jueves, 18 de agosto de 2011

Canívales Rumiantes.

Sin perdón.
Le costaba horrores conciliar el sueño por las noches. Aquel maldito demente aparecía en cada una de sus pesadillas. No podía dejar de lamentarse por todos los crímenes que no fue capaz de impedir. Se imaginaba a cada una de las víctimas clamando venganza, esa sensación le embargaba con una furia colosal. Empapaba la cama en sudor con la idea de poder tenerle cara a cara por un momento. Esa noche iba a conseguirlo, sin saberlo de antemano.
- ¿A qué viene ese desvelo, inspector? ¿No es capaz de dormir? ¿Quiere que le cante una nana? – preguntaba en tono jocoso.
- Vaya, creía que este sería el último lugar donde querrías estar – contestó contundentemente el policía.
- Se equivoca, ese lugar sería la cárcel. Y con suerte este será el último lugar en el que esté – terminó musitando para sí mismo.
- Bueno, si se puede saber. ¿Qué te trae por aquí? – preguntó el inspector algo molesto.
- Poca cosa. Venía a disfrutar de su conversación, inspector – espetó irónicamente.
- No comprendo cómo tienes el coraje de aparecer por aquí – replicó lleno de ira.
- Eso es, me encanta cómo crece la rabia en su interior. Aliméntese de ella, deje que se haga más fuerte hasta que le controle por completo – dijo ilusionado.
- Maldito loco, si pudiera te mostraría unas dosis de realidad – explicaba mientras miraba su pistola que descansaba sobre la cómoda.
- Excelente, inspector. Enséñeme esa realidad, aunque yo podría hablarle de otro tipo de realidad. Usted inspector, representa el orden, lo que se le pasa por la cabeza no sería propio de alguien en su posición. En cambio, yo soy el caos y ahora mismo estoy entablando una amistosa conversación con usted, de igual a igual – relató inspirado.
- Ni se te ocurra compararte conmigo, maldito loco – la rabia del inspector crecía con cada comentario.
- Claro que no inspector, no me malinterprete. Sé muy bien que usted no tiene el valor de tomar venganza por aquellos que pesan en su conciencia – sentenció hiriente.
- Estas jugando con fuego, amigo. Así que deja de tentar a la suerte – concluyó el inspector, con la tranquilidad que proporciona los instantes de inmensa tensión.
- Vamos, inspector. No lo piense, máteme. Vamos, acabe, máteme. Agarre esa pistola aunque sea por su estúpido hijo…
El final de aquella frase le dejó petrificado. Cuando volvió en sí, comprobó que sostenía su pistola en la mano derecha. Una estela humeante salía por el cañón de la misma. El inspector seguiría sin poder dormir.

Canto de sirena.
Necesitaba oír el canto de la sirena.
Vagaba perdido, aquel marinero,
caminando por la arena.
Despertó de un naufragio certero,
que le dejó en aquella playa serena.
Las olas apenas le dejaban oír,
por eso gritaba con todas sus fuerzas.
Al fin una sirena acudió a verle…
- Ay sirenita mía,
no me dejes te lo ruego.
Que ahogarías mi vida entera.
- Déjese de ruegos, marinero.
Que acabaría con su vida,
el saber que no le quiero.
Sentía el desgarro en sus venas,
lágrimas rojas cubrían el cielo.




PD: Agua sin sueño...

6 comentarios:

  1. La verdad, es que debe ser un cargo de conciencia, es normal que no pudiera dormir, porque hay personas que nos enturbian la vida por su poca conciencia ante situaciones importantes, con razón el inspector estaba que ya no podía más, normal.


    Y creo que lo que dice al final, sobre la frase- seguiría sin dormir-, en parte las cosas pasadas mal hechas, mal hechas están, por mucha venganza que quieras tener con una persona, no se vuelve atrás, para arreglar nada.

    Me ha encantado.

    Besitos.

    Una sirenita, es normal yo pienso que las sirenas no se enamoran, ¿no crees?. ja,ja :)


    P.D.
    Son aguas que se aman que humedecen sus latidos en tu corazón....

    ResponderEliminar
  2. El inspector se equivoca, en este caso sus emociones le juegan una mala pasada. Los sentimientos son importantes pero lo es también el saber controlarlos para que no te desborden...

    Es justo por esa razón por la que el inspector no podrá dormir. Perdió el control y con ello creía que conseguiría algo que quería, pero no fue así. La venganza hay que saber administrarla y de la misma manera podría haberle golpeado y esposado. Pero de todas formas la culpa no iba a desaparecer, eso es cosa del tiempo que suaviza las cosas aunque no dejen de aparecer...

    ¿No se enamoran...? Bueno, puede ser y cuando parece que se enamoran no es con buenos propósitos, ¿no?, jajaja.

    ;)

    Besitos ^^

    ResponderEliminar
  3. Tu texto me ha recordado a una peli que vi hace poco y que se titula "El maquinista". Un claro ejemplo de lo que puede causar la conciencia en el individuo.

    Un diálogo muy fluido a la vez que expectante, sí señor.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Mm, me la apunto para verla cuando tenga un ratillo.

    Pues sí, la verdad es que intenté buscar que el lector mantuviese la intriga preguntándose qué ocurriría hasta el último momento.

    Un saludo y gracias una vez más por tu comentario.

    ResponderEliminar
  5. Ahí, ahí, este inspector me cae mejor que el detective. Le mató por gilipollas xD

    Aunque, si lo piensas, también acabó haciendo lo que "el malo" quería...

    La poesía está chuli ^^

    ResponderEliminar
  6. A mí no me cae bien, ni tampoco mejor que el detective (jo, que el detective es un personaje romántico por antonomasia, de esos que se suicidan y todo). De todas en el texto hay que preguntarse quién es verdaderamente el malo.

    ¿Te gustó? Entonces debe ser un intento menos fallido que la mayoría ;P

    Besos de estómago vacío. Qué hambre...

    ResponderEliminar