martes, 23 de marzo de 2010

Ruleta rusa.

Se arrugaba un pensamiento en su seno encefálico. Alabemos al creador de la sinapsis social. La empatía nos proporcionó la capacidad de transmitir sentimientos en cualquier medio de una persona a otra. Fue entonces cuando la sociedad dejó de ser un conjunto de individuos para formar un ente uniforme. Quedaron obsoletos conceptos tan esenciales como justicia, moral o ética ya que alcanzamos la verdad absoluta. Se perdieron los últimos llantos y la continua batalla por encontrar la felicidad. Se llegó a la plenitud y estabilidad extremas. Se abrieron las puertas del paraíso y sus vientos acabaron de congelar los resquicios del último sentimiento. Paraíso, fábrica de autómatas de reacciones inhibidas, de percepciones nubladas y carencia de canalización sensitiva. La esencia de la humanidad asolada por la inmensa devastación de los intereses del veneno. Infectados por la desidia. Nunca despertaremos del sueño, soñando despiertos dentro de la auténtica pesadilla. Sin saber qué es pensar. Sin saber qué es saber. Sabiendo que la máxima a realizar viene determinada en forma celestial. Temiendo la muerte propia por imposición, no por miedo. Frivolizando con la muerte del prójimo porque nos enseñaron que el morbo dicta el camino. Huyendo de la diferencia por tendencia, sin buscar lo único. Arrastrados a un foso pestilente y lleno de los cadáveres que cayeron antes permitiendo que Hollywood ruede la película de sus vidas. Al final las cuentas pendientes atormentarán los cauces de la soledad vital. Pedir cuentas eternamente a una divinidad existente con el reverso macabro de la humanidad manipuladora. Una cristalina gota ocular cierra las páginas de las historias más emocionantes. Un charco de sangre ahoga las palabras de mis labios y extermina el tiempo de escribir textos.

2 comentarios:

  1. Un charco de sangre me dice que todo ha terminado que debo seguir mi destino, lo malo es que no sé cual és.

    un saludo

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  2. Es muy intenso, tío. Y muy sonoro. Mola muchísimo.

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