sino el que menos necesita”. Salvando las necesidades biológicas y pensándolo fríamente, ¿es todo lo demás realmente necesario?, desde el punto de vista de lo material. A priori podría ser que no, pero sin intentar caer en la ingenuidad hay que decir que si bien no es necesario hacen la vida más cómoda. Pero no hay que dejarse engañar, esa comodidad añadida no es sinónimo de felicidad. No, cuando al bajarte del mundo un ratito, cambias esa escala de valores y en la cúspide de esta escalera colocamos ideas inmateriales. La carencia de éstas que antes pasaban desapercibidas, se convierte en la razón primordial que te hunde en el fracaso. Son cosas que no se pueden comprar ni vender, aunque algunos se empeñen en lo contrario y disfracen esa mentira, al final se engañan a sí mismos. Misteriosamente el proceso se empieza a revertir, llegado este momento. Todo aquello que era confuso en un principio, que era voluble, maleable y por qué no, inabarcable, cambia. Toda esa dispersión de ideas borrosas, se concentra. Todo esto cuando lo que importa son los sentimientos. Desaparecen los conceptos cuantitativos de mucho y poco, transformándose en presencia o ausencia. Y aún así, los errores ligados a lo material infectan a los sentimientos. La felicidad en vez de tornarse en una enfermedad contagiosa que compartir con todos, se transforma en un bien preciado con el que jugamos y que decidimos atesorar y hacer inaccesible a los demás. Y nos fastidia ver la felicidad de otros y por esos salimos de casa con ganas de joderle la vida a la gente. Por eso tendemos a pensar que todos los demás piensan de esa manera y que esa conducta es la única que nos mantiene seguros. Se establece la teoría de la desconfianza porque sólo podemos confiar en nosotros mismos, a veces ni eso, porque la vida es tan perra a veces que haces que dudes de lo innegable. Por eso nos agarramos a los sentimientos como a clavos ardientes y nos da igual pasarlo mal si se mantiene eso que tanto nos importa, porque es la venda que tapa nuestros ojos y nos hace insensibles a todo lo demás e invulnerables a cualquier perjuicio. Cambia la escala de valores y todo se hace firme y las ideas se vuelven a fraguar en sus pilares estáticos. Cambia una escala de valores y todo sigue igual. El mundo da un vuelco según una perspectiva. No es ni mejor ni peor que ninguna otra, no está por encima ni por debajo, no tiene razón ni deja de tenerla. Nada y todo importa a la vez. Los sentimientos no son nada, son fugaces, son etéreos, son pasajeros, son volátiles y a la vez lo son todo. Una vez quise anteponer los sentimientos a la razón y explicar por qué me parecían más importantes. Ahora puedo afirmar sin dudas que los sentimientos son la razón, la razón para todo, siempre serán la respuesta. Se queman y dejan restos, nunca desaparecen y aunque intentemos esconderlos ahí están. Ay, la subjetividad me aplasta.

Lúcido y Trémulo.
Trémulo: ¿Qué importa que me importe si a ti no te importa?
Lúcido: Decías…
Trémulo: Estaba pensando en alto.
Lúcido: ¿Lo qué?
Trémulo: Que si realmente algo es importante si no le importa a alguien que te importa.
Lúcido: Casi que al hacerte esa pregunta para ti ya tiene respuesta, ¿no es así?
Trémulo: Sí.
Lúcido: ¿Sí a qué?
Trémulo: A eso…
Lúcido: ¿A qué no es importante?
Trémulo: No, a que sí que es como una respuesta.
Lúcido: Ah, ¿y qué respuesta obtienes?
Trémulo: Que se transforma en algo sin importancia.
Lúcido: ¿Por qué?
Trémulo: Mm, porque la persona es más importante.
Lúcido: ¿Más importante que lo que piensas?
Trémulo: Sí.
Lúcido: Perdona que te lo diga pero, menuda gilipollez.
Trémulo: ¿Por qué?
Lúcido: Porque eso no es tener personalidad alguna, es ir dando palos de ciego.
Trémulo: ¿Y eso no es una forma de ser?
Lúcido: Si tú lo dices, pero es bastante estúpida.
Trémulo: A mí me parece humilde y honesta.
Lúcido: A mí débil e inútil.
Trémulo: Bueno, pero creo que es lo correcto.
Lúcido: Te vas a llevar un saco de palos por idiota.
Trémulo: Pues tendré que aguantarlos.
Lúcido: ¿Y para eso si vas a ser fuerte?
Trémulo: Sí.
Lúcido: Nadie se va a fijar en eso, al revés, se van a aprovechar de que eres tonto.
Trémulo: Bueno, pues ya me daré cuenta.
Lúcido: ¿Y qué harás, entonces?
Trémulo: No lo sé.
Lúcido: Magnífico plan, lumbrera. Ni los del equipo A.
Trémulo: Ya se me ocurrirá algo.
Lúcido: Como tengas que esperar a eso, mejor despídete.
Trémulo: Pues, adiós.
Lúcido: Hasta otro rato, pringaillo.





PD: No me acaba de gustar...

2 comentarios:

  1. Ja, ja que buenoo!!! no lo había leído, pobre le van a dar más palos en la vida, como siga con ese pensamiento ja, ja me he reido mucho.


    Besitos

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  2. Sí que se va a llevar palos, sí. Pero vamos, parece que ya lo tiene asumido.

    A mí me parece que la actitud debe estar en medio de la de estos personajes. Pero no es tan fácil. No debemos mirarnos el ombligo permanentemente, ni estar pendiente de lo que quieran los demás.

    Besos.

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